Capítulo 7
—Y tu padre le dijo que si quería tatuarse se tenía que ir primero de la casa. ¡Que él no iba a estar manteniendo a ningún vago punk!
Sí, esa es mi mamá.
Suelto una risotada y cambio el móvil de una oreja a otra, manteniéndolo firme contra el hombro.
La tarea de pintar se vuelve incluso más agotadora a esta hora de la mañana, el sol está más caliente y los caballos más necios con sus relinches. Lo único que aliviana la situación es la voz de mi madre al otro lado de la línea.
Unto la brocha en la pintura púrpura y repaso las partes de la madera que no están cubiertas, una gota gruesa cae en el overol salpicado y frunzo el ceño, la pintura de aceite no es fácil de lavar.
—Xavier siempre anda metido en líos no es de extrañar que haga justo algo que sabe que a mi papá le aterra. Solo busca llamar la atención.
Mi madre suelta un suspiro, el chocar de unos platos me avisa que tal vez esté cocinando.
—Si, mi niña. ¿Pero qué puedo hacer con tu hermano? Tu sabes que es incontrolable y desde que te fuiste ha estado aún más rebelde
Me muerdo el labio, ya sé hacia donde se dirige la conversación... A donde siempre va; La pregunta implícita de cuándo regresaré.
Llamo a mis padres cada vez que puedo para asegurarme que estén bien, que no les falte nada, les envió dinero, hago todo para que estén sanos y sean felices.
Y aún así me siento culpable.
Xavier, mi hermano pequeño y revoltoso siempre ha sido un dolor de cabeza, desde niños era él que siempre llegaba a casa con citatorios y moretones por andar en peleas. Ahora con dieciocho años no se en que ha de estar involucrado e imaginármelo solo lo empeora.
Me duele el saber que mi hermanito solo quiere alguien que lo entienda, la adolescencia no es una etapa placentera para todos y por más que Xavi quiera desmentirlo sé que me necesita, porque yo lo escuchaba, lo aconsejaba y decidí ser egoísta y abandonarlo por mí misma.
Mientras mamá comenta mil cosas más que me tienen sin cuidado me permito divagar hacia aquel día.
Todavía puedo verlo al pie de la cama mientras empacaba, como me rogaba que no fuera al voluntariado de Workship, que se sentiría aún más solo, recuerdo como le vi a los ojos y me negué.
—Esto que siento es horrible. —Dije entre lágrimas. —Te juro que lo que menos quiero es dejarte pero si me quedo aquí no podré seguir adelante.
Él se levantó furioso de la cama y me vio como si me desconociera, siempre tendré esa mirada grabada en mi memoria. —Solo estas huyendo de lo que no puedes enfrentar y eso... —Hace un gesto con el dedo señalándome mientras niega. —Eso te hace una cobarde, Alvana.
Desde ahí en más, dejó de obedecer o siquiera oír lo que le decían mis padres, su hermana lo dejo solo cuando él la necesitaba, por si misma. Cualquiera crearía una coraza impenetrable.
—¿Cuándo regresas mi niña? —Mi madre pregunta de nuevo, y trago saliva para disipar el nudo en mi garganta.
Lamento ser egoísta, y seguir siéndolo.
—Sabes que no estoy lista para volver.
Un suspiro toma lugar al otro lado de la línea.
—Alvana ya se cumplió un año, él ni siquiera vive en el mismo sector hija.
Sé que mamá no menciona el nombre de Damián porque sabe que me afectará, pero su sola referencia se asienta en mi pecho. Estúpido ya lo sé, pero lo que se quedó en mi mente fue se mudó
—No importa, no es solo el hecho de verlo. —Le digo, siempre recurro a lo mismo. —Tengo recuerdos con él en prácticamente cada rincón de la provincia, no estoy mentalmente preparada para revivirlos.
—A este paso mi niña no sé si algún día lo estés.
—¿Qué hay con esta chica eh?
Tadeo mira en dirección a la silueta de Alvana que se escabulle en el interior de los establos, frunzo el ceño, él lleva un saco de papas a rastras y se cubre del sol, entrecierro los ojos porque estoy desvelado y el café que tomé no era lo suficientemente fuerte.
Aún conociendo la respuesta pregunto para asegurarme. —¿Qué chica?
El rubio me mira como si tuviese un problema mental y hace una pausa a mi lado en la hierba. —La voluntaria, obviamente.
Por un momento me quedo en silencio mientras recolecto lo que queda del maíz, la pregunta me parece tan poco para alguien como la cobriza, a quien ni siquiera conozco bien pero sé que es más de la mitad de lo que he podido presenciar.
Alvana es simplemente ella, puede que aislada pero... Lo importante es el disgusto que siento hacía Tadeo ahora por implicar que hay algo malo en ella.
—No me lo tomes a mal pero la chica es un poco rara ¿No?
Suspiro, estoy empezando a impacientarme. —Yo pienso que "la chica" es muy normal.
—¡Ah vamos! Anda por ahí como en piloto automático y no dice más de dos palabras a cualquiera, solo la he visto conversar con Tania y además creo que es muy cariñosa con los animales.
Levanto una ceja incrédulo ¿este chico de que va? Nunca he sido impulsivo pero ahora solo pienso que el imbecil se merece una madreada.
—Tadeo llevas aquí qué ¿Dos semanas? y ¿Ya estás como señora chismosa? Alvana es como es, y eso no le incumbe a nadie más que a ella, además ¿qué mierda te importa si es cariñosa con los animales?
Me mira impresionado pero solo guarda silencio, mi arranque puede que haya sido demasiado pero simplemente no pude contenerme.
Tal vez también esté sensible por el hecho de que en dos semanas, no hemos hablado casi nada luego de aquella madrugada.
Cuando cae la tarde las puertas nuevas de los establos están pintadas, distintos colores brillantes adornan cada una y me hacen sonreír, parecen un arcoíris, alineado, dándole vida al ya deteriorado lugar.
Gargo, el pura sangre que solía correr carreras con Adrián cuando el viejo era un jovencito, suspira con pesadez como avisándome que debería aterrizar al mundo real darle su comida.
Suelto una risita, siempre me ha parecido gracioso como el caballo tiene actitudes tan humanas.
—Está bien Gargo, lo siento. —Llevo las manos al aire. —Ya te doy tu comida.
Lo oigo relinchar y bufo, parece reírse de mí.
Coloco frente a él su alimento de caballos con los trozos de zanahoria picada, y feliz empieza a engullir a toda prisa, el pelaje azabache es una cascada desde su lomo y brilla sedoso.
Hago lo mismo con Luna y Relámpago, el espacio vacío que dejó la última yegua todavía está como solía, con la silla rosa y los cepillos brillantes.
Linda, la compañera de relámpago murió hace un mes y el pobre ha estado deprimido, siempre anda decaído dando pocos pasos y apenas probando bocado, su cabellera marrón con motitas blancas se ve opaca y cada vez que huele la silla rosa de Linda, emite soniditos ahogados.
Por su parte Luna, la yegua completamente blanca de Tania luce como si quisiera animarlo porque camina detrás de él y le señala con la cabeza en dirección a la comida, insistiendo en el toque hasta que Relámpago cede y decide masticar.
Una sonrisa triste adorna mi rostro, a veces puedo sentirme como aquel caballo, simplemente no tengo ganas de nada que no sea estar parada y respirar.
—Pareces sacada del viejo oeste.
Pego un salto en mi sitio y me giro.No le oí llegar y la mueva divertida que me brinda hace juego con su ánimo, hago lo que puedo para corresponderla, sé que el resultado es una sonrisa pequeña y dispareja, pero es lo mejor que puedo hacer.
—¿Qué haces? —Pregunta y casi quiero levantar una ceja ante la obviedad de la respuesta.
Levanto el saco de comida y él avergonzado se sonroja, parece un tomate.
—Luces como si te hubiesen hervido para salsa. —Me río y el se da la vuelta en dirección a la puerta, por un instante creo que se marchará pero se gira de nuevo.
Si no me equivoco está avergonzado por como evita mirarme, instantáneamente otra vez me encuentro sonriendo, me dolerán las mejillas a este paso —Tania me pidió que te avisara que el almuerzo está listo.
Pongo mala cara, la verdad es que no tengo ganas de comer, después de la llamada con mi madre no he dejado de sentir nostalgia y recordar cosas que solo atormentan.
Inar se queda ahí viéndome como si quisiera leer en chino, es decir totalmente confundido, hasta que se acerca a mí de manera rápida y me mira a los ojos con determinación, no hay rastro de sonrojo en sus cachetes.
Por un momento me asusta, haciéndome retroceder, él se mantiene firme frente a mí.
—¿No piensas decir de nuevo que no tienes hambre cierto?
—Yo-
—Porque de ser así tendría que decirle a Tania lo preocupado que estoy de que no comas y te desmayes en plenas tareas del día.
Levanto las cejas asombrada. —Pero-
—Y si le digo eso, ella se preocupará también y sabes como se pone preocupada ¿no? Estas dos semanas apenas has probado bocado.
Le miro sin saber que decir porque... me siento muy expuesta.
—Vas a comer Alvana. —Inar se cruza de brazos. —Te saltas las cenas, te ves pálida, y huyes de todo. Si se que no te conozco bien y no, no me importa si piensas que soy un entrometido, tal vez lo sea. —Niega como si tuviese un debate en su mente y siendo honesta no sé cómo actuar. —No te obligaré a que me digas nada que no quieras pero al menos come algo, así todos estamos más tranquilos.
Así todos estamos más tranquilos.
Soy una egoísta.
Se acerca y me toma del brazo, miro como ahora su herida no porta vendaje, y me cuestiono si he estado rehuyendo del mundo real de nuevo. ¿Han pasado dos semanas?
Él mismo debió seguir cuidando se su herida, siento un deje de culpa en el estómago.
Una risa carente de humor brota de su garganta. —Si vas a estar deprimida al menos lo estarás con el estómago lleno.
Y a pesar de todo, aquello me hace sonreír, y al verlo, copia mi gesto satisfecho.
Tal vez estos días me haya sentido como Relámpago pero al menos hoy, Inar parece ser mi Luna.
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