Al llegar a la estancia me llevé otro disgusto.
Las palabras de Rose llegaron a mi incluso desde antes de salir del pasillo. Apresuré el paso cuando escuché el tono tajante de sus palabras. Cuando entré en la estancia las vi a ella y a la bruja Andrómaca sumidas en una terrible discusión.
—Tienes que ir, todas las brujas dependen de ti—decía Rose.
Andra y Rose estaban junto a los ventanales, gesticulando mucho y gritando. Atravesé la estancia de forma sigilosa, con la esperanza de que no me notaran si me movía solo lo necesario.
—No puedo creer que me hayas llamado para esto—decía la bruja más joven, que aunque tenía los brazos medio cruzados, apuntaba a su tía con un dedo—. Ahora no tengo tiempo para juegos.
Llegué hasta el comedor y comencé a moverme junto a la mesa, buscando armas para abastecer mis arneses.
—Sé que estás ocupada con lo Ifigenia—contestó Rose. Su voz salió contenida. Nunca la había visto así de molesta—, pero incluso tu hermana morirá al final del mes si no hacemos esto. Esas cosas van a salir, van a reproducirse y llegarán hasta aquí. Hasta tu familia, Andra.
La bruja colocó las manos en sus cadera y miró al suelo con una ira silenciosa.
—Esto no es un simple favor—dijo ella—, hay demasiadas cosas en juego.
—A mi no me agrada más que a ti. Se lo pediría a tu madre y abuela antes que a tí, pero ninguna querrá salir del hospital.
Estaba colocando un cuchillo en la funda de mi pierna cuando caí en cuenta de algo. Me enderecé y regresé a la puerta del comedor.
—Dijiste—solté al acercarme—, que tu hermana estaba en el Sastral.
Andrómaca pareció notar mi presencia hasta ese momento.
Me miró con algo que solo pude describir como odio. Ella no era bonita en el sentido tradicional, al principio parecía que sus facciones no encajaban, pero cuando la veías con cuidado te dabas cuenta de que la nariz aguileña y los ojos pequeños le daban un aire más de autoritario. Tenía el cabello negro y lacio, con un flequillo con las puntas rojas, el maquillaje tan oscuro como podía serlo sin ser tosco e incluso sus labios estaban pintados de negro mate muy llamativo.
Dudaba que mucha gente se planteara plantarle cara de buenas a primeras, probablemente su personalidad tan fuerte era otro punto por el que la gente le tenia cierto miedo, al menos por lo que había visto.
Rose me miró, como si deseara que no las hubiera interrumpido.
—Fue la única que logró salir del Sastral—explicó ella—. Está muy malherida, en coma, todavía no despierta.
Había escuchado algo de una superviviente en los noticieros. No pude evitar preguntarme cómo había logrado salir y qué era lo que diría sobre la ocurrido, cuando miles de niños no pudieron ni despedirse de sus familias. Erick entre ellos.
Me di cuenta que Rose intentaba no hablar de su hijo y el Sastral.
Andra parecía tan reacia como ella a hacerlo, pero aunado a esto, estaba el echo que de me odiaba. No hubiera podido decir si la cosa era solo conmigo o contra todos los cazadores en general, pero algo me decía que tenía que ver con los rumores que cazadores de otros continentes eran los responsables.
Probablemente la palabra cazador, para ella era sinónimo de asesino.
—Eda—dijo Rose por la bajo—, Bilal y Zeke te esperan en la entrada. Iremos en un momento.
Esa fue mi señal para largarme.
Di medía vuelta y regresé al interior del comedor. Escuché cómo comenzaban a discutir en voz baja. Yareth apareció cuando le estaba poniendo balas a un cargador, tenía el cabello húmedo y lo sacudía mientras miraba alrededor con suspicacia.
Tenía los anteojos en el bolsillo una chaqueta de cuero negro que no había visto antes, seguramente la había encontrado entre las cosas de Sihuca. Cuando se dio cuenta de que estaba sola, se mostró satisfecho y entró. Esperé a que él terminara de armarse y luego los dos caminamos hasta el elevador. Cuando dimos vuelta en el pasillo, nos dedicamos una mirada, pues era Obvio que algo no iba bien.
El pasillo estaba limpio y estéril, como siempre, pero frente a la puerta Bilal y Zeke se dedicaban miradas cargadas de letalidad.
Bilal estaba recargado en la pared con los brazos cruzados, casi se veía relajado, pero la mirada en sus ojos era una de burla. Casi parecía que estaba retándo a Zeke a que lo enfrentara.
La tensión que se percibía entre los dos era algo innegable.
Zeke estaba justo frente a él y parecía dispuesto a propinarle un puñetazo en cualquier momento.
—¿okay?—dije por lo bajo cuando estuvimos a pocos metros—, ¿ahora que pasa?
—Nada—soltó Bilal de forma cortante, en ningún momento me miró. Sonrió sin que se reflejara en sus ojos—, solo le decía a tu noviecito que se estaban tardando mucho.
Zeke dio un paso al frente y Bilal se separó de la pared, con las manos en puños.
Tuve que avanzar rápidamente para separarlos, pero Yareth me lo impidió, me tomó del hombro y me hizo retroceder.
Se puso frente a mi y luego él se encargó de separarlos, poniéndose entre los dos y mirándolos de forma amenazante de uno en uno.
—¡A ver!—grité—¡Se me calman! ¿Qué carajos les pasa, par de neandertales?
Yareth los miraba, pero me dijo:
—Y tu no debería de meterte en medio de una pelea de neandertales. No vuelvas a hacerlo.
Puse los ojos en blanco.
—No me está gustando esto del hermano protector.
Sonrió y me miró de soslayo.
—Acostúmbrate.
Negué con la cabeza, pero una sensación cálida me llenó el pecho. Casi sonreí, pero tuve que mirar a Bilal y a Zeke.
Ninguno de los dos dijo nada y se dedicaron a mirarse, llenos de furia. Tuve la certeza de que en cuanto Yareth se descuidara, se lanzarían el uno sobre el otro de nueva cuenta y con renovadas fuerzas.
—¿No dirán nada?—pregunté, poniendo las manos mi cintura—, ¿así las cosas?—solté un bufido indignado y eché vapor caliente por la nariz— Bájenle dos rayitas a su testosterona o de lo contrario no vamos a salir vivos de esta.
Eso pareció llamar su atención. Bilal fue el primero en mirarme, de mala gana.
—No te metas, mujer.
Rodee a Yareth y fui hacia él.
No reaccionó hasta que lo empujé por el pecho. Parpadeó y trastabilló. Dio dos pasos atrás y terminó con la espalda contra la pared. Me miró, sorprendido, pero luego sus ojos se entrecerraron divertidos.
—Debería hacerte enfadar más seguido—dijo por lo bajo.
Zeke gruñó e intentó avanzar hacia él otra vez, pero Yareth se lo impidió.
Miré a Zeke. La ira se había apoderado de él y ni siquiera se dignó a mirarme, sus ojos tenían un brillo que no había visto antes, menos potente y como dos tonos más oscuro que el neón usual en él. Entonces miré a Bilal, sus ojos también brillaban y aunque verdes, brillaban en el mismo rango de los tonos de Zeke.
Era como si la ira apaciguara el poder en ellos.
—Escúchenme los dos—dije lento y por lo bajo—, ahora mismo somos más que un equipo. De aquí hasta que salgamos de la montaña y regresemos aquí, somos una unidad ¿entendieron? No podemos pelear, no podemos flaquear. No me importa la estúpida razón por la que estén peleando—los miré a los dos. Zeke posó sus ojos en mi—, ustedes son la parte más importante del plan. Si cualquiera de ustedes falla, el plan falla. Quiero que lo graben a fuego en su mente. ¿Quedó claro?
Bilal parpadeó y sus ojos se apagaron, volviendo a ser orbes meramente verdes. Levantó la barbilla de forma solemne.
—Bien—dijo volvió a recargarse en la pared con los brazos cruzados.
—Zeke, ¿entendiste?
Él asintió una vez, lentamente, pero su mirada seguía en Bilal. ¿qué podría haberle dicho este ultimo para que se enfadara tanto? No tenía ni idea, pero esperaba que durante las próximas horas Bilal se guardara sus palabras sólo para él.
Yareth los estudió un momento a los dos y luego dio dos pasos atrás, seguro de que ya no pelearían.
—Creo que ya armamos mucho alboroto—dijo Yareth—, deberíamos irn...
Sus palabras quedaron al aire cuando pasos lentos se escucharon viniendo hacia nosotros. Andra estaba allí, caminando en el pasillo, mirándonos con cierto aire de desprecio.
—¿Tengo algo en la cara?—los cuatro la miramos con cautela—, Vámonos, no quiero perder más mi tiempo.
Suspiré.
—Sí, vámonos. Quizá Kevin y Ámbar están allí ya.
Me estiré para llamar al elevador. Bilal miró al final de pasillo por un largo rato, al final me miró y cuando se dio cuenta de que lo observaba, desvió la mirada.
Nadie se atrevió a decir lo contrario y cuando las puertas del elevador se abrieron, Andra me hizo a un lado para poder entrar primero.
Zeke y Yareth la siguieron y yo subí al final, después de Bilal.
De reojo miré a Andra, no me había percatado de su vestimenta hasta ese momento. Llevaba un vestido negro ceñido a su cuerpo con un corsé de cuero. Las mangas eran tan largas que casi llegaban a las rodillas. Estaba abierto por los lados, por lo que podía ver sus piernas llenas y bien formadas.
Le di un codazo a Yareth, quién la miraba casi con la boca abierta.
—Entonces—dije, pasando el peso de mi cuerpo de mis talones a las puntas de los pies—, ¿Puedes hacerlo?
Me miró de soslayo. Esta vez tenía unos lentes de contacto grises.
—Obviamente.
—¿Y necesitas que te ayudemos con algo?
Ella hizo a un lado su brazo para que pudiera ver una bolsa de lona que cargaba al hombro.
—Todo lo que necesito, está aquí.
Después de eso ya no traté de conversar con ella. Cada vez que me miraba me daba escalofríos.
Había pocas brujas que lograban hacer eso, ni siquiera Rose era una de ellas.
Tomando en cuenta de Rose dijo que se necesitaba una bruja que trabajara con entidades oscuras, y la había enviado a ella, podía suponer que Andra era una bruja oscura y no sólo trataba de aparentarlo. Las brujas practicantes de la mágica negra no eran raras, lo realmente raro era encontrar a alguna que tuviera pactos con...cosas, cosas más allá de la comprensión de la mayoría de nosotros.
Eso explicaba por que me daba esa sensación de peligro todo el tiempo. Por que me daba desconfianza.
Cuando las puertas del elevador se abrieron y salimos, Bilal se adelantó, me llamó la atención una bolsa cuadrada en su pierna izquierda. Era negra, del tamaño de su mano. No la había visto antes y dado que era imposible que cargara un arma en ella, la curiosidad me invadió.
—¿Qué es eso?—le dije, señalándola con un dedo.
Bilal me miró de reojo y detuvo su paso. Noté que Zeke se detenía también, pero cuando vio que Bilal se inclinaba para abrir la bolsa, siguió caminando.
La bolsa estaba repleta de pociones de todos los colores y tamaños.
—La bruja dijo que puedo debilitarme de nuevo, lo mejor sería llevar esto para sanar.
Detuve mi paso y tiré de él, tomando su brazo. Me estudió, como dudoso.
—Si llegas a sentirte mal, házmelo saber.
Se zafó de mi agarre, con suavidad, pero aún así me resultó obvio que no quería que lo tocara.
—Como sea—dijo, poniendo cara de pocos amigos—, no creo que haga falta.
Regresamos sobre nuestros pasos. Las dos recepcionistas nos miraron con los ojos entrecerrados. El abismo que la lattice ponía sobre nosotros debía ser muy fuerte como para que no se escandalizaran por nuestras armas y vestimentas.
—Tal vez ya no nos vuelvan a ver—dije, sacudiendo una mano en su dirección—, recen para que lo logremos.
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Encontramos a Ámbar y Kevin y un grupo de cuatro cazadores en el mismo punto dónde nos habíamos separado. Estaban junto a una caja de madera de unos cincuenta centímetros cuadrados y tres mochilas negras.
Bilal cerró los ojos y levantó la cara al cielo, como pidiendo clemencia.
—No puedo con tantos.
—Tranquilo, hombre—dijo Kevin, con hastió—, solo nos ayudaron a traer las cosas, no exageres—se giró hacia el más joven del grupo, el mismo chico que nos había encontrado aquel día en la calle. Me dedicó un asentimiento cauteloso— Juan, te encargó la casa.
Ámbar los miró a todos con los brazos cruzados.
—Y espero que hayan terminado de arreglar el patio para cuando regresemos, ¿escucharon? Se han estado haciendo tontos todo este tiempo, ¿verdad? Si valoran sus tiempos libres será mejor que trabajen toda la noche.
Los cuatro jóvenes asintieron.
—Sí, señora.
Kevin los acusó con un dedo.
—y si vuelvo a recibir quejas de mis tías sobre su comportamiento, se las verán con Ambar.
—Así es—aseguró Ambar.
Para ese punto los cuatro jóvenes se veían pálidos y cansados. Seguramente les esperaba una larga noche por delante. Todos los demás observamos en silencio las despedidas finales.
—Parecen padres de película gringa—musité.
Yareth se río, a mi lado.
—No les vendría mal dirigir el clan a los dos. Creo que se complementan bien, ¿no lo crees?
Le miré y asentí solemnemente.
—Puede ser.
Dos o más personas podían dirigir un clan, era algo que se daba principalmente en el sur, donde los clanes eran más ordenados y metódicos.
Nos adentramos en el parque y luego nos alejamos de los caminos. Caminamos entre los arboles, sobre el pasto cubierto de polvo y escombros del castillo que había estallado días antes. Les hice a una seña a todos para que se detuvieran en un pequeño claro. El cadáver de una ardilla en descomposición se encontraba justo al centro, otro recordatorio del atentado al Sastral.
Nos reunimos con todos lo necesario. Yareth cargó una de las mochilas que llevaban los Sánchez y luego fue a colocarse a mi lado.
—Nos quedan como cincuenta minutos para que se oculté el sol.
Asentí y me giré hacia Bilal.
—¿Conoces las coordenadas?
Bajó el cierre de su chaqueta y me di cuenta de que no llevaba nada debajo. No hubiera querido contemplarlo más de la cuenta, pero cuando abrió la chaqueta vi que los tatuajes de forma de cadena pasaban varias veces por su pecho, abdomen y brazos. Si entrecerraba los ojos, casi parecía que estaba encadenado y luchaba por liberarse. Las cadenas se cruzaban sobre su pecho, por debajo del tatuaje de la mariposa que la diosa le otorgo y luego volvían a cruzarse en su abdomen, sobre unos músculos marcados.
—¿Disfrutando la vista?—dijo Bilal.
Parpadee, creyendo que me lo decía a mi, pero parecía que se lo había dicho a todos, pues todos teníamos la vista clavada en los tatuajes.
Bilal suspiró y entonces levantó el dedo pulgar e índice, como si tuviera algo entre ellos y lo llevó directo a su abdomen.
Yareth ladeó la cabeza.
—¿Qué haces?
Bilal colocó sus dedos, justo donde se cruzaban las cadenas y luego les dio vuelta. Me di cuenta de que estaba imitando lo que se haría con una llave al abrir un cerrojo. Me pareció ridículo, hasta que escuché el click.
Fue como el sonido de un alfiler al caer aumentado a la decime potencia.
Y las cadenas se soltaron. Los tatuajes de runas se deslizaron por sobre su piel, como si realmente fueran cadenas que acaban de ser liberadas.
El aire se llenó de algo acido, parecido al aroma que trae el viento cuando hay un cadáver en su camino.
Me di cuenta entonces que aquellas runas que le cubrían hasta lo dedos, no parecían cadenas sólo por que sí.
"Atrapado en este desierto, atrapado en este mundo. Atrapado en la maldita torre... no hace ninguna diferencia".
"Los dos fuimos encerrados en una torre casi toda nuestra vida. Decían que era para protegernos, pero en realidad es porque éramos diferentes".
Eran cadenas, entendí, cadenas reales para aprisionarlo a él.
Cerró la chaqueta y la subió hasta el cuello. Después cerró los ojos y levantó las manos a sus costados. Cuando volvió a abrirlos, brillaban y el portal comenzó a abrirse. Sólo que entonces algo pasó.
Diana llegó corriendo y saltó, al mismo tiempo que éramos absorbidos. Esta vez algo se sintió diferente. Fuimos arrastrados y de alguna manera, se sintió equivocado.
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