012 - LAGUNA JURÍDICA
012
ALEJANDRO NAVARRO
Me quema el cuerpo mientras que Irene duerme incómoda pegada a mí, aunque yo no soy el problema, sino sus costillas. No ignoro que le duele, no soy el estúpido que cree la versión que la sentencia de culpable, a ella la han atacado y el silencio que se ha producido al declarar mis intenciones refuerza mi verdad.
Mantengo la mano por su cuerpo agradeciendo que la tormenta haya pasado y que la luz de la luna sea suficiente para ver la bonita sonrisa que se le dibuja con mi toque a pesar de estar dormida.
Subo el pulgar a su comisura, perfilo los labios que bajo ningún concepto debería haber probado. Traiciono el amor, apuñalo el corazón engañando a la única a la que en silencio se lo entregué. Solo a ella había besado y ahora me siento como un criminal que debería recibir penitencia, una dura, más aún cuando he disfrutado del momento que será convertido en un recuerdo agridulce.
Tengo que imponer un margen entre nosotros urgentemente.
No será hoy, ni mañana.
El móvil suena en el bolsillo provocando que maldiga al hombre que los inventó a la par que acepto la llamada. Voz baja y tratando de retirarme, pero al intentarlo conozco el lado gruñón de Irene que me hace permanecer quieto. Dormida elimina el pequeño espacio molesta hasta pegarse de nuevo, cuerpo a cuerpo, una desgracia que ambos estemos vestidos, también una salvación. De estar desnudos sé que acabaríamos en términos placenteros.
—Necesito que vengas aquí —exige mi mentor.
Antes de la ducha necesaria para no sucumbir al perturbador deseo le he informado acerca del ataque. Esperaba con mucha suerte que me devolviera la llamada mañana con información para identificar al atacante, siempre y cuando no le apeteciera jugar insanamente con mis pelotas, sin embargo, por primera vez, no va a agotarme la paciencia.
—No puedo.
—Niñato de los cojones. Me importa una mierda que la tengas dura y enchufada a tú golfa particular, me da igual que se te caigan las pelotas por no descargar, si te digo que vengas ya deberías estar aquí.
—Estoy atrapado, viejo cabrón.
—¡¿A quién cojones le faltas?!
—A tú puta madre.
—¡Ven aquí!
Cuelgo y al segundo recibo la ubicación, maldigo por la parte de mí que desearía poder encapricharse del calor de Irene, pero, en fin, el viejo, a pesar de ser siempre tan gilipollas, no exige nunca sin motivo. Además, no quiero que el monstruo viva una falsa sensación de impunidad. Ni por una noche.
Tengo el tic de apartar el flequillo de Irene y besar su frente antes de lograr salir de la cama sin que despierte. Arruga el entrecejo disgustada por el abandono. Escapo antes de posponer el objetivo.
Sin saber con exactitud el reclamo del viejo considero que acabo de iniciar la caza acudiendo a mi sección en el arsenal a por dos pistolas gemelas, silenciadores, munición y una bolsa para guardarlo.
Isaac comunica:
—Me quedaré hasta que llegue alguien, luego llevaré a Jennifer a su casa e iré a dormir al refugio. Espero que no impliques a ningún hermano. Te puedes hacer el estúpido si quieres, pero ella no merece que le solucionemos los problemas que la misma experta en pifiarla ha causado.
—Dijo el que no quiere dejarla sola.
—Podría robarnos.
—¿Quién roba en su propia casa, idiota? —sí mi estado no fuera pésimo estaría riendo —Está bien que te preocupes por ella, pero si no quieres que se te note tanto aprende a disimular mejor que así no engañas a nadie.
—Hago esto por ti.
A la ubicación encuentro a mi mentor, el mayor de la policía catalana, y alguno de los policías que gozan de la máxima confianza de Álvaro, gente con la que puedo interactuar a sabiendas que lo que diga y haga no saldrá de sus bocas. Otra que también está presente es su esposa, madre de su hija y su secretaria policial, la que cuando habla el viejo agacha las orejas obediente.
Álvaro fuma con un humor peor de lo habitual.
—¿Ya te ordeño la perra?
—Estaba con mi jefa.
Se le rompe el cigarro.
Estudio el escenario mientras él saca dos cigarros. Absorbiendo el humo proyecto en la mente la evolución de los acontecimientos que en una insignificante proporción son ciertos causando la sonrisa. La primera verdad.
El automóvil de lujo, el de ella, fue el que colisionó con la chatarra del atacante. Mí jefa, desafortunadamente, tuvo que lidiar con la agresividad de un conductor, seguramente, puesto hasta las cejas y conocedor únicamente del diálogo de los puños que domino a la perfección. Nos entenderemos al hablar. Le haré entender porque no debió empujarla sobre su asqueroso coche, porque no debió alzar su mano, porque no tuvo que aplastar su vientre en el capo pensando en su polla, la forma en que la carrocería se aplasta en distintos puntos revive la pelea. Sé que ella quiso defenderse, que no pudo y...
Me agacho cogiendo la oreja.
—No dejaré que me muerda —expreso.
Igualmente no permito ninguna acción que me pueda marcar, al igual que no beso. Soy propiedad del pasado. Intercambio el mal sabor del tabaco por una piruleta buscando el perdón.
Alzo el mentón en búsqueda de una cámara, apenas hay una, una y suficiente al estar apuntando hacía la zona de interés. La pega es la necesidad de una orden judicial para poder acceder a la grabación. Álvaro y Ricard pueden conseguirla como muy tarde a primera hora de la mañana.
—¿Quieres ver la grabación?
—Ya sé, tengo que esperar —digo amargado.
—La tengo, Óscar me hizo el favor.
Óscar es un hacker que participa ocasionalmente en casos policiales cuando quedan estancados, también es uno de los dos fundadores de Gen-Tremila, la empresa que nos suministra. Magda trataba con él mientras que la relación más cercana que le tengo yo es vivir en la misma ciudad. Nunca nos presentaron, nunca estuvimos en una misma habitación, era completamente innecesario.
Veo la grabación insultando mi deducción al igual que he insultado a la chatarra creyendo que era el vehículo del agresor. La incoherencia convierte las palabras de Irene en una nueva mentira al no provocar el accidente, ni siquiera fue uno, la embestida fue planeada en manos de un conductor que conoce mis nudillos, el mismo autor en que de no ser por mí hubiera atropellado a su objetivo.
Agradezco a mi Diosa de haber cambiado aquel día el camino, agradezco el destino que me hizo olvidarme de la calle principal y adentrarme en un secundaria, agradezco profundamente porque ella vive gracias a ello.
—Trabaja para Sergio —le indico —Tienen un pasado en común, pero creo que ella ignora los planes de él y eso me lleva a pensar que hasta ahora no había sufrido incidentes porque no era una amenaza.
—¿Y por qué lo es ahora?
—¿No es evidente? Es Queen. Yo lo sé y él también, lo que no entiendo es cómo cuando vosotros ignoráis su identidad.
—¿Seguro que no es el antojo de tú polla?
—No existen las casualidades. Debería haber pensando en ello cuando casi le atropellan, descubrí quien era y con quién diablos se relaciona. El que le ha atacado es el mismo que aquel día.
—Y ya lo tenemos localizado —se acerca Verónica, la esposa de Álvaro —Daddy, Óscar te ha mandado los datos al móvil.
Compruebo lo cierto accediendo el programa de rastreo que el mencionado creó en su día para los pecados. Únicamente los mentores, los actuales y él tienen la aplicación privada. El punto añadido no pasa desapercibido.
—Voy a la cacería —Isaac, habla detrás de mí.
—¿Quién se quedó con ella?
—Robert.
Hubiera preferido a alguno de mis hermanos, sin embargo, considerando que fue capaz de contenerme me sirve, aún cuando el ataque fue traicionero nunca antes con el mismo método mi guardia había sido superada.
Tiene algo especial. Podría ser un pecado, pero yo no manejaba estos temas y no detecto rasgos de envidia o soberbia. Hasta ahora me limitaba con mis hermanos a buscar al bendecido por Magda. Y, estoy convencido de que nuestros mentores saben más de lo que dicen, no obstante, intuyo que no hablarán, porque lo principal en estos momentos es nuestra nueva reina.
El rastreo nos lleva a un barrio marginado donde las drogas y la prostitución son el pan de cada día. La mayoría no tendrían escrúpulos de besar los zapatos de Sergio bañados en estiércol para convertirse en sus lacayos, aún si eso significa alcanzar en el eslabón más bajo de la sociedad. Algo de no extrañar considerando que el hombre en desgracia frecuentemente es débil y un par de adornos lo hacen llegar al final del pozo donde ya no es posible escapar. Casi siempre. Mientras exista una posibilidad habrá espacio para la salvación.
Movemos posiciones por el barrio que en contadas ocasiones la policía ha tenido la valentía de ceder para hacer notar la ley. Entre edificios construidos en la época franquista, a los que el tiempo se ha asegurado de dejar su huella, llegamos al que nos interesa.
Coloco silenciador a cada una de las pistolas escuchando sandeces propias del segundo al mando. Su estilo es planificar, el mío es tirar la puerta abajo sin avisar de mi llegada y limpiar. Me da igual cuántos sean, tampoco me interesa saber lo que está haciendo. Son detalles insignificantes que jamás han variado y variarán el resultado que siempre preveo antes de una tormenta de proyectiles.
—Diez minutos, Daddy.
Isaac me ruega tiempo para que sus pequeños espías puedan infiltrarse y regresar con información; estancias, cantidad de hombres, posiciones, armas, etc. Algo que facilite la actuación, pero, porque siempre tiene que existir un pero, nunca he tenido la capacidad de esperar.
Derribo la puerta de una patada ignorando el regañadientes de Isaac y el festival de disparos procede. Entre los cuatro disparadores y el rottweiler no se encuentra el que me interesa, aún así en algún lugar del estercolero está, y a sabiendas de eso le notifico a Isaac:
—Solo lo quiero vivo a él.
A Isaac le brillan los ojos en un tono oscuro cuando ordena con una enorme sonrisa sádica:
—Ataca.
El perro muerde con fuerza las pelotas de uno de ellos y las balas caen en el techo mientras chilla aterrador para los oídos de cualquier hombre. El dolor en las partes bajas es el único que nuestro género empatiza siempre, así que nos duele, a todos nos duele ver como el animal le arranca las pelotas. Antes de que el canino sea matado por su víctima, Isaac lo termina de un disparo certero en el epicentro de su frente. De mi parte, finalizo a los tres restantes sin mayor dificultad.
Son el eslabón más débil, los que tragan más mierda y los que siempre caen primeros en una organización que ni los cuenta.
Exploro la pequeña vivienda sin rastros de la presa, aunque lo que si localizo y maldigo por ello es su móvil. Grito de rabia. Ese cabrón no merece un día más. Ni una hora más. Debe pagar.
Descargo la frustración con la pared.
—Tienes que estar cerca —razona Isaac. Se enfoca en el perro —Brutus, amigo, necesitamos tú ayuda —el canino levanta las orejas —Estamos buscando a un quinto hombre.
Brutus ladra y sale de la vivienda. Entendiendo que es una confirmación vamos detrás de él recorriendo el pasillo que coexisten varios yonkis sin que ninguno de ellos nos preste atención y lleve la marca de la organización enemiga, no obstante, son víctimas de sus productos.
Bajamos al parking.
Al avanzar por él se escucha el llanto y súplicas de una chica que provoca el aumento de velocidad de nuestros pasos. Detrás de una puerta vieja de metal encontramos un asqueroso escenario que provoca la paralización de Isaac y mi lanzamiento contra el agresor sexual.
Lo alejo a golpes de la chica. Lo quiero vivo, aún sí soy incapaz de frenar mis ansías de matarlo aquí y ahora. Sé que merece lentitud, pero cuando mi explosividad surge son pocos los factores que pueden detener el caos que desato mientras que mi cuerpo queda empapado por un diluvio carmesí.
La peor bestia reluce en un remolino de recuerdos turbios que implican desde la llegada de Irene al club hasta ahora, en el momento en que al cruzar la puerta he encontrado al monstruo abusando de una criatura indefensa. Pequeña, demasiado para ser mayor de edad. Entre los quince y diecisiete. Desprotegida.
Algo me pica en la nuca y segundos después caigo en un profundo sueño.
Despierto calmado en una de las celdas de comisaría.
—¿Despertaste gruñón? —pregunta Verónica tras los barrotes.
—¿Qué hora es? —me incorporo bostezando.
—Apenas son las seis de la mañana —y ya voy tarde —Dormiste poco. A mi marido le dura más el efecto.
—¿Dónde está el mierdoso?
—El mierdoso tiene nombre. Si a todos los llamas igual me puedes confundir —abre la puerta y salgo recibiendo un dossier con información de mi presa. No hay nada que destacar. Tomás trabaja en tráfico de narcóticos y mujeres, lo que es habitual en su ámbito. Estoy convencido que fue sorteado entre los sin valor para ir a por Irene —Álvaro está con él. Te llevo.
—¿La chica?
—Después de ser rescatada se desplomó en un probable coma temporal ocasionado por la gran carga emocional. Estamos tratando de identificarla para poder localizar a posibles familiares. Ya sabes como son los casos de trata —por desgracia —Será más fácil cuando despierte.
—¿Isaac?
—Se fue con el rottweiler. No quería hablar con nadie y no quiere que te preocupes por él, aunque sé que está con sus amigos —quien lo conoce sabe que así es —Espero que Jennifer vaya al rescate —nos detenemos frente a la puerta de una de las salas de interrogatorio —Nos encargamos de los caídos. Ajuste de cuentas. También te he preparado ropa para cuando termines. Te urge una ducha.
—Eres la mejor.
Me uno en solitario al pequeño comite formado por Ricard impidiendo posibles bostezos, Álvaro apoyando las botas militares sobre la mesa y un mierdoso al cual ha recibido atención sanitaria sin ser merecedor, aún así agradezco que la haya recibido porque hubiera sido una desgracia que muriese en el primer asalto.
—El hombre con pañales despertó —Álvaro le menciona a Ricard.
—No es momento para vuestras disputas inmaduras.
—Algún día el palo metido por el ano te perforará, amargado.
—¿Quieres que apueste?
Álvaro alza las manos en son de paz. No obstante, no hay que temer a las apuestas del abogado porque siempre pierde, igual que pasa con Luke, la única diferencia entre ellos es que el mayor superó su ludopatía.
Arrastro la silla que ha estado esperando por mí al lado del desgraciado, me siento con las piernas abiertas y apoyo los codos en el respaldo teniendo ojos solo por él. Ya nada lo salvará de su sufrimiento, ni siquiera la información que contiene, información con la que no puede negociar porque la dirá por las buenas o por las malas, y es la última opción la que más ansío. Deseo que sea un estúpido con gusto a las torturas para multiplicar el daño que ha ocasionado antes de mandarlo en el infierno terrenal, uno del cual me aseguraré que sea peor que el mismísimo averno. Por Irene, por la chica que violaba y por tantas otras que no puedo poner cara, todavía.
—¿Qué hora es? —pregunto.
—Las seis y cuarto —responde Álvaro —Mocoso, si tienes otros asuntos no olvides quien es tú mentor.
—Avísame a las siete.
—No te dejaré solo con él.
—Tranquilo, te dejaré un pedazo.
Ricard interviene sacando a Álvaro. Exceptuando a Verónica y su hija, a los únicos que les cumple es a sus hermanos, algunas veces cede conmigo, pero es más a causa de las limitaciones que se impuso al aceptar su puesto en el cuerpo catalán. Al llamado de la ira es capaz de controlarse, mayoritariamente, en las otras situaciones lo mejor que se puede hacer es huir.
—Disponemos de cuarenta y cinco minutos —le hago saber al sujeto.
—Conozco mis derechos.
—¿Tengo cara de madero?
—Estoy en comisaría. Tengo...
—Las cámaras han dejado de grabar y detrás del cristal no hay nadie, estás solo con el demonio. Nadie puede ayudar —anuncio con tono profundo y entendible —Lo único que puedes lograr es acortar tú sentencia. ¿Cuántos años tiene la chica? ¿Catorce? ¿Trece? ¿Sabes qué les ocurre a los pederastas en chirona?
—Recién cumplió la mayoría.
—Doce añitos.
—¿Qué cojones quieres?
—Matarte, y podría hacerlo, pero sería demasiado injusto para las que han sufrido por culpa tuya. Por otra parte, podemos llegar a un acuerdo, una muerte rápida a cambio de la información que quiero. Aprovecha. Nunca he sido tan generoso.
Se ríe estridente y proclama:
—¡Ni una palabra!
—Gracias.
—¿Y eso por qué?
Abandono la silla con ímpetu provocando que esta impacte contra el suelo, voy detrás de él y le enrosco el cuello con los brazos, al igual que haría una serpiente constrictora lo privo de respirar. Le respondo:
—Por no aceptar por las buenas.
No soy hombre de ley, nunca estaré para ella, así que no me importa usar métodos poco ortodoxos, ni aunque esté en una sala de comisaría. Los gobiernos me regalarían este sujeto y cualquiera que me estorbe, lo harían porque ellos creen que soy una herramienta a la que deben mantener controlada, porque me temen, también por un absurdo sentimiento de gratitud. No obstante, no opero para ellos, no opero bajo las órdenes de ninguna organización gubernamental.
—Te metiste con la familia equivocada.
Lo sabe, aún así se lo recuerdo. No hay criatura del submundo que desconozca mi reputación labrada por años. O eso creía. La verdad es que estoy perdido con la próxima reina. Considerando que mantiene una conexión con Sergio yo no debería pasar desapercibido para ella.
¿Qué los unió? ¿Qué pasó?
Libero la sujeción y estampo su careto sobre la mesa, aprieto con fuerza su cabeza por la parte de la nuca. El monstruo grita mientras se me marcan las venas.
—¡¿Qué los vincula?!
—¡No lo sé!
—¡¿Qué los vincula?!
La bestia se contiene parcialmente. Para cuando me avisan de la hora mi presa se encuentra inconsciente sobre un charco de sangre, hoy no será el día de su muerte, al igual que no lo será mañana. El futuro para él es negro. Ni la información que pueda dar a la policía acerca de las chicas, lo salvará.
Tardo más de lo que deseo en ducharme. El olor a sangre perdura aún después del cambio de ropa y un litro de colonia. No es porque el perfume sea de mala marca, sino que es porque ha quedado líquido atrapado en las uñas y ya no dispongo de un minuto más para dedicarme a su limpieza, al igual que tampoco lo tengo para una corta charla con Álvaro y Ricard.
Es primera hora y el recinto universitario ya está colapsado por la influencia de los estudiantes. Me gustaría decir que paso desapercibido, pero la verdad es que me gano la atención de chicas y chicos. Siempre surge un valiente que se insinúa, y no diré que siempre rechazo porque estaría mintiendo, al menos en lo que refiere el sexo opuesto, ya que la orientación la tengo bien definida gracias a Isaac. Sin embargo, no tengo ganas de una diversión temporal.
Una chica da un paso a frente y por como me mira ya sé lo que pasará, intención que se evapora cuando otra captura mi brazo desde atrás.
—Buenos días —saluda Jelena.
Salvado por la lesbiana.
Tuvo la oportunidad de follar conmigo y fui brutalmente rechazado, casi termino muerto en una noche de verano que había superado con creces la cuota de alcohol. Desde ahí se convirtió en más que una simple compañera universitaria.
Tengo tres amigas. Jelena, Jennifer y Mónica. Jennifer es tranquila, pero Jelena y Mónica gozan burlarse de mí. Jennifer sabe a lo que me dedico, las otras dos solo saben de mi trabajo. Una cosa que comparten las tres es que puedo contar con ellas.
—Tienes cara de no haber pegado ojo.
—Fue una noche larga.
—Seguro que te quedaste pegado a los libros. Al fin ha llegado el día en que te veré suspender.
Suelto una "ja" sarcástico.
—Nunca perderé mi matrícula de honor.
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¡Hola pecadoras!
Quisiera disculparme por mi demora en actualizar. Últimamente están pasando muchos cambio en mi vida que me han mantenido ocupada, sin embargo, espero que en la medida eso deje de ser un inconveniente.
Atten. Mikaela Wolff
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