25. Cristal
La temperatura de la mañana ahora es algo cálida. Es inicios de enero y son estos días donde el congelamiento de las lagunas empieza a desaparecer y los cisnes regresan.
Recuerdo esa primera vez en que me llamaron por mi apodo. Apenas tenía cuatro años cuando me bautizaron en la catedral de Gienven. La religión nos permite estar consciente antes de poder conferirnos un nombre para toda la vida. Aunque ya tengan uno desde que nacen, son los niños quienes pueden decidir si permanecer con el nombre o cambiarlo. Aquel acto es nuestro primer voto de voluntad en una iglesia y por ello ningún padre puede inferir
Yo ya tenía uno.
Mi madre me decía Zovin, porque era su lugar favorito de Teorvek y donde había nacido. Ella me lo puso y fue por ello que yo quise conservarlo. Así, de esa forma, cada vez que me llamaran estarían usando una palabra con la que ella me nombraba con afecto.
Solo una vez hubiera querido escuchar su voz decir mi nombre.
La gente empezó a referirse a mí por Cisne desde el momento en que nací y me expusieron a sus ojos. Tan pronto como me conocieron supieron que me parecería a mi padre y eso les disgustó. Sin embargo, no podían aún detestarme.
Así que cuando alguien les preguntaba mi aspecto ellos decían:
—Blanco, hermoso y tan grácil. Como un cisne.
En tanto el rumor corría por las distintas ciudades, más rápido se acostumbraron a denominarme de aquella manera.
Y con el tiempo el nombre que mi madre me había dado fue sustituido.
Incluso mi familia llegó a llamarme de aquella forma, y solo se detuvieron cuando me revelé y dije que odiaba tener ese apodo.
En verdad no lo odiaba. Pero quería escuchar mi nombre y a mi madre a través de esas voces.
Hago un sonido con mi boca para alertar al cabello y que siga andando, este obedece y avanzan tras el auto.
Krooz está a mi costado, montado en un caballo negro. Está usando su uniforme verde pino, el cual tiene el escudo de su reino bordado en su manga derecha. Se le ve contento, sonriendo ante la atención que la gente le brinda. Es igual a Eidriene, al parecer les gusta las mismas cosas.
Pensé qué padre lo haría ir junto a ella en el auto, pero ha dejado ese espacio para ir él junto a Eidriene y a Krass de Romaniv.
Mientras los dos debemos ir junto a la guardia que se encuentra en la parte trasera de nosotros y quienes cargan las banderas de cada ciudad.
Hago esto por capricho de mi padre, como cada cosa que me ordena.
No me agrada recibir este tipo de atención, menos mirar a la gente para sonreír. No se trata de que me desagraden, pero, simplemente, estas partes que la familia debe acatar para convivir con las personas, me parecen patéticas y aburridas.
—¿Qué es eso que traes en la mano?
Krooz mueve las riendas del caballo para acercarlo más hacia donde me encuentro.
—No me hables aquí —siseo, nervioso. Ahora las miradas que le otorgaban solo a él también se centran en mí.
—No te alteres —dice divertido—. Sabes que nadie pensaría demás. Solo somos dos cuñados conviviendo de manera pacífica.
—La noche del sábado no fue tan pacífica —me quejo—. He tenido que maquillarme la piel del cuello para que no se notaran las malditas marcas que me has dejado.
—Alguien me dijo que lo desnudara y lo hiciera llorar, yo solo obedecí —expresa con una inocencia fingida.
—Pudiste evitar ciertas partes... Solo olvídalo.
—Me contengo mucho por besarte todo el tiempo en cualquier parte, no pude con los impulsos de esa noche.
—Ya deja de hablar de eso —musito en tono bajo.
—Te ves muy hermoso así.
Me doy el tiempo de regresar la mirada, Krooz me observa con una expresión encantada en el rostro.
—No me veas así.
—¿Cómo?
—Como... —No sé explicarlo—. Como un perro con hambre.
—Es porque tengo hambre —hace una pausa—, de ti.
—Ya basta.
Krooz se ríe en una suave carcajada.
—¿Vas a decirme que es lo que traes en la mano? —Vuelve a preguntar.
Agarro ambas cuerdas con mi mano izquierda y elevo la otra.
—¿Recuerdas la advertencia de la primera noche en que nos vimos?
—Por supuesto. Ese día simplemente me condenaste hablándome de esa manera. Y tuve que controlarme mucho, porque quería besarte.
Siento como la temperatura ardiente aparece sobre mi rostro. ¿Desde el inicio? ¿Entonces aquellas indirectas siempre fueron sinceras?
Y yo para entonces solo quería enviarlo lejos a patadas.
Deseo hacerle más preguntas acerca de ello. Sin embargo, no es un buen momento para alargar ese tipo de conversación. Luego podré escuchar todo con más detalles.
—Bueno —digo retomando el tema—. No fue una advertencia vacía.
Meneo mi mano alzando la palma, en cada dedo tengo un dedal hecho de oro con un mecanismo que se activa para revelar las cuchillas en forma de garras que se encuentran en el interior.
Presiono mis dedos con fuerza, golpeando el mango de la espada que cargo en el cinturón, después de eso las cuchillas resaltan haciendo un precioso sonido que pone en alerta a su víctima.
—Entonces, si era una amenaza de muerte —comprende con rapidez.
—Luego del lago. —Empiezo a relatar—. No volví a ser igual de ingenuo. Cuando salí de ese hospital no quise entrar en un espacio para rehabilitarme. Al contrario, me enjaulé en mí y aprendí hacer cosas nuevas. Pasé horas entrenando junto a la guardia, aprendiendo a defenderme.
—¿Por qué no me has enfrentado con tus dotes? —pregunta con curiosidad.
—Porque aún no tienes toda mi rabia. No uso lo que sé. Al menos que necesite matar.
—¿Y has matado a alguien ya?
—No, todavía —digo con calma—. He aprendido a controlar un poco de mi rabia y por ello no he tomado la decisión de usar mis garras.
—¿Quisieras utilizarlas en mí? Te ves demasiado ardiente con eso. Ahora no tienes un apodo en vano, sabía que eras un tanto salvaje.
Vuelvo a presionar las garras sobre el mango de la espada y estas se guardan.
—No, —respondo con fastidio—. Pero todos saben que sé utilizar un arma y no estas garras, y si no me guardas el secreto puede que si necesite usarlas en ti.
—Bien, se lo contaré a todos.
—Ya sabía que ser idiota era una elección propia —le digo antes de volver a fijar mi visión al frente.
El recorrido civil se realiza hasta la catedral central de Gienven, donde se realiza el programa de caridad para la gente de los pueblos bajos.
Algunos ciudadanos llegan a hacer donaciones de cualquier tipo y cuando todo se recauda en una cantidad exacta se entregan los bonos y otros obsequios a la demás gente. El acto se hace siempre cada año en el mismo día de los deseos blancos.
Y ahora que recuerdo aquello, ni siquiera he preparado mi rosa. Quizá este año no pida nada.
Al concluir la línea de la travesía terminamos frente a la catedral. Más personas nos reciben, sosteniendo banderas pequeñas de Teorvek que ondean mientras pasamos hacia el interior.
No planeo mantenerme aquí mucho tiempo, solo entraré para escapar por otra parte.
Unos metros antes de topar con la entrada, un hombre rubio correctamente uniformado portando el atuendo azul de la guardia, me hace una reverencia y extendiendo una rosa seca me dice:
—Para usted nuestro cisne. La guardia real le entrega este obsequio para que hoy pueda pedir un deseo más en el fogón.
Quedo enmudecido mientras el recupera su postura y mantiene su brazo enguantado y firme esperando que tome su ofrecimiento. Su mirada destella coquetería en sus más altos niveles, sus cejas delgadas y arqueadas tienen un aire atractivo, ni siquiera necesita sonreír tal parece que tiene el don de hacerlo con su mirar.
—Qué grato gesto. Se los agradezco.
Me acerco para tomar con sumo cuidado la rosa.
Cada año en las fiestas blancas las personas deben guardar una rosa de su preferencia, unas semanas antes de la noche de deseos. Se las deja secar junto con un papel donde escribes un deseo y que se lo coloca en el centro de la rosa. De esta forma, cuando llega la noche la pueden arrojar al caldero ardiente, dejando que su deseo se consuma hasta ser cenizas que luego el viento se lleva.
Es una tradición, pero yo olvidé hacer la mía este año. Bueno, al menos ya tengo una donde poner colocar mi papel.
—A nombre de Stole Janik. Es todo un gusto, mi alteza —dice sonriendo.
Hago un gesto de desaprobación.
—No creo que esté respetando su código, soldado.
Él asiente y requiere de voluntad para recuperar su seriedad.
Ser parte de la guardia inquiere mantener cierta compostura. Y la sonrisa que acaba de otorgarme, no va de la mano con sus normas.
—Disculpe. No he podido evitarlo.
No comprendo por qué aparece una tensión que me enreda de inmediato, hace despertar esa parte mía que solo le entrego a unos pocos en la intimidad.
Sonrío de costado. Sin duda, es porque es muy guapo.
—Ha cumplido bien con su tarea, no se lo comentaré a nadie —digo con complicidad—. Sobre la sonrisa —aclaro.
—Se lo estaré eternamente agradecido. —Sus comisuras se vuelven a elevar por un segundo.
Le doy un último vistazo, sintiéndome entristecido al tener que dejarlo ir.
Vaya, de repente unos segundos de interacción han sido suficientes para ponerme en ese grado de comodidad. Acabo de sonreírle sin ningún esfuerzo.
Continuo con mi camino sin mirar atrás.
—Zov.
El llamado de Krooz hace que me detenga.
—Creí que estabas dentro. —Retorno mi andar y él me sigue disminuyendo la velocidad para ir a la par.
—Necesito hablar contigo esta noche.
Lo miro, confundido.
—¿Por qué no ahora?
—No hay forma de que te diga todo eso aquí —espeta con molestia.
—¿Qué? —Me río—. ¿Acabas de ver eso? ¿Será que estás celoso? —susurro lo último con mucho cuidado.
—Dije esta noche —rechista entre dientes y avanza su andar.
Me muerdo los labios, divertido con su actitud. Lo veo avanzar mientras se toca la nuca. Está tan tenso, lo cual lo vuelve más gracioso. Quisiera verlo más tiempo con esa expresión de molestia, pero justo ahora se me presenta la oportunidad de escapar, así que contra mis deseos la tomo.
Desvío mi camino y me dirijo hacia una de las grandes puertas que da a los pasillos del interior de la catedral. Ahora solo debo conseguir llegar al jardín y podré huir.
Quisiera poder presenciar la cara de Krooz cuando se dé cuenta qué he desaparecido.
///
Camino hacia el centro de la plaza hasta encontrarme con el gran fogón circular, aún se encuentra apagado, pero en el fondo puedo ver la leña lista para ser encendida a media noche. Me quedo un rato ahí hasta que a la lejanía distingo unas voces conocidas.
No tengo que regresar a mirar, sé quiénes se están acercando.
—Hasta que llegas —se queja Torrance.
Los tres se colocan frente a mí. Lucen igual, a diferencia de Zutsi que se ha cortado el cabello. Se ven bien, hace que sus rasgos felinos se acentúen más.
Tuerzo los ojos.
—No me fastidies.
—No creo que le importe perderse los programas —le dice Aks a él.
—Ya ni siquiera has ido a clases de violín. Igual no te interesaba tanto.
—No tengo tiempo. Saben la estupidez que mi padre me obligó a hacer.
—Claro. Además, será en unos días, ¿no? —pregunta Zutsi—. Debes estar muy ocupado con eso.
La presentación de patinaje será este sábado y eso significa que el compromiso se dará de manera oficial.
Todavía no considero la rapidez con que los días pasaron. Ha sido un largo tiempo desde que mi padre me empujó hacia Krooz. Y él aún no conoce la mala idea que fue realizar aquello.
—¿Podemos ir a otra parte? Estos programas me aburren siempre.
El pensar en los pocos días era algo que no deseaba hacer.
Nuestra relación se ha fortalecido con una intensidad que podría llegar a ser dolorosa. Ahora que he afrontado la verdad sobre mis sentimientos, no sé si pueda soportarlo.
—Hay un lugar muy interesante —dice Zutsi—. Son gentes de Tekfir y traen con ellos sus extrañas artesanías, además se rumora que son psíquicos, leen tu destino y esas cosas. Hay que ir.
—No me parece interesante —responde Torrance.
—A mí sí. Y yo también quiero ir.
—Claro, dos mujeres, ¿por qué no iban a estar de acuerdo?
—Cállate, pesado —espeta ella con molestia yendo hacia Zutsi para tomarla del brazo—. ¿Cómo puedes salir con este tipo de idiota?
—¿Sabes que te puedo escuchar?
—Esa es la intención.
—Iré yo también —decido avanzar siguiendo a las chicas.
—Si es así no voy a quedarme solo —se queja Torrance avanzando a mi lado.
Necesito detener estos pensamientos.
Krooz no es para mí y nuestro destino juntos no es algo que se pueda considerar. Sabía qué pasaría y ahora debo prepararme mentalmente para ello.
Para dejarlo ir.
Caminamos en dirección contraria a la plaza, dejando atrás el sonido de las canciones y los trajes coloridos de las personas que hacen el entretenimiento. Bajamos la calle hacia un ancho callejón que se encuentra iluminado por guirlandas de focos amarillos. A los costados de la calle están colocados algunos puestos que venden baratijas, accesorios comunes y otros especiales que se usan para las fiestas blancas.
—Oh, —chilla de repente, Zutsi se entusiasma por algo— es una de esas viejas cámaras instantáneas —grita ilusionada mientras arrastra a Aks consigo.
—Quiero una foto con eso.
—¿Cómo? ¿No tienen una?
—¿Tener? —exclama Aks—. Son demasiado costosas a diferencia de una usual.
—¿Y tú tienes una? —le pregunto.
—Por supuesto. Bueno... Es de mi tío, pero será mía. Muy pronto.
Ask se cruza de brazos mirándolo de una manera burlesca.
—Deja de ser un presumido con cosas que ni te pertenecen. Vamos Zov. —Se dirige a mí—. Hay que tomarnos una foto. Deja que este parlanchín picotee un poco de pasto para que vuelva a la realidad.
Permito que ella me lleve hasta donde el hombre ha colocado el espacio para las fotografías.
No es que esté animado, precisamente, pero supongo que no es una situación tan patética como para no participar.
—Compré esto. —Zutsi aparece haciéndome frente.
Nos enseña las coronas de hojas hechas de eucalipto y flores blancas. Son muy típicas en estas festividades y las más usadas por todos.
Cuando me entrega una pretendo negarme.
—Lo siento por no llegar a tu cumpleaños. Volví apenas hace unas horas y te envié un presente hasta tu casa.
—No debías preocuparte por eso... —Me veo obligado a tomar la corona—. Sabes que tampoco me agradan las fiestas.
—Sí, pero una disculpa es necesaria. Y por favor come al menos un poco del pastel que hice. Tuve que quemarlo tres veces para que quedara bien.
—¿Es un pastel quemado?
—No —se queja ofendida—. Los tres intentos se quemaron. Te prometo que este sabe bien —dice sonriendo, sus ojos se achican.
—Bien. —Lo considero—. Solo espero no morir intoxicado.
—No te preocupes por eso. Mi abuela me enseñó muy bien a prepararlo.
A final se coloca su corona, se acomoda el cabello y contenta va a abrazar a Aks. Me coloco la mía y camino para colocarme a su lado.
—Sonrían —pide el camarógrafo—. Uno, dos y... Tres.
Siento como un brazo me pasa por el hombro y me arrastra contra sí. Es Zutsi quien ahora me abraza. Suspiro, aburrido. Sin embargo, permanezco quieto en la misma posición para cuando toman la siguiente fotografía.
Cuanto terminamos el hombre nos da una foto a cada uno, solo le doy un vistazo percatándome con horror lo ridículo que me miro. Al final hundo la foto en uno de los bolsillos del abrigo.
Mientras Aks, Torrance y Zutsi analizan las demás fotografías, un presentimiento atrae mi mirada hasta una tienda tras las demás.
Alejada, solitaria y un tanto rara. La energía que emana es tan llamativa que mi cuerpo se acciona por sí mismo, andando hasta el sitio.
Al estar frente a la tienda observo un letrero pintado en letras rojas, la pintura está chorreada dándole un aspecto espeluznante. Me recuerda a la sangre.
Lo que se lee en ellas es algo simple: vidente. Más abajo, en algunos puntos menciona: lecturas de cartas, líneas de manos, consejos de amor y ayuda para tu vida.
Una charlatana. Pienso de inmediato.
Consejos de amor.
No, no. No voy a pedirle consejos a una extraña. No necesito eso.
Aunque... No.
Pero podría... Que no.
Solo, quizá, una ayuda. Puede que ni funcione, no es real.
—Al menos para tener una anécdota graciosa —me digo.
Me encuentro frente a unas cortinas y uso mis manos para abrirlas, en el interior se encuentra una mujer de avanzada edad, sentada frente a una silla, con los ojos cerrados.
Suelto un bufido.
Está dormida.
Bueno, no era para mí.
Ni siquiera consigo soltar la tela de la cortina cuando la mujer habla:
—Si es para ti.
Perplejo, la miro fijamente, pero ella no abre los ojos.
—¿Qué dijo? —Me interno por completo dejando atrás la entrada.
—Piensas que soy una charlatana así que debía probarte algo.
Trago saliva, nervioso.
No está adivinando lo que pienso, ¿verdad?
—Desgraciadamente no puedo leer tu mente, —doy un brinco cuando ella se endereza—, pero si percibo tus emociones. Y hay mucha indecisión y miedo en ti.
La quedo observando, con cierta desconfianza. Mi pulso sigue alterado por el pequeño susto. Estar aquí me está poniendo los pelos de punta.
—¿Qué servicio vas a solicitar? —pregunta, ahora que me ve, sus ojos destellan una potencia que me intimida. Creo que está inspeccionando toda mi alma.
—Yo... —titubeo sin saber qué contestar—. Solo fue curiosidad.
—Entonces debería concederte el conocimiento de tu futuro.
Mi corazón se altera más.
No estaba pensando en eso, pero no puedo evitarlo, él viene a mi mente como un choque, estrellando todos esos sentimientos.
—Vulnerable.
El miedo me invade.
—Deje de hacer eso —increpo con molestia—. No es verdad.
—Si no lo es, entonces déjame ver tu mano para cerciorarme de que no hay esa vulnerabilidad en ti.
Aprieto los puños.
—Todos lo somos.
Ella no contesta, me hace un gesto con la mano animándome a avanzar. No obedezco, pero ella continúa insistiendo, esta vez también señala la silla de enfrente.
—Dijiste que tenías curiosidad. Al igual que la vulnerabilidad, todos tienen ese instinto. Sé lo que necesitas saber. Lo tienes en ti. Yo solo debo leerlo.
¿Qué tanto sabe? ¿Debo confiar?
Suelto la presión en mis manos y lentamente me acerco hasta la mesa. Con indecisión contemplo la silla hasta que finalmente lo hago, me siento, elevo ambas manos sobre la base de la mesa y tan pronto como lo hago, la mujer aferra sus dedos congelados a mi muñeca. Me retira el guante lanzado al suelo. Observo todo con un sentimiento desconfiado.
Con una mano me sujeta la palma abriéndola por completo, y con la otra dibuja las líneas que hay en ella. El silencio es tan terrorífico, que, cuando descubre algo que no entiendo, hace sonidos de desaprobación que solo alimentan más mi curiosidad.
—Tu vida ha tenido desvíos desde que naciste —menciona con seriedad—. El camino para el cual estabas siendo preparado se borró y otra línea se dibujó, más larga, más profunda. A partir de ella aparecen otros destinos más, que igual fueron cortados por desgracias. Tu felicidad se quedó incompleta y averiada en esas líneas.
—¿Hay manera de saber a qué edad ocurrió eso?
—Si. No sé en qué año, pero fuiste muy joven. Y un acontecimiento muy fuerte tatuó otra línea, más profunda que la anterior.
Ante eso solo puedo pensar en aquel día del lago. Después de eso cambié rotundamente.
—¿Puede ver algo más? —pregunto—. Más allá de lo que ocurre ahora.
Hace un sonido de preocupación, me aprieta más la mano llevándola más cerca a sus ojos.
—Oh, si —menciona con pesadez—. Veo algo que está relacionado con el ahora. Hay una línea delicada que se irá marcando con más profundidad. Y otra que es tan leve que apenas se puede ver.
—¿Qué significa eso?
—Que dependerá de tus decisiones. Sobre todo, si quieres seguir viviendo.
—¿Qué?
La mujer eleva su vista, inspeccionando con más cuidado.
—Ese cristal que traes contigo. En el pecho. Debes tener mucho cuidado con el. Actúa de una buena forma, lo sé. Pero desde que aparece en tu vida solo revela tu oscuridad, arrastrándote hasta dejarte vacío y luego, si sobrevives a eso, te curará.
—¿Qué cristal?
—La obsidiana de tu broche.
Los escalofríos me hacen temblar. ¿Por qué está diciendo eso?
Había decidido usar el broche que Krooz me regalo porque sabía que esta noche no podría verlo. De alguna manera quería reconfortarme sintiendo que tenía algo de él conmigo.
—Es solo un cristal.
—Con un gran poder —recalca con seguridad—. La energía que tiene es tan potente que sacará todas tus sombras y te hará enfrentar a eso. Va a doler, pero solo hasta que te acostumbres a ella.
—No entiendo nada de lo que está diciendo —espeto.
—Solo piensa en la primera vez que la viste y lo que ocurrió a partir de entonces.
¿La primera vez? Fue cuando Krooz aun la tenía y...
Toda mi vida fue revolviéndose a partir de eso.
—¿Lo ves? Ya ha estado ocurriendo.
—¿Qué tiene que ver la obsidiana con las líneas de mi mano?
—La forma en cómo te guía. Si la obedeces y decides ver, entonces evitarás caer en la línea delgada y podrás seguir por ese camino que está marcado sin desvíos.
—¿Cómo hago para ver?
Ella vuelve a tomar mi mano.
—No te encapriches tanto con el orgullo. Todos tienen sus dolores. Al final lo que decidas hacer con el dolor de otros y el tuyo podrá sanarte o matarte.
—¿Por qué sigue insinuando la muerte?
—Porque es el destino que más claro veo.
¿Se acuerdan de la montaña rusa en los capítulos? Pues ya subimos la última colina.
Sé que me comprenderán el no haber podido actualizar. Estuve en exámenes parciales y junto a eso mis exámenes de ingles. Pero me alegra decir que ya me liberé y podré seguir con las actualizaciones los domingos.
Como les comenté ahora les diré que ya solo nos quedan 5 capítulos para terminar está historia y promesas yo no he hecho. Así que solo puedo pedir que no me odien.
Nos leemos esta semanita, lxs quiero, muchos abrazos <3
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro