Capítulo 7 (Parte 1)
Entrega de calificaciones.
¿Qué significaba? Cambiar el turno de mi trabajo, pero más allá de ese pequeño sacrificio, también que acompañaría a Nico a la escuela. Me gustaba mucho ese día, pasar más tiempo con él, poder caminar sin prisa de su mano. Además, reconocía que tenía curiosidad del reporte bimestral que me daría la profesora. Nico era una caja de sorpresas, con todo y el cartón incluido.
—Nico es un gran chico, un poco platicador, pero un gran chico —pronunció cediéndome la boleta de calificaciones, informándome lo que conocía mejor que nadie.
Siempre me preguntaría de dónde lo sacó, mi árbol genealógico estaba repleto de personas de un par de palabras. Supongo que la libertad de mamá para que se expresara le había brindado confianza para ser un parlanchín.
—¿Recuerda la dinámica del cartero? —preguntó. Yo asentí dándole un vistazo a los números impresos. Nueves y dieces, excepto un ocho en educación física. Fruncí las cejas confundida. Ya ni recordaba que daban promedio en esa materia—. Los niños tenían que escribir una carta, él la escogió a usted.
—¿A mí? —pregunté sorprendida.
No tenía ni idea de qué podía decirme en unas líneas que no hubiera hecho antes en persona.
Ella asintió con una sonrisa mientras a mí un nudo se me instaló en la garganta al imaginar que sería una nueva anécdota dolorosa. Consideré que sería como en esos vídeos que rondan en internet donde un niño le reclama a su madre sus ausencias. De esos que se llenan de likes y está repleto de comentarios de madres perfectas que reafirman jamás serán iguales. Verdaderas y crueles, pero en su mayoría imposibles de cumplir. Para desgracia de todos la CFE no se conmovía fácilmente.
Tomé entre mis manos el sobre que me cedió la profesora ocupada en atender a otra mujer que ingresó. Reconocí la letra de mi niño, junto con una carita feliz hecha a tinta en una esquina. Me senté en una de las bancas al fondo, apartada del murmullo de otras conversaciones. Rompí el papel de un costado para liberar la hoja. Respiré hondo al desdoblarla. "No importa lo duro que sea, tienes que arreglarlo".
Hola mamá.
No te dije lo de la carta porque quería que fuera una sorpresa. Espero que el cartero te la entregue en la casa para poder ver cómo te desmayas.
Él dijo que le escribiéramos a alguien especial así que pensé en ti por todo lo que haces. Tú siempre me traes chocolates de la tienda, dejas que escoja la película que quiera, me das el control de la televisión ( aunque tú eres la que decides lo que puedo ver), me llevas al parque, (aunque tú siempre pierdas en todos los juegos), me echas el lonche que más me gusta.
Gracias porque le pediste disculpas al señor Casquitos esa vez que le dijiste que parecía un suéter enredado en el piso. También me llevaste a cuatro tiendas al no encontrar su comida. Hasta le quitaste el bicho feo que traía colgando en la cabeza cuando llegó. aunque a ti te daba más asco y vomitaste, después pareció gracioso, pero ese día no fue tan divertido.
Le siguieron mil hojas más dedicadas al señor Casquitos. "Empezaría a tratar mejor a ese condenado gato si para mi hijo era tan importante", pensé al llegar a la ilustración que nos tenía a mis padres, la bola de pelos, mi hijo y yo flotando en la nada con una enorme sonrisa. Sentí que algo se alborotó en mi corazón cuando percibí que nuestras manos estaban unidas.
Te quiero mucho, mamá. Eres la mejor mamá de todo el mundo y me gusta estar mucho contigo porque siempre me haces reír y me cuidas.
"La mejor mamá del mundo". Sabía que era una mentira, que había millones de mejores madres allá afuera, pero no quise pensar en eso, sino en que Nico me quería a pesar de ello. Abracé esa carta contra mi pecho. Era lo único que necesitaba para seguir luchando.
—Quizás fue porque le pegué en la cabeza —me contó Nico camino a casa cuando le felicité por sus resultados y le pregunté qué hacían en esa clase—. No fue adrede. El profe siempre se pone al lado de la portería —me platicó. Aguanté una risa, porque no era un buen ejemplo, imaginando la escena.
—Ten más cuidado, Nico.
—Después ya no se puso ahí —respondió feliz.
Yo dejé escapar una sonrisa. "A las malas muchos aprendíamos".
—También leí tu carta —solté de pronto. Ese era el tema que me tenía impaciente.
—¿En serio? —preguntó ilusionado. Asentí igual de contenta—. ¿Te la dio el cartero?
—¿Qué? Oh, sí, él fue —dije en una mentira piadosa. No conocía ni la cara del tipo—. Me encantó leerla, Nico. No sabes la alegría que me dio, eres un niño muy bueno.
—Qué bueno, la escribí como tres veces porque siempre me equivocaba con algunas palabras. ¿Viste que dibujé al señor Casquitos en medio? Es porque ya es parte de la familia, es como si fuera mi hermano —me contó. Yo contuve una mueca de extrañeza. "Ese gato no es mi hijo", repliqué, aunque por la sonrisa de Nico podía fingir que sí.
—¿Sabes que te quiero, Nico? —lo cuestioné poniéndome de cuclillas frente a él para verlo directo a los ojos. Él asintió con una sonrisita que me hizo imitarlo—. Mucho, mucho, mucho —repetí abrazándolo con fuerza. No deseaba que jamás lo dudara. Era lo mejor que tenía en mi vida.
—¿Adivina qué, ma? El próximo mes van a traer a un ingeniero —me contó emocionado cuando retomamos el rumbo. Él amaba esas dinámicas. Yo intentaba entenderlas—. Empieza el lunes. Espero construya una carretera en el patio.
Lo miré asustada por sus descabelladas ideas.
—No creo que eso sea posible —reconocí—. Tengo un amigo que es ingeniero civil, te aseguro que no es capaz de una cosa así.
—¿Tienes un amigo que es ingeniero civil? —cuestionó entusiasmado. Cerré los ojos arrepintiéndome de la mención—. ¡Él puede ayudarme con el proyecto!
—Oh, no, no, no —frené esa absurda idea antes de que creyera fuera posible. Nunca—. Yo te ayudaré con la tarea, Nico —informé para que no insistiera—. Haremos un gran trabajo, ya verás.
No mezclaría a mi hijo con Álvaro, esa es la razón por la que no se conocían. No sometería a Nico a convivir con un desconocido, a uno que ni siquiera lo quisiera o que al hacerlo lo lastimaría al marcharse. Yo tenía que protegerlo, de él y de todo el mundo.
Me despedí de Nico con un beso en la mejilla. Mamá me pidió que tuviera mucho cuidado de regreso. Compartimos una mirada preocupada que mi hijo ignoró. Me encomendé en silencio al cielo para volver a casa, para que nada malo sucediera. Odiaba volver pasada la medianoche, casi podía oler el peligro en las calles.
Lo único positivo de ese horario era que el camión estaba casi vacío por lo que gané un asiento sin compañero de lado. Releí mis notificaciones mientras me comía una manzana, un mensaje tonto de Arturo al que no le di importancia, porque ya lo conocía, y uno de Álvaro que había enviado hace un rato.
Alba
¡Hola, Álvaro! 😀
Álvaro
Uy, hasta un emoticón. Alguien está muy feliz. ¿Sucedió algo bueno?
Alba
Nada en particular.
Álvaro
Vamos, Alba, tú no te pones así por "nada en particular", algo muy bueno debió pasarte. ¿Quieres contarme?
Sonreí porque me había atrapado. En realidad sí quería hablar con alguien, en realidad, quería hablar con él. Aunque Álvaro no tenía hijos siempre me hacía creer que me entendí. Aproveché que era su hora de comida para molestarlo.
Alba
Okey. Hoy fui por las calificaciones de Nico.
Álvaro
¿Muchos dieces?
Alba
Sí, pero eso no es lo emocionante.
Tuvo que escribir una carta para alguien especial y me escogió a mí.
Debiste leerla, Álvaro. Bien, no, no te hubiera permitido hacerlo, pero fue tan lindo todo lo que anotó.
Creo que dormiré con ella a mi lado para releerla todo el tiempo. Estoy sonriendo como una idiota justo ahora.
Álvaro
Debió ser algo especial, Alba. Y sin saber qué escribió sé que dijo la verdad, los niños siempre lo hacen. Estoy feliz al saber fue un momento dulce para ti. Nico tiene una gran mamá.
Alba
No digas bobadas, Álvaro. Pero sí, estoy tan contenta que fingiré lo creo. Ahora lo único que quiero es demostrarle que puedo serlo.
Álvaro
Alba, estoy seguro de que él lo sabe. No dudes de ti, sé que te gustaría hacer más, pero adoras a tu hijo, cada vez que hablas de Nico se te iluminan los ojos. No sé cómo seas en casa, pero si eres la mitad de buena que eres como amiga, Nico es afortunado.
Alba
Gracias por tus palabras, Álvaro.
Álvaro
No me agradezcas por eso, escríbeme siempre que quieras. Además, debo confesar que leerte tan feliz me ha contagiado un poco.
Alba
Me gustaría seguir charlando, tengo un par de cosas que contarte de Arturo y Miriam, pero hoy no tendré hora de comida. Voy de turno de noche y quiero aprovechar esa hora para salir más temprano. Llegaré a casa pasada la medianoche, si tú quieres podemos hablar mañana.
Álvaro
No te preocupes. Mañana es un buen día. Cuídate mucho, Alba. Si necesitas algo en la noche solo llámame.
Alba
Eso haré. Gracias, Álvaro.
Volví a sonreír cuando guardé mi celular en mi bolsillo. Como si no tuviera suficientes razones para ser feliz, pese al incidente del domingo, Álvaro seguía sonando igual de cálido. Nada de reclamos, ni indirectas. Saber que no lo había perdido mantuvo ese gesto en mi rostro durante todo el camino.
Ni siquiera la aparición del estúpido de Gustavo en mi trabajo logró esfumar mi buen humor. Lo ignoré de principio a fin, corriendo de un lado a otro, pero sin quejarme porque los hechos de esa mañana habían recargado mi batería. Poco me importó el hambre o el cansancio, me sentí la mujer más alegre del mundo en esos estrechos pasillos repletos de despensa.
Incluso ayudé a una señora y su hijo a encontrar unos cuadernos para el colegio que estaban en el almacén, una labor de media hora que me hizo desordenar una decena de cajas. Ellos me agradecieron antes de volver a dedicarme otros treinta minutos en dejarlo todo tal como en un inicio. Odiaba ese pequeño cuarto, pero en ese momento ni siquiera lo recordé. Un poco más agotada y deseosa de acabar mi jornada salí deprisa de la habitación para ir por mi chaqueta. Moría por abrazar mi almohada, igual que Nico debía estar haciéndolo.
Iba tan distraída en mis planes que no me percaté que quedaban algunas personas en la tienda, que una de ellas se atravesaría en mi camino. Quise frenar para no tocarlo, para que por error no fuera él a poner sus manos sobre mí, porque eso sería el punto para arruinar mi noche. Sin embargo, esa repentina preocupación desapareció al alzar la mirada y reconocer ese semblante.
Álvaro.
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