008 - HERMANOS
008
JHONY ALONSO
Hemos venido a celebrar la rectificación de la jefa en un bar de estilo irlandés.
Echo la cerveza del botellín a la copa. Alejandro e Isaac conversan animados bebiendo directos de los botellines, por otro lado, Travis disfruta del vino tinto siendo oyente y Luke del ron de su tierra sin despegar los ojos del móvil. Seguramente apostando en algún casino online. Los demás trabajadores se han distribuido por las restantes mesas disfrutando de los tragos pagados por Alejandro.
Isaac termina la cerveza y capta la atención de la camarera.
—Otra ronda y tú número, encanto —Alejandro le codea las costillas —Vamos, no seas corta rollos. Ninguna celebración es aceptable si no se descargan las bolas.
—No vas a largarte con la camarera.
—Pues hablemos.
—¿Qué quieres saber?
—¿Cómo te follaste a la bruja? Por más que lo pienso solo puedo creer que la convenciste con tu pollón, la otra opción es la magia, pero el de la magia es Luke.
—La magia hubiera sido de utilidad después de conocer el rancio bombón blanco. Aunque no hay que admitir que tiene cuerpo de demonio —participa el mencionado.
—Tienes buenas curvas para un buen golpeo de bolas —añade Isaac.
—¿Alguna aportación más? —Alejandro cruje los nudillos.
—Yo tengo el corazón ocupado —por cuarta vez en la semana, Travis ha estado con cuatro distintas desde la llegada de Irene y en mitad de la preocupación. Aunque para grandes números los de Isaac manteniendo relaciones sexuales —Además de que no es mi tipo.
—Conocemos muy bien a tu tipo —Isaac se burla.
—Solo quiero trabajar sin problemas —digo.
—Al menos tengo a uno cuerdo —se alegra Alejandro por mi.
Amor y sexo no son mis dilemas. Lo único que quiero con ella es una relación estable, laboral y respetable para conservar el puesto. Todos deberían querer eso. Ninguno la conocemos para celebrar.
—Admite que es válida para un polvo —provoca Isaac.
—No es para tanto —Alejandro da un largo trago.
—Es bajita, ya sabes que dicen de las bajitas.
—Ni lo menciones.
—Medida perfecta para que la chupe.
—¡Encarga la lápida que hoy mueres! —estalla el botellín en la mesa sin soltarlo provocando que los cristales se claven en la palma. Respira alterado. Las gotas de sangre caen sobre las losas oscuras —¡De quien hablas es nuestra jefa!
—Ya sabes como es —Travis le pasa servilletas.
Inspira con fuerza calmándose parcialmente, se quita los fragmentos y frena el sangrado con las servilletas.
—Si dispones de tanto tiempo libre para exprimirme los testículos lo mejor será que vayas a ensayar tú nuevo número individual. No quiero errores con ella.
—Encanto, yo prefiero chupártela.
—¿Ya encargaste la lápida?
—Solo bromeo.
—Hoy no es día para bromas, joder. El maldito Sergio estuvo caminando en nuestro territorio como si nada, suma a eso en que estuvo en el entierro de Magda. Es por él que nos trata mal. No quiero pensar en la puta pesadilla que le causó.
—Puede haber sido una casualidad.
—Las casualidades no existen.
El local se sumerge en el silencio.
Sergio es el mal encarnado. Criminal por el cual los cuerpos de seguridad tiemblan y los gobiernos prefieren pecar de ignorantes, se protegen con la excusa más viejas: Siempre habrá alguien para hacer el mal. Si no es uno será otro, y por preferencia es mejor malo conocido que por conocer.
Afortunadamente no es con él con quien tengo el problema, aunque no dudo que el grupo al que me enfrento se doblegue al hacer el monstruo acto de presencia.
—Cuéntanos como la convenciste —Travis, rompe el silencio.
—Es la misma Irene que salvé. Soy un rastrero que se ha aprovechado del atropello al pedirle que no vendiera, sé que es culpa del dolor que sea terca, pero es que no quiere escuchar y no había tiempo.
—Entonces ya tenemos a la reina —le brillan los ojos rumbo a un único sentimiento —Me gusta porque ya la amas. El amor es complejo pero lo vale. A veces surge espontáneamente de una amistad, otras inesperadamente de una unión empezada con el pie izquierdo. Una relación que parece imposible por una pequeña problemática, pero las relaciones nacidas en la guerra al ser expuestas se convierten en indestructibles.
—Te pasas, míster cupido —Isaac da un trago antes de seguir —El amor es una mierda. Si te enamoras te condenas. Nunca te enamores Daddy, menos de una bruja que se nos ha impuesto y que queda a años luz de ser algo similar a nuestra reina. Quitando la parte del sexo, la verdad es que no tiene nada de especial y debéis estar de acuerdo conmigo cuando digo que es un problema.
—Te quejas por Jennifer.
—Nadie toca mi rayo de sol.
—De no ser por el encontronazo que tuvieron le darías el beneficio de la duda —Travis sonríe radiante —Amo los cuentos de hadas y seguiré creyendo en ellos, principalmente porque nuestra jefa acaba de llegar sin saber que estamos aquí. Hermoso destino.
—Le dije que íbamos al bar del lado —menciona Alejandro.
—Hay varios.
Habla con la camarera consiguiendo un vaso de whisky, antes de que efectúe el pago, Alejandro, colocándose los guantes de cuero, hace un gesto a la trabajadora y esta le comunica que ha sido invitada, provocando que lo busque, no obstante, sus ojos marrones se clavan en mi. Suficiente para pronosticar el futuro. Seré la primera víctima. Se incorporará, caminará hacía nosotros y anunciará el despido. Es cuestión de un segundo, solo uno y ejecutará el terrible plan que ya me tiene temblando.
Rompe el contacto visual atendiendo una llamada. Sé que cuando finalice la conversación retomará sus oscuras intenciones. Y lo hace. Nada más colgar se pone a andar hacia nosotros aclarando la garganta. El anuncio será claro y sin sitio para dudas. Tres, dos, uno... ¡Ahora! ¡Ya!
Apoya la mano en el respaldo del sofá que ocupamos, se inclina susurrando a Alejandro y él asiente. Es lo último que esperaba. En ningún escenario había previsto su traición, más bien esperaba su defensa en todos y cada uno de ellos, sin embargo, está de acuerdo para proceder con el despido.
Estoy teniendo una pesadilla. Si bajo los párpados y seguidamente los levanto, tras unos minutos, Magda estará de regreso. Si los mantengo un poco más estaré con Karen, si aguanto más nuestros padres estarán con nosotros, lo vivido quedará como la peor pesadilla.
—Aclaremos algo. No somos mierda —dice Isaac —Somos humanos y nos merecemos respeto, así que ya que te quedas ten la decencia de aprender nuestros nombres y emplearlos. Yo era Isaac, él...
—Ni te molestes —le corta Irene.
—Te odio —declara ácido.
—Lo lamento profundamente, señorito Lujuria —sonríe maligna y escalofriante —¿He lastimado tu corazoncito? Ay, pobrecito. Ve a correr a los bracitos de tú queridísima novia pelirroja.
—Tengamos el día tranquilo —dice Alejandro —Isaac tiene razón. Para una buena convivencia debemos conocernos y lo primero son las presentaciones, así que escucha nuestros nombres.
—Isaac Silvestre, veintiocho años, pecado de la lujuria y sufre hipersexualidad. Un escudo con los suyos, principalmente con la pulguita. Lo he jodido, lo que ignora es que puedo ser peor —mira hacía Luke y Travis —Luke Casin, avaricia, ludópata y eterno perdedor. No esperes que te adelante el sueldo. Travis, tú anonimato está garantizado conmigo. Resulta que no me interesa —cuando se centra en mí la pequeña sonrisa me resulta sincera y reconfortante, al menos un instante —Jhony Alonso, pereza, el pequeño niño de esta extravagante familia. Te vigilo.
¡Estoy acabado!
—¿Cómo? —Isaac pregunta igual de confuso que los demás.
—Una pequeña dedicatoria que me dejó vuestra querida difunta —le responde con desagrado y se centra en Alejandro, el único al que le da espacio, lo más probable por ser el de mayor responsabilidad —¿Y bien? ¿Cuál es la respuesta?
—Acepto el café. Si veis que no regreso, simplemente encargados de preparar la noche que lo único que pueda pasar es que hablemos mucho.
—Tampoco te robaré mucho tiempo.
—Tengo mucho que decir y tú qué contradecir, y viceversa.
Tras que salgan del bar, ni un segundo después, Isaac ha mencionado que habrá juego de bolas, Travis ha defendido un flechazo y Luke, bueno, él está tan ocupado con el móvil que quizás ni se ha dado cuenta de lo ocurrido . Por otra parte, yo me he quedado con un contador. Ha dicho que me vigilará, va a esperar que cometa un error y procederá con el despido, he de mantenerme en guardia. No hay opción, perder el trabajo sería un error más fatal que haber transportado mercadería ilegal.
—¡Ayúdame Jhony! ¡Te necesito! ¡No me dejes sola!
Voy a la velocidad máxima que me permiten los pies recorriendo el ancho pasillo sabiendo de su cercanía. Demasiado cerca para rendirme, demasiado cerca para mostrar mi faceta más cobarde frente a los monstruos de las pesadillas. Me necesita. Ni antes, ni después. Ahora.
Necesito que volvamos a estar juntos. Ser el dúo perfecto que combatía unidos las miserias que nos ofrecía la vida tras la pérdida de nuestros padres. Aliados perfectos. Aunque de niños ya generábamos dolores de cabezas, hasta del hombre que ejerce en papeles como padrino y que sirvió para que no metieran a Karen en un centro de menores, aunque dadas las circunstancias hubiera sido mejor. No mejor que si hubiera podido localizar a mi padrino, sin embargo, se fue al extranjero hace algunos años a ejercer labores humanitarias. Muy probablemente haya caído en la guerra, porque nadie volvió a saber de él desde el día en que subió al avión.
—¡Kareeeen! ¡Kareeeen! —grito desgarrando la voz —¡¿Dónde estás?! ¡No te veo, no te encuentro! ¡Háblame! ¡Ofréceme una pista! ¡Impide que el espacio y el tiempo se convierta en el peor monstruo de las pesadillas! ¡Karen, por favor! —las lágrimas me queman la piel con su trayecto por la cara —¡Perdóname! ¡No me abandones!
Avanzo con cada segundo, pero por más que lo haga la puerta que persigo se mantiene a la misma distancia. Soy el hámster que corre en la rueda. Indefenso y estúpido animal que no cesa en la acción sin progresar. Y, a pesar que los dos lo sabemos, seguimos corriendo en contra de la lógica, soñando en un milagro que cambie el resultado.
La suela se derrite con el esfuerzo y me arden los pies. Debo detenerme, aún así sigo corriendo, caminando y gateando, seguiré hasta que logre alcanzar a mi hermana, hasta liberarnos de la condena.
Idiota, idiota, idiota, idiota...
Nunca me cansaré de repetir lo que soy. Malditas drogas. Nunca debí haberme dejado convencer.
—¡¿Dónde estás?! ¡¿Por qué me haces esto?! —continúan gritando desesperada.
—¡Ya casi estoy contigo! ¡Aguanta! ¡Solo un poco más y conseguiré que esta pesadilla termine para los dos!
Entre lamentaciones y chillidos el milagro acontece. Finalmente alcanzo la puerta que me recibe bañada en un intenso líquido rojizo y que provoca el mayor de los temores. Sin darme un respiro accedo al interior.
Las piernas pesadas me arrodillan en mi contra.
No, no, no, no, no, no, no...
¡NOOOO!
He llegado tarde. Demasiado tarde.
Yo... yo...yo no lo puedo solucionar. Ya no...
Es mi culpa. No merezco vivir, no después de lo que he causado, no después de haber provocado la muerte de Karen.
Gateo con apenas fuerzas. Alcanzo el cuerpo frío de mi dulce y eternamente querida hermana pequeña. Han ganado los monstruos de las pesadillas. Monstruos sin piedad que han esparcido su sangre por la habitación y que han provocado sus lágrimas, ya secas, hasta en el último grito.
Maldita injusticia.
Era yo quien debía morir. Antes que mis padres hubiera sido mejor mi muerte, hubiera dolido al principio, pero acabarían siendo felices, pensando en mí solo en el día marcado en el calendario.
—¡Karen! ¡Mi Karen! ¡No me dejes, por favor! —histérico, no puedo dejar de gritar si regreso, de implorar —¡Perdóname! ¡Perdona que yo fuera tú hermano! ¡Perdona que haya nacido!
Una gran sacudida me salva de la pesadilla.
Las mejillas están mojadas por haber llorado dormido.
—Sé que te disgusta que te despierten pero no podía dejarte sufriendo —me comunica Travis preocupado.
Pestañeo un par de veces, froto la legaña y estudio el lugar que ya conozco, aunque despertar en donde no me había dormido produce una necesidad irreversible de fijarme en cada detalle.
Debo haberme dormido mientras bebíamos y Travis me ha cargado de vuelta, como ya es costumbre. Cuando tengo un ataque de narcolepsia alguno de ellos siempre se responsabiliza y me trae de regreso, normalmente suele ocurrir en la noche tras finalizar el trabajo. Del club a mi cama.
Quise disculparme la primera vez que se tomaron la molestia, sin embargo, Alejandro me ordenó callar. Defiende que los hermanos deben cuidarse, la cuestión es que yo no siento que pertenezca a su familia, no por ellos, sino por mi. Tengo a Karen. No quiero nuevos hermanos que la sustituyan, la quiero a ella.
—Estoy bien.
—¿Quién es Karen?
¿Hablo en sueños?
Karen nunca lo mencionó, aunque se pasaba horas burlándose de mis ronquidos que según ella son iguales al ruido de un lechón. Es mentira que ronque como la cría de un cerdo, lo sé porque ella me gastaba bromas cuando sufría un ataque, en más de una ocasión fui grabado siendo víctima de sus pintadas faciales.
Al descubrir las fechorías empleaba muecas que empeoraban sus risas endemoniadas, las mismas que hoy extraño. Un día dejaré de hacerlo. Uno de estos días volveremos a ser los hermanos inseparables.
—¿Karen?
—Si, Karen. Mencionabas su nombre con mucha angustia —deseo que se vaya, que olvide y no indague —¿Es alguna de tus ex?
—Ni siquiera tengo una.
—¿Tú primer crush?
—No, de verdad que no —agradezco que las primeras ocurrencias sean ambientadas en el amor, le queda mucho para acercarse. Así está bien —Es una antigua compañera de trabajo. Pero entre nosotros no hubo nada y tampoco mantenemos el contacto, debe haberme quedado el nombre.
No puedo hablar. No me fío de ninguno. O mejor dicho, no los quiero meter en mis problemas, ya que un poco si confío, muy poco, lo suficiente para que la convivencia sea agradable.
—¿Me negarás una historia de amor?
—Te digo que no es nadie importante —usurpo un cojín y hundo la cara en él —Fue una pesadilla. Aquí todos tienen pesadillas, y siempre decís que son eso, simples pesadillas sin importancia.
—Fingiré que te creo —cuando creo que al fin me dejará en paz, captura mis manos con las suyas y me mira con intensidad exagerada —No eres al primero que rompen el corazón. Soy un hombre experimentado en el terreno de las rupturas, si necesitas de un buen consejo para sanar lo mejor es que acudas a mí.
—Que no es amor —reitero.
—No te juzgaré.
—¿Está hecha la comida? Me muero de hambre.
Si algo puede distraerle del amor, eso es hablar de comida, casi siempre funciona sin la necesidad de recurrir a la violencia. Hasta Isaac usa la trampa cuando Travis se empeña en hablar del sentimiento rosa, aunque como tiene aptitudes nulas para el cocinado usualmente lo que hace el rubio es besar al pelirrojo.
—Falta un poco. No pretendía incomodar.
—¿Cuánto más puedo dormir?
—Veinte minutos para ser exactos —me despeina los rizos —Eres un gran chico, Johny. Aún cuando me niegas tu historia de amor sigues siendo un gran chico del cual yo estoy, todos estamos orgullosos.
Se me escapa un gruñido cuando por segunda vez en el día de hoy soy despertado, aunque está vez era un sueño, mejor dicho, un sueño recordatorio, de los que reviven una buena aventura.
—Te llaman —anuncia Isaac.
Al darme cuenta que el segundo al mando sujeta mi móvil se lo arrebató temiendo que descubran quién es el autor. Estoy pensando de más. Es imposible. Somos stripperes, son buenas personas. Debo evitarles mis problemas.
Divagando la llamada cesa. Me doy cuenta que es la tercera vez que intentan contactar conmigo. Imperdonable. A ellos no les gusta esperar, a ellos se les tiene que contestar a la primera para no ampliar la lista de problemas.
—¿Ocurre algo?
—Nada que te importe —contesto borde y al segundo me riño —Lo siento. No quería ser tan...
—¿Tan Daddy? —sonríe. Un poco. No, es imposible —Actúas muy raro, niño. Muy necesitado de sexo —lo que me faltaba, insuficiente la charla de amor ahora toca la de las relaciones intimas —Síguele la corriente al míster del amor y se te caerán las bolas por exceso de carga. Si quieres ahorrar ese dolor escucha mis consejos para hoy mismo satisfacer tú necesidad.
—No, gracias. Estoy bien.
—Entonces creo que estás asustado.
—¿Qué? ¿Por qué?
—Por el te vigilo de la bruja. A esa niñata de papá ni caso, ya has visto que se le cayeron las bragas por el semental de Daddy, un poco de bolas y la tendremos tan sumisa que ni la reconoceremos.
—¿Puedes dejarme en paz?
—Vaya, creo que sí era la primera razón. Conozco un par de gemelas dispuestas a relajarte.
—¿Para qué quiero dos si no quiero ni una?
—Travieso, niño. Hablo de las tetas. Tan pequeño y ya te quieres comer a las mujeres de a dos —se mima la barba sombreada provocando un escalofrío en mí, reconozco gestos cuando su afán es sonsacar, cuando no está intimando tiene una necesidad fuerte para indagar los trapos mojados de los demás —Seguramente ya lo hiciste cuando estabas de puto. Cuéntame. Sin pena. Antes de esto también estuve implicado en el sector del trabajo sexual, claro que yo era actor porno. A veces me caliento pensando en regresar a plato, solo para una película donde el argumento fuera una mamada profunda a Daddy.
Una nueva llamada me salva de la turbia conversación que apenas estaba comenzando. Apurado salgo al jardín antes de que cese el nuevo intento por parte del secuestrador, he de responder y sin nadie cerca. Estoy solo en esto. Incluso aún cuando les hablará de mi historia cabe la posibilidad de que no me ayudarán, seguramente sería echado porque nadie arriesga el pellejo por una desconocida.
Los humanos somos egoístas por naturaleza. Velamos por nuestros intereses. Y, tal vez, puede que a veces alguien nos engañe diciendo actuar de forma altruista, pero no nos mintamos, esas personas lo hacen únicamente a razón de sentirse bien consigo mismas, muchas de ellas hinchando el ego al presumir de estar haciendo buenas acciones con el propósito de recibir aplausos.
La existencia es un constante intercambio de beneficios.
—Ho... hola... —respondo ahogado.
—Ya era hora, niñato —escuchando la voz de Tomás el corazón se me vuelve tan pequeño que creo que el bombeo de sangre se detiene. Ya era así desde antes del secuestro —¿Qué pasa criajo? ¿Ya no te importa la puta de tú hermana?
—Karen no es ninguna puta.
—Pobre iluso. Tú hermana no es ninguna santa, nos estamos asegurando muy bien de que sea así. Es tan excitante que suplique que nos detengamos entre lágrimas que uno no puede evitar saciarse. Su cuerpo ya se ha acostumbrado a recibir nuestras pollas.
—¡No la toquéis!
—¿O qué? —la retorcida risa me congela la sangre —Más vale que mantengas la boca cerrada —una tercera persona le habla y maldice —Todo tuyo.
—Hola —desconozco la voz.
—Ho... Hola...
—Esfúmate, Tomás —se produce una pequeña disputa que acaba con un portazo y la continuación de su voz —Haremos esto a mi manera. A las cinco recibirás un mensaje con unas coordenadas. Tendrás una hora para llegar, no más. Quedas advertido.
Lento, demasiado lento. Las agujas del reloj corren a ritmo de tortura.
Cuando reciba las coordenadas he de ser rápido, lo más rápido posible pues primero, antes que nada, deberé descifrar los números. Ahí ya desperdiciaré muchos minutos. Tengo que llegar en menos de una hora. Corriendo lo nunca corrido. No puedo seguir cometiendo más errores.
—Come —Travis insiste por sexta vez —No desperdicies la comida —ofrece unas de las espantosas muecas que emplea en las citas —Fría será un despropósito. No pretendas echarle ketchup a una de mis creaciones, a no ser que intención sea partirme el corazón.
—No tengo hambre.
—Antes no dijiste lo mismo.
—Antes era antes, ahora es ahora —expreso tajante a pesar de no querer ser ofensivo —Lo siento. Es que estoy esperando un mensaje importante. Si no te importa lo calentare por la noche en el microondas.
—¿Habéis escuchado eso? —interviene Isaac y prosigue sin la espera de una respuesta —Fue el corazón de míster cupido partiéndose en dos —Luke se ríe del comentario mientras Travis cruza los brazos y le clava la mirada —No la tomes conmigo, yo no soy el que te falta el respeto despreciando tú elaboración. Jamás lo haría. Después de todo es lo único que se te da bien.
—Tú solo sabes tener relaciones sexuales.
—Al menos la meto.
Travis e Isaac abren por enésima vez el debate de amor y sexo mientras que yo perduro en la espera. Solo queda un minuto. Cuando el minutero completa la vuelta el mensaje llega con la puntualidad de un inglés.
Longitud: E2º9'10.51"
Latitud: N41º24'48.92"
Primer contratiempo.
No muy en el fondo cuando mencionó coordenadas esperaba que fuera una dirección y que el comentario hubiera sido un broma pesada, sin embargo, nada más lejos de la realidad es que si son un montón de números sin sentido para mi.
Estoy perdido y sin ideas, tengo de única opción pedir ayuda, aunque eso sería levantar sospechas innecesarias. Ojalá me quedará de otra.
—¿Alguien sabe de coordenadas?
—¿Coordenadas? —se extraña Travis.
—Combinación de números extraños que no entienden ni los aliens, pero que aún así los humanos empleamos para ubicar los puntos en el globo terrestre y presumir de cualidades innecesarias.
—Déjame ver —Isaac se apropia del teléfono, se lo muestra a Luke que por un segundo olvida la adicción y desplaza los dedos rápidos por su pantalla —¿Quién te manda coordenadas?
—¿Es un mal sitio?
Luke le muestra su teléfono a Isaac.
—No, que va. Es un lugar frecuentado por turistas.
—¿Cuál es el sitio?
—El Parque Güell. Pero...
Inicio la carrera dejando la frase suspendida en el aire.
A mi desgracia el lugar queda lejos y ya perdí siete minutos. Estoy sin otra, he de correr superando mis limitaciones, corriendo lo que no está escrito y seguir corriendo más porque sigue siendo insuficiente.
Accedo al primer metro al llegar a la zona residencial. No aflojo el ritmo como si fuera perseguido por el mismo diablo e ignorando el hecho de que debo parecer un ladrón con tanta prisa.
Doy con la línea oportuna, salto la barrera y le agradezco mentalmente al segurata por no perseguirme. Entro al metro al cierre de puertas. Inspiro y expiro. De cabeza no paro de nombrar las paradas que restan para llegar a la mía.
Bajando en Vallcarca vuelvo a desgastar las bambas a contrarreloj. Sabiendo que la entrada al parque es de pago y que hay una cola interminable, busco un punto bajo por el cual salto esperando no ser visto.
Exploro el recinto con prisas. Es enorme, tanto que convierte la tarea de encontrar al objetivo en una misión imposible.
A falta de oxígeno, empapado de sudor y con las piernas quemando a un nivel no experimentado hasta hoy, camino. Zigzagueo por la sala de las cien columnas analizando cada ignorante sin que ninguno capte suficientemente la atención, casi todos ellos turistas de fuera del país y unas cuantas excursiones escolares.
Exhausto me apoyo en la columna cien.
¿Cuánto ha pasado?
Puede que ya haya superado la hora y con ello haya perdido a Karen. No, imposible, me niego a creer esa posibilidad. Hago que desaparezca al comprobar en el teléfono que aún me quedan siete minutos.
¿Cómo lo encuentro?
Ni siquiera sé quién es. Tan difícil, tan complejo. Ahora mismo no dispongo de la imaginación suficiente para imaginar su apariencia a través de una voz masculina que no infundía miedo, y eso es peor.
—Muévete —habla en mi oreja la misma voz —Sal de este lugar. No podemos ignorar la posibilidad de que nos observen.
Cumplo las directrices seguido por él. Alejados de ojos curiosos nos metemos en una pequeña zona boscosa, más allá de nosotros solo hay dos ignorantes demasiados ocupados con sus bocas para prestarnos atención.
—No esperaba que fueras tan complaciente. Karen presume de tener un hermano de lo más cabezota.
Al ser nombrada mi hermano giro encontrando a un chico muy distinto a lo que son Tomás y los suyos, al menos así sería si no fuera porque usa un traje de corbata negra y su mirada impenetrable. Por otra parte, es huérfano de aura intimidante, hasta me da gusto estar cerca del enemigo. Tal vez sea efecto de la edad, ya que no creo que sea mayor que Travis y los demás, las personas que me cuidan, es por eso que mi mente se autoengaña colocando de ángel al monstruo.
—¿Conoces a mi hermana?
—¿Tú qué crees? Obvio que sí —parece molesto —Esa loca me está sacando las canas con el carácter que a ti te falta. Hasta fui víctima de su mordisco.
—Ella no quedará a la espera de que un imbécil se aproveche.
—Gracias por el insulto, supongo —retira el cabello hacía atrás —Jhony, no te lo tengo en cuenta, ¿vale? Pero conmigo está bien.
—¿Pretendes qué crea que la cuidas?
—Me da bastante igual lo que creas, lo único que me importa de ti no son tus pensamientos, sino tus acciones —mantiene una postura recta a la par que un estado de alerta reparando en nuestro entorno —Estoy aquí por dos motivos. Seremos rápidos —saca el móvil realizando una llamada y se mantiene a la espera —Si, estoy con él. Mantente en lo acordado. Dos minutos.
Me alarga el aparato sin que reaccione y se irrita más;
—¿A qué esperas? Cógelo.
—Ho... hola... —espero lo peor pegando la oreja al altavoz.
—Hola, tontito. ¿Ahora tengo un hermano tartamudo?
—¡Karen! ¡Eres Karen! —reconocería su voz en cualquier circunstancia.
No puede ser real. Estoy soñado en un maravilloso sueño del cual no quiero despertar jamás. Oigo su voz, su respiración. Desde que me la arrebataron no lo había hecho, y ahora... Ella me insulta. Si, soy tonto. Su tontito favorito. El tontio que no puede huir de las lágrimas.
—Mi Karen, mi karen, mi karen, mi karen, mi karen...
—No te rayes que no estoy ahí para arreglarte con un buen golpe —advierte dulcemente, la extraño tanto que hasta una amenaza típica la recibo con gratitud.
—¿Cómo estás? ¿Qué te hicieron?
—El señorito A cuida bien de mí. Es una buena persona, prueba de ello es que estamos hablando, ¿no? —capto que el señorito es quien me mira enemistado —Le pedí de regalo por mi cumpleaños hablar contigo, aunque al pedirlo no esperaba que pudiera cumplirlo, menos al mismo día.
Soy un despropósito que no sabe ni en que día vive.
—Lo siento, yo lo olvidé.
—Siempre lo haces.
—Vamos a celebrarlo muy pronto.
—Sé que sí.
—Treinta segundos —notifica el señorito A.
—Jhony —la voz de Karen se torna seria y oigo el contenido sollozo, el que ya no puede seguir guardando en la despedida —Te quiero, hermano. Quiero que siempre pienses que te quiero y que estoy orgullosa de que seas mi hermano, que nunca digas que esto fue tú culpa porque fue de los dos. Yo pude detenerte, pero ambos pecamos de ingenuidad ante la solución fácil.
—No voy a rendirme.
—Te quiero mucho.
—Yo mucho más.
Me quedo sin el medio de comunicación una vez que el chico me lo quita, momento en que aparto las lágrimas con la manga a la vez que pienso lo gran guerrera que es Karen, ya que estaba más calmada de los dos. Hasta su forma de actuar ha rehabilitado las fuerzas que empezaban a menguar.
—Gracias, muchas gracias —agradezco de corazón.
—Lo hice por ella, no por ti. Tú no mereces ser el hermano de un ángel.
—Ya sé que no lo merezco.
—Me aseguro que seas consciente. Tú mala elección la condena. De no ser porque yo... Simplemente eres un mierdas, Jhony.
—También elegiste un mal camino.
—Algunos no elegimos, algunos debemos escapar —hace una pausa. En ningún momento baja la guardia —El mandamás está de malhumor. Van a exigir más dinero para el siguiente pago.
—No tengo más.
—Consigue el dinero como sea, pero consíguelo. Me da igual el método que uses, me da igual cuánto te debas denigrar para conseguirlo. Dale una alegría porque de malas nadie es capaz de hacerlo razonar.
—Voy a intentarlo.
—¡¿Qué cojones pasa contigo?! —grita con odio —Si fallas ella muere. Si no fuera porque mis cuentas están vigiladas pagaría yo, así que espabilate, no solo porque así la mantienes vida, sino porque así me das el tiempo necesario para ayudarte.
—¿Y cómo me ayudarás?
—Te conseguiré a la mejor aliada.
*******
¡Hola pecadoras!
A buen ritmo vamos conociendo a los pecados, al menos por lo que representan las personalidades y preferencias. Por otro lado, quiero abrazar a mi Jhony, mi chiquito necesita mucho amor. Ayúdenme a darle amor.
Atten. Mikaela Wolff
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