3. Alucinógeno
El Artie está localizado en el interior de un invernadero con un jardín exterior y uno interior que es una réplica de una selva. Tiene palmas, musgos en las paredes de piedras y sobre las fuentes, hay caminos empedrados y extensos, y todo el sitio costa de rincones dispuestos de mesas con sillas. Nosotros nos ubicamos en un espacio de muebles y una extensa mesa junto a un bar.
Quise abandonar la idea de venir. Estuve tentado todo el camino planeando una excusa para huir de manera educada. Sin embargo, cargo tres problemas a mi alrededor: Aks, Torrance y Zutsi.
Además de ser mis compañeros en la escuela, lo son también en la academia Borks.
Aks es la que más cerca está de mí, ella ensaya conmigo para la obra del bosque y hace un personaje secundario muy importante, por lo cual está muy interesada en cualquier adelanto de horarios para ensayar; no puedo fingir con ello.
Torrance practica el chelo y yo el violín. No tenemos ensayos hasta dentro de una semana.
Y Zutsi, bueno, ella suele asistir a las clases de danza contemporánea; claro cuando no está ocupada con Torrance o haciendo de su tiempo quien sabe qué. No obstante, tampoco tengo manera de fingir; sabe a qué hora empiezan nuestras clases.
Me hundo el sofá de cuero, incapaz de huir. Miro a todos sentarse cómodamente. Espero se vuelvan incapaces de sentir mi presencia. No deseo tener que aportar algo de diálogo mientras Krooz se encuentre presente.
—¿Pedimos? —Claro que Torrance es el más emocionado aquí. Se servirá hasta quedar empachado y eso lo solucionará yendo al baño.
Desde que lo conozco ha tenido la complexión delgada, y aunque trague a montones, siempre se mantiene en el mismo peso.
Todos excepto yo toman las cartas sobre las mesas y revisan el menú de la tarde. En tanto discuten sobre que ordenar, yo me distraigo jugando con el bordado de mi suéter, incapaz de mantenerme tranquilo.
Ellos están acostumbrados a que no suela pedir comida y a que tampoco coma junto a ellos. Como digo, vengo aquí o salgo con ellos por simple elección, y es que no quiero estar en casa.
Aunque, por supuesto hay alguien aquí que no está al tanto de eso.
—¿No pedirás comida?
—No tengo hambre. —No tengo la necesidad de verlo, sigo jugueteando con mi bordado.
—Acaban de salir de la escuela, es...
—Vine comiendo. —Esta vez sí lo veo—. Además, eso no te importa. —Cargo todo mi enfado al hablar, pero eso al parecer no le afecta—. Encárgate de tu propia comida.
Los demás no se inmutan, están acostumbrados a mi temperamento.
—Estoy listo para pedir. —Torrance llama a un mesero y empieza a dictar su exagerada orden.
—Mezclar todo eso te hará mal —le advierte Zutsi.
—La comida no hace mal —suelta un bufido—. La comida te da vida. ¿Cómo podría morir por comer?
—Mueres si la comida tiene veneno —agrega Aks. Luego es ella la que sigue en pedir su orden.
—Bueno, aquí no hay veneno, ¿o sí? —le inquiere al mesero, él niega—. ¿Ves? Puedo comer hasta desfallecer.
—También puedes morir atragantado —vuelve a decir Aks.
—Sé cómo masticar.
—O morir de una diarrea.
Todos se callan y la observan.
—Zut —le regaña Aks—, estamos próximos a comer. No puedes decir eso... Es asqueroso.
—Lo siento. —Se encoge de hombros, apenada—. Solo creí que estábamos aumentando las formas en que Torrance puede morir por la comida.
—Tiene razón —dice Krooz.
—¿La gente muere así? —pregunta Torrance interesado.
—No hay pruebas que lo desmientan.
—Tiene razón.
—Sí, lo que sea. Solo no vuelvan a mencionar eso ahora —pide Aks.
—De acuerdo —dicen ambos.
Aks se recuesta cerca de mí y susurra:
—¿Seguro no quieres algo?
—Estoy bien.
—Vale.
—¿Qué gustarán de beber?
—Jugo de arándano —pide Aks.
—De fresa —dice Zutsi.
—Soda de uva —pide Torrance.
—Una cerveza. —Todos vuelven a mirar a Krooz—. ¿Qué? —pregunta, extrañado—. ¿No beben alcohol?
—Nuestra edad permitida es a los veinte —le informa Aks.
Krooz suelta una risotada, se pasa el dorso de la mano por la boca embriagado desde ya. Al entender que le hablan con seriedad deja de reír.
—¿Es en serio? Que estupidez. Digo, eso no me detendría.
—No podemos consentirnos eso —aclara Aks—. Tenemos ensayos y no nos permitimos presentarnos borrachos, menos perder una clase.
—Eso es una lástima.
Que desagrado. Se cree que somos unos niños por no ingerir algo de alcohol.
Veamos cuánto te agradan estos niños.
Le silbo al mesero, alzo dos dedos y él asiente. Unos segundos después aparece con una caja llena de cigarros, la deja sobre la mesa y vuelve a desaparecer.
Sin decir más, mis tres compañeros se inclinan a tomar un cigarro y lo encienden cada uno con sus respectivas fosforeras, yo hago lo mismo y bajo la mirada atenta de Krooz enciendo el mío. También tenemos un mal hábito.
Doy una calada y luego digo:
—Regresa al palacio, de Romaniv. —Sonrío—. Estás muy viejo como para involucrarte con nosotros.
Los demás sueltan una risita.
—Estoy libre hasta el matrimonio, no puedo permitirme pasar el tiempo encerrado. —Me da una mirada cargada de advertencia—. Todavía debo divertirme con algo.
Quito mi vista y me distraigo con el encendedor. Estoy demasiado molesto como para volver a responder y tampoco sé si tomar sus palabras como indirectas.
—Oh, cielos. —Aks tose—. Olvido por completo que estamos hablando con el príncipe de Ledya. —Se sienta de una manera más firme y con una mano en pecho dice: — discúlpeme alteza, por tratarlo con tal inferioridad.
Escucho una risita nasal por parte de Krooz.
—Estoy demasiado cómodo como para atender términos de mi superioridad. Aquí soy solo un muchacho al igual que ustedes.
—También eres un gran patinador —habla Torrance—. ¿Por qué nunca compites en los olímpicos?
—Es algo que hago más por gusto que como carrera. No me interesa en ese aspecto.
—Pero participas dentro de Romaniv.
—A veces —responde—. También soy mentor de algunos que gustan representar al reino en los olímpicos.
—¿Alguna vez conociste a una patinadora que te interesara? —indaga Zutsi—. No creería que has estado soltero todos estos años. —Tuerzo los ojos, fatigado.
Bien, ahora el tema será sobre Krooz.
Esto es una desgracia.
Pretendía liberarme de este idiota estando lejos del palacio y luego termina involucrado con nosotros. ¿Qué más va a pasar ahora?
—Oh, si tuve muchos romances. —Mira el techo como si empezara a recordar esos tiempos, y las pupilas se le dilatan—. Hubo uno más especial.
—¡No me lo cuentes! —suelta Zutsi impresionada por algo que ha descubierto—. ¿No la terminaste por venir a casarte con la princesa Eidriene?
—No. —Sonríe divertido y la mira—. Eso paso hace muchos años ya. Y desde entonces no he vuelto a tener esos romances.
—Parece que está en la misma situación que Eidriene. Cuando salieron los rumores de que ella estaba relacionada con un granjero que luego la...
—¡Basta! —Aplasto la colilla del cigarro en la mesa y veo a Zutsi, amenazándola con la mirada—. No repitas esos falsos rumores, menos a sus espaldas o frente a mí. No vuelvas a mencionar a Eidriene, sus asuntos no le incumben a nadie.
Me levanto del sofá y camino para alejarme del bar, subo las escaleras de caracol que me llevan a la planta de arriba.
No pierdo los estribos con facilidad. Sí, puedo enfadarme y mucho. Pero sé cómo mantenerme al margen y no ataco sin necesidad.
Conozco lo tontos que son y que olvidan las cosas con rapidez, pero una advertencia bastará para que no vuelvan a relucir el tema.
Mientras yo aprovecho eso para mantenerme un rato aquí.
Escucho las risas incluso a esta altura, aprieto el barrote del balcón. Krooz está quebrando mi paciencia y es que de verdad no lo entiendo. ¿Cuál es su obsesión por relacionarse conmigo? ¿No puede solo aceptarlo y ya? Me enferma.
Miro el reloj en mi muñeca, falta una hora para ir a la academia.
Talek también tiene un horario que cumplir, de lo contrario podría adelantar mi llegada y distraerme un rato. Los únicos tiempos libres son sus fines de semana y los lunes después de nuestra clase. Y, por obvias razones, los fines de semana no asisto a la academia.
Hemos intentado vernos fuera de esas horas, pero es peligroso. Hay mucha gente espiando y una relación homosexual entre un profesor de treinta y seis años, con el estudiante de dieciocho; además de hijo del rey, sería toda una catástrofe para la familia real.
Las personas como yo todavía no son muy bien recibidas. Y mi padre mucho menos lo aceptaría. Si supiera que jamás podré desposar a una mujer me obligaría a estar con una.
Varios minutos después decido bajar. Es momento de que pase por mis cosas para ir a la academia. Al ir descendiendo, las risas y charlas se vuelven más sonoras, y al estar de vuelta comprendo el porqué, me quedo estático.
—¿Qué le pasa?
—Lo convencí de tomar una noche rosada.
—¿Lo embriagaron? —Me paso una mano por mi cabeza—. ¿Qué pensaban? Esto fue muy lejos —musito viendo a Krooz bailar sobre la mesa, con su camisa medio abierta.
—No creímos que le gustaría tanto. —Aks me mira entre apenada y divertida—. Pero se tomó cuatro... Bueno cinco, fueron cinco.
Maldita sea.
La noche rosada, además de tener una mezcla de vodka con ron de rosas, lleva una pequeña cantidad de una flor con sustancias alucinógenas.
Krooz nota que he llegado, brinca de la mesa y se acerca a mí para tomar mi cara en sus gigantescas manos. Siento como se encajan alrededor de todo mi rostro, me tiene por completo atrapado, y si lo necesitara, explotarme la cabeza le sería una tarea sencilla.
Me echo para atrás porque empieza acercarse demasiado, sus manos me siguen manteniendo firme y cada vez me apegan más a él.
—Vaya —dice maravillado—, tus ojos se mueven como las aguas de un río.
Está drogado por completo.
—Ni de lejos podría imaginar cuanta belleza tienes escondida aquí.
—¡Suéltame!
Le aprieto las muñecas insistiendo como puedo, le clavo los dedos sobre la piel y siento como mis uñas la atraviesan. Él no parece incómodo ni adolorido, quizá ni siente nada. Continúa su observación, tan concentrado, que llego a creer, está leyendo mi vida a través de mis pupilas. Al final termina por soltar mi cara. Me alejo, respirando agitado.
Ese ha sido uno de mis momentos más extraños.
—Siéntate. —Trato de empujarlo, pero es un chiste. Él es como un enorme San bernardo y yo no llego ni a un Pekinés—. ¿Cómo una persona como tú, puede ser tan irresponsable?
—Oh, sí, Zov. Regáñame más. Te escuchas chistoso cuando lo haces.
Se ríe y sus ojos se achican.
—Ah, imbécil, ¿te divierte esto? —No apostaría que lo hace para ridiculizarme—. Me meterás en problemas.
—No tantos.
—¿Qué dices?
—Los problemas que ganes por esto no serán tan graves como los que ganaré yo. —Se pone las manos a los costados de las caderas—. Bueno. —Resopla—. Cuando termine con ustedes, ni siquiera tendrán tiempo para preocuparse por sus problemas.
—Lo que dices ya ni siquiera tiene sentido. —Lo suelto y me paro frente a mis compañeros—. Esto no saldrá de aquí —aviso, miro a los meseros—. De ninguno de ustedes.
—Tranquilo, Zov. —Torrance está atragantado con su comida y habla como puede—. Se divierte, es lo que hacen las personas normales. Además, esto no se difundirá.
—Ese es el problema —espeto con indignación—. Él y yo no somos personas corrientes. —Nos señaló a ambos—. Nos destruyen por cosas simples. —Recuerdo las clases—. Y aparte debo ir a la academia. —Enfurecido me tiro en el sofá pasándome las manos por el rostro.
Maldito seas, Krooz.
El tiempo es primordial para mí. No puedo llegar tarde a cosas que me interesan y mi carrera me interesa, mucho. ¡Demasiado!
No puedo ir a casa con él en ese estado y no puedo dejarlo aquí y marcharme a mis clases. Se supone que el hombre es un adulto y actúa como un estúpido adolescente.
—Zov.
No sé quién me llama, pero abro los ojos y pregunto:
—¿Qué?
Se trata de Aks, tiene una expresión preocupada mientras señala a mi izquierda.
—Él se ha ido.
Mi cabeza gira de forma involuntaria, me pongo en pie y una alarma se enciende en mi mente.
No puede salir y lucirse en ese estado.
Él va a acabarme antes de que el día lo haga.
—¡Búsquenlo! —Ordeno antes de lanzarme a correr—. Muévanse, ustedes lo pusieron en ese estado, no me dejen la responsabilidad a mí.
Al abandonar el pequeño sitio me tropiezo con los grandes caminos empedrados y cubiertos de plantas. Si por idiota llega a meterse en la hierba, no será sencillo encontrarlo.
—Le advertí que no lo hiciera. —Aks llega a mi lado—. Torrance es un idiota.
—Qué más da que le advirtieran —gruño exasperado—. Es un adulto Aks, debe saber cómo controlarse.
Seguimos caminando con rapidez, avanzando hacia los demás sitios de comida y los bares. Lo busco con la mirada, tratando de no ser tan evidente. La gente mira y no puedo llamar mucho la atención.
—Zov, debo decirte algo.
—¿El qué?
—Es que... Krooz estaba preocupado. Creía que el comentario de Zutsi te había hecho enfadar y quería ir a buscarte. —Tuerzo los ojos—. Sabemos que no te gusta que interrumpan tu momento de soledad así que Torrance le mintió sobre el trago y él lo tomó pensando que solo era uno normal —confiesa apenada—. Después le agrado y pidió más...
Me detengo a medio camino.
—Bien, ahora si los culpo a ustedes —digo—. Debieron decirle la verdad.
—Ya lo sé, disculpa —se lamenta incluso con su mirada—. Vamos a encontrarlo, el lugar no es tan grande.
—Eso si no termina por salir de aquí.
Los minutos siguen pasando y con ellos voy perdiendo la esperanza, no solo de encontrarlo antes de que haga otro show, sino también el de llegar a tiempo a mis clases. Al parecer, Aks también pierde la fe de ello.
—¡Zov! ¡Aks!
Desde un túnel de enredaderas, Zutsi aparece y provoca un brinco en ambos. Maldigo entre dientes antes de regresar a verla, luce divertida y aliviada.
Lo encontró.
—Está acá. —Nos llama con su mano y vuelve a meterse por el túnel.
Entramos en un pequeño espacio redondo. Está encerrado por palmas, árboles y lechos enormes y justo en medio hay una fuente, pero él no está por ningún lado.
—Justo ahí. —Señala con su dedo.
Me acerco y veo a Krooz. Se encuentra tumbado en el suelo, revolcándose entre la hierba corta y acariciando las hojas de una planta.
—Que suave colchón —murmura pasando sus manos por la hierba—. Perfecto para dormir.
—Tan pronto cumpla veinte voy a probar ese trago —dice Torrance, lo miro de mala manera—. Es broma.
—Ayúdenme a levantarlo. Prefiero llevarlo al palacio antes de que escape otra vez.
—¿Cuánto dura el efecto?
—En dos horas estará bien. Fue lo que dijo el mesero.
—Bien —respondo.
Me agacho para moverle el brazo y él reacciona de inmediato, escucho las exclamaciones por parte de mis compañeros, cuando Krooz me empuja hacia las plantas y se levanta para huir.
—¡Oye imbécil! —Con rapidez me levanto—. ¡Deténgalo, no dejen que se vaya!
Ellos corren tras Krooz, pero no hay necesidad de atraparlo porque se detiene y luego mira la fuente.
—No... —Sé lo que piensa—. No lo hagas —le advierto—. ¡De Romaniv, no! —Pero es muy tarde porque termina por saltar y hundirse en el agua de la fuente.
Lo único que puedo hacer entonces es pasarme las manos por la cabeza, frustrado, enojado y todos los males que la furia puede hacerme sentir.
Este idiota... aunque bueno, no ha sido todo culpa de él, y por esa razón trato de serenarme antes de ponerme en pie.
No está del todo consciente. Mantén la calma, luego puedes vengarte.
Cuando me acerco lo veo flotando boca arriba, mantiene los ojos cerrados y sonríe, como si estuviera soñando con algo que lo vuelve loco de felicidad.
—¿Qué harás con él? —Miro mal a Torrance, porque todo lo que ocurre es por culpa suya—. ¿Lo llevarás?
—Cállate y sácalo de ahí.
Él se ríe.
—Es lo que pensaba hacer —contesta mientras se inclina hasta el borde de la fuente.
—¿Dove vendrá por ustedes?
—No. Se lo contará a mi padre y luego me tildará de irresponsable.
—De cualquier forma, toparán terreno en el palacio. Seguro lo notará.
—Tú llama a Dereck —le ordeno a Zutsi—. Prefiero que haga el ridículo en casa que aquí fuera. —Me doy la vuelta para salir del lugar.
—Hoy no iré a los ensayos. —Me detengo—. Dile a Talek que me puede hacer trabajar el sábado. —Aks asiente y luego continúo el camino.
Eidriene debe hacerse cargo de su prometido y si no puede distraerlo va a tener que amarrarlo a la cama.
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