30. Mentira
A pesar de haber pasado toda mi vida aquí, parece que aún existen sitios que jamás terminé de explorar por completo.
—No recuerdo que sea claustrofóbico.
—No lo soy —respondo, observando el angosto callejón—. Pero ¿qué posibilidad hay de que no nos quedemos atrapados ahí? —Señalo el oscuro pasaje.
En los años de entrenamiento que Dove pasó para convertirse en una Sombra, se especializó en varios aspectos que hasta el momento desconozco. Recuerdo como solía aparecer y desaparecer de la nada. Nunca comprendí esa habilidad, incluso llegué a pensar que se desvanecía tras el humo. Sin embargo, ahora, al ver este callejón tras una columna, lo entiendo perfectamente.
—Cientos de hombres pasaron por ahí. —Él es el primero en entrar. Se coloca de costado—. Al final tiene que cerrar usted, solo mueva la manija y la columna se cerrará.
Esta situación no me da buena espina.
—Tenga. —Me entrega la pistola—. Lo cubriré con esto —menciona antes de mover un bloque de la pared.
Ingresa su mano en el agujero y lo veo retirar un gran fusil que luego sostiene con mucha habilidad.
—¿Por qué no sabía de esto?
—Incluso algunas cosas debían ser secretas para ustedes. Debemos avanzar, señor.
—Sí. —Hecho un último vistazo al pasaje. Apenas queda un poco de luz dentro de la casa, al ingresar ahí lo único que me ayudará a guiarme será el sentido de mi cuerpo. —Zooz ve tras de mí.
Ingreso colocándome de costado con ambas paredes a unos centímetros de mi cuerpo. Tras cerrar la pequeña parte removible de la columna, la oscuridad empaña mi visión.
—¿A dónde se supone que nos llevará este camino?
—Está localizada en todos los alrededores del palacio. —La voz de Dove se escucha lejana; entonces comprendo que ya ha comenzado a andar.
—Ni siquiera he escuchado que te has movido —admito, impresionado.
—Es parte de mis habilidades —dice orgulloso.
—Y bien, ¿cuánto tardaremos en salir y en dónde?
—Atravesaremos dos salones hasta encontrar el corredor exterior en la parte trasera de la casa. No se preocupe, lo guiaré hasta allá y yo me encargaré de salir para revisar...
—Hay soldados fuera —espeto alterado.
—Por esa razón —aclara—. Lo haré yo primero para asegurarme de que usted pueda salir. Si yo caigo... La única alternativa será que se quede dentro.
—Pero... pero... Yo no quiero que mueras.
—Yo sí. Es un honor para mí. Si debo protegerlo hasta que caiga, lo haré.
Un peso se asienta en mi pecho. Sé que debo aceptar su destino y decisión. Sé que para ello está aquí. Y aun así duele.
Dove es un pilar necesario en mi vida. Él es lo más cercano que tuve a un padre, no quiero perderlo y me angustia saber que estoy tan acorralado. Permitir que acaben con su vida por sobre la mía.
Recuerdo haberle dicho a Krooz que odiaba las guerras y ahora estoy aquí. Enfrentándonos como enemigos. La alianza solo fue un acto que los dejó avanzar con su plan. Y todavía no comprendo cuál ha sido la necesidad.
¿Todo esto es por ambición?
Krass mencionó que fueron años de preparación. ¿Por qué hubo tanto cuidado? ¿Por qué no antes?
En verdad me preocupa que el verdadero motivo por el que hoy esté pasando esto sea porque mi padre hizo algo antes de que perdiera sus recuerdos. Debió ser un golpe fuerte contra Krass y debe tener un motivo que aún desconozco.
Tras una larga y angustiosa travesía a base de indicaciones, Dove por fin comunica:
—Hemos llegado, señor.
El aviso me aplasta más que esas paredes. Me agobia porque sé lo que está próximo a ocurrir, y la desesperación de ser solo un espectador, influye en todo mi sistema nervioso. Quiero correr de regreso al interior para poder salvarnos a ambos.
—Necesito que sepa que siempre lo consideré como a un hijo...
—No lo hagas. —Lo detengo del brazo—. Por favor, Dove. Encontremos otra forma de avisar a la guardia.
—Joven, Zov —suelta con dureza—. No hay energía en muchas partes de la casa y la línea de los teléfonos fue cortada.
—¿Dove que fue lo que hizo mi padre? —recurro a la verdad unos segundos antes de perderlo—. Me niego a que acabe así... ¿Sabes lo que hizo?
—Señor —espeta con enfado—. Su padre nunca influenció en nada para que exista una reacción de este nivel. Estuve a su servicio desde antes de que usted naciera, incluso antes de que se casara. Como usted lo conoce... —realiza una pausa pensando en algo que parece causarle melancolía—. Esa persona que conoce no es como el Esneg de antes.
—¿Entonces esto es obra de ellos? —indago, me resulta algo incoherente—. ¿Algo sin justificación? —le insisto.
—Lo es. —Pero él lo asegura con sinceridad—. Y ahora cumpliré con mi deber.
Escucho un crujido de la madera cuando él comienza a abrir la puerta, seguido de eso, una luz entra por una larga rendija que se va expandiendo hasta mostrarnos el pasillo que está tenuemente iluminado por las luces de las lámparas. El espacio que alcanzo a apreciar es muy corto. Dove es quien se aventura al exterior, sosteniendo el fusil listo para disparar. Se mueve de un lado al otro apuntando y observando. Mi corazón galopea sin freno hasta que él regresa a observarme.
—No hay nadie.
Me sorprendo sintiendo un inmenso alivio, pero también una gran confusión.
—Apresúrese. —Mueve su mano incitándome a salir—. Debemos llegar a uno de los túneles y podremos salir al bosque.
Después de salir recojo a Zooz que viene andando tras mío.
—¿Por qué está desolado?
Observo ambas direcciones del pasillo, me resulta extraño que no se encuentre un solo soldado respaldando como Krass había mencionado.
—Hay dos opciones. O estamos en una trampa o acaban de moverse a otra parte —opina él.
—Es más obvia la primera.
—Hay que movernos antes de averiguarlo. —Él me vuelve a observar, en respuesta yo asiento con la cabeza.
Sin embargo, no conseguimos andar mucho. Cuando damos unos pasos para refugiarnos tras una gruesa columna distinguimos a la lejanía la muchedumbre de gente. Son soldados con los uniformes de Teorvek y están creando un círculo alrededor de alguien. Desde nuestra posición podemos ver como aparece Krass de Romaniv mientras arrastra el cuerpo de mi padre.
—Es...
—Son ellos —afirmo—. Lo vi cuando estuve en su estudio. Es mi padre —la voz se me pierde tras la última afirmación.
Ambos somos incapaces de detener el acto, pues, la única probabilidad de vida que tenemos es ser invisibles y escapar. Dove aferra sus manos a los barrotes de piedra, tirita de miedo. No podemos escuchar lo que Krass dice, parece hablar en un tono que solo los soldados son capaces de escuchar.
—Debemos irnos... —El impulso de rabia me puede, pero cuando me levanto para correr hacia ellos Dove me atrapa. —¡Señor, no haga una estupidez! —Implora apretándome de los brazos—. Sabe que nada podemos hacer. Recuerde que es nuestra única oportunidad. Por favor, piense en su hermana y en todas las personas del reino.
—¡¿Por qué están haciendo esto?! —Estallo de ira, mi cuerpo está vibrando de desesperación por correr hacia ellos—. ¿Por qué requieren destrozarnos de esta forma?
—La avaricia es obsesiva.
La impotencia que siento es este momento, sobrepasa mis sentidos. Sé que ir hasta allá sería estúpido, pero cuando veo a Krass alzar su espada por encima de la cabeza de mi padre, solo quiero lanzarme.
Sé lo que yo obtendré si él muere. Un poder del que había pretendido escapar. Y que, en ese momento tras ese acto cruel y sanguinario, me es asignado.
Dove me deja de sostener cuando el peso de mi cuerpo me empuja hacia atrás, haciéndome caer al suelo. Mi consejero también cae de rodillas y mientras abraza el fusil, unos sollozos se escuchan por su parte.
Krass había realizado el corte más hábil y certero. Tras cortarle la cabeza a mi padre, suelta un canto victorioso, alabando a alguien y repitiendo continuamente:
—¡Por Saedriek!
Pasmado, no consigo quitar la vista, observando como el asesino de mi padre regresa al suelo para sostener la cabeza ensangrentada. La toma y eleva sobre la suya mientras se las enseña a todos como si fuera un trofeo.
—Hay que irnos... —musito temblando—. Dove... Vámonos ya...
¿Qué destino me deparará a mí después de esto?
Nunca fueron quienes pretendían. Ahora es claro que sus espectrales almas aguardaban tras esas fachadas amistosas.
—No quería ver... —su voz rota sigue farfullando por lo bajo—. No quería... Lo quería.
Los jadeos interrumpidos de Dove se expanden a lo largo del lugar, ocupando gran parte del silencio que nos acompañaba. Ya no hay marcha atrás. Él está muerto. La garganta se me escuece al intentar tragar saliva. Ver que Dove está así de afectado, solo me ha dado una tortura más.
Entiendo que esto le duela. Siempre ha sido apegado con todos, en especial con mi padre. Ha pasado años junto a él, era el mayor de sus amigos, y como hoy dijo: no podía abandonarlo.
Entonces, mi padre lo ha hecho primero.
Soy quien se levanta antes del suelo, camino unos pasos lejos de él para darle unos segundos de privacidad hasta que se recupere.
¿Qué pretendo hacer si escapamos? ¿Seré capaz de liderar un gran grupo para salvarnos?
Mi padre jamás me enseñó esas cosas. Insistió siempre en que Eidriene era quien se encargaría, que no perdería tiempo enseñándome a mí. Y al final estoy aquí, siendo un inútil gracias a esas decisiones.
—Esperé que este tiempo sirviera como enseñanza —habla con más calma—. Creí que no dolería cuando ocurriera. Pero fue verdad lo que me dijo...
Regreso a verlo y me sorprendo cuando lo encuentro parado tras de mí, con sus cejas relajadas y una sonrisa melancólica; recordando o pensando.
—Perdón, señor. Debo acabar con esto antes de que la culpa que siento me obligue a detenerme.
En el segundo que su máscara benevolente cae, no soy capaz de advertir la llegada de su acción, ni tampoco de actuar para detenerlo. Solo cuando me encesta un golpe con la culata del fusil, es ahí cuando intento moverme hacia atrás. Sin embargo, es tarde, ha logrado darme. De una patada en mis pantorrillas, me hace ceder al suelo y es ahí donde recibo otro golpe en la cien. Esta vez eso es suficiente para que mi cabeza se estrelle contra la dureza del piso, al impactarme siento como el arma se me escapa de las manos. Un timbre irritante y largo suple mi audición, dejándome desorientado. De la impresión he cerrado los ojos y al abrirlos descubro que todo está borroso, tanteo el relieve del suelo mientras un olor familiar se profundiza hacia mis pulmones.
Los terrores del pasado me congelan una vez más.
—Te juro que resistí mucho. —Distingo su voz a través de ese pitido insistente—. Iba a dispararte cuando te vi, pero me arrepentí al instante.
—Dove... —balbuceo con dificultad—. ¿Qué haces?
—Lo siento, Zov. Dove... Dove ya no existe.
Como puedo elevo la cabeza, y al instante el ardor y las punzadas me martirizan. Con temblores acerco mis manos hacia esas zonas donde me ha golpeado y distingo las heridas con las yemas de mis dedos. Ambos lados están empapados por un líquido espeso que reconozco sin tener que observar.
—¿Por qué acabas de golpearme? —Alejo mi mano tiritando y al fin miro la sangre tiñendo mi piel.
—¿Quieres que te lo resuma? —pregunta—. Quizá debería, no creo que sepas como armar las piezas.
—¡¿Qué estás diciendo?!
—Primero te diré mi verdadero nombre —dice—. Soy Vania de Romaniv. Es un gusto alteza.
—¿Qué? —musito—. ¿Qué acabas de decir? —El golpe y la noticia me chocan tanto, que me dejan perplejo.
—Lo sé, es un poco confuso. Aunque antes de explicártelo me desharé de este animal irritante.
Comprendo que se refiere a Zooz cuando él gruñe notando rápidamente la amenaza que Dove le representa. Giro la cabeza y lo encuentro ahí cerca de donde estoy tirado.
No, no puedo pasar por esto otra vez.
—¡No! —grito—. ¡Te lo ruego, te lo ruego, no lo hagas! ¡¿Qué quieres?! Por favor, Dove, no entiendo que está pasando, pero sabes que no me puedes hacer esto —hablo doblegado a la desesperación—. Si alguna vez sentiste compasión por mí —exclamo entre llanto—, si alguna vez lo hiciste, no me quites a Zooz.
Él prepara el arma y lo apunta.
—¡Zooz, Zooz! —Gateo hasta él—. Dove por favor... ¡Por favor para! Toma de mí lo que quieras, pero no podré con esto una vez más.
—Maldita sea —se queja distanciándose—. Solo es un estúpido juego.
—¿Por qué harías algo así? —farfullo aterrado—. No te entiendo Dove...
—Es la mejor forma. Hacerme de tu odio es la mejor manera para que te pongas en mi contra.
Zooz se acerca a mí y al fin puedo atraparlo con mis manos.
—¿Por qué tú? Todo este tiempo creí que... —La decepción se mezcla con la rabia—. ¡Eras importante para mí! ¡Eras mucho más que mi padre! —Hay silencio de su parte—. ¿Por qué no respondes?
—¡Así deben ser las cosas!
—¡No! —exclamo dolido—. Todo el mundo parece querer hacer algo en mi contra ¡Ni siquiera hice algo para merecerlo! ¡Y si lo hice dímelo!
—No siempre debes hacer algo para que el mundo se derrumbe encima de ti. De otra forma la injusticia no existiría.
—Solo déjame ir... —Lo miro, no luce afectado por lo que estoy sintiendo—. No volveré.
—Ese es el problema, Zov. —Él se agacha—. No quiero que huyas. —Sus manos se aferran a mi pierna derecha.
—¿Por qué aún no me matas? Es lo que estás buscando. ¡¿No es así?! ¡Pensé que tú eras distinto! Creí que tú eras lo único bueno que tenía.
—Y ahora mírate —recalca—. Confiar siempre es tomar una decisión a ciegas.
—La tomé porque me crie contigo. La tomé porque fuiste quien más me apoyó. La tomé porque eras mi mejor amigo.
—Yo también creí que después de tomar esa misma confianza iba a merecer la misma sinceridad. También creí que acabaría. Yo también merecía quedarme junto a ustedes. Pero destruí a mi familia por encima de todo. Krass me consumió a mí y luego yo los consumí a ustedes.
—Puedes detenerlo.
—Ya no quiero detenerme. Y aunque lo haga, no los traerá de vuelta. Así que voy a tomar todo antes de morir, es lo mínimo que merezco. Ya sé que no podrás perdonarme. No importa. —Una perturbadora sonrisa cambia su expresión dócil que era digna de él.
Esa que acompañaba su actitud aquellos días de mi infancia. Cuando jugaba conmigo, cuando me llevaba a clases, cuando me apoyaba. Siempre sonó orgulloso de nosotros, interesado, feliz, y siempre fue una falsa imagen suya.
—Krooz me pidió que te diera esto —Tras esas palabras entro en un bloqueo.
Debo estar soñando.
La acción trascurre bajo mi desconcierto, no alcanzo a procesar nada, aunque todo se produce bajo mi expectante mirada. Como si estuviera atrapado en un cuerpo que no puedo controlar. El toque en mi pierna se vuelve más fuerte, brusco y luego cruel. Dove descoloca el hueso de mi pie fuera de su lugar. Es rápido, pero la tortura es intensa. No soy consciente de cuanto estoy gritando. Solo sé que lo hago, porque las cuerdas vocales se me tensan tanto, que me queman.
—Él no quiere que huyas. —Siento un pinchazo en mi pierna—. Tu último baile fue hermoso. Me gustó saber que estabas disfrutando el momento. Danzando con una delicada y hermosa melodía. —Tararea la música como si quisiera consolarme—. Fue un buen momento antes de morir. Es lo mejor que te pudimos ofrecer. Pero ¿qué es un cisne sin sus alas?
—Dove... —Mi mente está bloqueada, mi cuerpo anestesiado. Lo que fuera que me ha inyectado, ahora me está debilitando.
—Vania. Ahora es Vania.
Caigo de espaldas, pero cuando un impacto helado se funde en mi carne, mi cuerpo reacciona impulsándose hacia arriba.
—Basta... —Suelto un grito dejando que el dolor me trague—. Detente... —Tal vez ya estoy agonizando, pero no logro entenderlo. No comprendo nada en absoluto.
Con las pocas fuerzas que me quedan, reacciono elevando la cabeza para observar a mis pies. La escena es escalofriante. Exclamo de nuevo por piedad mientras retorno a nuestros recuerdos, para comparar a la persona de antes con la que está frente a mí. Veo como hace un corte encima de mi pierna, hasta que el hueso va quedando expuesto.
—No te asustes. Estudié años para este tipo de cosas. Ni siquiera morirás por esto. Pero me aseguraré de que tu pierna quede inútil para siempre.
Cuando de su chaqueta extrae unas extrañas pinzas que coloca alrededor de mi hueso, comprendo que desde el inicio estuvo preparado para esto.
La brutalidad y el dolor me encierran en aquel estado. Atónito por lo que estoy viviendo, las únicas reacciones que tengo son retorcerme y temblar, y los gritos... Esos dejaron de emitirse cuando mi garganta se agudizó.
—Nunca quise lastimarte —la sinceridad en su hablar me asusta más—. Eres la última imagen de las personas que amé. Pero él me obligó a deshacerme de ellos. Me hizo esto hasta el punto de enloquecerme.
Me aterra porque al fin entiendo que ha sido ese personaje toda su vida.
—Krooz...
—No hagas eso —dice con molestia—. ¿Todavía te atreves a llamarlo después de lo que ha hecho? —pregunta, indignado—. ¿Aún esperas que venga a rescatarte? ¿Sabes que él planeó esto? Es igual a su padre. Una maldita basura.
No lo creo. No lo hizo.
Requiero de su presencia. Si pudiera mirarme a los ojos y decirme que ha sido él quien ordenó que me condenaran de esta manera, entonces le creeré. Pero sé que, si estuviera presente escuchando, no se quedaría inmune a mi sufrimiento.
Hasta mientras solo agonizaré por este dolor.
—Debes esperar mucho de su parte. Lo entiendo porque se esforzó en conseguir que confiaras en él. Cuando me contaste eso, sobre su supuesto enamoramiento contigo. Llegué a pensar que de verdad había terminado por olvidar la venganza de su madre. Esperé que de verdad te amara tanto como para traicionar todo ese esfuerzo, ese tiempo, ese sufrimiento. Toda su vida.
—Dispárame —le ruego—. Dove dispárame y acaba conmigo... —apelo con desesperación—. Si me rompes la pierna será peor que dejarme sin vida. Al menos muerto no seré consciente. Por favor.
—No puedo alteza. —La presión se va haciendo más notoria—. Esta es la mejor manera de matarlo sin hacerlo.
—¡Ayuda! ¡Ayúdenme!
Mi vida, mis sueños, mi tiempo. Todo se iría si me rompía.
Mi libertad, la única fuente para sentir el paraíso, para ver a mi madre. Ya no existiría nada de eso. Mi encuentro de fantasía con ella se evaporaría. No quiero perderla. Aun a través de mi danza podía honrarla, podía imaginar que estaba conmigo, podía sentir su amor.
—Krooz... —Si me quisiste, si me consideraste por un segundo—. Ayúdame...
Los paneles de nuestros encuentros trascurren como luces fugaces, las emociones se vierten en mi pecho, pero no es suficiente. No es un antídoto completo para escapar de esta tortura.
—Va a matarte. Él se vengará por esto.
—Ingenuo —me dice con pena—. ¿Sabes qué cosas te hizo toda tu vida? Planificó un infierno, colocando cada pieza para que fallaras y sufrieras. Lo único que te puedo advertir ahora es que ya no creas más en él.
—Él no hizo eso.
—Él te hizo más daño de lo que yo podría.
—¡No lo hizo!
—Bien —insta con furia—. ¿Quieres saber quiénes son tus amigos? —pregunta—. Esas personas que pasaron años a tu lado fingiendo son soldados de Ledya que él infiltró para poder vigilarte.
—¡No!
—Tu profesor al que te cogías a escondidas. Sí. Sé que lo recuerdas. Por él fue que descubrimos que te gustaban los hombres. —Suelta una risa—. Krooz lo puso ahí para controlarte.
—No es verdad...
—Oh, espera... La mejor parte. —Parece saborear la gloria al recordar algo—. ¿Recuerdas a ese gato apestoso?
Contengo las lágrimas, los latidos de mi corazón están reduciendo. No debo creer nada, nada.
—Los niños que te molestaron, quienes te golpearon y mataron a tu gato fueron los que Krooz envió para lastimarte. Sentía tanta envidia de que tú pudieras llevar una infancia feliz, porque según él no lo merecías.
En ese preciso momento mi corazón cae a un hueco oscuro.
—Lo estás inventando. Tú sabes mi vida y solo quieres hacer concordar personas para ponerme en su contra.
—Bueno, en ese caso...
Aprieto mis dientes, cuando el dolor me recorre desde mi pierna. Entre gritos y gruñidos, hago rebotar mi cabeza contra el suelo, para, en un intento desesperado, matarme antes de que Dove consiga terminar de romper mi hueso. La presión dura unos segundos hasta que al final un desagradable crujido estalla. Sin embargo, no detengo los golpes en mi cabeza. Es tanto el deseo de huir de este martirio que no me importa cuán grave estén las heridas. Quiero matarme.
Dove recurre a mi para detenerme, sostiene mi cabeza con fuerza.
—Cuando lo veas puedes preguntarle tú mismo. No mentirá. Ahora ya puede decirte todas las verdades sobre su actuar.
—¿Por qué me odias?
—Lo peor es que no puedo. Eres el más inocente de todos. Pero llegué muy lejos como para poder detenerme. Cuando pierdes tanto te endureces como una roca y pasas por encima de todos. Esto no es personal Zov, si lo hubiera sido te hubiese rescatado hace años. Porque te amo como los amé a ellos.
Soy una mezcla de lágrimas y sangre. Todos esos fluidos se derraman sobre mi rostro y son la única sensación suave que he presenciado en estos cortos segundos.
—Vania. —Un rugido embravecido resuena en el ambiente—. ¡¿Qué has hecho?!
Sus manos abandonan mi rostro, lo veo alzarse y ponerse de pie, dirigiéndose a la persona que ha llegado.
—Lo que me pediste.
—¿Zov? —Esa voz, la reconozco.
A pesar de que sigo retorciéndome entre movimientos, logro voltear mi rostro para distinguir su presencia. Krooz camina con rapidez hacia nosotros. Su gesto sorprendido me hace tener esperanza.
—¿Dónde estabas? —mi pregunta es tan débil que no llega a sus oídos.
—¿Hay algo aquí que esté mal, Krooz? —pregunta Dove con sospecha.
Hago movimientos como si tratara de alcanzarlo. La ilusión de que él detenga esto está ahí presente, intacta y yo impaciente. Es él. A quien conocí en invierno. El hombre que dijo estar enamorado de mí. Pero no toma las acciones que espero.
Una risa hace eco, la reconozco bien.
—Tampoco te dije que le destrozaras la pierna. Con amarrarlo hubiera sido suficiente —dice él con burla.
El filo de la decepción me apuñala.
—Es mejor asegurarse. Sé que tienes planeado un par de cosas con él, así que ahora está a tu disposición.
—¿Puedes comunicarle esto a mi padre? Yo me encargaré de él.
—¿Crees que soy tonto? Huelo esa desesperación tuya por ayudarlo. Todavía no llego a creerte nada, Krooz. ¿Por qué estás tan necesitado de estar a solas con él?
—Vania, estás aprovechándote de mi paciencia —le advierte—. Esta maldita escoria me pertenece ahora y yo sabré qué cosas quiero con él.
—Lo atrapé yo. Primero se lo daré a tu padre y luego él decidirá si te lo entrega.
—¿Por qué hablan de mí como si fuera un objeto? —pregunto lo más alto que puedo.
—Porque en eso te convertirás para mí.
—¿Qué dices? No estás recordando lo que pasó...
—Pobre. —La diversión de su voz es tan hiriente, me lastima como si me cortara la piel—. ¿De verdad lo creíste?
Una presión se apodera de mi corazón, parece que lo estuvieran apretando con una mano. El se encamina hasta al fin arrodillarse a un costado mío.
—Fue real. Los... —Suelto un grito que hace vibrar hasta mi alma. La mano de Krooz me aprieta la pierna herida.
—¿Fue tan real como este dolor? No, ¿verdad?
—Sigue creyendo que lo salvarás. —La burla de Dove hunde más mi dignidad.
Es cierto. ¿Por qué sigo esperando por Krooz?
—Lo siento, Zov. —Él extiende su mano para acariciarme el rostro—. Por las cosas que hice. Me siento orgulloso de haberte hecho caer en mi trampa. Sin embargo, ya debes saberlo.
—¿Acaso fue una mentira? ¿Todas las cosas que hiciste y dijiste?
Mi vulnerabilidad, tirita, se expande como aire, porque él la ha convertido en eso. Porque confié en que no tomaría mi punto para doblegarme a una condena. Y lo está haciendo ahora.
—Desde el inicio.
—¿Tú los enviaste? ¿De verdad me hiciste eso? —le pregunto, con la voz temblorosa—. ¿En ese tiempo enviaste a esos niños para torcerme la vida? ¡Responde! —Exclamo con rabia.
—Sí.
Siento como los latidos de mi corazón van más lento.
—¿Y a mis amigos? —farfullo entre el ahogo que el llanto me ha dejado.
—También.
Todo este tiempo estuvo vigilándome. El despecho se absorbe por las grietas de mi corazón, empezando a envenenarme. Él no esconde su identidad.
Esta vez ha traspasado esas capas de bondad que usaba para engancharme. Esa sonrisa se ve manchada por una bruma negra, en sus ojos dilatados hay un odio profundo que ahora comprendo. Siempre estuvo ahí, viéndome de esa manera. Cazándome lentamente para clavarme sus cuchillos de rabia y hacerme suplicar por compasión.
—¿A quién más? ¿A quién más infiltraste en mi vida?
—Tu profesor.
He caído. Atrapado por completo en sus garras. Siempre lo estuve y ahora puedo verlo.
—¿De esa manera fue como me conociste?
—Sí. Fue muy sencillo porque sabía lo que te gustaba. Todo un pervertido. Abandonado, sin amor y sin cariño. Tan pronto como viste un refugio humano te derrumbaste en mí. Incluso te advertí que te arrepentirías.
—Tú... también, dijiste que lo harías... —Su mano se impacta en mi boca, deteniendo mi hablar. El ardor que causa ese acto es indescriptible.
—Las palabras son muy hábiles, si sabes usarlas adecuadamente. Las mías tenían el peso necesario para hundirte. Así que lo hice.
Mis lágrimas fluyen. La tristeza y decepción son alimentadas por él. Ni siquiera cuando renuncié a lo nuestro llegué a compartir este grado de dolor.
—¿Lo hiciste, Zov? —Recoge mis lagrimas con su dedo—. ¿Te enamoraste de mí?
—¡Eres un maldito! —Remuevo mi cabeza para escapar de su mano y él me lo permite—. Déjamelo en claro. Absolutamente todo lo que me hiciste. Necesito saberlo.
Solo quería decirlo para que lo negara, para que no me dejara, para que volviera hacer esa pregunta que hoy me atraviesa el pecho como una flecha de arrepentimiento.
—¿Qué tan específico puedo ser?
—Lo mayor posible... —Hago una pausa porque quiero negarme, pero algo me hace continuar: — Vamos habla.
—¿Debería decir que nunca sentí nada hacia ti? ¿Qué el tiempo que soporté fue desagradable? ¿O el cómo deseaba apuñalarte en algunas ocasiones? Cuando te pusiste difícil me enojé tanto que deseaba golpearte hasta verte así. —Señala, con una sonrisa en el rostro—. Cubierto de sangre y llorando. Te repudio tanto. Verte a los ojos era un castigo...
—¡¿Un castigo?! —Exclamo dolido—. Tuviste muchas oportunidades para deshacerte de mí. ¡¿Por qué no dejarme morir de cualquier forma?!
—Nada iba a ser más satisfactorio que hacerte agonizar en mis manos... —Luego de decir todo aquello comienza a reír—. ¿Es lo que esperabas escuchar verdad? ¿Qué querías? ¿Saber si en realidad te odio? —Menea la cabeza—. No solo se trata de ti.
—¿Entonces por qué estoy aquí? —le reclamo como si todavía tuviera derecho. Ya me ha dejado en claro que no—. ¿De quién se trata sino de nosotros?
—Exacto —dice—. Nosotros.
—¿Qué hice yo? ¿Qué te hice? —Con mis manos temblorosas trato de alcanzarlo, pero aleja el rostro y mi mano vacía cae.
—No es que hicieras algo, pero naciste en el lugar equivocado.
—Si se trata de mi padre, entonces, ¿por qué yo tengo que pagarlo?
—Porque en medio del propósito también estabas tú y tu hermana... —Remece la cabeza, parece estar harto de algo—. Creo que ya debo dejar de decirle así. Ni siquiera es tu hermana. La farsa por fin se acabó.
Quiero creer que escuché mal, pero entre mi dolor y la confusión todavía consigo sentir más.
—¿Qué dijiste?
Él suspira y no dice nada. Entonces pienso que si he escuchado mal.
—¿Dónde está Eidriene?
—En casa —responde.
—¡¿Dónde está?! —exijo con furia—. ¡Déjala ir!
—No puedo, Zov. Ella pertenece más a nosotros que a ti.
—¿Qué idioteces dices?
—Eidriene es mi hermana.
—¿Qué?
—Su verdadero nombre es Saeri de Romaniv. Y estuve tratando de recuperarla desde el momento en que la perdí de vista. Desde que Teorvek la secuestró. Yo vine por ella. Ese era mi mayor propósito.
El impacto de lo que ha dicho me deja mudo. Quiero negarme a considerarlo. Sin embargo, veo la verdad entre sus gestos. El cómo aprieta la nariz, conteniendo furia, pero me mira de una forma sincera.
No miente.
El peso de mi cabeza cede hasta arriba. Estoy tan débil, esto me ha sobre consumido en un solo instante.
—¿Cómo? —pregunto tras recuperar el aire—. ¿Cómo puedes comprobar eso? ¡¿Cómo?! —Le grito, encarándolo otra vez—. ¡He vivido con ella toda mi vida! ¡Me crie con ella! Yo la amo... ¿Cómo puedes comprobar que eso no es hermandad? ¡No me mientas!
—En ese sentido, lo es. No puedo negártelo...
—¿Por qué me quitarías a la última persona que tengo?
—No te estoy quitando nada. Ella solo está volviendo con nosotros.
—Pero se parece a mi madre —evidencio—. No puede ser...
—Esa mujer no es tu madre.
Incrédulo me carcajeó y lo enfrento:
—¿Me dirás que mi padre tampoco es mi padre y que yo soy un invento?
—El invento aquí fue hacerte creer que la mujer a la que extrañas era tu verdadera madre. Porque no lo es. Solo fue un plan para concretar mejor nuestra venganza. La mujer que apreciabas con tanta vehemencia es la madre de Eidriene y también la mía.
Con debilidad me tomo la cabeza con las manos, apretándome el cabello. Si tuviera más fuerza me lo arrancaría en pedazos, al igual que mi cráneo.
¿Qué estoy escuchando ahora?
¿Qué otra cosa me puede decir?
¿Acaso estoy existiendo en realidad?
Porque este hombre acaba de revelarme que mi vida ha sido el acto más grande de la historia y yo estoy más cerca de volverme loco que de creerle.
—Entonces sus planes vinieron antes de que naciera.
—No, vinieron después de que tu padre nos traicionó y acabó con toda la posibilidad de crear alguna alianza.
—¿Qué fue lo que hizo?
De verdad no sé si le pregunto porque me interesa o porque sigo bloqueado por lo que me ha contado.
—La mató.
—Dijiste que había muerto porque la dejaste morir —recuerdo.
—No cambiaré mi percepción. Aún no lo sabes todo.
—¿Y por qué no me lo dices?
—Ya no mereces nada de mí. El acto se acabó.
Estoy cansado y dolido. Quizá pronto muera desangrado. Así que debo considerarle su esfuerzo antes de irme.
—Felicidades, Krooz. El empeño que pusiste al desarrollar tu papel casi me hace creer que te quería.
Parece que distingo una sorpresa en su mirada, pero es fugaz.
—Estuve cerca de aceptarte. Tú, siendo el único que pudo entrar en mí, también fuiste el único que supo cómo destruirme.
—Gracias —contesta sin afectarle.
La furia y el dolor me ganan.
—¡Eres un mentiroso! ¡Maldito mentiroso! ¡¿Por eso te arrodillaste para entregarte a mí?! —Siento como su fuerte mano me aprieta todo el contorno de mi mandíbula.
—Una palabra más y tendré que arrastrarte, porque tu otra pierna tampoco funcionará.
Es justo ahí que ese corazón que alguna vez estuvo en fuego se apaga y una vez calcinado solo reposarán las cenizas a la espera. Krooz me suelta con un desprecio tan alto que me arroja al piso, luego se levanta y camina hasta Dove.
—Ve por mi padre. Ponlo al tanto de esto. —Su mirada se fija en mí—. Me encargaré ahora.
—Te lo advertí, Zov. Es una pena que no hayas escuchado. —La voz de Dove se escucha como un susurro atosigante, que se desvanece cuando él se va.
Hurgo con mi mano el bolsillo de mi pantalón, al encontrar lo que busco, lo retiro.
—Perdí todo mi tiempo en ti.
Me enamoré de una mentira.
Lo que sé ahora de él, es lo que tengo en mi mano. Lo que me regaló. Eso que consideré un tesoro. Como la mujer alertó. El cristal si reveló toda la oscuridad de mí y la de los demás.
—Ahora sé lo que eres.
Después de esa noche me obsesioné tanto con saber más de ese cristal que terminé leyendo todo acerca del. La obsidiana se forma a partir del magma y del enfriamiento natural, básicamente: de lo caliente y lo frío. Es un cristal que cuando se rompe debe ser tocado con cuidado o de lo contrario su filo te cortará.
—¿Qué soy?
—Como este maldito cristal —digo tras arrojar el broche lejos de mí—. Lastimas.
Él es obsidiana. Pasó del calor al frío con rapidez y se convirtió en cristal. El día que se rompió sus fisuras lo volvieron peligroso, pese a ello evitaba cortar el corazón de los demás. Pero no conmigo.
—¿Ahora vas a odiarme?
—En cada lugar que esté, a cada cosa que toque, cada vez que diga una palabra, en cada sentimiento que tenga. Siempre voy a odiarte, Krooz.
Termina de mirarme para dar unos pasos lejos. Es ahí cuando el viento recoge con su fuerza mis cenizas y se las lleva tras su andar.
Fue él quien me incitó a rozarlo sin precaución. Me hirió, me cortó, me mató. Y luego me deja, sangrando a solas.
Acabó conmigo. Y en algún instante, mientras continuaba buscando la muerte, terminé desfalleciendo en el suelo.
Sabiendo que Krooz me había traicionado.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro