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Capítulo 1

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Now playing: The Neighbourhood - Pretty Boy.

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Daniel se mordía las uñas mientras leía el artículo que su padre le había mostrado. Una extraña sensación de sorpresa, admiración y horror se le coló por el cuerpo, pero de todas formas no hizo nada por demostrarlo, en su lugar, levantó la mirada, tragó saliva y chasqueó la lengua mientras bostezaba, fingiendo estar de lo más aburrido.

—¿Por qué escribes cosas así? ¿Te parece interesante?

Su padre, que guardaba un brillo en los ojos como si estuviera ilusionado con su respuesta, suspiró. Frustrado, tal vez cansado, era muy temprano en la mañana para los casos de crimen.

—Es mi trabajo. Pensé que te gustaría.

Daniel dejó la revista sobre la mesa del comedor y se levantó del asiento, estirando su cuerpo, se burló con una risa bajita cuando escucho al hombre hablar.

—Ya. Sí. Me encanta leer tus entrevistas a mujeres asesinas porque luego construyes este panorama de suspenso y tragedia alrededor de ellas, pero yo sé que es morbo. ¿Crees que las personas ven esto como reflexión? No, es entretenimiento. Retorcido, pero entretenimiento. No eres un artista, solo un periodista muy malo que trabaja en revistas de mierda.

—Suenas igual a tu madre —el padre lucía desdichado— entiendo.

—Sí, nadie valora tu trabajo papá, pero valoramos tu dinero. Así que tu has lo que quieras mientras no nos falte comida, ¿satisfecho?

—No sé porqué sigo hablándote.

—Porque soy tu hijo y la sangre siempre nos llama. Además, te gusta mucho hacerme pensar que tienes un nuevo proyecto de investigación, que eres reconocido en tu medio, pero el papá de Cristian te supera en todo. No te juzgo, es difícil la paternidad, aun así, no pienses que eres especial solo porque leíste novelas de Agatha Christie.

Notó que su padre ya no le respondió así que guardó silencio y luego también suspiró, justo como su progenitor había hecho hace un par de minutos. ¿Fue demasiado cruel? No, para nada, esta era su dinámica familiar. Terminó su bowl con cereales y luego tomó su maleta.

—Es el primer día de mi carrera de periodismo —le dijo— like father, like son, ¿no? Me gusta lo que haces, por eso también lo estudio, solo que yo no seré un fracasado como tu. Nunca, nunca lo seré Santiago.

Y se fue, no esperó el habitual beso que el hombre le dejaba en la frente deseándole un buen día y diciéndole que no cause problemas. El autobús lo dejaba y no pudo evitar enojarse por ello. Estaba muerto de estrés porque nada podría malir sal en su primer día de universidad, ya era suficiente que estuviera, a sus veinte años, en primer semestre.

Se le rompió la uña que había estado mordiendo minutos antes, caminó tres cuadras para alcanzar el metro y pisó heces de perro en el camino, tuvo que limpiar los restos con un palo, sus converse ya se veían demasiado desgastadas como para oler también a mierda.

Al menos soy guapo.

Pensó.

Muy, muy, muy, muy guapo. Tan guapo que los dioses lloran al verme, tan guapo que las mujeres se me quedan viendo al caminar. Y no solo eso, porque aparte de guapo, soy misterioso. Visto ropa gótica y mi bello rostro... ¡auch!

Un hombre había caminado y lo golpeó con la mochila mientras se abría paso en el metro. No le pidió disculpas y Daniel con cara de asco se lo quedó mirando mientras se perdía entre la multitud.

Como decía, soy guapo, guapo, guapo.

Y era cierto. Conservaba un aspecto desaliñado pero cualquier persona podría afirmar que Daniel Morelli era muy bien parecido. Había tenido muchas novias en el instituto y con una de ellas dejó de ser virgen, eso era un logro para sus amigos pero para él fue un poco raro porque no sabía dónde ponerla o qué hacer así que Linda Rossi se encargó de todo, luego mintió diciendo que era el mejor amante, Daniel le debía su reputación a esa mujer. Más que el hecho de no saber cómo tener coito, le preocupaba ser homosexual, una vez en una fiesta besó a su mejor amigo y le gustó muchísimo pero el evento jamás se volvió a repetir; desde los quince años notaba que le excitaba más contemplar el cuerpo de los chicos y que había tenido tantas parejas femeninas para ver si también le causaba la misma devoción la contextura de las mujeres.

Una vez intentó hablar de su sexualidad con sus padres y ellos le miraron extraño y le dijeron que eso no está mal ni bien pero que preferirían no saber, tampoco podía hablar con Cristian porque cuando se besaron, ambos estaban muy ebrios y él sabía que no sentía amor, solo eran amigos y eso fue un error.

En el instituto le gustó un tipo, se llamaba Chad y como buen Chad, era popular, líder del equipo de fútbol y con un cuerpo dinamita. Lo iba a ver jugar y se justificaba diciendo que el fútbol era lo mejor del mundo, que era fan de CR7 y Rivelino aunque ese último fuera ya historia. Joga Bonito.

Chad hizo una fiesta y él fue, ambos embriagados se quedaron en la cocina solos y lo inevitable pasó, se habían besado mucho y tocado; Daniel estaba prendido pero Linda Rossi entró y los descubrió, entonces Chad le dio un buen golpe en la mejilla y le dijo: maldito maricón. Luego se fue.

Concluía que no solo su virginidad, pero su vida y secretos le pertenecían ahora a Linda Rossi, ya no eran novios desde ese incidente pero Linda siempre le había dicho que serían grandes amigos y no mentía porque ahora, juntos, iban a estudiar la misma carrera.

—Hola pobre-rico —la suave voz de la mujer le provocó calma y sonrió de inmediato— llegas justo a tiempo, estuve parada quince minutos esperando y unos tipos me pidieron el número.

Daniel apreciaba ver un rostro conocido porque aunque no fuera del todo introvertido, sí le costaba formar buenos vínculos amistosos.

—Linda, te ves linda —le dijo y le pasó la mano por la cintura— tenemos escritura académica como primera asignatura, ¿puedes creerlo? ¡Son las ocho de la mañana!

Linda Rossi le miró y soltó una risa, también le pasó la mano por la cintura y tambaleándose llegaron al ascensor que los llevaría al piso cuatro donde buscarían el aula P7A.

—Dios, debe ser tan emocionante la escritura académica —dijo ella— yo estoy muy emocionada, no por aprender a escribir, pero porque al fin estoy en la uni.

Daniel se carcajeó, sabiendo a lo que se refería. Linda nunca ha sido muy lista pero tampoco era estúpida, su inteligencia y astucia se manifestaban en formas diferentes y sus padres no lo comprendían, así que reprobó el examen de ingreso más de cuatro veces por lo que los señores Rossi decidieron pagarle la carrera, todo menos tener una hija sin título, sin doctorado y sin vida.

—¿Fue buena idea decirte que estudiemos juntos? —le preguntó Daniel, no preocupado, pero dudoso— porque yo no estoy seguro de que esta sea la carrera para ti.

—Ay no digas tonterías, sabes que ninguna carrera es para mi, yo quería ser bailarina pero aquí estoy.

—Vi que hay un club de baile, ¿vas a unirte? —Daniel siempre se había inclinado a las artes pero no de movimiento, era muy tieso, más que en el sexo— yo creo que iré a dos clubs, me interesa el de magia y el de dibujo.

Linda asintió varias veces, como si supiera que él iba a elegir aquellos, no se inmutó al oírle, mucho menos le cuestionó porqué ni si le iba a mostrar lo que aprendía, sabía que así sería, quiera o no.

—Sí, yo estaré en el de baile y en el de gimnasia —se detuvo porque notó que no podrían verse luego de las dos de la tarde— entonces creo que no podremos regresar juntos a casa, ¿quieres que le diga a Tigre que te lleve y luego vuelva por mi?

Daniel negó.

—Me gusta el transporte público.

Linda Rossi le miró raro, muy raro. Arqueó una ceja y luego negó con la cabeza, quizás en decepción o solo para jugar con los sentimientos de su amigo.

—No entiendo porqué te empeñas en parecer normal cuando sabes que nos sobra el dinero, ¿te da pena ser hijo de millonarios? Porque a mi me da igual si me dicen nepo-baby.

Daniel no le dijo nada, no pensó en la respuesta porque así estaba bien, en silencio. Suponía que tener tanta comodidad era bueno pero le gustaba explorar.

En menos tiempo del requerido, llegaron a su salón y de momento nada se sentía diferente a su instituto, de hecho el ruido era igual, las risas, las parejitas, los nerds, los populares, era todo casi lo mismo con la diferencia que la Universidad Internacional de Morelos (UIM) era enorme, mucho más que el insti, y ese era ya muy grande.

Se sentaron primeros, Linda cerca de la puerta y Daniel en el asiento que le seguía, así podrían cotillear a gusto y también ver mejor lo que se proyectara en la pizarra, incluso con lentes de contacto, su miopía era severa.

En ese momento, mientras el resto de alumnos ingresaban y el profesor parecía preparar los recursos para la clase, pensó en una forma de explicar porqué quería sentirse «normal».

—Me gusta sentirme humano, por eso no quiero que Tigre o Casper vengan por mi, quiero vivir aunque toda mi vida ya esté resuelta de todos modos, si no es así terminaré siendo un junkie.

Junkie o no junkie algo era cierto, Daniel Morelli terminaría viviendo muy bien su vida, aunque él mismo no sabía todo lo que estaba por sucederle. 

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