8. Relaciones
Cuando nos estacionamos frente a la academia, encontramos un túmulo de periodistas y reporteros que aglomeran la gran entrada mientras los guardias los retienen. Quieren ingresar, y entiendo la razón para cuando bajamos del carro y nos dirigimos hacia las escalinatas.
—¡Alteza!
Los guardias que nos acompañan hacen un arco de protección al ver como los periodistas se lanzan a mí.
—Caminen lento —les ordeno—. Estoy interesado en saber sus preguntas.
—Buen día, alteza. ¿Ha venido a presenciar las primeras prácticas del programa de compromiso?
¿Cómo sabían eso?
—El rumor se corrió rápido —murmuro—. ¿Quién les ha comentado tal cosa? —pregunto por lo bajo, para que Dove me pueda escuchar.
—Se supone que era una sorpresa hasta días previos, pero la gente está muy ilusionada con ello y la noticia se ha esparcido como polvo —me comenta él.
—¿Mi padre está al tanto?
—Su padre está complacido de que la gente esté de acuerdo con algo que ha planeado él. Más aún con la boda real.
Al entender que puedo hablar, decido responder:
—Por supuesto —digo con un tono alegre y sonrió a boca cerrada.
—¿Tal vez conoce el tema del programa que preparan? ¿Usted se encargará de sus vestuarios?
—Hace un trabajo maravilloso —alaba una de las periodistas.
—Gracias —le contesto—. En verdad no se ha tocado tema sobre los vestuarios, es más asunto de mi hermana. Por supuesto, de pedírmelo, estaría encantado de trabajar en ello.
—¿A qué ha venido entonces? —pregunta alguien más—. Aprovecho para saber si es verdad sobre el rumor de hace dos noches en su graduación. ¿Cómo acabó en dirección al lago negro, alteza?
El humor, un poco estable, que siento entonces, se derrumba ante esa pregunta.
—Cómo lo dice usted. Es solo un rumor.
Sin embargo, debo mantener la compostura.
—Alteza, ¿para cuándo se realizará la presentación? Los ciudadanos se encuentran emocionados de presenciar a dos grandes patinadores de ambos reinos, y...
—¡No puedo decir que sea solo un rumor! —interrumpe el hombre—. Hay una fotografía rondando, de usted en el coche del príncipe de Romaniv. ¿Cómo es posible que se encuentren ambos regresando si no hubiera ido allá? —Una risa sardónica resuena—. ¿O es que han ido juntos?
Los demás periodistas permanecen en silencio. Al parecer las palabras del hombre logran persuadirlos de la principal razón por la que se encuentran ahí.
¿Hay una foto de él y yo? ¿Cómo es posible? ¿Quién pudo notarnos a esas horas de la noche?
El silencio se hace cada vez más largo mientras camino e ignoro las preguntas que me han hecho. Debo responder cualquier cosa antes que se les ocurra vincularnos juntos, de una forma que no le agradará al reino ni a mi padre. Y por supuesto, mucho menos a mí.
—He ido solo —me paro al llegar a la cima de las escalinatas.
—Señor, no tiene por qué responder...
—Está bien. Quiero aclararlo. —Detengo a Dove—. En un momento de mi juventud decidí celebrar mi graduación y terminé ebrio. Fue un error mío escapar allá. De Romaniv solo se percató de mi salida y recurrió a traerme. La familia y yo estamos muy agradecidos por ello.
—¿Entonces afirma...?
—Sí. Claro. Fue una escapada de mi borrachera. Y evitaré que pase otra vez. —Suelto una risita para intentar relajar la tensión de mi cuerpo—. Pero bueno, creo que nos hemos desviado del tema y ahora ya no me queda más tiempo para responder sus dudas. —Vuelvo a caminar—. Hasta pronto.
—Alteza, ¿en qué fecha se realizará la boda?
Me niego a seguir escuchando y esa vez continuamos el camino, yendo a paso más apresurado para al fin liberarnos de los periodistas.
No puedo creer que hayan conseguido una fotografía de esa noche.
Quiero tranquilizarme pensando en que no existe una foto como tal, pero si alguien que pudo reparar en nosotros regresando del lago. Quizá solo se haya escurrido el chisme entre los demás hasta que llegó a oídos del periodista.
Eso es, debe ser así.
De lo contrario, esa foto se exhibiría con un título amarillista y hasta ahora ningún periódico ha publicado algo así. Prefiero que esté entre bocas, mas, no en tinta.
Los guardias se quedan fuera de la pista de patinaje protegiendo la entrada, mientras Dove y yo ingresamos más allá, cerca de los asientos y la gran pista de hielo, donde tres personas se localizan.
Eidriene, su entrenador y por supuesto Krooz.
Nos detenemos a observar tras el muro que divide la pista.
—¿Tenía que ser justo ahora, señor? —pregunta Dove.
—Puedo esperar.
Eidriene está concentrada mientras su entrenador le indica algo, ella parece indignada y también luce como si hubiera insistido lo mismo ya en varias ocasiones.
Tal vez no quiere aceptar algo, pues, ella tampoco es tan conformista cuando se trata de sus rutinas.
—No creo que tarde —comento al ver como su cuerpo se inclina a mi dirección—. Está empezando a enfadarse.
Y seguido de mencionar aquello, Eidriene suelta su última palabra y se desliza sobre el hielo alejándose de ellos para ir hacia la salida.
—Puedo esperarlo cerca del puesto de entrenador.
Intento no sonreír y me conformo con hacerlo en mi mente.
—Claro.
Ahora solo deberé terminar la charla y escapar tan rápido para que la vista de Halcón de Dove no me capte.
¿Creo eso posible?
Se vale intentar.
Mientras Dove se aleja, Eidriene nos localiza y decide cambiar su rumbo para dirigirse al muro donde me encuentro.
—¿Qué haces aquí?
Tiene las mejillas infladas y los labios más abultados de lo normal, es algo usual en ella cuando se cabrea.
—¿El refunfuño es por mí o por el entrenador?
—Ambos.
Me limito mirar al frente mientras ordeno las palabras que necesito decir para de una vez arreglarlo todo y poder huir.
—Bueno, en ese caso seré yo el primero en bajarte la molestia —digo—, o al menos la de mi parte.
—¿Qué? ¿Vas a disculparte? —inquiere con tono burlesco—. ¿No lo hiciste bien ayer?
—Ahora es en serio...
—No me importa. —Regreso a mirarla, estoy sorprendido.
—¿Qué? —suelto, ella relaja su expresión.
—¿De verdad eres tonto? —pregunta con molestia—. Sí, me enfadé ayer. Pero no significa que un golpe en las bolas de mi prometido sea más importante que el bienestar de mi hermano.
Me carcajeo.
—Ayer estabas muy cabreada por los espermatozoides de esas bolas.
—Era más para aparentar —se burla y también ríe—. Basta. Hablo en serio. Debes tener más cuidado cuando te embriagas, y también cuestiona un tanto el hecho de ir con un terapeuta. Al parecer aún te atormentan los recuerdos de ese día.
—Ni siquiera recuerdo nada de eso —explico—, lo de la noche —corrijo.
—Zov, estás loco. ¿Cómo pudiste tomar el auto y conducir ebrio? ¿Qué si hubieras tenido un accidente?
—Pues aleluya estaría muerto.
—Deja de celebrar la muerte como si fuera un logro —me regaña.
—¿Y acaso no lo es? —le pregunto—. Porque me parece que estar inconsciente a tres metros bajo tierra es un logro de paz. Son como vacaciones.
—Sin retorno.
La observo y vuelve a tener esa expresión infalible de molestia.
—Vamos. —Suelto una risita—. Es una broma.
—Zov, tu muerte nunca me parecerá una broma —espeta con rabia—. Entre toda esta mierda eres lo único real que tengo. Mi bebé —dice en tono empalagoso y me lanza un beso.
—Que porquería más cursi. —Hago muecas de asco—. Con razón congenias tan bien con el gigante romántico de tu marido.
—Todavía no es mi marido. —Se ríe.
—Pues protegerle las bolas, ya te hace su esposa.
—Estoy segura de que tú también protegerás a esos niños cuando seas su tío.
Y no sé por qué razón aquellas palabras me chocan, una amargura se produce en mi boca, el estómago se me escoce y las venas me pican.
¿Yo tío de sus hijos? ¿De Krooz y Eidriene?
Alzo la mirada hacia el príncipe De Romaniv y lo encuentro observándome.
Con ese hombre que me mira como si me hiciera promesas que yo no puedo aspirar a entender por qué están lejos de mis capacidades humanas. No puedo comprender su forma de mirarme ni mucho menos saber por qué motivo lo hace así, con tanta intensidad.
¿Qué es lo que quiere?
—¿Me estás escuchando?
Vuelvo a mirar a mi hermana, quien al parecer lleva rato comentándome algo.
—Que tu entrenador es un idiota, si lo sé.
—No era eso. —Blanquea los ojos—. No precisamente.
—¿Qué es?
—Quiere que hagamos uno de los giros prohibidos. O mejor dicho el giro prohibido. —Da un suspiro mientras aprieta la barra del muro.
Ahora es demasiado obvio que entienda su enfado.
Existen varias presentaciones que son famosas por sus increíbles rutinas, pero, también existe una que es famosa, y no solo por la rutina de patinaje, sino por un giro en específico que mató a una persona. Tengo que rescatar que la posición bien ejecutada es algo divino de admirar. Sin embargo, un corto error de tiempo puede provocar el más grande accidente.
—¿Él lo sabe? —De reojo busco a Krooz.
—No —espeta mi hermana—. Esa es la otra parte por la que estoy cabreada... —Enarco una ceja—. Evem no quiere decirle y me está presionando para que yo ceda a mantener la mentira.
—¿Por qué no se lo dices? Es fácil para ti, eres una bocazas.
Ella se queda en silencio. Al ver su rostro de duda, logro de deducir porque la soplona se ha callado por primera vez.
—Oh, gran idiota. —Niego con la cabeza—. Quieres intentarlo —la acuso—. ¿No? Quieres arriesgarte a que te corten el cuello con tal de demostrar que los pasos prohibidos no son nada contra la princesa perfecta.
—Lo puedo hacer —susurra insistente y yo me rio con una gran nota de burla—. No me tomas en serio. —Siento su mano golpearme la cabeza y enseguida me erizo de rabia.
—No me toques, inepta. Te pones muy astuta cuando no estamos en la zona.
—Y tú muy creído cuando entras en ella. —Se cruza de brazos, mirándome de manera acusatoria—. ¿Sabes qué? Esta vez si voy a querer que te disculpes, y de rodillas. —Sonríe.
—Las disculpas se ofrecen una vez y yo ya lo hice. —Me doy la vuelta.
—¿A dónde vas?
—A donde no pueda verte mientras te desangras. Sigue intentado tu giro de la muerte. Me largo.
—Idiota.
—Tarada.
—Estúpido, voy a conseguirlo y entonces deberás venir a disculparte otra vez.
Le enseño mi dedo corazón mientras sigo alejándome por la casilla de entrada. Dove no aparece todavía. Al tener unos minutos de ventaja me desvío del camino para ir en busca de las escalinatas.
Una vez que he conseguido llegar a los despachos de los profesores me coloco tras la puerta de Talek, sabiendo que es muy posible él se encuentre dentro debido a que son horas de descanso.
Estoy por tocar la puerta, pero antes de conseguirlo esta es abierta, y quien hace la acción no es Talek.
—Vaya que inesperado. Si es su alteza real. ¿Qué tal cisne? Hace muchos años que no te veo.
Mis ojos van de arriba hacia abajo. Estoy atorado en la idea de que si quien está frente mío es un fantasma, porque no puedo creerlo.
—No... —Se me escapa la voz como un lamento.
—Tranquilo. Esta vez no vengo a lastimarte.
Mi mente cae, siento mis ojos empaparse, las imágenes de aquel día regresan y siento que todo es un mal chiste. Porque la persona que me hizo todo eso no puede estar aquí, tan relajado y hablándome como si fuera un viejo amigo. Los temblores me invaden al igual que el amargo sabor que va subiendo por mi garganta y que siento en cualquier instante pueda vomitarlo.
—¿Zov? —Escucho la voz de Talek y luego lo veo a parecer a un costado del hombre—. Tienes que entrar. —Me pasa un brazo por los hombros—. Será mejor que te vayas, Magnus.
—Ustedes parecen tan cercanos...
—¡Lárgate! —Grito de repente—. ¡Maldito demente no puedes estar aquí! ¡No puedes! —Me abalanzo sobre él para golpearlo, pero no lo consigo, pues Talek me detiene—. ¿Cómo pueden permitir que pises este lugar otra vez?
—Zov, tranquilízate.
—No, no. Él no tiene que estar aquí, debe estar muerto... ¡Maldito seas Henna, voy a enviarte a prisión el resto de tu vida!
—Yo ya pagué por mis errores, alteza. No puede volver a juzgarme otra vez.
—Sí que puedo y lo haré. Así que, si no quieres que te mande a pudrirte en la cárcel, lárgate de este sitio y del reino de inmediato —exclamo a viva voz. Sé que mi escándalo se está escuchado a lo largo del pasillo, pero eso no me importa.
—Magnus, lárgate ya —insiste Talek.
Suelto una risa mientras meneo la cabeza.
—¿Crees que cambiándote el nombre remplazarás todo? —le pregunto como si fuera un estúpido inocente—. Ahora que te he vuelto a encontrar, te voy a joder la vida.
—Zov, entra por favor.
—No sé quién te concedió esta oportunidad —espeto con indignación—. Pero, por algo de cordura, tómala y vete lo más lejos posible.
Los ojos celestes de Henna deslumbran en una mezcla de emociones asquerosas y me sorprende que en ningún momento puedo encontrar algo de arrepentimiento o vergüenza.
—Era solo un niño...
—¡No hables! —grito con ira—. No me hables solo lárgate. ¡Ahora!
Inclina su cuerpo a un costado y se escurre entre el espacio del pasillo para salir del sitio. Cuando al fin se va, ingreso al despacho y luego azoto la puerta.
Talek me observa con duda y cuidado.
—Zov.
—No intentes venderme mentiras. ¿Qué hacía aquí?
—Vino a buscarme.
—¿Vino a buscarte? —pregunto con diversión—. ¿Vino a buscarte y? ¿Y qué más? ¿Qué más Talek? ¡Habla mierda! ¡Escupe todo que estoy a cortos segundo de arrepentirme haberle permitido irse sin un golpe encima!
Talek suspira y me cabrea como el infierno que se tome el tiempo de pensar y alargar más la respuesta.
—Te di la oportunidad. —Lo apunto—. Ya no creo que pueda confiar en ti.
Me dirijo a la puerta para irme.
—Solo quería un préstamo —habla y yo me detengo—. Quiere dinero para conseguir un lugar donde quedarse en Tekfir. Tratará de buscarse un trabajo allá. Se cambió el nombre para evitarse problemas, pero los bancos y todos están advertidos de no ofrecerle ayuda. No tiene absolutamente nada y pensó que yo podría ayudarlo. —Sigue avanzando—. Por favor Zov. Es obvio que no pretendía ayudarlo.
Abro la puerta.
—Y yo no pretendía creerlo —contesto mientras vuelvo a verlo—. Pero ya es tarde.
—¿Qué? —Se ríe incrédulo—. No vamos a terminar por esto.
—Es tarde.
—No. —Su tono se vuelve serio—. No vas a dejarme. —Siento como la puerta cede hacia delante y se cierra.
Talek me atrapa las muñecas e intenta alejarme, pero yo no me muevo.
—Suéltame... —Con movimientos insisto para que zafe el agarre, pero cada vez empieza a ser más fuerte—. Talek, suéltame ya.
—No seas estúpido. —Una de sus manos me aprieta la quijada—. No vamos a dejarnos por esto.
—¡Déjame! —espeto con rabia—. ¿Qué mierda piensas que haces? Tú no vas a decirme cuando puedo o no dejar esto.
—Por favor —ruega con un susurro, luego siento su boca dirigirse a mi oreja—. Sabes que no podemos parar esto... —Su mano desciende por mi cuello y baja hasta el borde de mi suéter.
—Claro que puedo pararlo.
—¿Seguro? —pregunta y luego siento su boca en la piel de mi cuello. Tiro mi cabeza hacia atrás mientras él continúa besándome—. Eres mío, Zov. —Sus manos van hacia mis nalgas y de un movimiento me sube a su torso—. ¿Quieres que te lo recuerde ahora? ¿Quieres sentirlo ahora? ¿Quieres estar más seguro?
Es indignante saber que me ha puesto caliente con sus besos y también que esté cediendo a sus caricias que se sienten como un claro chantaje. Cree que me está manipulando, pero él no sabe que es al revés.
Al principio vine aquí por algo y puedo irme después de conseguirlo y no volver nunca más.
¿Quién es el dueño de quién?
La boca de Talek sube a la mía y nuestros labios se encuentran. Mi sangre ya ha empezado a burbujear como si estuviera a mil grados por encima y pienso que incluso me he vuelto loco porque siento como si el mundo estuviera temblando.
Pero unos segundos después descubro que en verdad es así.
Las cosas de la oficina se remecen al igual que el suelo, poco a poco caen algunas cosas e impactan haciéndose añicos. Talek y yo ya nos hemos detenido y abrimos la puerta para salir.
La onda de movimiento ha durado poco pero suficiente como para encender nuestras alarmas.
—Debo irme —aviso, antes de empezar a caminar—. Estoy castigado y no puedo salir sin Dove. Me he escapado unos minutos, pero ahora debe estar buscándome.
—¿Cuánto tiempo?
—No lo sé —respondo sin detenerme—. Pero eso ya no importa, ya no estamos juntos.
—¿Qué? —Me lanzo a correr—. ¡Zov no, vuelve aquí!
No me detengo y corro todo el pasillo hasta salir y entrar en el área de las aulas. Aún estoy bastante lejos y si me encuentran corriendo podrían detenerme. Sin embargo, continuo hasta llegar a la pista.
Una vez dentro del lugar encuentro un alboroto de quejas y personas. Me preocupo al ver que ni Krooz ni Eidriene están en el sitio. Sigo oteando, al ritmo que camino entre las personas y de pronto Dove aparece.
—Joven... ¿dónde estaba?
Tiene un gesto aturdido.
—¿Dónde están?
—Es... es que —habla nervioso—. Fue un temblor, joven. Ellos estaban practicando y...
Mi pulso se estanca de inmediato.
—¿Eidriene?
—Se lastimó el pie —contesta evitando que alucine. Ahora respiro, pero no calmado por completo.
—Pero ¿cómo pasó?
—Mientras hacían una de las cargadas, todo se remeció y provocó que la señorita cayera encima de la pierna del joven Krooz y ella lo cortó. Fue demasiado horrible
—¿Por qué te quedaste?
—Porque lo estuve buscando —exclama—. ¿Dónde ha estado?
—Baños —miento.
Dove me mira escéptico.
—Sabe que no le creo. Pero ahora no hay tiempo para reclamarle. Están en la enfermería, tenemos que ir. Su padre también está en camino.
En estos momentos no puedo reírme porque mi hermana está involucrada. Mas, saber que uno de los planes de mi padre está jodido me causa una gran satisfacción.
Al parecer alguien ha perdido puntos de admiración por parte del reino.
///
Nunca pensé que una presentación causaría tanto alarde entre la gente. Y menos que, aun cuando Eidriene terminara lesionada, siguieran queriendo ver al "Magnífico príncipe de Romaniv" patinando.
Por supuesto, no habría forma de que pasara. Y, aunque ya se esperaba, todos entendieran eso con el accidente, mi padre todavía no daba un comunicado oficial sobre la cancelación de dicha presentación.
Y ya habían trascurrido tres días.
Eidriene tiene un esguince en el tobillo. No sé si padre esperará a que ella se recupere para continuar con sus prácticas. Pero eso era demasiado estúpido. La boda se realizaría en tres meses y apenas estaría recuperada para entonces. No había forma de que esa presentación se continuara.
Y para eso estaba él ahí. En la habitación de Eidriene.
Mi padre por fin nos comunicará eso que hará para evitar las quejas del reino, y para que él siga conservando ese buen vistazo de ellos. Era la primera vez que nos toma en cuenta para revelarnos algo o "concordar algo" antes de expresarlo de forma oficial.
—¿Por qué de pronto hay un interés de acuerdo entre nosotros?
Mi padre tiene la mirada desprendida de ambos, sus ojos están fijos en sus largas mechas blancas que traspasaba por sus dedos mientras luce desinteresado en mi pregunta.
—Porque no hay ningún acuerdo —contesta de pronto, sin perder el hilo de su centro de atención.
—¿Y a qué se debe esta reunión? —Eidriene está a mi lado y se encuentra igual de confundida que yo.
Él por fin suelta su cabello, se acomoda de manera firme en el sillón y luego se dedica a observarnos como si se preguntara quien realmente somos nosotros. Nunca entendí por qué nos mira así, pero siempre lo hace.
—Les daremos al reino lo que quiere. Una presentación de patinaje... —Se queda pensando como si no recordara la palabra que seguía.
—¿De compromiso? —le inquiere Eidriene.
—Sí. Para celebrar el compromiso.
—Pero padre, no puedo... —Trata de decir.
—No he dicho que tú lo harás —la interrumpe—. No me creas imbécil, es obvio que lo sé. Sin embargo, las ingenuas masas se han enamorado del cuento que ya les prometimos, y de Romaniv —lanza con poco interés—. La idea fue mía —se queja—, la usé para atraer buenas críticas, pero estas se pausaron debido a tu lesión.
—Bueno, ¿por qué aún no les dice que ya no habrá una presentación?
—Zov desde que empecé a hablar no negué el hecho por ninguna parte, y su razón es porque no cancelaremos. Van a tener a su grandioso Krooz en la pista —resopla, irritado—. ¿Pueden creerse que admiren más al príncipe del reino vecino en lugar de a mí?
Ahí lo tienen.
Mi padre es uno de los mayores egocéntricos. No tolera que otro hombre opaque su puesto de rey. Ahora que su idea se desmoronó, la gente está disgustada una vez más con él. Es ridículo, sí. Pero vive de la crítica.
—Además, que tú. —Me mira—. Al parecer tu rivalidad con de Romaniv ha llegado a oídos de los demás. ¿Crees que luces bien viéndote como el enemigo de alguien con el que debes mantener alianza?
Me quedo callado.
—¿Eso quieres, Zov?
—No —contesto obligado.
—Pues excelente porque he pensado en todo. —Junta sus manos y sonríe—. No es suficiente castigo el andar al lado de Dove. Necesito que aprendas y de verdad consigas relacionarte mejor con Krooz. Después de todo tú te encargarás del reino y tener a tu cuñado de aliado será lo mejor para este país.
—¿Reinar? —me exalto—. ¿De qué hablas? Eidriene se encargará del reino.
—De seguir con esas actitudes, Zov, te obligaré a tomar las responsabilidades para las que naciste.
Resoplo y me dejo caer en el sillón. Menos mal solo se lo cuestionó y no asienta aún esa decisión.
—Bien —increpo, atosigado—, me llevaré mejor con Krooz.
—Eso lo tengo por seguro.
—Pero no me haré cargo del país.
Mi padre me mira, tiene un aire complacido porque al parecer le he brindado la mayor de las ideas, y una forma particular en la que sonríe, me dice que ha conseguido el punto para manipularme.
Espera.
La presentación seguirá...
Mejorar la relación con Krooz...
Me rio en mi imaginación. Es un chiste. No pasará nunca algo así.
—Patinarás con él.
El silencio se extiende por un largo rato.
La risa brota de mí de manera tan natural que fuese como si alguien me hubiera demostrado el mejor de las exhibiciones humorísticas. Continúo riendo con total libertad.
—Debo admitir que fue una excelente broma.
Siento una sacudida en la mano y se trata de Eidriene advirtiéndome que pare.
Mi sonrisa va disminuyendo.
—Él dijo eso, ¿verdad? —Pestañeo incrédulo. Ella luce igual de consternada mientras asiente.
Regreso a mirar a mi padre. Esta vez su semblante está caído, me demuestra la molestia que le causa mi actitud ante su propuesta.
—¿Por qué haría eso? —Del espanto hasta la voz me falla.
—El reino quiere una presentación de sus príncipes, tú necesitas comportarte y crear una buena relación con Krooz. No tonterías, Zov. Una relación de verdad. Pasarás tiempo con él, practicarán, te quedarás como duque y felices todos.
¿Qué...? ¿Esto es real?
—¿Qué si no lo hago?
—Pues para eso no hay mucha incertidumbre —dice—. De no conseguir lo que te pido, te convertirás en el heredero directo a mi trono. ¿Gustas de esa responsabilidad?
Me sonríe porque sabe que me ha conseguido con eso.
—No —respondo, abatido por la verdad que acabo de aceptar.
Y todo lo que eso conlleva.
Relacionarme con Krooz.
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