Historia de Sara
—¡Es mi turno! —agita animadamente su mano, Sara—. Les juro que esta historia les gustará. Se trata de una anciana y la llegada de un sobrino lejano...
—¿Acaso es un vampiro que quiere la poca juventud de la señora? —todos ríen ante el comentario de Brandon. A lo que Sara le mira mal y carraspea
—...En un pueblo a las afueras de la ciudad más poblada del mundo, vivía una carismática anciana que les ofrecía pasteles a los turistas y a los forasteros, su hogar. Acogía a cada uno como si fuera familia, les daba una habitación, comida y ropa.
Una señora que solo tenía la intención de ayudar a los demás, pero una tarde llega un inesperado huésped, alguien que dice ser su sobrino lejano. Claramente la señora no lo reconoce; le dijo que se llama Alan y ella solo se limitó a decirle que sí se acuerda de él.
Total, estaría una noche ¿No?.
Esa misma noche, el joven se acomodó en su habitación y no tardó en inspeccionar toda la casa, de investigar a cada persona que estaba al lado de su cuarto. En frente del suyo, estaba un hombre de edad media al que le gustaba tocar la guitarra todas las tardes. Alan detestaba el ruido proveniente de su cuarto en la siesta, cuando quería dormir.
Una noche que llovía torrencialmente, en que no se podría escuchar los gritos desgarradores de una persona, se acercó al cuarto del muchacho y entró silenciosamente. Vio al hombre dormir plácidamente por unos segundos y acto seguido tapó su boca con una prenda y tomó su cuello. A pesar de que aquel hombre luchó con todas sus fuerzas, no logró escapar de las manos de Alan.
Una vez que corroboró que no respiraba, fue a la cocina a agarrar una bolsa negra enorme para guardar el cuerpo. Antes de meterlo dentro, lo cortó por extremidades, así pareciera que es basura. Luego de tenerlo en la bolsa, lo llevó al sótano, allí lo metió al gran horno que la abuela usaba para hacer pan.
Nunca más supieron de ese hombre, creyeron que a mitad de la noche decidió marcharse. A la abuela no le sorprendió la noticia de que no estaba, ya que era muy común que los forasteros se fueran así sin más. Lo único extraño fue que dejó las pocas cosas que tenía.
Así pasaron meses, en que Alan volvía a matar a cualquiera que interrumpiera su soledad. A algunos los mató estrangulándolos, a otros con herramientas filosas como cuchillos, hachas, agujas, y hasta con un destornillador. Al cabo de varias desapariciones, las personas dejaron de transitar dicho pueblo. La abuela no comprendía nada, estaba convencida que las personas se iban de ahí solo porque querían hacerlo.
Al cabo de dos años, en los que desaparecieron aproximadamente diecinueve personas, el joven que llegó diciendo que era sobrino lejano de la anciana, decidió marcharse. Le agradeció la hospitalidad a la señora y dejó atrás la casa en donde realizó tantos asesinatos sin ser descubierto.
Luego de su partida, los huéspedes percibieron un olor que provenía del sótano y uno de ellos se atrevió a entrar. Este lugar estaba prohibido debido a que a la señora no le gustaba que haya gente cuando estaba trabajando. El hombre que se atrevió a romper la regla, se llevó una desgarradora sorpresa. Justo en medio de la habitación, encima de la mesa principal, yacía el cuerpo de un pobre hombre que presentaba golpes y un desfigurado rostro.
Inmediatamente salió corriendo de ahí y fue directo a la casa del cura del pueblo, quien es la máxima autoridad. Le contó lo sucedido y el Padre reunió a todos los vecinos para ir a matar a la abuelita. Cuando estuvieron todos fuera de la casa, llamaron a la señora y entre todos la comenzaron a golpear, para luego quemarla viva. Para ellos, esa señora era una bruja, que mataba a sus huéspedes para poder tomar su sangre.
Alan, dejó a propósito aquel cuerpo, con la intención de que mataran a la abuela y así no pudiera revelar información sobre él. Lejos de ese pueblo, se dirigió a otro, para encontrar de nuevo a una pobre e inocente anciana que engañar.
—¿Escucharon eso? —pregunta Ali mirando hacia los árboles—. Parecen pasos
—Deja de alucinar, deben ser animales —Trata de tranquilizarla Josh.
A pesar de que crean que son solo animales, la realidad es que las almas están escuchando atentamente, observan cada movimiento de ellos.
—Ya es tarde, es momento de cerrar la reunión por hoy —Se levanta el organizador de todas las reuniones. Los chicos lo imitan y cada uno se va a sus casas.
Desafortunadamente no sabían que tras de ellos los seguía una alma, una que les echó el ojo durante la historia.
El bosque en donde están es famoso debido a que muchos grupos de personas han realizado magia negra a lo largo de los años. Nadie sabe con exactitud cuántas almas habrán dejado vagando por aquellos tenebrosos senderos.
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