II. Travesura 🍎
No me gusta la tensión
Ni los malentendidos
Sobre nuestra propia naturaleza en el amor
Los gloriosos maestros no significan nada
Para las criaturas que saben jugar con Dios
Tienes nervios, pero nunca lo demuestras
Excepto cuando algo te duele
Así que culpaste a mi amor
Y a mi emotivo corazón
Pero, no necesito una cura para mí.
Cure for Me, Aurora
🍏✧
Julio, 1992
JongIn tenía 12 años el verano en que su hermana YuRi de 20, regresó fingidamente devastada por el amable rechazo de Do KyungSoo. El hombrecito de 22 años, suave como la espuma le había dicho: «Lo siento mucho, eres muy inteligente y bonita, pero en estos momentos no estoy interesado en salir con nadie, mi responsabilidad es mi sobrino». Y con eso, había logrado que YuRi pasase del encantamiento a la absoluta obsesión. Ahora lo quería de novio, lo quería de esposo y lo quería como padre de sus hijos. Su hermana estaba loca por Do KyungSoo, y JongIn estaba harto de escucharla las veinticuatro horas del día, los siete días de la semana, alabándolo como si fuese el hombre perfecto, ilusionándose de que algún día él la aceptaría.
JongIn era un hermano celoso. Pero, sobre todo, se convirtió en un jovencito curioso. Por lo que en plenas vacaciones de verano, durante sus ratos libres (los cuales eran obviamente todos los días), decidió vigilar de cerca a Do KyungSoo, quien trabajaba en una gasolinera en la entrada turística al gran campo de Golden Apple. A JongIn le gustaba mucho esa zona y para su orgullo, siempre había dicho que en el futuro, quería trabajar con su padre en el campo. Prefería estar de sol a sol en contacto con la naturaleza a imaginarse atender una tienda todo el día, tal y como su primos SeHun e Irene, probablemente lo harían.
En sus días de espía, SeHun con apenas 11 años, también era una pieza infaltable. Ambos iban a la gasolinera a diario y KyungSoo les daba latas de gaseosa gratis que, obviamente, salían de su sueldo. Claramente, ambos niños empezando su pre adolescencia, no se lo dejaron muy fácil.
—Uhm, como que tengo sed... —dijo JongIn el primer día, con su mirada castaña en vaivén.
KyungSoo apenas levantó la vista. SeHun miraba a JongIn con inquietud.
—JongIn, mejor vámonos —masculló asustado.
—Ay, no seas cobarde.
—¿Qué quieren? —espetó KyungSoo, fulminando a JongIn específicamente.
—Hace mucho calor, sólo tengo sed —se encogió de hombros.
—Pues compra y vete.
—Verás Do, no tengo dinero —respondió persuasivo—. Me preguntaba si podrías regalarnos unas gaseosas a mi primo y a mí.
—Olvídalo, ¿qué te crees mocoso? ¿Que orino refrescos? ¡Largo! —le señaló la salida.
—Ya JongIn, esto no está bien —le codeó SeHun, sin dejar de sentirse atemorizado ante los negros y saltones ojos de Do.
Pero a cambio, JongIn aprovechó el codazo para exagerar y tirar con el resto de su brazo una caja de caramelos.
—Ups... —sonrió de oreja a oreja, haciendo brillar sus blancos dientes y doradas mejillas.
Por su parte, SeHun se apresuró a levantar los caramelos del suelo, mientras JongIn seguía parado de brazos cruzados, delante del mostrador y sin quitarle la mirada firme a KyungSoo.
—Kim JongIn, me parece que ya estás grande para estar haciendo semejante estupidez.
—Sí, lo mismo digo. Es una semejante estupidez que alguien rechace a mi “inteligente y bonita hermana” —declaró con molestia.
—No te metas en los asuntos de los adultos.
—Pues no lo haría, si no la hubieses dejado llorando mares y mares, Do KyungSoo. ¡Eres un maldito patán! —le señaló con el índice—. Fui yo quien la oyó llorar noche tras noche, fui yo su pañuelo, ¡mis camisetas quedaron embarradas en mocos!
De repente, el semblante de KyungSoo se apaciguó y le contempló con cierta angustia. Agachó la mirada, y luego, la alzó en dirección hacia las heladeras.
—Tomen una lata cada uno y váyanse.
JongIn asintió con falsa solemnidad, regocijándose por dentro ante su increíble triunfo. SeHun le siguió por detrás, susurrando en su cuello que cómo mierda lo había hecho, y pronto estuvieron fuera de la gasolinera, riendo y bebiendo sus latas de Pepsi.
—Vaya, eso fue inesperado —dijo SeHun.
—Lo sé. ¡Tendremos que volver mañana a ver si funciona!
Y por supuesto que lo habían hecho.
Al día siguiente, JongIn montó una escena en la que lloró, porque se sentía tan mal por su hermana, que creía que él tampoco encontraría jamás el amor. Soltó una cantidad de habladurías sobre cómo Do KyungSoo era el culpable de su miedo al rechazo, porque había absorbido a tal grado las emociones de su hermana, que ahora, debía hacerse responsable de las suyas también.
SeHun no se salvó, para después de varios días, le tocó ser el mentiroso.
—KyungSoo, por tu culpa la hermana de JongIn se puso triste. Y eso puso triste a JongIn, y JongIn me pone triste a mi, y creo que deberías darnos una lata de Pepsi así endulzamos nuestros corazones.
JongIn se quedó de piedra, mirándole incrédulo ante semejante cursilería. Y para sorpresa de ambos, KyungSoo estalló en risas.
—Esa es la peor excusa hasta la fecha, pero sin duda la más divertida —continuó riendo—. Ya, vayan agarrar sus bebidas y cuídense del sol, no es bueno que estén deambulando a estás horas de la tarde, puede darles un golpe de calor.
—¡Sí, señor! ¡Gracias! —sonrió SeHun.
Pero JongIn, aún no daba crédito a lo que acababa de oír. SeHun ya estaba abriendo la heladera, y él seguía ahí, quieto, mirando a KyungSoo con gran confusión. Ya los había descubierto. Como si no hubiese sido la gran cosa. Como si realmente, hubiesen sido un par de niños molestos, creyendo que eran tremendamente vivos por sacarle unas latas de gaseosa. Lo cuál así había sido, según su perspectiva. Pero en realidad, KyungSoo se había preocupado por ellos, como un buen hermano mayor. Como si fuese también, verdaderamente su responsabilidad.
Lo había dejado desnudo en alma, y sin más noches de elaboración de excusas para el día siguiente. Había sido el baldazo de agua fría que necesitaba para el verano. Pero había sido muy pronto, y KyungSoo no lo sabía. KyungSoo no sabía que algo había saltado dentro del pecho de JongIn, un deseo ferviente por enfrentarlo, por volver a ganarse su atención. Un corazón agitado, un flechazo platónico por alguien mucho mayor, y que por supuesto, nunca lo miraría de otra forma que como a un niño.
Las travesuras eran divertidas, eran simpáticas y se sentían prohibidas hasta que eran descubiertas. Luego de eso, el vacío, el desastre hormonal, la rebeldía, la inhibición y la adicción a la adrenalina, a los deseos retorcidos, sólo eran pequeños propulsores, eran fuente de nuevos desafíos. Hasta que JongIn con el paso de los años, se descubrió adicto a sus propias travesuras.
Si las excusas y victimizaciones a través de su hermana le habían valido sus latas de gaseosa. Ahora quería algo más. Y aunque los primeros días no se atrevió a exigir más nada; aunque KyungSoo les seguía regalando la preciada Pepsi del desierto, JongIn necesitaba un nuevo motivo para quitarle algo más de la tienda. Porque no, la travesura no se trataba de hacerle enojar por un capricho en el que él sólo lanzaba una caja de caramelos al suelo. Eso no era lo que aflojaba a KyungSoo.
Necesitaba una forma de extorsionarlo.
Ahora necesitaba otro recurso, y durante dos largas semanas no lo tuvo. Hasta que una tarde, SeHun llegó agotado por pedalear a toda velocidad hacia su casa. Le encontró jugando con el agua. JongIn mojaba a manguerazos a su hermana menor, SeulGi de 5 años, quien corría de un extremo a otro entre risas.
—¡JongIn, rápido, tienes que ver esto! —se detuvo delante de la casa.
JongIn dejó la manguera en manos de SeulGi y avanzó hasta SeHun.
—¿Qué es?
—¡Si te lo digo, no me lo vas a creer!
—Dilo, no puedo ir ahora, estoy cuidando a SeulGi —dijo con decepción.
—¡Pero no vayas a decir que soy un mentiroso!
—¡Ya habla!
—¡KyungSoo se estaba besando con un chico!
—¿¡Qué!?
—¡Sí! ¡De lengua y todo!
Por la mente de JongIn pasaron miles de escenarios posibles. Las excusas saltaban a flor de piel y sus ojos brillaron, la cantidad de latas de gaseosas y paquetes de snacks que podría obtener con aquél notición en un lugar donde el dicho “pueblo chico, infierno grande” era moneda corriente.
La última vez que se había oído hablar de alguien homosexual en el pueblo, había sido de un tal JongDae. Al pobre, lo encontraron besándose con su novio MinSeok, pero después de eso, la presión y el disgusto de Golden Apple fue tan grande, que MinSeok se fue del pueblo, y JongDae se casó con una joven a la que embarazó al mes de empezar a salir. Un plan bastante malo, se burló la gente, ya que era evidente que lo hacía para callar los rumores.
—Tengo que verlo con mis propios ojos.
—¿Qué vas a hacer?
—¡SeulGi, andando, súbete al carrito de la bicicleta! —gritó.
—Pero... —la voz de SeHun se silenció abruptamente cuando la menor lo impactó con un chorro de agua.
—¡Ahora todos estamos fresquitos! —rio SeulGi y corrió a su lugar.
JongIn se apresuró a sujetar bien el carrito a su bici, y pronto, los tres marcharon cuatro kilómetros hacia la gasolinera. JongIn le rezó a todos los dioses porque aún estuviese KyungSoo con el chico, y para su suerte, así fue. A mediodía no había prácticamente nadie en los alrededores, y mucho menos cargando combustible. JongIn y SeHun dejaron sus bicis al costado de unas bombas de gas y le dijeron a SeulGi que se quede en su sitio. Luego, se asomaron por un costado, mirando de reojo por la vidriera.
KyungSoo reía torpemente, vaya que se veía muy enamorado.
—Qué asco —espetó JongIn sin dejar de observar—. Mi hermana es más bonita que ese tipo.
—¿Por qué comparas a tu hermana con ese tipo? —le miró SeHun.
—¿Qué? ¿Te gusta mi hermana?
—No, pero ya quisiéramos vernos así de apuestos cuando tengamos la edad de KyungSoo, o de ese, ¿no crees?
—No. Como sea, es asqueroso. KyungSoo podría salir con alguien mejor.
SeHun rio bajito, conteniendo su gesto, pero JongIn se percató de ello y le observó tajante.
—¿Y ahora de qué te ríes?
—Más bien pareciera que a ti te gusta KyungSoo.
—¡Claro que no! —negó, sintiendo el fuego correr por su rostro.
—¿Y por qué te pones tan colorado?
—Pues porque hace un calor infernal, ¿¡por qué más va a ser!?
—Porque te molesta no ser el que está dándole besitos a Do —frunció sus labios—. Mua, mua, “KyungSoo, mírame, soy JongIn, el hermano celoso de YuRi que en realidad está enamorado de ti”, mua, mua —rio burlón.
Pero la burla acabó cuando las puertas automáticas se abrieron y vieron entrar un cuerpo pequeñito a la tienda con total naturalidad.
—Oh, mira, SeulGi acaba de entrar —dijo SeHun.
—¡SeulGi! —chilló JongIn.
Corrieron tras ella y en cuanto entraron, KyungSoo estupefacto se les quedó mirando a los tres. JongIn buscó rápidamente algún rastro del desconocido, pero ya no había nadie, por lo que asumió que se había escabullido por la puerta trasera.
—¿Qué hacen aquí?
—¿Cómo que qué hacemos aquí? ¿Qué más podríamos hacer en la tienda de una gasolinera? —arremetió JongIn.
—Hermanos te estaban viendo desde afuera, pero yo tengo sed —dijo SeulGi y declaró con enfado—. Me dejaste en carrito, ¡hace mucho calor JongIn!
—¿Cómo pueden ser tan irresponsables? —juzgó KyungSoo, mirando a ambos en vaivén.
—¿Y tú? Te vimos, Do —JongIn alzó una ceja con altanería.
—¿Yo qué? —se cruzó de brazos avanzando sobre él.
JongIn contuvo el aire y retrocedió un par de pasos. Por un instante creyó que KyungSoo le daría el golpe de su vida, y se arrepintió de su falta de respeto.
—¡Por favor, no le hagas nada a mi hermano, es tonto, pero no es malo!
KyungSoo se detuvo y parpadeó atónito, se giró riendo y avanzó hasta SeulGi.
—No le voy a hacer nada a tu buen hermano, ya sé que es tonto. Me estaría aprovechando de su idiotez si le diese una paliza —dijo con calma y palmeó su cabecita—. ¿Quieres un refresco?
—¡Sí!
—Elige el que quieras, y toma unos snacks, es de mediodía, deberías estar almorzando —le acompañó por la tienda para elegir.
JongIn y SeHun quedaron mudos ante el accionar de KyungSoo. Luego, SeulGi regresó a ellos, bebiendo y haciéndoles desear.
—Dice KyungSoo que no molesten más, o le diré a nuestros padres que vienen a robar a la tienda.
—¿Qué? —dijeron con confusión.
—Eso. ¡No roben más en tienda de KyungSoo o le diré a papá y a tíos! —chilló en reproche.
SeHun asintió velozmente, lo último que deseaba era recibir una paliza de su padre por semejante barbaridad que no era cierta. JongIn aún se rehusaba a creer lo que había pasado. Contenía un gran e infantil enojo, pero no podía culpar a más nadie, el único que estaba sintiendo culpa de todo el malentendido, era él mismo. Si SeulGi llegaba a decirle a sus padres que se la habían llevado en la peor hora bajo el tórrido sol a una gasolinera, y encima que la usaban en sus falsos robos, definitivamente no volvería a ver la luz del sol durante el resto de su adolescencia.
Por un largo tiempo, JongIn detuvo sus travesuras. Su gusto culposo por Do KyungSoo de ninguna manera se había detenido. Desde aquel día, había comprobado tal y como YuRi decía, que KyungSoo era todo un encanto, tanto para el bien, como para el mal. Y para mal, lo iba a seguir queriendo. Aún cuando las travesuras se reavivasen tras la muerte de SeoHyun. Aún cuando fuese a costa de ser permisivo con un BaekHyun vulnerable y falto de contención. Unirse a él era un excelente motivo para volver a las viejas andanzas.
Aquellas en las que llamar la atención de KyungSoo, se volvían su Pepsi de cada día.
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