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7. Conflicto

Descubrí que tanto el sexo como el licor no te dejan pensar con claridad. O para dejarlo más claro, sucede porque no piensas. Solo actúas como te gustaría hacerlo cuando estás sobrio. O esa es la ventaja del alcohol. No puedes sentir vergüenza cuando estás bajo su influencia.

No recuerdo mucho de la noche anterior. Solo el principio, cuando ingresamos a cenar, y por primera vez en mucho tiempo, pude hacerlo sin necesidad de culparme. Quizá fue porque en ese preciso instante el alcohol diluyó mis preocupaciones. A partir de entonces no conozco más.

Pero hoy consigo despertarme y me encuentro en mi cama.

Tan pronto como me volteo para arrastrarme a la orilla, siento que la cabeza me pesa y la habitación se me va encima. Como un venado recién nacido me resbalo entre sábanas y caigo al suelo.

—A noche parecía más divertido.

Busco salir de las extensas sábanas y el edredón porque son tan gruesas que me podrían asfixiar, y con el mareo que poseo no tendría muchas oportunidades de salvarme.

Finalizo el curioso recorrido en alguna parte bajo mi mesa de noche, y es cuando respiro con más regularidad. Y también cuando siento el vértigo, martirizarme, al igual que las náuseas que se aglutinan en mi estómago.

—¿Zov?

De la impresión elevo la cabeza a tal velocidad que termino golpeándome con el filo de la madera.

—¿Zov? —suelto un quejido—. ¿Estás bien?

Veo una figura aparecer al costado de la cama y el ritmo del corazón se me suspende.

—¿Aks?

El miedo me traga entero.

¿Ella y yo en una cama? Ay, no, ¿qué hicimos ayer?

—¿Quieres morir hoy por qué no lo conseguiste anoche?

—¿Qué? —Me incorporo—. ¿Qué haces aquí? ¿Qué pasó anoche? —Dejo escapar todo mi terror entre las preguntas.

—Tranquilo. —Los hombros de Aks se remecen ante su risa—. No paso nada malo... bueno no entre tú y yo. Solo me quedé a dormir para evitar un accidente.

Mi cuerpo se relaja, hasta distingo como mi ritmo cardiaco retoma su normalidad.

Al menos no pasó.

—Nunca te has quedado a dormir aquí —le digo—. ¿Qué fue lo que hice?

Su expresión cambia, la risita desiste y se queda observándome con un destello de tristeza y preocupación.

—Zov... —Sus ojos decaen. Está dudando—. Tú... ¿Eres depresivo?

Tal vez mi confusión fue tan obvia porque incluso pude sentir mis facciones al mostrarla.

—No —suelto con seguridad—. No hago esas cosas Aks. No tengo problema con eso... qué estupidez. ¿Qué pretendí hacer para que preguntes eso?

—Es que fueron muchas cosas.

—Pues empieza a enumerarlas.

Consigo ponerme en pie y las náuseas se tornan más fuertes. Sin poder esperar la respuesta, corro hasta el baño para arrodillarme frente al retrete y vomitar.

Y pensar que era la primera vez que lo hacía porque mi cuerpo lo requería.

Después de dejar todo un asco jalé la cadena y me dirigí a la ducha, pues me encontraba impregnado de olor a vomito y a sudor.

¿Qué asquerosidades hice anoche además de embriagarme?

La cabeza me punza como si mis sesos quisieran romper mi cráneo, no tengo muchas fuerzas en mis extremidades y además siento la boca reseca. Me paso el jabón de vainilla para deshacerme de los malos olores y cuando consigo terminar de enjuagar mi cuerpo salgo para cepillarme los dientes con desesperación.

No tolero ese sabor en mi boca. Fue la primera como la última vez. No probaré cosas con alcohol nunca más.

Al encontrarme con un poco más de raciocinio, salgo cubierto con la toalla, pues necesito ponerme al tanto de la estupidez que cometí ayer.

—¿Ya sabes el orden?

Me dirijo a uno de los sillones. Al pasar tomo uno de los cigarros en la mesa y luego lo enciendo para proceder a sentarme. Me acomodo cruzando mi pierna mientras espero que Aks empiece a hablar.

—Bueno —Aks me mira, nerviosa—. ¿Puedes vestirte primero?

—Si estoy aquí de esta forma no es por exhibición.

—Bueno.

Ella decide salir de la cama, el vestido blanco casi trasparente recae sobre todas las curvas de su cuerpo.

—Nos contaste que te sentías desesperado. —Se acerca al conjunto de sofás y se sienta—. Por una mirada que recibiste en tu presentación. Creímos que temías de una amenaza.

Suelto una calada antes de ahogarme con el humo.

Mierda, no pude haber dicho eso.

La miro con sumo horror.

Si lo saben estoy jodido.

—Estaba delirando...

—Por supuesto. Porque luego mencionaste que tenías fiebre y empezaste a llorar llamando a un apestoso.

—Era mi gato —aclaro con inmediatez—. Pero no es una razón para ser depresivo.

—Oh, es que no es eso lo que nos hizo pensar que seas depresivo.

—¿Entonces?

—Que... huyeras de la academia y... —Se detiene y vacila en si terminar de decirlo—. Fueras al lago negro.

La presión de mis pulmones retiene todo el humo y empiezo a ahogarme, carraspeo tratando de controlar la picazón de mi garganta y busco aire. Aprieto el cigarro contra la mesa.

—¿Qué? —Mi voz rasposa sale y vuelvo a toser—. ¿Cómo mierda llegué hasta allá?

Casi todas las personas en la academia y en el reino conocen la razón por la que ir a ese lugar a voluntad propia no es algo que haría. Porque fue ahí donde yo morí.

—Krooz...

Y por supuesto. Debía ser el único idiota que no era del reino, y qué, además, siempre parecía estar presente cuando inconvenientes así ocurrían.

—Voy a matar a ese idiota.

—Zov, no...

Me apresuro a ponerme en pie y correr a la puerta para ir en busca de ese bastardo.

¿Él me llevo allí? ¿Qué pretendía?

Empujo la puerta con los gritos de Aks a mi espalda. Trata de detenerme, pero me niego a escuchar.

No lo voy a dejar esta vez. Ya se ha hecho de toda mi paciencia.

Y pensar que anoche deliraba por su mirada.

¡Ese idiota!

Voy corriendo mientras sostengo la toalla, bajo las escaleras y es cuando me topo con Dove. Su mirada confusa recae en mí.

—¿Dónde está él?

—¿Quién? —Me inspecciona de arriba abajo—. Alteza, ¿por qué está...?

—¡El idiota de Romaniv! —Increpo con nula paciencia—. ¿Dónde está?

—Creo, que está jugando tenis con a su hermana... —El tono de unas voces va incrementando y me distrae de Dove. Regreso la cabeza para indagar y entonces los veo ambos.

Me echo a correr hasta Krooz.

—Señor, ¿qué ocurre?

Él, al escuchar mis pasos y los llamados de Dove, se percata de mi presencia.

—¿Zov? —Eidriene también me ve.

—¡Dove, detenlo! —Ask ha llegado.

—¿Qué sucede? —Eidriene se ve confundida—. ¿Zov?

Pero nadie es capaz de detenerme o anticipar mi acto.

Elevo mi pie y le encesto una patada en las pelotas a Krooz. Escucho como incluso Dove sufre el golpe.

—Deja... De meterte... ¡En mi vida!

El príncipe cae de rodillas al suelo, frunciéndose y quejándose de dolor.

—¡¿Qué diablos te pasa?! —me pregunta Eidriene alterada.

—Alteza... —dice Dove.

—¡Zov! —Exclama Ask.

—¡Cállense todos! —grito yo—. ¡Estoy cansado, cállense!

—Zov, idiota —me espeta Aks, se nota tan enfadada que parece querer golpearme—. Krooz no hizo nada. ¡Él no te llevó! ¡Solo te vio cuando montaste el coche y te siguió hasta allá!

Toda mi rabia recae, la vergüenza me absorbe y solo puedo decir:

—¿Yo fui solo?

—Vas a tener que disculparte —insta mi hermana.

Regreso a mirarlos.

—Quieres dejar sin herederos al reino, ¿eh? —Aprieto los dientes, Krooz me sigue mirando, muy divertido a pesar de recibir semejante golpe.

—Quizá sea lo mejor... —Se me escapa el pensamiento.

—¡Zovin! —Me regaña Eidriene—. ¿No tienes pena? Acabas de golpearlo por un error tuyo e incluso tienes oportunidad de hacer tus absurdos comentarios.

—¡Aks me confundió! —me excuso—. Ella...

—Creí que eras más maduro, Zov. —Niega con su cabeza—. No me esperaba estos comportamientos tuyos, no creí que fueras un descortés.

—¡Deja de compararme con tus expectativas! —me defiendo—. De Romaniv me ha hecho la vida un calvario desde que llegó. —Lo miro, aún sigue de rodillas—. Al menos ahora pude cobrármelas.

Estoy preparado para darme la vuelta.

—No te preocupes, Eidriene. Es solo un chiquillo, se confundió —habla de mí como si se refiriera a un niño.

—Tú no interfieras —lo apunto.

—Zovin.

Me pongo rígido ante la mención de mi nombre bajo el tono molesto de mi padre. Retorno en mi punto y lo encuentro mirando la escena. Es claro que está enfadado, pero lo disimula bien porque está frente a de Romaniv.

—Alteza, ¿qué ha pasado? —Nathan el consejero de Krass, aparece para socorrer a su príncipe.

—Hablando de molestias —murmuro entre dientes.

—Zov, ¿qué está sucediendo? —Insiste mi padre, por supuesto quiere una respuesta.

Doy un largo suspiro.

—Fui a ese lago, padre —suelto forzado—. No sé cómo, porque no estaba consciente.

—¿Y por ello golpeas a tu cuñado?

—No es... no es mi cuñado.

—Están comprometidos, Zov. Es una falta de respeto para su alteza que no aceptes la designación. —Me mira insistente como si las respuestas le colmaran la paciencia—. ¿Qué está ocurriendo contigo? Creí que eras algo inteligente.

—Lo soy. Tu maldito yerno no lo es.

—Si fueras inteligente, no hubieras estado en el lago sin conocer el porqué.

—Estaba ebrio —musito.

—Encima alcoholizado. Discúlpate —me ordena—. Ahora.

Vuelvo en mí, respirando con lentitud, demasiado irritado que debo hallar una manera de serenarme.

Reconocer mis errores nunca fue tan malo, hasta que tuve que disculparme con el idiota de Krooz. Ahora él se encuentra de pie, más recuperado.

—Disculpa, alteza —digo enfatizando cada sílaba.

Sé que expreso mi molestia por acceder a disculparme con él. Y lo sé porque cuando lo he dicho, su boca forma una sonrisa, haciéndolo lucir más arrogante.

—La acepto —contesta—. Y yo también me disculparé otra vez. Nuestra relación no ha ido bien desde el principio. Quizá algún día podamos aclarar esa situación, mi alteza.

Después de decirme eso en la academia, viene en este momento a proponer lo contrario ¡Ja!

Sé que lo dice ahora únicamente para quedar bien. Pues Krooz ya me ha jurado con la mirada, que conmigo no se volverá a comportar como alguna vez pretendió.

—Quizá no —digo, para tentarlo a responderme como lo hizo en la academia.

Dime que ya no quieres ser mi amigo y que no lo intentarás. Dímelo. Sonrió.

—Comprendo —acepta de manera simpática—. Quizá ya no deba incomodarlo. Nathan, nos retiramos —llama a su consejero.

—Sí, alteza.

Veo como ambos empiezan a andar hacia las escaleras. Quedándonos a solas con miembros de la familia.

Y cuando se han marchado entiendo bien porque ha respondido de esa manera.

—Zov, a mi estudio en este instante.

Como yo no puedo enfrentarlo, me hará enfrentarme a mi padre.

///

—¿Qué tal ha ido todo? —pregunta Dove cuando he cerrado la puerta del automóvil.

Suspiro, mal humorado, muy, muy malhumorado.

—Bien —me limito a responder—. No puede hacerme esto —vuelvo a quejarme.

—Ya lo ha hecho.

Me cruzo de piernas y brazos, temo que si no lo hago me volveré un perro con rabia y saltaré del auto.

—Es culpa de ese... cretino.

Dove se ríe.

—¿Quiere? —Miro de reojo la cajilla de cigarros, accedo a tomarla—. Con lo fácil que pensé que se adaptaban todos. ¿Por qué le enfada?

Me pongo el cigarro en los labios y con rapidez lo enciendo para dar una calada. La rabia me tiene temblando.

—Me recuerda a ellos.

—¿Los primeros de la academia? ¿Por qué?

—Eran igual de egocéntricos que Krooz. Todo les salía bien o, aunque no lo hicieran bien, a todos les agradaban. Y eran pura escoria.

—Pero no lo puede juzgar tan rápido, mi señor.

—Es un idiota —me atrevo a decir por primera vez.

—No lo justifica. No creo que lo sea, me agrada.

—¿Ves? —Alzo mi ceja—. Les agrada a todos.

—A mí me agradan todos.

—Tú eres fácil de comprar.

Dove vuelve a reír.

Antes de convertirse en parte del consejo del rey, fue un recluta que perteneció a la guardia privada. "Las sombras" eran como las llamaban. Ellos se ocupaban de la seguridad del rey en el palacio y lo hacían mientras permanecían en lugares que eran imperceptibles a la vista de personas común.

Lo conocí entonces y me agradó. Dove tenía un carácter suave, era inteligente y también divertido, le interesaba ser nuestro payaso personal más que su trabajo. Pasaba conmigo e Eidriene el tiempo que podía, jugando o simplemente leyéndonos cuentos antes de que nosotros aprendiéramos a hacerlo por nuestra cuenta. Se interesaba y cuidaba de nosotros, se convirtió en nuestro amigo hasta que... ocurrió mi ataque en el lago.

No comprendí porque, pero se fue distanciando de mí, tanto como yo lo hice de todos.

Tras tantos años, esta es la primera vez que pasamos tiempo a solas y juntos. Al menos no se convirtió en alguien fastidioso. De cualquier manera, Dove es el más aceptable. Porque deberé aguantarlo por cierto tiempo. Por el tiempo que mi padre decida.

Es raro. Es la primera vez que recibo un castigo. Pero tengo que cumplirlo. Porque aún no me atrevo a enfrentarlo para huir con Talek y dejar mi puesto en la familia real.

Y sí. Ahora debo pasar bajo vigilancia de su consejero.

—Y bien, ¿cómo están tus huéspedes?

Presiono el último pedazo del cigarro sobre un espacio en la tabla del coche.

—Están muy bien —digo—. Les han gustado los juguetes y los suéteres para el invierno.

—¿No hay nuevos integrantes?

—Unas gatas con sus hijos y algún perro herido. He pedido registrar tres veces el reino antes de que cayera la nieve.

—Siempre precavido —habla con un tono orgulloso—. Apestoso estaría muy feliz.

Me quedo mirando fijamente por la ventana mientras nos alejamos del refugio para animales.

—Lo sé.

Pude haberme limitado a quedar herido por su partida y algo más que indignado por cómo fue. Aún no puedo recordar ese día sin sentir odio por ellos.

Sin embargo, hice otra cosa más valiosa.

Apestoso se fue, pero yo protegería a los demás. No dejaría que ninguno de ellos estuviera en riesgo en las calles o con personas desequilibradas.

Eidriene se hacía cargo de un refugio para personas, así que fue ella quien me ayudó a colocar el de animales, y ahora soy yo quien se encarga de ellos. Una vez a la semana me aseguro de venir a visitarlos y cerciorarme de que todo marche como se debe.

—¿Sigue enfadado?

—Por supuesto —le respondo.

De inmediato recuerdo porque razón ahora debo estar en compañía de Dove y mi molestia regresa igual que antes.

—¿Ya habló con el príncipe de Romaniv?

—¿Hablarle? —inquiero con sorna—. Me despellejo con una pinza primero antes de regresarle la palabra.

—Pero ahora su padre quiere que se apegue más a él, para crear su... —Alza las cejas mientras sonríe—. ¿Su hermandad?

—No puede obligarme. Acepto su castigo, pero no podrá lanzarme a él todo el tiempo. Eidriene está más enfadada que el mismo Krooz. Al parecer el matrimonio le ha resultado algo atractivo.

—Con de Romaniv de marido no creo que se pueda contrariar.

—Por lo menos ha vuelto a relacionarse con un hombre.

—Todo se supera con el tiempo, mi señor.

Afirmo con la cabeza con lentitud. Sin embargo, alguna vez llegué a pensar que ella nunca podría superarlo.

—Quizá deba disculparme con Eidriene, después de todo.

No puedo ser orgulloso, no con mi hermana. Y al final debo reconocer que me equivoqué al atacar a Krooz. Aunque todo fue una confusión, pasó y no puedo dejarlo ahí, pues más adelante me seguiré topando con ese conflicto.

Una vez que lo haga, acabará más rápido lo demás.

—¿Sabes dónde estará hoy?

—Empezaran a practicar para su presentación de compromiso.

Me lo pienso con rapidez.

Si consigo despistar un momento a Dove quizá podría escaparme para hablar con Talek.

Y esa era una de las razones por las que más me encontraba molesto. Mi padre me había jodido mis escapadas hacia Talek, y con ello mis cogidas.

—Vamos allá.

Dove regresa a verme.

—Nunca había procedido a disculparse con tanta rapidez.

Me vuelvo a acomodar en el asiento. Encendiendo un cigarro, pensado en la verdadera razón por la que deseo ir a la academia.

—También quiero ver lo que preparan. —Una sonrisa burlona se me escapa, pero no le da importancia—. ¿Y bien?

Dove asiente y da la orden para que nos transporten al lugar.

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