5. Mirada y rencor
Las dos semanas se pasaron volando, entre ensayos y visitas a la casa de Talek.
Activo los limpiaparabrisas cuando veo las gotas grandes chocar en el vidrio, aumento la velocidad antes de que empeore y me pueda quedar a medio camino.
La casa está ubicada al norte de Gienven, pero sin entrar en Tomvark, cerca de donde nacen las colinas nevadas.
Es un lugar perfecto, ya que está bastante alejado de la ciudad. Aquí no podemos ser atrapados.
Es jueves y la escuela nos concedió un permiso especial para los participantes de la obra. Practicamos durante la mañana y en la tarde tuve que perfeccionar mi baile para la presentación del cumpleaños de mi madre; es la única en la que actúo solo.
Queda un día para que la nieve empiece a caer en todo Gienven y con ello también se avecinan las fiestas blancas.
Oh, no es todo. Estoy olvidando otra cosa más, la cual es primordial para absolutamente todo el reino.
El compromiso de Eidriene se dará a conocer en esas fechas, así que los ensayos de su numerito memorativo deberían haber iniciado la semana pasada. Sin embargo, parece que su prometido se estaba echando para atrás. Bueno, quizá no de esa manera.
Ni ella mismo comprende que le ocurre.
Desde que discutimos o platicamos en la piscina, Krooz no volvió aparecer frente a mí ni un solo día. Y sí, que suerte. Pero no lo he visto ni de reojo en el palacio. Sé que está ahí, porque Eidriene me lo confirmó. Pero al parecer agarró un malestar del cual no se ha recuperado en esas dos semanas.
Aunque, para mí es un alivio.
Los portones se abren de manera automática cuando ingreso en la pequeña residencia, luego termino de detenerme a fuera del garaje.
Para evitar alguna sospecha, Talek y yo tomamos caminos diferentes y salimos en horas distintas.
Cierro la puerta y me cubro bien con el abrigo, el frío se está apresurando.
Estoy a punto de introducir la llave en la cerradura. Sin embargo, la puerta se abre antes de que consiga hacerlo.
—Tienes la nariz y los labios rojos. —Talek aprieta mi rostro, me planta un beso en los labios y luego me lleva al interior de la casa—. ¿Tienes frío?
Escucho que cierra la puerta.
—Por algo estoy tiritando —suelto—. Detesto el frío.
—Pero te gusta el invierno.
Baja su cabeza y me besa, con algo de delicadeza.
—¿Quieres que te caliente? —susurra sobre mi boca.
—Bien, tal vez no detesto tanto el frío.
Él sonríe y vuelve a besarme, esta vez con más pasión y rapidez.
Es fácil hacerlo sonreír. Aunque yo no consigo reír o sonreír con él. Quizá no tengo nada de humor o soy demasiado insípido para reír con cualquier tipo de bromas.
Después seguimos con algo a lo que ya estamos acostumbrados.
Compartir el sexo con él es algo que disfruto, pero cuando termina, no sé de qué manera mantener la conexión, y que se sienta tan real como cuando estamos en la cama. Y es que incluso dormir a su lado no despierta en mí algún sentimiento.
Para el atardecer la lluvia ha cedido y nos trasladamos hacia el exterior a mirar el cielo pintarse de colores, mientras aprovechamos para compartir conversaciones personales.
—Ven aquí. —Me incita a acercarme—. Aún está helado.
Acepto la invitación para no crear un ambiente hostil en ambos.
Me acerco y él me atrapa, seguido me recuesto en su pecho y siento como me cubre con las cobijas. Me quedo quieto y tranquilo, apoyo mis brazos a los costados y trato de acostumbrarme a la calidez de su cuerpo.
—Cuando te gradúes podremos pasar más tiempo aquí.
—Y será aún más helado —susurro.
Talek empieza a acariciar mi cabeza.
—Hay calefacción. —Apoyo mi mentón sobre su pecho para mirarlo—. Además de nuestro calor...
—Que felicidad es no poder tener hijos —digo con fastidio—. De lo contrario terminaría como gallina ponedora.
Él se ríe, pero a mí no me ha causado gracia lo que he dicho.
—Si no podemos tener hijos, al menos podemos tener perros.
—O gatos —suelto sin pensar.
—Odio los gatos —responde con disgusto.
Resoplo.
—Igual no importa —le digo—. No quiero tener ningún animal.
Vuelvo a recostar mi cabeza para seguir mirando los últimos estragos del atardecer.
—De todas formas, te compraré un gato.
—¿Ya no los odias?
—Yo si —asegura—. Pero a ti te gustan y quiero hacerte feliz.
¿Feliz? Nunca he sido feliz.
He tenido momentos agradables y alegres, pero son efímeros. Incluso las cosas que hago no me producen una larga felicidad. Entonces me acostumbré, a creer que ser alegre y apasionado sería suficiente.
Sin embargo, nada nunca me ofreció felicidad.
Sí, debe ser aquí. Con él, es donde debo estar.
—¿Entonces serás mi nuevo hogar?
Me muevo para sentarme sobre su regazo, lo miro esperando una respuesta.
—Claro, Zov. —Sus manos recorren mis piernas y luego encierran mi cintura—. Seré tu cabaña y siempre te mantendré cálido.
—Yo... también quisiera darte felicidad.
Él niega con la cabeza, entre sonrisas me apega más a su cuerpo.
—Ahora eres mío Zov, ya me haces feliz.
—¿No mientes?
Porque las mentiras nunca me preocuparon como lo hacen ahora.
Le estoy entregando mi confianza, y quiero estar y sentirme seguro de que recibiré lo mismo de su parte.
—No cariño, nunca lo haría.
Deseo enamorarme, pero no quiero sentir lo que ocurre cuando el amor se desvanece.
///
Después de repasar por última vez la coreografía no tengo más opción que ir a las duchas de la academia. En dos horas empezará la función y debemos estar preparados antes.
En el momento que nos encontramos preparados nos detenemos tras el telón rojo y esperamos.
Aunque no la requerimos en todas las presentaciones; la sonrisa es casi como una prenda más cuando debemos danzar y una de las partes que menos disfruto.
No solo es por mi despecho al no querer sonreír. En realidad, es algo más simple y fastidioso. Pues hacerlo durante todo el momento provoca que mis labios se adhieran tanto a mis dientes y también que mis mejillas duelan, hasta cierto punto se vuelve soportable. Por supuesto, es porque lo termino olvidando a medida que el baile se extiende.
Y ahora estoy aquí. Dispuesto con mi sonrisa antes de que la banda empiece a entonar sus partituras.
Hasta que ocurre y es cuando debemos empezar.
Avanzamos en forma de triángulo conmigo en la punta, doy una voltereta para romper la forma y los demás me siguen como si fuéramos una sola hilera, hasta nos convertirnos en un círculo. Aks debe colocarse en medio, por lo cual nosotros distraemos al público quitándonos la larga capa. Cuando hacemos un delicado movimiento en caída, las mariposas de hojas se desprenden para realizar su vuelo por los aires. Ella ya se ha colocado en el centro de manera que nosotros rompemos el círculo levantándonos entre acrobacias y finalizando con un brinco para despejar el área.
Aks empieza a desarrollar su parte del baile, en tanto nosotros la observamos como si nos causara curiosidad el verla. También es parte de la presentación el actuar ciertos gestos. Ella retrocede atemorizada cuando uno de nuestros compañeros la persigue danzando, hasta que la atrapa y la eleva con elegancia haciendo parte del baile.
Es mi momento de entrar, luego de que mi compañero la libere en el suelo. Aparezco para tomarla de la cintura y seguido su reacción de ilusión aparece. Actuamos como enamorados mientras continuamos danzando y recorriendo el escenario.
Ambos nos colocamos en puntas y nos desprendemos del suelo cuando empiezan a separarnos el bando de nuestros compañeros. Aks y yo quedamos divididos por una hilera de bailarines, en ese momento vuelve a aparecer el villano que se adueña de ella. Al verlo me arrojo junto a dos chicos más, hasta que la hilera se rompe y puedo ingresar de nuevo.
Al final estamos los tres, la sostenemos de ambos brazos y la elevamos llevándola hasta el centro, la sujeto de la cintura dándole una vuelta y nos alejamos más. Nuestro bando aparece y nos cubre, hasta que finalmente quedamos liberados del villano y nos quedamos solos los dos en el centro.
Desarrollamos la última parte y luego quedamos en el centro, yo sosteniéndola en el aire con su peso en mis manos y ella formando una perfecta pose.
Todo termina cuando las cortinas caen.
Bajo a Aks y luego ella me abraza, siento su pulso en cada parte de su cuerpo. Me limito a darle un golpecito en el hombro.
—¡Al fin graduados!
—Todavía... —Mis palabras no continúan fluyendo porque son detenidas por la boca de Aks. Sus labios chocan de manera brusca contra mis dientes y siento la fricción que hace para abrir mi boca. Me exalto demasiado y la empujo.
—¿Qué te ocurre? —Me limpio la boca—. ¿Por qué hiciste eso?
Una expresión dolida hace decaer su gesto. Aún no puedo creer lo que me ha hecho.
—Lo... Lo siento mucho, Zovin.
Yo estoy aturdido, mis compañeros han visto todo y empiezan a cuchichear. Esos sonidos, como los detesto, no habían escuchado nada así en muchos años y eso hace que los nervios me ataquen.
¿Por qué hablan de mí? ¿Especulan algo? ¿Es porque no correspondí a una de las chicas más guapas del aula? Es eso lo que me hace...
Ellos lo saben.
Siento que mi pulso incrementa como el nudo en la garganta comienza a ahorcarme.
Debí corresponder o ellos lo asimilarán.
Miro de reojo a todos, sus vistas están fijas en mí.
Debo corresponder.
No puedo dejar que evidencien mi gesto de incomodidad y que ello les demuestre quien soy en realidad.
—¿Zov, estás bien? —Aks se acerca, luce preocupada.
Y yo actúo, para mantenerme a salvo. Me acerco y la beso.
No sé si ella pueda sentirlo, pero el rechazo se saborea en mi lengua y me arde todo el rostro con repudio. No debo hacerle eso, pero es tarde. Quiero que todos piensen algo y la he utilizado como prueba. No dejo de besarla hasta que Aks se separa de mí.
—Zov...
—Disculpen si interrumpo algo. —La voz hace estruendo como si fuera una tormenta—. Solo venía a felicitarlos.
Aks es la primera en reaccionar.
—Son hermosas —alaga—, gracias, alteza.
Me trago todo el acto amargo que acabo de realizar y volteo a verlo.
—Comprendo mucho esa pasión.
Krooz me sonríe.
El infernal príncipe ha vuelto de su hibernación, y justo en un mal momento. Claro que la situación es mala solo para mí.
Noto el ramo de flores que sostiene Aks y comprendo el agradecimiento.
No me detengo a mirarlo más y empiezo a caminar en dirección a los vestidores. Todavía debo presentar algo más y tengo unos minutos para irme a vestir.
Al parecer Krooz consigue despedirse de Aks, y después me alcanza para caminar junto a mí.
—Debo hablar contigo.
—¿Sí? No me sorprende —suelto irónico—. Siempre tienes algo que decir.
—Es sobre esa tarde.
—Luego —le digo solo para quitármelo de encima—. Debo prepararme para salir.
—Te puedo acompañar a los vestidores.
Me detengo y regreso a observarlo, con sospecha. Él lo entiende y se ríe mientras hace gestos con las manos.
—No lo malinterpretes —comenta, divertido—. Solo que como no es una larga charla podríamos terminarla mientras te preparas.
—Me tomo muy en serio mi trabajo por si no te has dado cuenta. No puedo entretenerme con nada ahora. Así que, si gustas hablar será después.
—Bien, te estaré observando desde arriba. Gato arisco —luego de rendirse me mira como si pensara en decirme algo más.
Pero yo traigo prisa.
Empiezo a alejarme y parece que lo escucho murmurar algo, mas, no consigo distinguir las palabras.
///
La muerte de mi madre no fue algo que me causó dolor.
Su ausencia, eso sí dolió. Porque la sentí todos los días y la sentiré hasta que me marche de esta vida.
No la conocí, pero la amo. Sé que fue una buena persona y que era sencillo amarla, sé que hubiera sido una madre perfecta para mí.
Con ella yo no sentiría tristeza, ni indiferencia, no estaría desesperado y no habría necesitado huir a brazos extraños con tal de refugiarme.
Y le guardo un gran rencor porque no esperó por mí.
La encontraron tras seguir su rastro de sangre hacia el lago y ella estaba dentro. Buscaron varios metros hasta que la hallaron al otro lado de la orilla, bajo una delgada capa de hielo que se rompió. Con el vestido blanco que usaba para el cumpleaños de Eidriene, y su cabello rojo flotando y reluciendo entre el agua congelada. Ahí se hallaba. Fría y dura; como un mismo glaciar.
No la mataron, ella decidió irse.
Hoy es su cumpleaños y es un día para guardarle luto junto a una vela.
Pero no yo. Yo no lloro por ella. Yo bailo.
Elevo la tela que puse encima de mi cabeza y quedo al descubierto frente a todo el público. Doy varios pasos lentos hacia adelante, mientras la delicada melodía del piano resuena.
Al igual que ella, al igual que el bosque ese día y al igual que todos los años, yo llevo mi ropa blanca. Traigo un largo pedazo de tela colgando de mi brazo y lo remuevo como una ola viajando alrededor de mi cabeza y hacia todo mi torso. Es ahí donde empiezo a bailar.
Andando por un pequeño espacio del escenario, sintiéndome ligero y como si pudiese volar con una simple tela; dando giros y brincos. Con mi corazón latiendo con pasión, en tanto danzo como si fuese una pluma que va descendiendo hasta el suelo. Y es lo que hago cuando la melodía va adquiriendo velocidad. Quedo reposando en el suelo para después rodar y de un salto colocarme firme otra vez, alzo con fuerza el brazo y suelto la tela que cae con delicadeza a un costado de mí.
Agarro aire con mis labios entreabiertos, con mi pecho subiendo y bajando al igual. Y me encuentro ahí, tranquilo, liviano, despojado de todo dolor, pues en verdad su dolor es el que menos me ha angustiado. Sin embargo, no puedo evitar tenerle rencor.
No estoy triste, solo desesperado.
Porque hay una gran barrera que nos separa y que jamás nos permitirá vernos. No creo en la vida después de la muerte, muchos menos en el infierno. Sé que ella no está, que su alma ya no existe y que no me espera en ningún sitio.
Estoy solo y ella no me esperó.
Por supuesto que no la odio y claro, aunque le hable a su imagen, es más motivo mío para alimentar una relación que nunca existirá.
Los aplausos resuenan en el interior del teatro y es el momento en el que vuelvo a conectar con la realidad. Y también cuando siento una energía intensa punzándome la frente.
Bien, te estaré observando desde arriba. Gato arisco.
Al recordar sus palabras muevo mi cabeza hacia la parte superior de los asientos. En uno de los palcos más cercanos está Eidriene, ella me observa con una gran sonrisa mientras aplaude, y a su lado se encuentra su prometido, quien me examina por primera vez con un gesto distinto.
He sido testigo de todas sus miradas, avergonzadas o divertidas e incluso las de advertencia. Mas, esta acarrea un peso grande que me hace cosquillear todo el cuerpo. Una mirada de descubrimiento y a su vez una decidida.
Al parecer ha conseguido percatarse de algo y ahora está seguro. Me sonríe y asiente satisfecho, luce desafiante, como si prometiera hacerse de ese descubrimiento.
Me pica la piel, sus ojos trasmiten tanto que es como si lo tuviera de frente y estuviera rozando sus dedos en toda mi espalda sin despegar su vista de mí. Cuando percibo lo que me hace, tiemblo y entonces desconecto la mirada para huir del escenario.
Entro al vestidor y me apoyo en la pared recuperando todo el aire que me ha quitado con tan solo observarme.
¿Qué es esto?
Cierro los ojos. Siento que me estoy mareando, creo que las luces del escenario y el entrar en la oscuridad me lastimaron los ojos.
Me siento en el suelo y trato de quedarme observando un punto fijo mientras espero acostumbrarme a la luz del lugar.
Esto es muy raro.
Estoy alucinando demasiado. Él solo me ha mirado y nada más, pero yo lo estoy exagerando todo.
¡Mierda! Sentí eso en cada hebra de mi pelo.
Esa maldita mirada me hizo cosquillear en un segundo sin siquiera necesitar una obra de contacto. Esto está muy mal. No puedo sentirme así solo por eso.
—Zov, ¿estás bien?
Estupefacto alzo la mirada.
—No...
Aks me mira preocupada.
—¿Qué ocurre? Estuviste perfecto en el escenario...
—No se trata de eso —la interrumpo—. Es que yo... sentí... No, olvídalo. Es una estupidez.
No puedo confiarle nada.
Ella no conoce mi realidad, mucho menos puedo expresarle lo que una mirada de mi futuro cuñado me hizo sentir.
Que digo futuro. ¡Maldita sea, están comprometidos!
Aks se arrodilla frente a mí, me pasa una mano por el hombro.
—Tómalo con calma y dímelo.
—Me mareé —miento—. Comí algo que me cayó mal y vomité. Encima dar esos giros me dio vértigo.
Aks me cree, siempre lo hace. Porque yo soy un mentiroso.
—¿Necesitas algo? —Ella se levanta—. Ven. —Extiende la mano—. Te conseguiré una pastilla.
Me paso las manos por el cabello, desordenando cada hebra.
—Ve a buscarla. Me levantaré solo.
Aks asiente y se dirige hacia el botiquín. Como ofrecí me pongo en pie y ando hasta mi asiento de preparación buscando una toalla para limpiarme las manos.
Incluso olvidé donde me sentaba. No puedo volver a ponerme así solo por una mirada.
Aks regresa, con un vaso con agua y una pastilla. Yo me la tomo para aparentar.
—¿Mejor?
Niego.
—No va a funcionar tan rápido, Aks. —Ella se ríe, nerviosa.
—Lo sé.
Al no responder empieza a crearse un silencio incómodo. Para entonces recuerdo que ella me besó al concluir la presentación. Y que luego yo la usé para asegurar mi heterosexualidad. Algo que claramente no existe.
—No va a pasar de nuevo. —Ella parece no entender—. El beso —aclaro.
Aks baja la mirada. Está incómoda, yo también lo estoy.
—Disculpa por eso. Yo... Zov, tú... —Ya sé, por supuesto sé lo que me dirá.
—Aks no voy a engañarte. —Vuelve a mirarme—. No me gustas como pareja. Eres mi amiga y hace poco creí que no podía aceptar que lo eras, pero en verdad siempre ha sido así. Fuiste la primera en aceptarme en esta academia, y aunque nunca me atreva a abrirme de manera personal, tú me agradas. Me gusta salir y distraerme e incluso puedo tener conversaciones con ustedes... aunque sean cortas. —Veo una sonrisa aparecer—. Por eso, aunque seas ese tipo de persona para mí, no puedo corresponderte.
Veo una lágrima recorrer a lo largo de su mejilla, pero con rapidez la limpia.
—Se te da fácil formular muchas palabras para evitar decir te quiero. —Me sonríe—. Pero basta con que yo lo haya admitido.
—Lo bueno es que pudiste comprenderlas.
—Mucho. —Se ríe—. Y estuvo mal lo que hice. —Asiente—. Sé que correspondiste para no dejarme mal vista frente a todos. No me equivoqué contigo al creer que no te mofarías de mí por gustar de ti.
Sí, lamento decepcionarte, pero si te equivocas. Porque no hice nada para salvarte a ti, solo a mí.
—Yo... —No estuvo bien usarla—. No puedo decírtelo ahora, sé que algún día lo entenderás, y si no lo haces, quiero que sepas que no me enfadaré por eso.
Muchos no lo entienden y no por ello me molesto. Es suficiente que estén molestos conmigo por como soy.
En un movimiento desprevenido Aks se acerca a mí y me abraza, de inmediato reacciono tratando de distanciarme.
—No voy a intentar nada esta vez —indica, tranquilizándome—. Si no quieres responder a este, está bien.
Paso mis brazos por su espalda y me apego a ella quedándome quieto. Además de los abrazos de Talek no existen otros. Sin embargo, este también se siente reconfortante.
—Este si lo puedo corresponder.
Luego de un rato, Aks termina el abrazo.
—Prepárate —me dice—. Ahora estamos graduados, hay que ir a celebrar.
—¿Cuál es el tema de la noche?
—Tenemos vacaciones, así que quizá sea hora de romper la regla y beber algo.
No me parece una idea tentadora.
—No me esperen. —Giro en la silla para tomar otra toalla y limpiarme la cara.
—De acuerdo. —Aks se levanta. Sabe que no puede hacerme cambiar de opinión—. Nos vemos luego.
—No te preocupes, haremos otro plan para después.
—Dalo por hecho super estrella de danza. —Hace un gesto de manos alzadas y luego emprende su camino hacia el exterior.
Y de nuevo me quedo solo con mis pensamientos.
Por lo menos lo he arreglado con Aks. Sin embargo, tengo aún otro problema.
Empiezo a desabrocharme la camisa cuando escucho dos toques seguidos en la puerta. No me preocupa al principio pues aún estoy vestido, así que detengo mi intensión y otra vez trato de colocarme los botones, pero el último termina por caerse.
—¿Puedo pasar?
—Mierda.
Es Krooz.
De inmediato los nervios me estallan y empiezo a sentir como mi corazón va adquiriendo más velocidad. No puede estar aquí.
—Zov. —Escucho intranquilidad en su voz—. ¿Estás bien? ¿Te encuentras ahí? —Comienzo a moverme en todo el lugar—. Acabo de toparme con Aks, dijo que tenías un malestar.
No puedo dejar que entre.
Justo ahora estoy debatiéndome sensaciones e ilusiones tontas a partir de una mala interpretación de su mirada.
Krooz no es como yo.
—¡Zov! —Vuelve a golpear la puerta.
¡Maldición solo vete!
—Voy a entrar.
Doy un brinco sin saber dónde meterme. Pero es muy tarde, porque Krooz empuja la puerta y con desesperación emerge en los vestíbulos. Me mira confundido mientras yo estoy de pie, atascado como un bobalicón.
—¿Por qué no respondías? —Suelta un suspiro al verme bien—. Creí que algo pasaba. —Su vista cae sobre mi pecho.
Bajo la mirada y veo la camisa abierta por la falta del botón, de inmediato aprieto la tela para cubrirme.
—Largo. —Me doy la vuelta—. Estoy vistiéndome.
—Más bien desvistiéndote.
—Pues es un proceso —respondo—. Lo que seguía era vestirme.
—Oh.
—¿Qué quieres? —insisto.
—Hablar.
—Estás hablando. Lo haces todo el tiempo.
—Hablar sobre como actúe aquella tarde.
Me doy la vuelta.
—¿Dónde estuviste todo este tiempo?
La pregunta se realiza sola. Es como un impulso, como si soltar las palabras fuera un requerimiento para respirar. No entendí por qué lo hice.
—No considero que te importe mucho...
—No —aseguro—, habla de una vez —exijo con enfado—. Estoy cansado.
—Bien, Zov. —Adopta una postura más reservada—. Solo sumaré una disculpa más a la lista por las cosas que te he hecho pasar y por mis actos irresponsables, además de mi explosión esa tarde. Y ya entendí que me esfuerzo en vano. —De pronto empieza a caminar hacia mí.
Por primera vez me fijo en lo que carga en su mano, una rosa blanca.
—Felicidades. —Me extiende la rosa—. Puedo regalarte mucho más, pero las rosas se marchitan rápido y así no quedan recuerdos permanentes. No creo que te agrade recordarme mediante tu obsequio de graduación. Además, ¿qué regalo puede ser más satisfactorio que el que yo esté aquí presente como un acuerdo de paz andante? Te he asegurado toda la vida, de nada Zov.
Con furia extiendo mi mano y le arrancho la rosa, la aprieto en mi puño destrozando los delicados pétalos y luego la tiro al suelo.
—Bueno, al menos se extinguió muy rápido el recuerdo.
Hago un movimiento para salir hacia un costado.
—Eres un jovencito muy molesto —habla, divertido.
—Disculpe, señor. Me está jodiendo mi dulce adolescencia.
Escucho una risa nasal.
—Te daré la razón esta vez. —Da unos pasos hasta colocarse frente a mí. Su porte es formidable e intimida—. Ya no intentaré ser tu amigo ni agradarte.
—Eso es un alivio.
—Porque descubrí dos cosas esta noche.
Empiezo a temblar.
No, no puede darme la razón en eso. ¿Y cómo podría él saberlo?
Fijo mi mirada y siento que puede leer lo que pienso con facilidad. Trago nervioso cuando esa mirada vuelve a aparecer; segura, como una promesa, y lo jura mientras me dice:
—Te mueves muy bien.
Justo ahí el cosquilleo pasa a ser más. Doloroso por necesidad y ardiente de una forma que me descolocaba.
Quería preguntarle a qué se refería y si sus palabras iban dirigidas con doble sentido.
Tengo un presentimiento, que no se puede considerar bueno por fidelidad.
Krooz vuelve a recuperar su postura, me mira una última vez antes de dirigirse a la salida. Al fin desaparece, luego de haberme hecho sentir todo.
Y lo peor es que no ha tenido la necesidad de tocarme.
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