No. 3: No será amigo de un sirviente
Ya era Viernes y en su cabeza no paraba de aparecer la imagen de ese chico de cabellos azules tocando tranquilamente con su guitarra ¿Y si volvía a ir hoy? No podía ir con la misma ropa ¿o sí? Ya daban pasada las 5 y no sabía qué hacer, debía decidir si ir ya, para tener tiempo de elaborar un buen plan.
—Señorita Bourgeois, aquí está su cena.— la voz de Jean Pascal hizo aparición, el mayordomo la veía desde su puerta con una suave sonrisa a lo que la fémina sólo torció la boca.
—Dile a mi padre que no voy a comer nada que él me mande.— respondió seria. El hombre suspiró y se acercó a la terca Bourgeois con la bandeja en su mano. Sentía mal de esa chica, su relación con su padre se había vuelto tensa estos últimos meses.
—Tiene que comer algo, no puede dejar de comer para demostrarle algo a sus padres.— la chica ni siquiera regresó a verlo, seguía de espaldas seguramente haciendo una mueca.
Jean suspiró. Había conocido a esa rubia desde que era uña bebé de brazos, cuando una sonrisa era lo que iluminaba su rostro y en su mirada sólo habían ansias de conocer al mundo. Y no es que ahora no fuera bonita, su pequeña Chloe siempre lo sería, pero de alguna manera lucía siempre resignada.
—Piensa salir hoy a escondidas ¿verdad?— Chloe por fin volteó a verlo con sorpresa ¿Cómo...?— No es que sea entrometido, pero su padre me ordenó revisar su mochila el otro día y encontré un conjunto muy particular ahí.— la rubia estuvo a punto de reclamar ¿Es que ni siquiera podía tener un poco de privacidad? Pero antes de que pudiera decir algo, vio a Jean negar.— No le dije a su padre, la verdad no me siento muy cómodo invadiendo su espacio; el viernes pasado una empleada del hotel me dijo que la vio llegar en un taxi en la otra esquina, tuve que cubrirla diciendo que había salido mal con la señorita Sabrina otra vez y regresaba de su casa. Pero me preocupa el lugar al que pueda estar yendo.
Chloe se quería enojar, en serio. Su padre era un desagraviado infeliz que no hacía más que estarla monitoreando las 24 horas del día para que no fuera a arruinar el tonto apellido; pero por otro lado Jean en serio sonaba preocupado, él de verdad lo hacía y su insistencia en que comiera parecía ir más allá de las órdenes de su jefe.
Chloe aceptó la cena y suspiró.
—Comeré.— dijo. El hombre asintió con una débil sonrisa pero continuó ahí esperando que dijera más. La rubia bufó, por supuesto que no lo podía dejar así, pero había tenido la pequeña esperanza de que no insistiera más: era demasiado extraño de explicar.— Tengo un amigo.
Jean abrió los ojos sorprendido. No es que ella no tuviera otros amigos, es que le sorprendía que al pedirle respuestas de su extraño comportamientos ella lo justificara con eso.
—¿Un amigo amigo? ¿O un amigo "amigo?— preguntó el mayordomo. Chloe apretó los labios con un ligero sonrojo. Esto estaba mal, a penas y lo había visto dos veces.
—Sólo un amigo.— insistió y luego tomó aire.— Pero él no sabe que soy yo, él piensa que soy otra persona. Y no debe conocer quién soy porque no lo conocí en el sitio más precisamente adecuado.— Jean frunció el ceño, Chloe no elegía bien sus palabras.
—¿Fue en un bar o algo?
—No, no, no, no, no.— negó velozmente.— Fue en un club de solteros, donde se va a celebrar la "soltería"...
—¡Señorita! — exclamó pasmado Jean, pero al Segundo Chloe ya le tapaba la boca para que le dejara hablar.
—No, no se va a ligar o algo así. Es un club de hombres rechazados ¿Entiendes? Sólo van a liberar el dolor del rechazo, no hacen cosas malas.
—¿Y cómo es que alguien como usted terminó en un sitio así? ¿Es seguro siquiera?
—Es una larga historia, Jean Pascal.— dijo con un tono molesto. Se relamió los labios y siguió.— Necesitaba...
Vio a la rubia guardar un largo silencio. Por supuesto que en todo este tiempo la rubia había actuado como si el rechazo de Adrien le importara poco, pero aunque nadie lo creyera, a Chloe sí le llegó a gustar de verdad ese rubio de ojos verdes; y se sentía decepcionada de sí misma de que él no la viera de la misma manera.
Luego, su padre metiendo presión respecto al tema. Era claro que todo esto no era una situación muy fácil para Chloe.
—Entonces déjeme entender. Si es un club para chicos y me dijo que él no sabe quién es usted, es porque fue disfrazada ¿verdad? De un hombre.
Lo había entendido demasiado rápido para ser verdad. Entre más personas supieran de su secreto, era peor para ella. Pero Jean Pascal no era sólo un empleado más de la mansión, en él podía confiar, podía sentirlo como si fuera una parte vital de ella.
—Sí.
—¿Y ya tiene ropa para ir hoy?— la rubia negó.— Bien, si me promete comerse todo lo que hay en el plato, yo le conseguiré ropa y un taxi.— Chloe le dio una sonrisa enorme a Jean Pascal, de verdad sentía mucho alivio de tenerlo como aliado.
—De hecho ya tenía pensado que taxista quiero.— respondió la fémina.
—Bien.— dijo el mayordomo ya retirándose de la habitación.— Entonces pásame su número y yo me encargo de llamarlo de otro teléfono que no sea el de usted o el mío para que no levantemos sospechas.
Asintió gustosa y en cuanto se quedó sola empezó a comer velozmente ¿Debería decirle a Sabrina que volvería a ir a ese lugar? Apretó sus labios viendo su celular. Era su mejor amiga y debía confiarle todo, pero no estaba segura si ella sería capaz de comprender la razón por la que iba ni mucho menos que ella la fuese apoyar.
Mejor dejarlo ahí.
El mayordomo no tardó en traer ropa que para su sorpresa, no olía mal. Se preguntó si lavaban toda la ropa que los clientes olvidaban o sí Jean Pascal era mágico y había logrado lavarla y secarla en poco menos de media hora, pero se le agradeció.
Los pantalones eran algo grandes para su gusto, casi le quedaban como unos acampanados. Lo ajustó con un cinturón y los dobló al final. Se puso una playera normal y una sudadera extremadamente grande para su cuerpo diminuto ¿estaba siendo exagerada?
Por último miró su cabello, aquel que tanto adoraba presumir que para su desgracia era lo que más la delataba. Debía conseguir un gorro de natación o algo para empezar a cubrirlo mejor. Por ahora se conformó con el gorro de la vez pasada y atarlo en un nudo bien pegado a la cabeza.
—Bueno, estoy seguro de que nadie en este mundo la reconocería, eh...— esperaban al taxi que la llevaría a aquel lugar. Al parecer el mayordomo había elegido no llamarla "Señorita Bourgeois" como solía hacer para mantenerla en cubierta.— Necesitas una identidad secreta.
Chloe en ese momento recordó como la había llamado Luka ese día.
—Star Wars, mi nombre es Star Wars.— dijo con una pequeña sonrisa. Jean Pascal la miró con ternura y cierto temor, sentía todo esto como si estuviera dejando ir a su propia hija a su primera fiesta, pero en condiciones más extrañas. Si la cosa es así, un padre siempre debía estar adelantado a los sucesos.
—¿Cómo disimula su voz? No creo que haga una buena imitación de hombre así.
—Finjo que soy muda.— respondió casi de inmediato la Bourgeois. Por dios ¡Chloe Bourgeois sin decir ni una sola palabra por más de un minuto! Eso sí era toda una novedad.
—Espero que no se encuentre con nadie que maneje el lenguaje de señas, porque eso sí la metería en un problema.— Chloe asustada regresó a ver a Jean Pascal. Es cierto ¡Si alguien descubría que no era muda se le caería todo su teatro! Aún estaba tiempo para echarse atrás.
No, un Bourgeois jamás echa para atrás.
—Descuide.— enunció el mayordomo como si le hubiera leído el pensamiento.— Si después de hoy aún quiere continuar con esto, le conseguiré unas lecciones y lo arreglaremos para que su papá no se entere.
El mayordomo estaba confiando demasiado en ella, dejaba en sus manos su propio trabajo. Ni siquiera su padre haría eso, y aunque en cualquier otro momento eso la hubiera puesto triste, ahora sólo la hacía apreciar al hombre que tenía en ese momento a su lado.
Se preguntaba si tenía una familia, si tenía una hija que le diera el mismo o más amor del que le expresaba a ella.
El taxi pitó sacándola de sus pensamientos y como si fuera costumbre, Chloe abrazó al hombre a su lado.
Ni siquiera entendió porqué lo hizo, sólo se imaginó que era lo que debía hacer, el hombre aunque sorprendido al principio acarició su cabellera y le dio ánimos para subir al taxi.
—Me mandas mensaje cuando llegues allá... Collin.— ¿Collin? Seguro lo había dicho para que la gente pensara que era alguien más, pero no pudo evitar desconcertarse al principio. —Y también cuando vengas de regreso.— ella asintió y el taxi arranció.
—Mira nada más quien regresó a mi taxi. La señorita "vestirme de chico es mi pasión", pero bueno, no voy a juzgar.— dijo aquel hombre divertido.— ¿Puedo preguntar que eso lo que le hizo recurrir a mí otra vez?
—No te sientas especial; sólo que entre menos gente esté metida en todo este asunto mucho mejor para mí.— el taxista negó con una pequeña sonrisa en su rostro.
—Bueno, como la veo ya disfrazada supongo que esta vez no habrá compras rápidas ¿verdad?
—No, no la habrá.
—Es una pena, yo le iba a decir que se comprara un bigote falso para que combinara con su outfit.— Chloe rodó los ojos.
—Por dios ¿Siempre tratas así a tus clientes?
—Por supuesto, cada que transporto a chicas disfrazadas les doy el mismo consejo, sólo que el resto son más educadas que tú.
Bueno, debía empezar a acostumbrarse a ese taxista excéntrico; pero no sólo eso, sino a este lazo secreto que ahora la conectaba con su mayordomo. De verdad esperaba que si algo de esto salía a la luz, nada malo le pasara a él.
No sabía si volvería a sentir la misma confianza con otro mayordomo.
—Llegamos.
Mandó el mensaje a Jean Pascal y después se quedó viendo a aquel lugar. Otra vez a estar callada por dos horas aproximadamente, sí necesitaba esa clase de señas si planeaba tocar la puerta.
Abrió la puerta.
"Bienvenidos al club de los rechazados"
Otra vez los gritos se escuchaban desde el sótano de aquel lugar. No localizaba a Viperion por ningún lugar ¿Acaso ya había acabado su soltería? Tenía miedo de que Gerald la viera ahí, que alguien la reconociera. Era mejor irse de una vez.
Justo cuando tomaba rumbo hacia la salida sintió una mano sostener su muñeca, la electricidad recorrió su cuerpo.
—Hey, Star Wars ¿te vas tan rápido? Estuve esperando toda la semana para volver a vernos.
Regresó su vista. Ahí estaba él y ese par de bonitos ojos que la estaban haciendo cometer un montón de estupideces.
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