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23. Obsequio

Luego de que Eidriene no apareciera, Dove se encargó de cargar un pastel hasta a mí para que soplara la estúpida vela. Y lo hice frente a todos, para que después me atosigaran con su fastidioso ruido al aplaudir.

Fue un acto casi en contra de mi voluntad. Lástima que no pueda permitirme ser un maleducado frente a toda esta gente.

Dove me felicitó y yo ignoré lo que había visto al bajar de mi habitación. Al culminar caminé hasta una mesa, pues al parecer los invitados —que en mayoría desconocía— se encontraban ansiosos por comer y continuar con la celebración que no les pertenecía.

Pero bueno, no tiene caso enojarse por algo que ni me interesa.

Solo son diecinueve años, cada vez más cerca de mi muerte.

Escojo una silla con dos puestos a los costados que están vacíos. No espero que alguien los ocupe. No quiero a nadie cerca de mí hablándome.

Sin embargo, unos segundos antes de terminar de acomodarme en el asiento, alguien ocupa el de mi costado derecho y entonces mi pulso se eleva.

No quiero que se siente a mi lado justo ahora.

Todavía mantengo esas emociones de hace un rato, sigo levemente afectado y tenerlo cerca solo me trae nerviosismo.

Krooz se inclina con sutileza hacia mí, apoyando una de sus manos en el borde de la mesa, justo enfrente mío. De reojo veo su silueta, está sonriendo mientras me analiza.

—Felicidades, alteza —me habla con un tono amigable—. Hoy es noche de deseos para usted, ¿ya pidió el suyo?

Maldito aprovechador. No voy a permitir que se luzca solo en su acto.

—Se lo agradezco. —Regreso a verlo—. En verdad sí. Ya he pedido un deseo.

—Quisiera poder preguntar —dice mientras hace tamborear sus dedos—. Pero eso es de mala suerte. Y tengo toda la intención de no estropear su deseo.

No desprendo la conexión de la mirada, la cual me expresa con libertad aquellas intenciones que se niega a desenvolver con palabras directas.

—Qué considerado es —digo con sátira.

—Sabe, descubrí algo muy conmovedor sobre los cisnes.

—¿De verdad?

—Sí. Son sabios al elegir su pareja. Se enamoran durante su celo de invierno y pasan el resto de su vida juntos. Y no hay remplazo. Incluso cuando uno de los dos muere, el otro permanece en viudez hasta su propia muerte.

—Qué interesante —alardeo con una falsa impresión.

Krooz sonríe, sus ojos se fijan en otro lugar y eso me atrae por igual.

En el momento que centro mi vista en el punto que, puedo deducir, ha sido intencionado, me mantengo estático mientras vuelve hablar.

—Creo que ahora tengo otro objetivo de vida —expresa con naturalidad, pero sus dedos están haciendo otro gesto que me provoca estremecimiento.

—¿Cuál?

Krooz arrastra dos de sus dedos sobre la mesa, el corazón y el índice mientras los remueve en círculos con suavidad como si estuviera jugueteando con mi piel. Las sensaciones se distribuyen por mi cuerpo como corrientes complacientes. Me cruzo de piernas, la emoción empieza a alimentar mi crecimiento.

No puedo creer que esté teniéndole envidia a una mesa.

—Quiero encontrar a mi cisne, para serle fiel y amarlo toda la vida.

El aliento se me escapa como un jadeo satisfecho.

Dos acciones distintas, una en gesto y otra en palabras, y ambas haciendo estallar sentimientos diferentes.

No quiero qué me diga estas cosas, no son correctas.

Pero, que placenteras son.

Su mano termina de tentarme y la retira de enfrente para devolverla a su regazo. Pienso que todo ha acabado.

—Alteza, feliz cumpleaños.

Estoy tan embelesado por lo reciente que debo pestañear varias veces para despertarme de la burbuja que nos encerraba. Olvidé que no estábamos en la intimidad.

Retorno mi cabeza para identificar quien me ha dirigido la palabra, cuando encuentro un rostro conocido, pero menos esperado, mi quijada cae en signo de sorpresa.

—Disculpe, no recuerdo su nombre.

—Oh, es porque en realidad todavía no me conoce. —Tú no a mí, pero yo si a ti—. Soy Niah, una amiga de Eidriene.

—Es un gusto —contesto con cortesía.

La rubia con la que Eidriene se estaba besando se sienta a mi lado.

—El gusto es mío —responde con una gran sonrisa.

Todo su rostro denota picardía y una coquetería natural.

—Por cierto, ¿has visto a Eidriene?

—No. De verdad la he buscado desde que llegué. —Miente con tanta fluidez que impresiona—. Creí que estaría con usted alteza. —Se dirige a Krooz.

—Bueno, pues no es así —responde él—. Estaba tan entusiasmada por la fiesta que la dejé ser, apenas y hemos hablado esta noche. Quizá se ocupó en otros asuntos, pronto aparecerá.

—Es lo que espero. —Asiente con un rostro alegre mirando con fijación a Krooz.

Me abalanzo hacia adelante para obstruir su punto de vista, riendo con inocencia digo:

—La cena está aquí.

—Oh, sí. —Ríe con timidez—. Es que he tomado un poco y me distraigo demasiado.

—¿De verdad? Actúas bastante bien que con dificultad y lo he notado.

—Es porque estudio teatro.

Ya comprendo esos dones.

Decido sonreír a medias mientras vuelvo a voltearme hasta Krooz.

—Ya quiero irme —susurro con fastidio.

Sus ojos otean a cada lado analizando la gente sentada alrededor y con sutileza se acerca a mi oído, se cubre el costado de la boca con la mano y susurra:

—Tan pronto como terminemos aquí podemos ir arriba.

Y luego se aleja, dejándome otra vez encadenado a ese sentimiento ansioso.

Los siguientes minutos en que la servidumbre se encarga de colocar los primeros platos, mi cabeza obstaculiza todo lo que trascurre a mi alrededor. Me envuelvo entre muros y quedo solo, siendo el espectador de un inofensivo plato con comida.

Siempre hago lo mismo, trato de borrar de mi mente lo que hago día a día.

Aunque me costó, ahora resulta tan sencillo padecer lo mismo a cada momento y no poder escapar de eso.

Quiero ser mejor, quiero...

No, no necesito dejar esto. Estoy bien.

Mis manos empiezan a sudar, las arrastro sobre mi pantalón para secarlas de inmediato. Respiro con lentitud, pero no es fácil desaparecer mi pulso acelerado.

¿Cómo siquiera alguien podría convencerme de dejarlo, si ni yo mismo soy capaz de detenerlo?

La decisión la tomé yo, así que yo debo tomarla de nuevo.

Desde que enfermé he comido mis respectivas comidas cada día, siempre bajo vigilancia. Lo cual era peor porque incluso si tenía un poco de hambre, ellos la desaparecían por la influencia de sus ojos juzgadores. Me sentía bajo un foco. Era como un maniaco que requerían tener bajo cuidado.

A pesar de no haber aceptado ir al psiquiátrico cada vez que estaba de buen humor me sentaban frente a un terapeuta para que me intentara persuadir. No obstante, no acepté. No le dije nada.

Ni yo entendía por qué me empeñaba tanto en callarme.

No lo sé, quizá solo estoy tan harto y en verdad me estoy guiando directo a mi muerte, y todo con intención.

Si un día me sentara a pensar en el dolor que siento, acabaría muerto al llegar la noche.

Supongo que no demuestro nada porque no deseo verme vulnerable. Porque no quiero que sientan pena hacia mí.

Todos quieren volverse compasivos y tratarte con pétalos cuando saben que eres frágil. Detesto eso.

Aprieto con fuerza la tela del pantalón.

A veces, deseo derrumbar todas esas capas de protección y permitir que observen cada orificio de mi alma hecho por el dolor, para que así sepan quien soy. Y que incluso sabiéndolo solo se queden para hacer que esos espacios no estén tan vacíos.

Siento el contacto cálido de una mano sobre la mía y eso me despierta.

—Tu mente ha salido volando por la puerta.

Volteo para verlo y meneo la cabeza con suavidad.

—No me toques aquí —murmuro con tono duro.

Tomo una copa de la mesa para beber.

Krooz se relame los labios. Su mano empieza a moverse de encima, aunque no la retira, la mueve hacia abajo, hundiendo sus largos dedos por en medio de mis piernas.

—De Romaniv —le advierto mientras aprieto mis piernas con fuerza.

Sus gestos se revelan con descaro y fija su mirada al frente.

—¿No crees que me estás mirando demasiado? —habla con naturalidad—. Deja de mirarme y empieza a comer.

—Quita tu mano...

Siento como se mueve hasta mi rodilla, la sujeta, aferrando sus dedos con tenacidad y después la monta sobre su pierna. Tengo que hacer una maniobra de equilibrio para evitar que el líquido se me escape de la copa.

Me exalto poniéndome nervioso. Sin embargo, trato de fingir cuando las vistas del frente se centran en mí. Bajo la mirada y sostengo los cubiertos para empezar meterme la comida a la boca. Espero a que dejen de mirar, pero no puedo estar seguro porque sigo sintiendo esa intensidad.

—Esta comida está demasiado deliciosa —dice Krooz, saboreando mientras que su mano me aprieta el muslo.

Con miedo alzo la vista. La gente ha vuelto a concentrarse en lo suyo.

—Para —gruño por lo bajo.

Mas, no se detiene.

Intento sacudirme para arrebatarle mi pierna. Lo cual es peor, porque posa su mano en mi entrepierna.

—No estás comiendo.

Aprieto los labios, nervioso.

Intento volver a comer, todavía presenciando su toque allá abajo. Las caricias inician de manera lenta, pero mi sangre fluye con rapidez, y entonces mi dolor se empieza a formar. Aunque este es más placentero que incómodo. Sigo masticando y observando a mi alrededor.

Esto es demasiado riesgoso y el solo pensarlo me excita más.

—Creo que tengo antojó de otra comida. De esas que crecen cuando las manipulas.

—¡Basta ya! —siseo entre dientes—. Deja de hablar.

—Bueno, al menos dijiste hablar. Porque no planeaba dejar de hacerlo lo otro.

—Deja de hacer eso también... —Me callo antes de que se me escape un quejido.

Aprieto los labios, sintiendo como Krooz toquetea mi miembro recién crecido. Suspiro con profundidad.

Me está atormentando de una manera que irrita, pero no porque me moleste. Al contrario, es porque no puedo sentir su mano contra mi piel sensible y no sé cuánto más pueda controlar mis expresiones.

Quiero huir a su habitación.

Maldito idiota. Sé que se está cobrando el haberlo dejado con una erección.

No voy a dejar que gane.

Me enderezo cuando me doy cuenta qué si he permitido que Krooz me dominara con su manoseo, y por ende de forma inconsciente he empezado a retorcerme. Suspiro con fuerza otra vez y vuelvo a comer con normalidad.

Consigo acabar con la cena, incluso con los descarados manoseos bajo la mesa.

Sin embargo, no puedo levantarme para irme. Tengo un problema allá abajo.

—Ha sido un gusto. —Siento una palmada en mi pierna—. Que tenga una gran noche mi alteza. Me retiro por ahora. Debo ir a complacer otras necesidades.

Con enfado, le azoto la mano y lo miro con insistencia.

—Creo que me quedaré aquí por un largo rato —digo echando un vistazo hacia abajo.

—Oh. —Krooz entiende la indirecta—. Tal vez me emocioné un poco.

—Idiota.

—Levántate cuando todos me miren —me dice por lo bajo.

Regreso a mirarlo sin entender a qué se refiere. Cuando de pronto toma una copa y finge hacerla caer por error en su traje.

—¿Qué haces?

Desarrollando bien su papel, se mueve de la silla haciendo ruido y atrayendo la vista de todos. La mujer a su lado también se levanta e incluso Niah sale de su silla para auxiliar a Krooz.

Y aunque la atención que esté recibiendo me disguste, escapo con facilidad sin emitir sonido. Pasando entre la gente que continúa atendiendo el incidente.

Antes de salir regreso a mirar y Krooz me sonríe mientras guiña un ojo. De inmediato volteo al camino, fastidiado porque a él todo le sale bien.

Cuando termino fuera de los dos salones, subo con rapidez hasta las habitaciones de la planta derecha, que es donde se hospedan los de Romaniv. Una vez ahí, me encamino hacia uno de los balcones que se encuentran cerrados.

No puedo irrumpir yo solo en la habitación de Krooz. Además de no conocer con exactitud cuál es, no quiero que otra persona pueda verme ingresando.

Bajo la mirada inspeccionando mi aspecto.

No suelo vestir de blanco porque eso me vuelve el centro de atención. Sin embargo, hoy he hecho una excepción.

Como es de esperar, mi pantalón tiene un bulto algo notorio. No uso pantalones tan ajustados y además el suspensorio mantiene todo en su lugar.

Aunque de todas maneras no quería arriesgarme.

Mientras espero a que Krooz suba, empiezo a pensar en la situación de Eidriene con esa joven.

De verdad me sorprendió, pero ¿por qué de alguna forma se volvió algo fácil de procesar?

Bueno, quizá sea porque a mí me resulta algo común.

Sin embargo, no lo esperé. ¿Será que tiene inclinación hacia ambos sexos o simplemente es curiosidad?

Bueno, ella tuvo una pareja hace varios años cuando era adolescente. No lo conocí, solo me enteré de ello cuando mi padre lo supo y le dio dinero para que se alejara.

Aquello hirió mucho el orgullo de Eidriene, y sé que a pesar de eso sigue sintiendo algo por él. Aunque creo que también lo ha superado un poco.

Por lo que vi hoy seguro es así.

Entonces ambos tenían ese acuerdo. Podían estar con otras personas hasta que se casaran.

Ahora entiendo la razón por la que le fue sencillo a Krooz seducirme hasta que terminara pasando. Al parecer el único tonto que pensaba estar traicionando, era yo. Eso quiere decir que siempre me estuvo mintiendo.

¿Debería decirle que lo sé?

Igual no es mi problema, cuando acabemos ya nada importará.

Sin embargo, me molesta que me haya tomado por imbécil, y llegué a creerle.

Qué idiota, de verdad estuve confiando en él.

—¿Qué haces ahí?

Vuelvo a mirarlo, trae la camisa manchada por el trago y su saco lo lleva en la mano.

No debe importar, recuerda lo que ibas a hacer. Este no es tu momento, así que solo continúa haciendo lo que ya conoces.

—Te esperaba.

—Ven entonces. —Señala con la cabeza el pasillo.

Sin decir nada me acerco y camino a su lado hasta que llegamos a su habitación.

Tengo una sensación extraña, de repente ya no estoy tan entusiasmado por lo que pasará aquí. Y Krooz nota eso.

—¿Qué ocurre? —pregunta mirándome con preocupación—. ¿Te sientes mal?

Sí.

—No. Es solo... Que me parece extraño estar aquí. No conocía mucho estas habitaciones.

Krooz parece creer lo que digo.

—Pues me parecen cómodas —habla complacido—. Tu padre ha sido muy generoso en cedernos toda el ala derecha del palacio.

—Sí —susurro—. Pero no quiero hablar de él. ¿Qué cosa querías darme?

—Oh, cierto. —Se toca la frente—. Siempre olvido las cosas. —Voltea buscando algo—. Espera un momento. Solo siéntate ahí. Yo sé dónde está. Solo debo encontrarlo.

—Bien.

Hago lo que me pide y me quedo sentado en el sofá de enfrente a la cama.

No siento absolutamente nada de emoción por saber lo que tiene para darme.

¿Qué me pasa? Siento que la garganta se me cierra y el pecho se me oprime.

¿Qué es con lo que no estoy conforme?

Veo a Krooz desaparecer por una de las entradas del guarda ropa tras la parte principal de la habitación.

No puedo dejar de sentirme tan idiota.

Incluso sabiendo que todo lo que hacía estaba mal, me abruma conocer que el único que se ha estado tragando el cuento del engaño y sintiéndose como basura, he sido solo yo. Porque él ha estado consciente de eso, y, aun así, me ha visto a la cara, burlándose y mintiendo.

Pudo mencionarlo desde el principio, quizá...

No. Debo superarlo.

Tengo que dejar ir a Krooz y eso será muy pronto.

No puedo aferrarme buscando incluso revelar eso para discutir. No serviría de nada, no cambiaría nada.

Escucho los pasos acercándose, pero no dejo de mirar el suelo. El saber que está cerca me ha puesto nervioso. Estoy tan acelerado que siento como si fuera a desmayarme.

—¿Zov? —Levanto la cabeza. De alguna forma debo reaccionar—. ¿De verdad te encuentras bien?

Asiento. Busco en sus manos lo que sea que traiga, pero no hay nada.

—¿Dónde está? —Él sonríe y extiende su mano cerrada.

—Feliz cumpleaños, Zov.

Pestañeo, confundido mientras él abre su palma.

—Es... ¿Tu broche?

—Sí. ¿Recuerdas cuando te regalé esa rosa? —pregunta. Se acuclilla frente a mí—. ¿Y todo lo que dije?

—Por supuesto. Fue lo más idiota que haya salido de tu boca. ¿Cómo voy a olvidarlo?

Él sujeta el broche y me sostiene de la mano.

—Pues ahora esta rosa será un recuerdo permanente. Esta vez sí quiero que me recuerdes mediante este obsequio.

La deposita en mi palma y yo me quedo tan fascinado, por lo que me ha dicho y por la hermosa estructura del broche. Tiene una piedra negra que está cerrada por un contorno de oro con unos detalles, encima de la piedra hay una rosa en el mismo tono dorado.

—Es una obsidiana. Mi madre me la dio el primer día que estuvimos en Teorvek.

—¿Habías venido antes?

—Cuando era niño. Fue para visitar a una amiga de ella. Entonces me dio el broche para que sujetara mi capa. Quería que luciera muy elegante.

—Creí que tendría una historia más profunda.

—¿Te gustan las historias profundas?

—Creo que sí. Porque hace especiales las cosas. Pero es mejor que esta no la tenga.

—Te equivocas. Por supuesto que la tiene.

—¿Y cuál es?

Krooz baja la mirada mientras sopesa lo que dirá.

—La obsidiana que tiene la sacaron de la daga que mi madre usaba para matar a sus amenazas. El día que nací me la regaló para que en un futuro yo tuviera algo con lo que defenderme. Sin embargo, luego la convirtió en una joya. Fue cuando creyó que sus amenazas habían terminado. Y convirtió una parte de ella en un recuerdo para mí.

Mi corazón duele, todavía con más motivos encima.

—¿Y por qué quieres dármela?

—Porque es muy importante. Al igual que tú. Quiero que esas dos piezas importantes estén juntas.

—¿Por qué haces esto? —susurro con enfado—. Esto no es lo que acordamos, Krooz. Te estás separando de la línea y lo sabes.

Escucho sus suspiros.

Sé que mi reacción no le ha agradado. Pero lo que él hace tampoco me agrada a mí.

—Claro que lo sé —espeta—. Es...

—Ya no quiero más mentiras. —Lo detengo—. Ahora no puedes ocultarme las cosas como lo hacías en un inicio. ¿O todavía no merezco saberlo? Sí es de esa manera. Entonces, ¿por qué me das esto? ¿Por qué actúas así?

Él se queda en silencio por un largo rato. Lo cual me hace creer que se volverá a callar sus razones.

—No lo quiero. —Vuelvo a dejar el broche en su mano y me levanto del sofá.

—¿Por qué?

—Hay que acabar con esto de una vez. Tú fuiste quien puso los límites y si no eres capaz de respetarlos no esperes a que yo siga fingiendo como si eso no me molestara. Porque lo hace. No actúes como algo que no eres para mí.

—Zov, no es así.

—Entonces, ¿vas a decírmelo? —Él retira la mirada—. Bien. Ya entiendo. Adiós.

Empiezo a caminar para ir hacia la puerta, sintiendo como en cada paso mi corazón se aprieta aún más. Mis ojos arden, mi garganta se cierra y de pronto todo me golpea con un dolor que jamás he sido capaz de percibir.

¿Por qué siento como si estuviera terminando algo?

Claro que era así, pero no de esa manera.

Nunca fuimos nada.

No quiero irme. No quiero dejarlo. Lo quiero junto a mí.

¿Por qué no hace o dice algo?

¿De verdad creía que con advertirme sería suficiente? ¿Pero por qué no actuó como debía?

Tomo el pomo de la puerta.

Si salgo, entonces estaré convertido en el completo tonto, por haber caído solo en el gélido sentimiento. Por otra parte, si no lo hago, le dejaré una ventaja sobre mí.

Y, aunque me duela, no quiero convertirme en esas personas que lo aceptan todo con tal de recibir amor de alguien que se burla de sus sentimientos.

No puedo ser como ellos. A pesar de saber que fui yo, quien se equivocó al sentir demás.

—No vuelvas a buscarme nunca más.

Al final abro la puerta y me retiro.

Sabiendo que he abandonado todo con algo de dignidad, pero con una nueva herida que empieza abrirse en fisuras.

Hola duraznis sé que con este capítulo quedarán algo disconformes con Krooz y por lo mismo pongo en duda que deseen celebrar su cumpleaños :c 

Pero bueno, igual les aviso que estoy planeando hacer una dinámica este viernes para que puedan saber más de él. También subiré dibujos que estoy preparando. Así que les pido que me dejen preguntas sobre cosas que quisieran saber de él para así yo poder respondérselas en los histories de IG. <3 Y no se preocupen si no tienen insta yo igual les compartiré el domingo los datos en este aparto de notas.

Otra cosa que les quería mostrar desde hace mucho y es que soy descuidada y olvido todo :c

Una lectora me regaló estos dibujos preciosos de Zov y Krooz <3

AMOOO muchas gracias @Mazorrita <3 En IG la encuentran como: wattpader_loopy pueden ver sus trabajos y si quieren alguno hace comisiones. 

Con todo esto me despido, espero y sea hasta el domingo homosexual. Los religiosos van a misa nosotrxs rezamos aquí jsjs 

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