Apenas y dije su nombre cuando el teléfono volvió a sonar. La sonrisa triste que se había dibujado en su rostro se borró y tomó la llamada.
—¿Alguien logró salir?—le preguntó a la persona al otro lado de la línea.
Miré a Bilal y a Zeke. Zeke desvió la vista hacia un mazapán cubierto de chocolate que Bilal le puso en las manos, pero Bilal, en cambio, me sonrió con sorna.
Él lo sabía y todas aquellas veces que le reclamé, solo se estuvo burlando de mi. Me eché para adelante en el sofá, con la intención de levantarme, pero aquella mezcla de confusión y sentimientos me provocó nauseas. Me dije que si me levantaba, terminaría vomitando sobre Diana, a mi lado. Cerré los ojos, con Diana trazando círculos en mi espalda, tratando de tranquilizarme.
—¿Quieres agua?—preguntó por lo bajo.
Le dije que sí y mientras se alejaba, escuché lo que Rose decía.
—Hay demasiado humanos afectados aquí—alguien al otro lado le dio un buen discurso y luego ella continuó—. Llama a Catemaco y verifica que todo este bien. ¿Cómo?
Rose se giró y le hizo una seña a Bilal, señalando el televisor. Este se inclinó sobre el control remoto y encendió el televisor. El canal de noticias estaba puesto, mostraba imágenes aéreas del bosque, del lugar en donde estuvimos solo un cuarto de hora antes. La reportera explicaba con nerviosismo sin aparecer en cámara.
"Hay muchos heridos. No se sabe con exactitud que es lo que pasó, pero los testigos informan que se trató de un explosión en el castillo. Los escombros volaron varios kilómetros a la redonda, afectando a las personas que se encontraban paseando esta mañana. No se tiene el número exacto de afectados, pero asciende a unos cientos al menos."
El conductor del canal de noticias apareció en una pequeña ventana en la parte inferior de la pantalla. Su expresión era neutral, pero había algo en su voz que me decía que estaba conteniendo sus sentimientos.
"¿Crees que esto tenga que ver con los ataques terroristas en Canadá y Estados Unidos?"
La reportera apareció en cámara, con los escombros humeantes de lo que quedaba del castillo detrás.
"No podemos afirmar nada—se llevó una mano a la oreja y frunció el ceño—. Al parecer hay una superviviente en el castillo. Te traeré información más tarde"
"Gracias Alma, esperamos tu reporte"
La toma cortó y el conductor se quedó solo, miró severamente a la cámara. A su lado aparecieron imágenes de lo que quedaba de edificios que fueron arrasados por explosiones.
"EL barrio francés de Nueva Orleans, el centro histórico de la ciudad de Salem, Massachusetts, el museo real de Ontario y otras tres ubicaciones en los países del norte fueron victimas de ataques terroristas esta mañana—hizo una pausa y se notó su nerviosismo—. Nos informan de ultimo minuto que esto ha sucedido a la misma hora que el atentado en el Castillo de Chapultepec esta mañana y de los atentados a cientos de ubicaciones de norte a sur del continente. Hasta el momento hay un conteo de miles de muertos y aún más heridos que están siendo atendidos de emergencia—dejó de hablar, mirando a la cámara en silencio, parecía intentar retomar la compostura. Sus hombros subían y bajaban y su mirada revoloteó por el estudio, casi parecía que cortarían la transmisión cuando recobró la compostura—. Este es un día terrible para el mundo".
Precedió una secuencia de imágenes aéreas, terrestres e incluso marítimas de distintas ubicaciones. Reconocí Machupichu de Perú, Chichén Itzá y el cristo redentor Brasil, pero mostraron muchas más, desde Argentina hasta Alaska. Eran lugares importantes en todos los países del continente. La cifra de muertos iba en aumento. Los números en la esquina reflejaron centenares, luego miles y finalmente decenas de miles de muertos y heridos y entonces, apagaron el televisor.
El rostro de Rose se mostró impávido. Aunque quería gritarle, pedirle explicaciones, en aquel momento preferí ir a otro punto y dejar nuestro asunto para después, más que nada porque las imágenes en el televisor me dejaron pensando solo en una cosa.
—Sabes que es lo que está pasando, ¿verdad?
Asintió. Giró su cuerpo y llevó sus manos a la espalda. Lucia igual que la ultima vez que la vi, igual de joven, ataviada con ropa blanca extravagante y llena de colguijes y amuletos protectores.
—Sastral.
No tuve que hacer mucha memoria para saber lo que significaba esa palabra.
—¿La escuela de las artes cripticas?
—Fue destruida.
Me quedé helada.
—¿Qué?—pero eso no tenía sentido— ¿Eso siquiera es posible? ¿Y qué tienen que ver eso con los ataques?
La bruja se miró seriamente y asintió, apuntó con un dedo la pantalla.
—Cada edifico que explotó era una entrada.
Diana se colocó a mi lado con un vaso de agua, miraba nerviosa hacia el comedor, pero no le di importancia. Tomé entre mis manos el vaso y suspiré con cansancio, preguntándome si todo aquello era real o si estaba soñando desde aquel día en que el cielo se rasgó. Diana se inclinó para susurrarme:
—¿Escuela de artes cripticas?
—Es una escuela de magia—susurré—. Cada continente tiene al menos una. Pero la escuela de las artes cripticas es la escuela de magia más grande del mundo.—Rose comenzó a pasear de un lado a otro y la observé. Parecía un león enjaulado, lo que me hizo saber que había algo más en aquello—¿Algún niño salió herido?
El silencio que se extendió en la habitación fue mortal, dejando como protagonistas a los pasos de Rose por un largo minuto.
La existencia del Colegio de artes cripticas era de dominio "publico". Los cazadores sabíamos de su existencia al igual que los demás ocultos, lo que se ocultaba era su ubicación y las entradas.
Asistían niños de todo el continente, desde las puntas de Chile y Argentina hasta la otra punta en Alaska. Eran niñas y niños brujos, chamanes y hechiceros que eran enviados por sus familias para aprender sobre las artes más avanzadas de la magia. Los cazadores sabíamos sobre la escuela, pero no se consideraba una amenaza, tomando en cuenta que magos, brujas y chamanes eran de las especies más pacificas de la existencia y usualmente eran aliados valiosos para nosotros. Se habían hecho cálculos, quizá entraban unos cincuenta niños y adolescentes por país al año y había un total de cinco grados. Esa cantidad de niños...
El sonido de pasos se acercaron desde el comedor al tiempo que los de Rose se apagaban. Al levantar la vista vi a dos mujeres avanzando. Una de ellas era Sonia, quién lucía algo cansada y demacrada. Por primera vez, la vi pálida y ojerosa. su caminar no era tan seguro cómo la recordaba. La otra era la bruja joven de la reunión, en esta ocasión no tenía lentes de contacto, sólo sus ojos castaños que observaron mientras se acercaba.
—Todos están muertos—anunció la Bruja.
La miré, su andar seguro y sus movimientos elegantes. Hice memoria, recordando su nombre: Andrómaca Alquitrán. El simple recuerdo de su sonrisa malévola me provocó escalofríos. Ahora, se veía turbada. Pisaba con mucha fuerza al andar y sus labios estaban fruncidos en una mueca de desagrado.
—Eso no es posible—repliqué—. Estás...
Ella levantó una ceja.
—Hubo una explosión tan grande dentro de la escuela que derribó los edificios en este lado de la lattice, ¿qué crees que pasó allá? Todos esos niños...—apretó los puños, con rabia—. Mi hermana. El hijo de Rose. Todos murieron.
—¿Erick?—sentí la boca seca, apreté los puños sobre mis rodillas y le di una mirada a Rose, quien había detenido su paso y contemplaba el paisaje apocalíptico a través de la ventana—¿Lo enviaste allí?
Ella asintió, impávida.
—El curso comenzó hace dos semanas.
Me hundí en el sillón, con la intención de perderme entre el cuero. Conocía a Erick desde que él tenía 9 años. Lo vi crecer, madurar y errar. Dejé caer la cabeza sobre mis manos y solté un largo suspiro. ¿A cuanta más gente que apreciaba iba a perder?
—Rose, ¿por qué me mentiste? ¿pudiste quedarte en Nueva York y esto se habría evitado.
—Nada habría cambiado, Eda—contestó ella—. Erick es mi hijo y su lugar en la escuela ya estaba asegurado.
La única razón por la que no le grité mentirosa a la cara, fue por que estaba demasiado confundida como para levantarme y caminar hacia ella. Abrí la boca para reclamar sobre su hipocresía, en cambio. Pero la voz profunda de Andrómaca arruinó mis intenciones.
—Sabrás—comenzó diciendo—, que esto no se puede perdonar.
Estreché los ojos en su dirección.
—¿Eso qué quiere decir?
—Lo que sabemos hasta ahora es que había cazadores en todos los puntos cercanos a las entradas del Sastral, tu incluida.
Zeke se puso de pie muy lentamente y me señaló con la mano. Sus ojos totalmente fríos estaban clavados sobre la bruja.
—Estuvo conmigo todo el tiempo.
Él la estaba invitando a retarlo. Zeke se veía demasiado dispuesto a enfrentarla, pero Andrómaca se limitó a estrechar la mirada en su dirección.
—Eso no quita el hecho de que se vio al clan de los coyotes, de los conejos, los cuervos y los sapos en todos los puntos.
—¿Los sapos?—pregunté, la incredulidad reflejada en mi voz—- Ese es un clan de japón. Y los cuervos son de España. ¿Qué harían ellos aquí?
Sonia se cruzó de brazos y levantó la barbilla.
—Vieron a un grupo de ambos rondando Catemaco. Es la verdad. Es obvio que se sintieron amenazados de que la guerra estalle y eliminaron a los jóvenes brujos que la pelearían. Atacaron por la espalda, son unos asesinos.
—¡Suficiente!—dijo Rose, su voz era baja pero su tono era mortal—. Andra, quiero que te comuniques con los aquelarres y gremios de brujas del amazonas. Sus entradas están en la selva, algunas no deben saber lo que pasó todavía.
La joven bruja le dio una inclinación de cabeza.
—Primero le llamaré a mamá—vi que algo destello en sus ojos, algo parecido al dolor.
—Sonia, contacta con Elena, que se prepare. Si lo que planteas es cierto, los Iztac serán los siguientes en su lista—las dos chicas salieron de la habitación y Rose me hizo una seña para que la siguiera.
Me puse de pie y Diana se levantó para seguirme, pero le pedí que esperara. Miré sobre mi hombro a Zeke, quien volvió a sentarse mientras me miraba. Lucia más pálido de lo usual, incluso Bilal lo observaba con cierta desconfianza.
Rose y yo nos alejamos hasta la entrada del comedor y la escuché suspirar.
Caí en cuenta de cómo me habían encontrado Bilal y Zeke. Rose los llevó hasta mi. Les dijo dónde encontrarme y cómo atacarme. Me sentí traicionada. Pero sobre todo me sentí acorralada.
—¿Fuiste tu, desde el inicio?—pedí saber—. Creí que podía confiar en ti. ¿Sabes que Sabina fue asesinada por esto? ¿Sabes que Nao...?
Pero esto ultimo no podía ni decirlo.
—Lo sé, Eda.
Miró con nerviosismo hacia la puerta y levantó una mano. A simple vista, nada pasó, pero pude sentir cómo se formaba poco a poco una pared entre nosotros y el otro espacio. El oxigeno dentro del comedor se redujo, por lo que supuse que era una pared de aire para que nuestras palabras no pudieran ser escuchadas.
Rose jugueteó con sus dedos.
—¿Por qué les estás ayudando?—Apunté con la mano al exterior—. Mira todo lo que han provocado.
Ella negó con la cabeza.
—Esto lo provocaron los cazadores—levantó un dedo en mi dirección antes de que pudiera replicar—, lo sabes bien. La corrupción con la que han venido manejando todo es horrible, comparable con la corrupción del mundo humano o peor. ¿Sabias que el clan de las palomas venía cada semana a cobrarme? Bryan intentó hablar con ellos pero ya sabes cómo es la situación entre los tres clanes de Nueva York.
Me llevé una mano a la frente, escuchar ese nombre era lo ultimo que necesitaba en ese momento.
—Lo sé, Rose, lo sé. Pero una guerra, acusarnos de...terrorismo, es demasiado.
Algo parecido a la decepción se reflejó en su rostro.
—¿Todavía te consideras una de ellos? ¿Fueron los ocultos los que te echaron a la calle cuando eras una niña? ¿Fueron los ocultos los que te hicieron esa cicatriz?—se estiró para acariciar mi mejilla, pero me eché para atrás. Suspiró—¿fueron los ocultos los que mataron a Nao y te enterraron viva?—abrí la boca para hablar, pero no tenía nada para replicar. El peso de sus palabras cayó como un balde de hielo sobre mi. Baje la mirada a mis manos en mi regazo— Escúchame bien, Eda. Eres la primer hija nacida en el clan de las mariposas y eres una luciérnaga. ¿No te parece razón suficiente para ayudar a los ocultos?
—¿Ayudarlos a qué? ¿A acabar con el mundo cuando les dé los cuchillos a ese par de... tontos?
Rose miró sobre mi hombro, hacia Bilal y Zeke, luego señaló una de las sillas.
—Siéntate—me pidió—, tengo que decirte algo.
Su tono fue tan severo que me encontré a mi misma yendo a sentarme sin replicar. Ella colocó otra silla frente a mi y se sentó tan cerca que nuestras rodillas se tocaban. Me crucé de brazos y la miré con impaciencia.
—Sé que ellos no te lo han dicho—suspiró—, así que te voy a explicar lo que pasó. Hace tres años tu hermano Imari preguntó por ti.
Se me escapó una exhalación y mis brazos se relajaron.
—Le dijiste dónde estaba, ¿verdad?
—Sí. Al parecer había seguido una pista tuya que lo llevó hasta mi. Le dije que no podía verte, no se lo iba a permitir y él dijo que estaba bien—estaba tensa en la silla, estaba incomoda y sólo se ponía incomoda cuando tocaba temas muy serios—. No quería verte, pero quería saber que estabas bien. Me pidió que le mantuviera informado sobre tu estado y durante dos años y medio los estuve haciendo, hasta la noche en la que el cielo se rasgó.
—La noche en la que murió.
Ella asintió de forma solemne.
—No voy a pretender que entiendo sus sentimientos hacía ti, sólo sé que él se quería asegurarse de que estabas bien—suspiró pesadamente—. Unos pocos meses después de eso comenzaron a llegar cartas a la oficina. Eran de tus hermanos. Te hice llegar una de ellas porque quería que fuera tu decisión hablar con ellos, y cuando supe que la desechaste yo también deseché las demás. Pero también leí una de ellas. Tus hermanos te contaban que Imari había muerto y que los monstruos habían regresado. Que dos hombres estaban acechando la montaña, que eran raros, extraños. Eran dos monstruos nuevos. Esto llamó mi atención, pero lo dejé pasar hasta que una noche hace unos dos meses, apareció alguien en mi puerta.
Entrecerré los ojos.
—¿Bilal o Zeke?
Ella negó con la cabeza.
—Ninguno de ellos. Era tu hermano Sihuca.
Me puse de pie, como si tuviera un resorte pegado al trasero. Ella me tomó de la mano y jaló de mi suavemente para que me sentara otra vez.
—¿Sihuca? Pero él murió.
Las imágenes del niño risueño que me regaló un dibujo pasaron veloces antes mis ojos.
—No, en realidad no—El corazón me dio un vuelco—Él escapó de la montaña, de tu padre. Me dijo que quería verte urgentemente, él venía acompañado de ellos—de forma discreta, señaló con la cabeza a Bilal y Zeke—. Tu hermano dijo quería ayudarles a estos extraños a regresar a su hogar, de esta manera dejarían este mundo en paz.
Comencé a unir ciertos puntos, mi respiración se volvió irregular. Recordé la ropa en mi habitación. Era ropa deportiva, claro que no pertenecía a Bilal. Los cuadernos de Dibujo, los colores en le escritorio, las imágenes de monstruos. Eran de Sihuca.
—Entonces no está muerto—solté.
—No lo sabemos—dijo ella rápidamente, a lo que la miré con los ojos bien abiertos—. Sihuca intentó convencerme de que le dijera dónde estabas, pero me negué de nuevo. Había algo raro en él. En ese momento no podía explicarlo, pero ahora lo sé.
Rose levantó la mirada hacia un punto en mi espalda. Su pared de aire no se había roto, pero supe que alguien más había entrado cuando escuché pasos. La voz de Bilal resonó detrás de mi.
—Él nos dijo que nos ayudaría—comenzó diciendo de una forma suave—, nos dijo que al encontrar los cuchillos podríamos regresar a nuestro hogar. Intentó buscarlos por su cuenta. Estudio tus bestiarios e incluso robó grimorios. Pasó día y noche tratando de buscarlos. Cuando Rose le dijo que no le diría dónde estabas, las cosas se volvieron raras.
Bilal caminó hasta posicionarse en mi campo de visión. Sólo pude dedicarle una mirada rencorosa. Rose se estiró y apretó mi mano con la suya.
—Intentó atacarme, a Erick. Lo eché y no supe nada más hasta que ellos dos vinieron. Yo no lo sabía cuando Halita me obligó a llamarte, pero ellos me vigilaban. Comenzaron a seguirte y luego pasó lo que pasó.
—Siempre se veía cansado—continuó diciendo Bilal—, a pesar de que dormía mucho. Comía poco y comenzó a dejar su aspecto de lado. Él era una persona noble, muy franco. De los mejores hombres que he conocido en mi vida. Tenía tus ojos.
—¿Qué pasó?—solté entre dientes.
—Un día Zeke lo escuchó hablando solo. Oh, pero no, no estaba hablando sólo. Tuvimos de deshacernos de él. Nos mintió—su mirada se tornó furibunda—. Cuando nos dimos cuenta ya no se podía hacer nada por él, tuvimos que llevarlo de regreso a la montaña. Ahora entiendo que lo correcto era matarlo.
—¿Qué dices?—exclamé.
—Él no nos quería llevar de regreso. Él quería los cuchillos para otro propósito.
Sacudí la cabeza.
—¿De qué estás hablando? ¿Cómo que no se podía hacer nada por él?
Rose tiró de mis manos y me obligó la mirarla.
—Hay una cosa...algo que está rompiendo el velo entre los mundos. Tu no puedes sentirlo, pero los más viejos de nosotros sí. Avanza cada día un poco más. No sé durante cuanto tiempo lo ha hecho, pero ha logrado apoderarse de las personas, las usa como marionetas. Sihuca estaba poseído y su mente ya se había perdido para cuando se dieron cuenta. A esa cosa quiere los cuchillos—Mire a Bilal, tenía los puños cerrados a los costados—. Sí esa cosa los obtiene, los usará para traer de vuelta a cipactli.
—Entonces, ¿ustedes no quieren destruirlo todo?
Bilal negó con la cabeza.
—Más bien es todo lo contrario—admitió—. Si salvamos este mundo, salvaremos nuestro mundo.
—Pero...tu hermana y....
—Todo a su tiempo—soltó Rose con paciencia—, hay cosas que todavía no podemos decir em voz alta.
—Pero si los cuchillos se juntan todo se destruirá.
—No es tan sencillo, mi niña—sonrió con pesar—. Por fortuna es más complicado que sólo juntar los cinco pares. Pero es mejor hacer algo ahora que tenemos la ventaja de conocer su plan. Si encontramos los cuchillos y los aseguramos, ella no se podrá acercar a estos.
—Esto es demasiado—coloqué una mano sobre mis ojos—. Yo...¿Y para qué le guerra? ¿Por qué fingiste tu muerte?
—La presencia de estos dos agitó las aguas de algo que ya estaba en el pensamiento colectivo. Lo único que hicieron fue darles un empujoncito de confianza. Les dijeron que pelearan a su lado y como los cazadores parecen tenerles miedo...Sonia me buscó para hacerme saber sobre los planes de guerra. Me pidió que me uniera. Ya conociste a mi sobrina Andra, ella está liderándolo todo aquí. Cuando me di cuenta de que las cosas podrían ponerse feas decidí esconderme. Tuve que fingir una ataque para no levantar sospechas, sólo hizo falta un poco de magia para aumentar el abismo. Si hubieras contestado mis llamadas o las de Erick, hubieras sabido mis planes desde antes.
Negué con la cabeza y me eché para atrás, sobre el respaldo.
—Entonces, Sihuca...
—Lo dejamos en la montaña—aseguró Bilal—. Lo juro. No sabía que lo creían muerto hasta que tu lo dijiste. Ni siquiera sabíamos de tu existencia hasta que Sonia nos dijo que te había visto visitando a Rose y que creía que eras una Coralillo. Al principio pensamos en chantajear a Zolin contigo para que nos entregara a Freeza, pero después entendimos que eras más valiosa de nuestro lado.
Miré en sus ojos, pero no logré descifrar si me estaba mintiendo o no. Era un excelente mentiroso.
—¿Por qué a mi?—dije a modo de queja—¿Qué fue lo que hice mal en mi otra vida?
—Es tu destino, Eda—soltó Rose, como si fuera lo más obvio del mundo.
—¡Pero yo no quiero!—solté son desesperación—. No quiero formar parte de esto, ni de esta guerra—señalé hacia afuera, hacia el bosque y el caos—. Esto me está destruyendo. Ya acabó con Nao y con mis hermanos.
—Naciste en una familia de mierda, Eda—dijo ella con voz queda, esa voz que me recordaba que era la única figura materna en mi vida—. Solo viste odio y desprecio durante tu vida y aún así, eres buena. He conocido a muchos cazadores a lo largo de mi vida, y todos se llevan por sus creencias. Atacan sin razón y matan sin honor...quizá no todos, a pesar de que va en contra de sus códigos. Pero tú, eres consciente del daño, tiendes a medir el corazón de los que llaman monstruos y solo matas a aquellos que crees que no tienen remedio, a quienes han hecho verdadero daño, por eso trabajo contigo. Aunque no fueras una luciérnaga, por tu forma de actuar, yo seguiría considerándote una de nosotros—volvió a estirarse y esta vez le permití que colocara una mano en mi mejilla—. Tengo fe en que harás lo correcto, quizá puedas impedir esta guerra, impedir que vaya a más. Evitar más muertes.
Negué con la cabeza.
—¿Crees que los cazadores me escucharán?—miré sobre mi hombro, a Zeke, a Diana y luego a Bilal, a las personas que cavaron para sacarme de la tierra—. Mi padre trató de asesinarme, el único clan que podría haber sido nuestro aliado ya no está activo. Hay millones de cazadores en todo el mundo y sé que ninguno de ellos me va escuchar. No soy el tipo de persona que se escucha.
—No, pero eres del tipo de las que lidera. Eres la mujer que protege, Eda y eso le gusta a las personas.
—Cuando se corra la voz de que les estoy ayudando—ella sonrió y noté que mis palabras dieron a entender que lo haría—...me matarán nada más verme. Ningún cazador me escuchará, Rose.
—Una lo hará.
Rose miró sobre su hombro, desde el otro pasillo salió una figura femenina. La última vez que la vi, usaba un vestido y se ofreció a trabajar para mi. Ahora su largo cabello estaba trenzado, en la cara no llevaba ni un rastro de maquillaje, pero no dejaba de ser hermosa. Su ropa era de una cazadora, el bordado en su pecho era de la cabeza de un jaguar. Sus ojos ambarinos seguían siendo fieros y afilados, pero había algo en su expresión que me sorprendió.
—¿Ámbar?—no pude ocultar la sorpresa en mi voz.—Creí que estabas...¿Qué haces aquí?
—Hola, Eda...—en su espalda pude ver una espada azteca. Su pose era toda intimidación—. Vengo a ayudarte.
Me puse de pie y la mire con cautela.
—¿Por qué?
Señaló con la barbilla a Bilal.
—Rose vino después de lo que pasó. Me explicó algunas cosas y decidí que soy más útil ahora. Además, voy a recuperar a mi hermano.
—¿Kevin? ¿Sabes dónde está?
—No exactamente—su mirada brilló, más filosa que antes—, pero sé que quieren acusarlo de traición. Si lo declaran culpable, morirá.
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