Capítulo 17: Nuevos enemigos
“No confíes tu secreto ni al más íntimo amigo; no podrías pedirle discreción si tú mismo no la has tenido”.
¿Impulsividad o coraje? Que Iryna hubiera tenido la valentía de proponerle a Vaas un juego de vida o muerte a libre elección de jugador, le había dejado al hombre ojiplático. Aunque admitía, muy para sus adentros, que le asombró gratamente su bravura. Ver a una mujer dispuesta a hacer lo que fuere por tal de salvar su perdón, era digno de admiración.
No era la primera vez que la actitud de ella le ofendía o le creaba cierta decepción, como tampoco era la primera vez que recibía un castigo por desobediente. Sin duda era la dama más rebelde con la que se había enfrentado. Y no estaba muy seguro si aquello le atraía más o lo alejaba. Enmendar a alguien era divertido, aunque, cambiarla completamente sería como perder su esencia.
—¿Estás segura de lo que dices, Iryna? —interrogó, curioso.
—Nunca había estado de algo tan segura en mi vida —respondió ella.
—Estás dejando en mis manos que elija a cualquier aristócrata de la mansión, no sé si sabes lo que dices —insistió.
Ella tragó saliva un poco nerviosa. Claro que había pensado en ello detenidamente durante la conversación que estaban teniendo. Pero había descubierto que Samuel fue su mejor amigo Arvel, que se infiltró en la mansión con algún propósito oculto. Tenía que indagar más allá para descubrir qué ocurrió con él y dónde fue a parar. Solo Vaas conocía su paradero.
—No va a hacer que cambie de opinión, señor Boncraft —masculló, segura de sí misma.
Él ocultó sus manos en los bolsillos de su pantalón.
—Bien. Dame algo más de tiempo para obsequiarte un jugador —sonrió con aprobación—. Después de eso, pensaré con pasión en el juego.
—Perfecto.
Dicho aquello, Vaas se marchó de la pequeña sala. Iryna dejó de mantener aquel semblante seguro para soltar todo el aire de sus pulmones y llevarse la palma de su mano al corazón. Dios, ¡cómo latía su medroso corazón! La adrenalina, el sentimiento de pavor y el nerviosismo invadieron todo su sistema. Sentía la boca seca.
«Todo sea por descubrir la verdad. Por llegar al fondo de todo esto», se dijo para sí.
Quizá tuvo que ser más avispada y no haberle propuesto de primeras un juego de vida o muerte, pero si hubiera sido más delicada, Vaas no le habría tomado en serio. Debía complacerle, hacerle llegar a sus oídos la melodía que más le gustaba escuchar.
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Cuando la joven salió de la sala, Isahia la sorprendió tras ella, agarrando su muñeca para llamar su atención. La primera lo observó. Sabía lo que estaba apunto de decirle y su cara de desaprobación hablaba por sí sola. Pudo intuir una pizca de preocupación en él.
—¿Por qué lo has hecho? —formuló, molesto.
—¿Podrías ser más específico?
—¡No te hagas la tonta! No tuviste por qué haberme defendido. La maldita de Serana me vio entrando en la habitación del amo. No tuviste que haber dado la cara por mí.
—Se dice: «gracias».
—Iryna, hablo en serio. ¿Qué te va a ocurrir? ¿Qué te ha dicho Vaas? —Quiso saber.
Iryna soltó un suspiro. Se aseguró que aquella conversación quedará entre ambos, así que observó por los pasillos que no hubiera fisgones husmeando alrededor.
—Le he propuesto un juego de vida o muerte con el jugador que él quiera obsequiarme —confesó—. Así salvo mi perdón y me gano su respeto.
—¡Iryna, por Dios! —exclamó, atónito—. ¿Se te ha ido la cabeza?
—Ninguna persona aquí dentro está cuerda, Isahia. Vivimos por y para complacer a un ser humano. Tu pregunta es un poco absurda.
—¿Y si te enfrentas conmigo, Iryna? Uno de los dos tendría que morir. ¿Has pensado en eso? Tú cerebro debe ser del tamaño de un garbanzo. No, un garbanzo no. ¡Una lenteja! Que es más pequeña aún.
Iryna se cruzó de brazos.
—Me dejaste claro una vez que no somos enemigos hasta que nos enfrentemos. Tú también has pensando en esa posibilidad. ¿Has cambiado de parecer? Quizá te esté cayendo bien.
El rubio imitó su lenguaje corporal.
—No te dejaría morir, Iryna. Me salvaste con el pañuelo.
—Entonces, ¿morirías tú?
—Me sacrificaría por tí. Quid pro quo —manifestó.
Aquella respuesta le pilló desprevenida. No supo diferenciar si lo decía en serio o era algún truco de manipulación para sentir compasión por él. Parecía muy seguro de sus palabras.
—¿Hablas en serio...?
—¡Estoy de broma! —interrumpió—. Te despellejaría la piel si con ello salgo ganando. Lo sabes. Lo sé. Ambos somos muy competitivos, así que ardería Troya. Por tu propio bien, espero que el amo no te enfrente conmigo. Mucha suerte, idiota.
El hombre se dió media vuelta dando por finalizada la conversación. Iryna lo observó marchar, perdiéndose por algunos de los tantos pasillos de la mansión. La segunda aprovechó para bajar las escaleras e inspeccionar qué se cocía en la parte baja. No sabía cuánto tiempo iba a tardar el señor Boncraft en obsequiarle un nuevo jugador, pero debía entretener su mente si no quería comerse las uñas de sus dedos a causa del nerviosismo.
Bajó a la bodega. La última vez que estuvo allí, charló con Madame Delphine. La susodicha, al ser la hermana de Vaas, poseía información que a Iryna le interesaba. Así que quería interrogarla de manera sutil, siendo amistosa. La buscó con la mirada y solo halló a algunos aristócratas bebiendo y conversando.
—¡Hola, chiquita! —Saludó Astrid tras sus espaldas. Poseía una copa en sus manos.
—Hola, Astrid. No te había visto —Sonrió.
Darío, como siempre, permanecía a su lado. Un dúo inseparable.
—¿Te pido algo? ¿Tienes sed? —Ofreció su pareja.
—Oh, no. No te preocupes. Estaba buscando a Madame Delphine.
—No ha bajado a la bodega. Debe estar arriba —informó ella—. Por cierto, Iryna...
Ella le prestó atención, interesada en aquella pausa.
—Dime, Astrid.
—Una vez, el amo comentó que el vino de su despacho era un obsequio tan sumamente importante que, quien lo bebiera, tendría una «unión» con él.
Iryna tragó saliva.
—¿Unión? —enfatizó.
—Sí. ¿Estás segura que fue el vino de su despacho el que probaste?
—Soy una aristócrata nueva. No tengo ni idea de cuántos vinos contiene en su despacho, pero sé que probé uno. Aclárame lo de unión, por favor.
La pareja se miró con complicidad.
—¿No te sientes vinculada de alguna forma con el amo? ¿No sientes nada?
Tanta pregunta y tanto secretismo le estaba sacando de quicio.
—Astrid, ¿qué significa...?
Los pequeños altavoces de la bodega sonaron para que la voz de Vaas Boncraft se pronunciara, anunciando su próximo juego. La pregunta de Iryna se quedó en el aire.
—... Queridos Aristócratas, reúnanse en el recibidor, por favor. Va a comenzar el próximo juego.
Y ante tal orden, los demás obedecieron, dejando a un lado lo que estaban haciendo para subir al recibidor. Todos seguían la voz como cabras a su pastor, ansiosos por conocer qué clase de juego se aproximaba y quién sería el jugador.
Los Aristócratas se agruparon en el recibidor, observando a Vaas, que se hallaba con un semblante pícaro. Sus cejas ligeramente fruncidas y su media sonrisa, que delataba su deseo por iniciar su macabro juego. Iryna cruzó miradas con Isahia. El rubio, desde su lado derecho, le deseó buena suerte. Astrid y Darío se posicionaron al lado de la joven con entusiasmo. No parecían saber que ella sería la jugadora.
—¡Qué emocionante! —exclamó la mujer. Darío le sonrió.
Las especulaciones cada vez eran más latentes y todos parecían muy curiosos e intrigados por conocer los detalles del juego. Iryna tragó saliva, nerviosa. Sin embargo, no dejó que aquella emoción controlara su sentir. Necesitaba permanecer sosegada, que nadie notara su debilidad.
Serana, la hermana de Esteban, visualizó a Iryna desde una esquina y ambas encontraron miradas. La primera no le dijo nada, pero su rostro denotaba frialdad. Desde la ausencia de su hermano, no había hecho otra cosa que husmear su paradero y buscar culpables. Al ser Iryna la última persona que se enfrentó con él, no dejaba de echarle la responsabilidad de su pérdida.
Vaas alzó la mano en dirección a Iryna. Los demás Aristócratas se hicieron a un lado echando la mirada hacia su dirección, dejando un leve pasillo libre para que ella caminara hacia la posición del señor Boncraft. Ella agarró aire en sus pulmones y anduvo con paso firme. Sostuvo su mano y él colocó a la muchacha en su lado derecho.
Él, comenzó a informar:
—Nuestra querida aristócrata, Iryna, propuso un juego de vida o muerte para salvar su pequeño error de imprudencia. Sabe reconocer sus errores cuando debe y, su valentía, me provocó una profunda admiración.
Astrid y Darío sonrieron orgullosos. Isahia soltó un suspiro. Serana estudió la situación, espectante.
Madame Delphine sorbió de su copa, acostumbrada al tremendo espectáculo de su hermano.
Sin previo aviso, Vaas dirigió la mirada hacia Astrid Salamanca y alzó su mano esperando a que ella la agarrase. A ambos amantes se les borró la sonrisa. Darío negó con la cabeza.
—¡No! ¡Astrid! ¿Qué diablos? —Su estupefacción era patente—. ¡Ella y yo somos un dúo! ¡No podemos jugar por separado!
Boncraft ladeó la cabeza.
—Esta vez sí, Darío —sonrió Vaas esperando aún con la mano alzada.
Astrid clavó la mirada en Iryna. Su ojos oscuros, su maquillaje de la Catrina en su rostro, su expresión malhumorada...
—¿Qué putas has hecho, Iryna? —masculló Astrid. Iryna negó con la cabeza dando a entender que ella no la había elegido, sino Vaas.
—¡Es un juego de vida o muerte! ¡Si ella muere yo...! —Darío no pudo terminar la frase, su voz estaba a punto de romperse.
Astrid agarró la mano de Vaas. El último la posicionó en su lado izquierdo.
Recordó cómo Isahia le advirtió una vez que, aunque Astrid y Darío se mostraran muy confiados y familiares, si Iryna se enfrentaba a uno de ellos, no dudarían en darlo todo. Eran un dúo. Y si uno de ellos moría por culpa de Iryna, no dudaría de vengarse el otro por su gran amor. El varón controló sus increíbles ganas de arremeterlo y defender a su amada, aunque la decepción en su rostro le avisó que se había ganado un enemigo.
—Astrid... —susurró ella en su dirección. Astrid la ignoró mirando al frente.
—Debéis buscar la puerta que contenga el número treinta y tres en su entrada. Una vez dentro comenzará una cuenta atrás en la que tendréis que participar en un acertijo. Quién lo resuelva... Bueno. Será la ganadora. Fácil, ¿cierto? El acertijo y el interior de la habitación lo dejaré a vuestra imaginación. Estoy seguro de que os encantará una vez lleguéis.
Vaas estudió a Iryna antes de dar comienzo al juego. Sus ojos bicolores penetraron los suyos caramelo. Se mordió el labio inferior y masculló una frase que solamente ambos fueron cómplices:
—Tú lo propusiste, pequeña. Es tu juego. Está hecho perfectamente para tí. Buena suerte.
Iryna no dijo nada.
—Y el juego comienza... ¡Ya!
Astrid se adelantó a su paso sin miramientos. Echó a correr buscando la puerta número treinta y tres. Iryna la siguió detrás.
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