24. Traición
Son segundos antes de que consiga cerrar la puerta, y son suficientes para que Krooz aferre mi cintura con sus brazos y me regrese dentro de la habitación. Tras azotar la puerta me ancla encima de ella con él frente a mí. Sus brazos me sostienen con fuerza, tiene que estar encorvado para poder por lo menos igualar algo de mi tamaño.
—Suéltame.
—No haré eso.
—Déjame ir de Romaniv. Ya no me siento cómodo con esto.
La decepción se refleja en su rostro, sus ojos decaen mientras que sus manos van reduciendo el ajuste de mi cintura.
—¿Qué ocurrió? —pregunta con un tono dolido.
—Te pregunté qué es lo que estás haciendo y no fuiste capaz de responder.
Su actitud dudosa regresa.
—Lo ves. —Le indico—. No puedes. Y yo no puedo perder mi tiempo.
—Dios, Zov. —Se queja desesperado—. Claro que quisiera decírtelo. Es... Solo que temo que si lo hago puedas huir y no querrás verme.
—¿No te das cuenta de que justo ahora quiero huir y no volver a verte?
Me despego de la puerta para volver a salir, pero otra vez vuelvo a ser detenido. En esta ocasión las manos de Krooz se cierran en todo mi contorno apretándome con fuerza contra él. Baja su cabeza hasta colocarse por encima de mi hombro, siento su respiración caliente cerca de mi oído.
—Entonces lo diré. —Me susurra con más seguridad—. Ya que me has acabado la paciencia.
—Puedo decir lo mismo de ti.
—No de esa forma —dice, con angustia, mientras roza la punta de su nariz sobre mi oreja—. No puedo dejarte ir después de haber conseguido terminar con cada parte de mi autocontrol. ¿Cómo no lo notas?
—No entiendo nada de lo que dices.
—¿Qué tan claro quieres que sea?
—Con palabras cortas y precisas.
—Me asustas, Zov —habla con su boca pegada a mi cien—. Todo de ti y lo que me haces sentir. Sigo sin comprender como no puedes darte cuenta. Es como si estuvieras ciego.
Los puntos nerviosos de mi cuerpo reaccionan, alterándose por las dóciles, pero muy acertadas caricias que él imparte ahora por mi cuello, recorriendo mi piel, haciéndome sentir escalofríos por sus respiraciones.
—He traicionado toda mi vida por ti.
—¿Y eso qué significa?
—Que estoy acabado, por haber tomado la decisión más arriesgada, dolorosa y estúpida.
—No me sorprendería. Es lo que siempre haces. ¿Ahora cuál sería la diferencia?
—Que he cruzado la línea. Me enamoré de ti. No huyas, por favor.
Y no podría hacerlo.
Porque justo después de soltar esas palabras que me hacen temblar, enloquecer y querer llorar al mismo tiempo, Krooz me besa. Sus labios están mojados, calientes y tienen un exquisito sabor a vino que me hace delirar ante cada movimiento de su boca y lengua.
—Eres un idiota —reprocho mientras lo tomo del cuello para separarlo de mí—. ¿Qué estupidez acabas de decir?
—La peor —confiesa y sigue besándome—. Porque acabo de entregarme a ti y tú aún no puedes aceptarlo.
Mis latidos siguen a un ritmo acelerado, pero, aunque sé es imposible, llego a percibir como la felicidad y el miedo hacen que el ritmo sea aún mayor.
—Eso no. —Niego con la cabeza—. Es una mentira.
—Ojalá fuera una mentira y entonces no estaría volviéndome loco por no saber qué hacer.
—Vas a casarte... Vas a casarte con mi hermana. ¡Maldita sea! ¿Quieres que me trague todo eso aun sabiendo lo que pasará después? ¿Qué ocurrirá entonces? ¿Seguiremos haciendo esta mierda en secreto?
—Y esa es otra cosa de la que todavía no puedo desligarme.
—Bien. —Asiento repetidas veces—. ¿Qué si te creo? —pregunto frustrado—. ¿Qué pasaría si yo...? —Trago saliva. Todo duele—. Si hubiera una posibilidad de que yo también estuviera en ese momento.
—No. —Niega él sin poder creerlo—. No digas eso. Tú no hiciste lo mismo que yo.
—¿A qué te refieres con hacerlo lo mismo? —increpo con rabia—. Tú pusiste cada cosa en su lugar para que yo sintiera eso por ti.
—Te lo advertí... ¡No puedes hacer eso, Zov! ¡No puedes hacernos esto!
—¿Y qué mierda imbécil? Tú te volviste en contra de tu palabra...
—Ese era solo mi problema —exclama con enfado.
—¿Y yo no puedo elegir por mí?
—No quise decir eso...
—¡Lo haces! —grito dándole un empujón en el pecho—. No puedes dar órdenes que no podrás controlar. Y peor cuando te has esforzado como un idiota para que yo me sintiera conforme contigo.
—Es porque no he sabido controlar mis malditos impulsos desde que te conocí —vocifera zafando su agarre de mi cuerpo—. Me has puesto la vida complicada desde que me sé tu nombre.
—Entonces... ¿Por qué me querías quitar el derecho de sentir lo mismo?
—¡Porque yo ya estaba enamorado de ti! ¡Intentaba protegerte!
—¿Qué acabas de decir?
—No quería que pasaras por lo mismo. No quería herirte después con todo lo que ocurrirá. Solo ambicionaba tenerte a pesar de que tendría que dejarte. Pero me reconfortaba saber que el único que quedaría en sufrimiento por eso sería solo yo. No necesitaba que tú sufrieras en el proceso.
Contengo la respiración. Me quedo perplejo ante la inmensidad de esa confesión.
¿Él se sintió de esa manera todo el tiempo?
—¿Por qué?
—Si pudiera poner en palabras todos los sentimientos que me has sembrado, me quedaría parado recitando por muchos años.
—Hablas como un patético romántico —musito con lentitud.
La verdad es que las sensaciones extrañas no se detienen, y justo ahora estoy pasando por un agradable momento de timidez.
¿Qué digo? Me estoy comportando como un asqueroso idiota.
—No quisieras estar en mi cabeza, Zov.
—Y tú tampoco en la mía —murmuro con rabia, tanta, que quisiera llorar—. No entiendo lo que me pasa. No quiero ser de esta forma y mucho menos sentir algo por ti.
—Yo quisiera lo mismo para ti.
—Pero no puedo —lo interrumpo—. Estoy en ese momento. Y siento como si el sentimiento se me hubiera encarnado en la piel. Y te detesto por eso —digo antes de alzarme para besarlo.
Si me quedo analizando cada palabra que ha salido de este hombre que luce intimidante con su altura y complexión, me quedaría sin forma de continuar esta disputa.
Porque no puedo.
Por la manera en que ha dicho las cosas, con tanta sinceridad como para espantarme y tanta angustia como para negarse a creer que yo he terminado en la misma situación que él.
No me encuentro capaz de aclarar nuestros sentimientos, no hay otra forma que no sea a través de nuestros sentidos.
—Desnúdame —le ordeno—. Y házmelo.
Las manos de Krooz se vuelven desesperadas y acertadas cuando empieza abrirme la camisa, en el momento que lo consigue desliza sus dedos contra mi piel, hurgando en la línea de mi abdomen mientras sube con lentitud a mis pezones. Abro la boca para conseguir aire y en ese segundo Krooz me sujeta la cabeza con una mano tirándola hacia atrás, en tanto él va descendiendo con su lengua mojada por sobre mi mandíbula, cuello, clavículas hasta llegar a mi pecho y morder la piel sensible de mi pezón. Suelto un gemido y rápido me muerdo los labios para reprimir las siguientes sinfonías de placer.
—Bien. Voy a cobrarme tu despiadado castigo —advierte—. Pero el mío no será a medias, así que tendrás que aguantarlo todo.
—No seas tan presumido —le digo—. He soportado más dolor en mis entrenamientos, tus habilidades no serán nada contra mí.
Krooz sonríe contra mi pezón, lo chupa por última vez y luego baja completamente al suelo, colocándose de rodillas frente a mí.
—La primera vez quedaste inconsciente por dos días y la segunda casi te desmayas. ¿Qué ocurrirá esta vez?
—No tiene sentido eso. Mi cuerpo estaba débil por otros motivos.
—Entonces déjame sanarlo. —Coloca sus manos sobre mi cintura—. Déjame deshacerlo para reconstruirlo por completo. Permíteme tomar este pequeño y frágil cuerpo para moldearlo con mis manos.
—Hazlo. —Meneo mi pelvis hasta su cara—. Usa toda tu fuerza para hacerlo y aliéntame a decir cuánto me encanta que me folles. Cúrame, Krooz.
—Tu boca está bendita. —Con agilidad me abre el pantalón y me lo baja—. Cada vez que hablas me endurece la polla.
Con rapidez me retiro las botas y el resto del pantalón, quedando aún más pequeño al retirarme tres centímetros de tacón. Me coloco de puntillas y le recargo mi pierna en su hombro.
—¿Ya estás duro ahora? —le pregunto.
—Como una maldita piedra.
El calor recorre mis piernas cuando Krooz empieza a besar la que tiene encima, viaja hasta llegar a mi muslo y con cuidado me muerde la piel, gruño de placer mientras lo miro desde mi punto.
Me prende verlo en esa posición, como si estuviera rogando.
—Zov. —Sus manos encuentran mis nalgas desnudas y las aprieta—. ¿Qué traes puesto? —Antes de alcanzar a pensar en una respuesta, él tumba mi pierna y hace girar mi cuerpo—. Oh, ya veo. Con razón esos pantalones tenían más movimiento.
Siento un azote y jadeo.
—No piensas quitármelo, ¿verdad?
Ensancho una sonrisa y aguardo en silencio con mi cara pegada a la pared, volteo el rostro mientras me voy colocando de puntas.
—¿Estás loco? —inquiere ofendido—. Tu culo con esto es el mejor regalo de la noche. Y creí que yo sería quien te sorprendiera.
Si lo hiciste.
—Necesito lubricarte, pero justo ahora me has dejado con la boca seca.
Percibo como se levanta y su cuerpo me aplasta desde atrás, siento su engrandecida erección sobre mi espalda y por primera vez un enorme deseo me hace avivar ese acto que siempre me he prohibido hacer.
No quiero solo verla o sentirla. Quiero sujetarla y poder probarla.
Empujo mi cuerpo hacia atrás y cuando me giro sujeto la hebilla de su cinturón para moverlo.
—¿Qué ocurre...? —pregunta mientras lo obligo a andar hasta el mueble y como hace unas horas lo lanzo para que se mantenga sentado.
—Es la primera vez que lo haré, así que no seré lo suficiente bueno.
Cuando él comprende lo que estoy por hacer, sonríe con perversidad, se acomoda mejor en el sofá y abre las piernas para que yo pueda agacharme.
—Adelante, te enseñaré como.
Me coloco en medio del espacio que me ha dejado, mis rodillas impactan contra la alfombra y yo me dedico a mirarlo.
—¿Cómo? —pregunto con un tono lascivo mientras arrastro mis manos por encima de su notorio crecimiento.
Le retiro el cinturón y le abro el pantalón, meto mi mano yendo hacia la derecha para tocar el gran bulto.
—Cuando comes un helado no lo muerdes, solo lámelo como si fuera uno.
Con lentitud voy descendiendo el último pedazo de tela que lo cubre, y cuando lo hago su pene se impacta contra mi cara, la piel de esa zona está más caliente y me roza sobre la mejilla.
—¿Acabas de golpearme?
—Tiene vida propia. —Se ríe—. Y al parecer quiso recibirte con una sorpresa. —Continúa riendo a carcajadas.
—Ya cállate idiota —gruño con enojo.
Pero se me quita de inmediato cuando miro la enorme y dura erección carmesí. Analizo con detenimiento lo que tengo frente a mí y comprendo bien por qué siento como si mi interior se rompiera cuando lo tengo dentro.
Me paso la lengua por los labios tratando de producir más saliva y cuando lo consigo poso mis labios sobre su glande. Al principio lo hago con suavidad, solo abro mi boca como si lo estuviera besando, coloco mi mano sobre su engrosamiento y empiezo a moverla sin mucha seguridad.
—Maldición —se queja él.
Me alejo con preocupación de haber hecho algo mal.
—Te dije que no sabía cómo.
—No es que esté mal —jadea mirándome afectado—. Es solo tu boca y jamás pensé que apenas con eso me harías sentir así... —Me toma de la quijada—. Ábrela más y métetela hasta donde puedas. Solo no me muerdas —dice divertido.
Hago lo que me indica.
Aprieto su falo con ambas manos y me la meto en la boca, enseguida la sensación se me hace extrañísima pero no incómoda. Opto por mover mi lengua contra la cabeza de su pene, sintiendo la suave piel y un sabor que no es nada desagradable.
En verdad no huele ni sabe a nada. Solo es un pedazo de carne como el resto del cuerpo.
Krooz hecha su cabeza hacia atrás y comprendo muy bien lo que está sintiendo, así que me esfuerzo más.
Ensancho mi boca tanto como puedo y hundo su miembro en mi cavidad, cuando llega a lo profundo de mi garganta no me detengo y engullo más. Krooz llega a gemir de manera constante mientras me sujeta de la cabeza, pero no me obliga a menearme. Siento como su pene palpita dentro de mi boca, apenas y he conseguido meter el inicio de este. Lo retiro para poder respirar y otra vez vuelvo a lo mismo hasta que después empiezo a realizarlo con más movimiento y entre lamer también me dedico a mamar la punta del glande donde su orifico produce su líquido preseminal el cual recojo con la lengua y me lo trago.
Cuando alcanzo más habilidad, Krooz usa sus manos para hundirme contra él, su pene entra y sale de mi boca haciéndome producir tanta saliva que chorrea por mis labios y quijada.
—Creo que el admirarte de esta manera me va a salvar la vida —habla de manera interrumpida mientras continúa follando mi boca—. Pero necesitamos parar. —Me retira de su miembro y este cae sobre su pelvis—. Si pudieras verte ahora —dice jadeando—. Debería tomarte una fotografía y ponerte en mi habitación.
—O mejor te callas y me la pones dentro.
Krooz continúa afectado. Tiene la boca abierta mientras respira aceleradamente.
—Sí —asiente—. Eso también sería increíble...
Me levanto del suelo para subirme encima con cada rodilla a sus costados, viéndolo directo a los ojos, tomo su miembro y lo dirijo a mi entrada.
—No. Todavía no te he preparado...
El dolor cuando la pongo me hace sentir escalofríos, no consigo bajar con totalidad. Me quedo a mitad del camino. Pero cuando Krooz intenta retirarla, me siento por completo provocando que todo su pene se introduzca en mi orificio, haciéndolo expandir por el tamaño del nuevo invasor. Me quedo en silencio un rato hasta que vuelvo a moverme un poco hacia arriba, pero no la retiro porque sé que el dolor será peor.
—No debiste hacerlo así —se queja sujetándome de la espalda.
—No importa —respondo—. De cualquier forma, necesitaba entrar. Ahora cógeme hasta hacerme llorar y si no te suplico que pares no lo harás.
Siento como él la empuja hasta adentro. La sensación es delirante.
Me sonríe mientras me acaricia la quijada.
—Por supuesto —susurra contra mis labios—. Si quieres que te marque, esta noche lo haré.
Sus manos pasan por debajo de las ligas de mi suspensorio y lo atraviesa hasta que consigue sujetarme las nalgas. La temperatura de su piel contra la mía se profundiza cuando sus dedos me estrujan con fuerza y se apodera por completo de mi trasero. Me alzo un poco para después dejarme caer otra vez, al principio empiezo con suavidad a medida que el dolor se hace menos notorio, voy ascendiendo la velocidad. Mi cuerpo se estremece cuando Krooz usa sus manos para obligarme a brincar con más prisa, hago lo mismo recibiendo por completo el engrosamiento de su miembro. Empiezo a gemir más alto, viendo como él frunce sus cejas sin dejar de mirarme. De un momento a otro se impulsa hasta mí para besarme con efusividad, sus dientes muerden mi labio estirando mientras él lleva mi cabeza hacia atrás.
—Tienes labios bonitos —dice mientras me besa y me penetra. Me quejo cuando se introduce en una profunda estocada.
—Idiota... —Con mi mano lo sujeto del cuello—. Me encanta cuando haces eso.
—¿Sí? —Vuelve a elevar su pelvis, hundiéndose de nuevo con rudeza—. Y a mí me encantan tus nalgas brincando encima de mí mientras me aprietas sin piedad.
Sus palabras son más aliento para menear mis caderas en círculos.
—¿Te gusta montarme, Zov?
—Sí...
—¿Es lo que querías hacerme hace un momento? —Sus dedos me estrujan las mejillas—. ¿Estabas celoso?
—No me perteneces, Krooz... —Me interrumpe para robarme un beso.
—Yo quisiera pertenecerte. Yo quisiera que hagas conmigo lo que te plazca.
Sus estocadas se hacen lentas y fuertes. Exclamo con vigor expresando las sensaciones que navegan en mi cuerpo y que me hacen arder de lujuria.
Esto es tan fascinante. No quiero acabarlo.
Llevado por el placer, me dirijo a su cuello para besarlo. Cuando las estocadas son más fuertes me encargo de morderlo para compensar todo el placer. La fricción que su miembro hace en mi punto es tan deliciosa que me eriza la piel. Las caricias llegan a mis caderas y luego él las sujeta para controlar mis movimientos.
—Detente. —Sus besos recorren mi pecho y va ascendiendo hasta mi cuello—. Siéntelo.
—¿A qué te refieres? —pregunto tras dejar de moverme.
—Esto.
Siento su miembro palpitar en mi interior.
—Hay tipos de palpitaciones cuando te veo. La primera está aquí. —Toma mi mano y la lleva a su pecho—. Y la segunda la estás percibiendo dentro de ti. Solo tú eres capaz de lograr que esos dos órganos palpiten en esa sintonía.
—¿Es una declaración de amor?
—Sí —responde y me besa el hombro—. Una especial para tu gusto pervertido.
Tras concluir las palabras, se acerca para tomar mis labios y besarme con exigencia, siento como una de sus manos va a mi cabeza y la otra continua en mi cadera, retomando mis movimientos mientras él vuelve a penetrarme.
Estamos en el mejor momento cuando alguien toca la puerta y mis alarmas me despierta, apagando en un instante la lascivia de mi cuerpo y del momento.
—Joven de Romaniv.
Krooz y yo nos miramos, ambos con expresiones de terror.
—Es Nathan —susurra él.
—Mierda —me quejo intentando levantarme, pero Krooz lo hace primero cargándome—. ¿Qué haces? Debo esconderme.
—No —musita divertido—. Él va a entrar y si me encuentra aquí solo, no se marchará por un buen rato. Debo fingir que estoy ocupado.
—¿Cómo harás eso conmigo encima?
—Es muy fácil —responde caminando hacia el baño—. Vamos a ducharnos.
—¡No Krooz, detente! —insisto en voz baja.
Cuando entramos pone el seguro de la puerta, —algo que debió recordar con la puerta de la habitación—, y luego entra en la ducha.
—Tranquilo, solo debes quedarte en silencio un momento. Bueno, si consigues hacerlo o de lo contrario nos descubrirá.
—Y a ti eso parece importarte mucho —digo con ironía.
Él sonríe. Tal parece que le divierte esta estupidez.
—Esto es en serio —insisto molesto.
—Lo es —susurra contra mi boca—. Pero confió en ti. Sé que lo conseguirás. —Siento como se retira de mi interior y tan pronto como sucede un ardor aparece.
—¿Por qué lo quitaste?
Krooz me deja en el suelo y justo cuando la voz de Nathan se hace más clara, él me gira para aplastarme contra la pared. Seguido de eso, el agua cae sobre mi cuerpo mojándome por completo.
—¿Joven? ¿Está ocupado?
Las manos de Krooz aparecen para recorrer mi cuerpo con suaves caricias que inician en mi espalda y que lentamente van dirigiéndose hasta mi abdomen. Sus dedos suben y bajan produciéndome cosquilleos y excitación.
—Estoy duchándome —responde con naturalidad—. Colócate de puntillas. —Me ordena cerca del oído.
Me sujeta de la cintura e intenta colocarse dentro. Pero, aunque hice lo que me pidió, no consigo ser lo suficiente alto como para que la posición sea cómoda para él.
Maldito idiota.
—No importa. Eres pequeño y liviano, puedo ponerte de cualquier forma.
—¿De qué mierda hablas?
Siento su sonrisa sobre mi cuello.
—Solo recuerda. —Me avisa agachándose para tomarme las piernas—. No grites.
Su brazo se coloca tras mis rodillas y con su otro brazo me sujeta del pecho. Entiendo lo que hace solo cuando mis piernas ya no están tocando la baldosa.
—¿Tardará mucho? —pregunta Nathan con algo de molestia.
—Sí —responde él—. Acabo de entrar. O bueno, estoy a punto de entrar —dice lo último solo para que yo lo pueda escuchar.
¿Por qué no me he quejado más sobre esto?
Por supuesto. Es porque deseo hacerlo. Es demasiado excitante.
Krooz está pegado a mi espalda, ahora me es posible sentir la dureza de su pecho. Su miembro vuelve a mi entrada y esta vez si logra penetrarme. Me exalto ante la corriente de escalofríos que embargan mi cuerpo, reprimiendo mis gemidos y jadeos.
—Pero bueno, puedes decírmelo ahora. No creo que vaya a terminar pronto.
Él vuelve a bajarme, pero sin salir de mí, me obligo a caer de puntillas alzando mi trasero lo mayor posible. Las estocadas se vuelven más rápidas y con el agua cayendo, los sonidos que producen nuestros cuerpos al chocarse se amplifican.
El idiota me pide silencio, pero él decide cogerme bajo un torrente de agua mientras su consejero está al otro lado del baño.
—El lunes será el festival por las fiestas blancas y el rey de Gienven ha hablado con su padre para que desfile junto a sus hijos.
—Me parece bien —dice y me continúa follando—. ¿Algo más que agregar?
No entiendo cómo puede hablar con esa pronunciación serena y seguir moviéndose con esa agilidad, induciéndose en mí sin parar, mientras yo gimo contra mi mano para evitar hacer un ruido.
—Sí. Debe tener más cuidado. —Le avisa y luego escucho sus pasos—. Sus ropas están tiradas por todas partes. Y al parecer se han encogido algunas de sus prendas.
Krooz se ríe por lo bajo.
—Mierda, lo olvidé.
—Que tenga una agradable noche, alteza.
—Buenas noches para ti también.
Krooz voltea mi cara para besarme y empieza a moverse con más velocidad, mi interior se contrae cada vez más, lo siento venir. Quiero poder soltar con libertad todo el placer que me está produciendo, pero no puedo gemir como me gustaría. Mis angustiosos sonidos quedan atrapados en la boca de Krooz y solo quisiera exclamarlos.
Cuando finalmente se escucha la puerta cerrar, Krooz deja de besarme, sale de mi interior y me voltea para volver a tomarme con fuerza. Me sube en sus brazos y sin esperar más vuelve a meterse en mi orificio caliente. Ahora puedo gemir sin interrupciones y moverme con más destreza. Él me arrincona en la pared y me besa con profundidad, sin pausar sus embestidas. Sus fuertes brazos me aprisionan el torso, hasta que siento como se retira de mi interior y se riega el líquido caliente desde mi orificio.
Sus respiraciones exaltadas las percibo en mi nuca y luego siento un beso ahí.
—No creas que me he olvidado de ti.
Su mano se llega dentro de mi suspensorio, toma mi miembro erecto y empieza a masturbarlo. Jadeo complacido por su toque. Él continúa subiendo y bajando mientras yo recuesto mi espalda en su torso.
—Dime, ¿desde cuándo sientes lo mismo por mí?
—No lo sé —jadeo.
—¿Y ahora? —Su mano hace movimientos más rápidos—. ¿Qué es lo que sientes ahora?
—Mucho placer...
—Ojalá pudieras reconocer tus sentimientos asimismo como lo haces con tus sensaciones.
El agujero formado por su mano se hace cada vez más preciso y estrecho, provocando que mi miembro empapado palpite mientras siento como mi sangre caliente baja a mis testículos. Lo percibo llegar y unos segundos después mi liberación se completa dejando que mi líquido se esparza sobre su mano.
Krooz continúa manteniéndome firme en todo ese tiempo hasta que ambos recuperamos algo de aire y podemos respirar con normalidad.
Cuando el sentimiento de lujuria se desvanece, descubro que hay partes de mi cuerpo que están pegajosas.
—Debo limpiarme.
Cuando asiento las plantas de mis pies, mis piernas ceden como si fuera a caer. Mis rodillas están temblando y tengo que sostenerme de él para no derrumbarme.
—No, yo lo haré por ti.
—¿Cómo se supone que voy a volver a mi habitación?
—No tienes por qué hacerlo —suena feliz cuando me carga en sus brazos—. Quédate esta noche conmigo.
—¡Estás loco! —Trato de bajarme—. Nathan puede aparecer de nuevo.
—No lo hará, ya tuvo suficiente con la molestia de hace un rato.
—¿Cómo voy a huir en la mañana sin que nadie me atrape? —Su sonrisa se ensancha, contento de saber que he cedido a sus caprichos.
—De eso ya nos encargaremos luego.
—Eres un maldito idiota —gruño enfadado—. Vio mi ropa. ¿Entiendes lo grave de eso? Lo sabe. ¿Por qué no te preocupa?
—Seguro que mañana se le olvida —expresa calmado y me da un beso en la mejilla—. No le des importancia. No diría nada, al menos que quisiera arruinar todo el acuerdo. Y es muy seguro que no hará eso.
—¿Y qué si lo hiciera? La probabilidad nunca es cero.
—Pues así me quedaría contigo. No veo problema con eso.
Me callo después de esa respuesta.
Olvidé todo lo que me planteé al inicio de esta noche.
El dejar ir lentamente a Krooz para que el sentimiento no ahondara más en mí. Mi supuesta decisión de que solo me acostaría con él hasta que el día de la boda llegara y una vez ahí terminaría de enterrar cualquier resto de emoción por él.
Esas suposiciones ahora están lejos de convertirse en realidad.
Porque justo ahora que Krooz me sostiene mientras limpia mi cuerpo, no dejo de pensar en que quiero verlo así el resto de mi vida. No quiero solo su cuerpo o su sexo, quiero todo de él. Su preocupación, su cariño, sus tonterías.
Quiero estar con él.
Luego de terminar de asearnos y secarnos nos metimos en la enorme cama. Pero, aunque sea tan grande, Krooz continúa apegándose a mí.
—Deja de mirarme o me iré.
—No puedo —dice—. Te ves muy bonito con eso puesto.
Volteo los ojos.
—Entonces me lo quitaré.
Para dormir me entregó la parte superior de su pijama, así que ahora él tiene los pantalones y yo su camisa.
—No. —Su mano me toma de la cintura—. ¿Acaso no quieres dormir? Porque si te desnudas no te voy a dejar en paz el resto de la noche.
Sus labios se impactan sobre mi cara.
—Entonces estoy listo para una algunas rondas más.
—Eres incansable. —Sus besos bajan hasta mi cuello—. Solo esperemos un rato, quiero tenerte así por un momento.
Su toque ardiente por encima de la tela se vuelve más fuerte cuando me aprieta contra él.
—¿Así cómo?
—Como si nos perteneciéramos.
Detiene el trayecto de su beso y regresa su cabeza para apoyarla sobre su brazo, sus ojos brillan por los destellos de la luz, su cabello está desordenado y luce más atractivo de esa forma, con un aspecto despreocupado.
Es demasiado apuesto.
Los impulsos del encantamiento hacen que mi mano se eleve hasta su cara, le toco la mejilla con cariño, muevo mis dedos sobre su piel y siento como mis latidos engrandecen.
Esto se siente muy bien.
Quiero tomarlo entero, abrazarlo y reconfortarme con su calor corporal. Quiero más.
—¿Puedes abrazarme como si me quisieras?
Después de preguntarle aquello, el calor de mi rostro aparece. Krooz rodea mi cuerpo con sus grandes brazos, atrayéndome hacia él.
—No vuelvas a pedirme algo así —habla con un tono serio—. Si te hago sentir con necesidad porque algo te falta es mi culpa por no esforzarme más.
Con cuidado y lentitud, me acuno en su pecho y bajo su mandíbula.
Este lugar se siente muy bien. Tan perfecto.
—¿Y yo no te hago sentir como si te faltara algo?
—Contigo aquí no me puede faltar nada.
Antes odiaba oírlo hablar de esa manera, tan empalagosa y romántica. Pero ahora me gusta, porque esas palabras están dirigidas solo a mí.
Creo que empiezo a querer a Krooz.
Hola otra vez, una disculpa por no haber podido actualizar la semana pasada T - T
La única notificación que les daré por ahora es que pronto revelaré cuantos capítulos faltan para el final. Ese pronto puede ser la próxima semana...
Me he dado cuenta que esta historia va como una montaña rusa. Tipo: un capítulo triste a uno hot y luego otro triste a otro hot y así sucesivamente.
Aunque es tarde les traigo las preguntas que me dejaron para el cumpleaños de Krooz y como no quiero que se las pierdan se las dejo aquí. También me dejaron unas para Zov.
Ahora si hasta luego, besito y abrazo, nos leemos. <3
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