22. Infidelidad
Las prácticas de esta semana se dieron con normalidad.
No me encuentro bien, en el término de salud para mi médico y mi familia. Sin embargo, como me siento ahora me basta.
No necesito ir a un centro psiquiátrico, no quiero alejarme en estos momentos.
Desde ese día en Ledya no he tenido más momentos a solas con Krooz. El único tiempo que pasamos juntos ha sido en la pista de hielo, preparando las últimas partes del programa. Hemos compartido miradas secretas cargadas de mensajes, toques intencionados con deseo y palabras susurradas que me cargaban de necesidad.
No creí que estar tan cerca sin poder demostrar nuestros sinceros instintos se convertiría en una opresión tan desesperante.
Lo percibía físicamente frente a mí, pero estaba tan lejos de sentirlo.
Era agobiante tras haber aceptado la verdad.
Mas, ahora resulta sencillo comprender por qué requiero de su presencia de manera continua. Y hoy aprovecharé un momento para volver a tenerlo a él.
—¿Por qué todavía no te has vestido?
Eidriene irrumpe en mi habitación. El sonido de la muleta hace que el suelo resuene. Ha mejorado, a pesar de ello todavía debe mantener cuidado al andar.
—¿Por qué estás aquí sin yo haberte llamado? —pregunto con recelo.
No la he perdonado y tampoco debo hacerlo. Ni siquiera debí enojarme con ella, porque lo que yo hice fue mucho peor. Pero no soy tan valiente como para decírselo.
—Porque me aseguro de que estés listo para cuando empiece la fiesta.
—Yo no planeé una fiesta. Yo no quiero ir a la fiesta —digo con aburrimiento—. ¿Por qué haces estas cosas? No te lo pedí.
—Zov, cumples diecinueve. Eres un adulto ahora —me comunica, como si no lo supiera.
—Soy un adulto desde que tuve dieciocho —le corrijo.
—Bueno sí... Pero, estás creciendo muy rápido. Es que no puedo dejarlo pasar. Nunca entenderás mi sentimiento de verte convertir en un niño a un adulto —expresa con emoción mientras se toca el pecho—. Me pone triste y muy feliz al mismo tiempo.
—No eres mi madre. No te pongas de llorona.
Eidriene sacude sus manos venteándose la cara.
—Déjame —se queja—. No creo que con tu tosco sentido de familiaridad puedas entenderme —insta, con indignación—. Ahora vamos. Debes arreglarte. Invité a tus amigos y pronto llegarán.
Me giro al otro lado de la cama para no tener que verla.
Soy un maldito hipócrita.
Me enfadé tanto que disfruté de mis emociones sin sentir culpa. Ella no merece esto. Estoy consciente de que debería detenerlo, pero no dejo de sentirme tan increíblemente extasiado con Krooz.
Solo quiero disfrutar un poco más de su compañía antes de tener que terminar.
Pienso que huir ya no será tan sencillo. No obstante, sigue siendo la mejor opción después de esto.
¿Hago mal si me dejo llevar un poco más? ¿Si disfruto más?
Soy un asqueroso sin vergüenza.
Encojo mi cuerpo mientras siento como las lágrimas salen.
Esto me asusta tanto. Las sensaciones que estoy creando por él, no se supone que deberían existir.
Tengo que dejarlo ir.
—Zovin, ¿te encuentras mal? —La veo aparecer a un costado de la cama—. ¿De... Debería cancelar todo? —pregunta con preocupación.
¿Por qué eres tan buena Eidriene? Ojalá pudiera odiarte.
—Con frecuencia pienso en mamá —suelto entre un jadeo—. ¿Por qué me dejó? —farfullo— ¡¿Qué hice para que no me quisiera?! —exclamo indignado—. Quiero morirme. No soy una buena persona... La vida me sabe tan absurda. Sigo sobreviviendo solo porque decidí bailar, pero no hallo días con sentido. Siento como si todo lo soñara y estuviera durmiendo mientras mi vida trascurre.
Ella se lanza a la cama y me consuela acariciándome la cabeza.
—Dios, Zov. No digas algo como eso —dice en tono dolido—. Ni siquiera podías hacer algo malo para que no te quisiera.
—Hubiera querido conocerla. Siempre quiero, aunque sea haber tenido solo un día, y saber si ella... Si con ella hubiera sido diferente.
—Estoy segura de que sí.
—Es que... Yo... Ni siquiera sé que es sentirse amado. Me aferro a cosas para demostrar cuan bueno soy. Trato de ser perfecto porque me siento tan vacío. Solo deseo tener un motivo para seguir viviendo.
—Zovin. —Siento su mano en mi cara—. Lo siento por no haber hecho suficiente para demostrarte mi amor. Pero tienes que saber que te amo demasiado desde que he sido consciente. Perdóname por no haberte protegido.
Yo soy a quien debes perdonar.
—Quiero irme de aquí. Esta nunca será mi casa. Cuando sepas lo que soy me odiarás tanto.
—Nunca podría odiarte por nada.
Deseo creer eso. Deseo pensar que si ella lo supiera me perdonaría lo que hice. Sin embargo, tampoco podría lanzarle la verdad sin saber con seguridad que es lo que estoy sintiendo.
—Entonces, ¿me responderías con sinceridad algo?
Ella asiente.
—Lo haré.
—¿Cómo sabes que te has enamorado?
El remordimiento no es suficiente para acallar todo lo que aclama mi corazón. No puedo entregarle un nombre a estas emociones que me confunden.
Sé que debo callarlo, que es pronto. Que es inaceptable. Que es patético.
Sus ojos se abren con sorpresa.
—Zov... —jadea con impresión.
—Solo responde, por favor.
No puedo comprender yo solo lo que me está pasando.
¿Por qué no existen guías para esto? ¿Por qué nadie te enseña estas cosas?
Me siento como el mayor imbécil.
—Olvídalo. —Me retracto de inmediato—. No es necesario.
¿Cómo puedo exigirle decir algo como esto?
No tengo vergüenza al querer comparar sentimientos reales y profundos, con algo que ni debió existir. Con un secreto.
—Lo lamento. De verdad quisiera poder explicarte algo así. Pero no hay palabras. Lo básico no es suficiente para describir como te sientes cuando amas a alguien. Es algo tan intenso que solo eres capaz de percibirlo cuando es tu momento.
—¿Cómo sabrías si alguien como yo... estuviera en su momento?
Eidriene me sonríe.
—Es muy seguro que pensarás que ese alguien es muy tonto por ser demasiado romántico. Sin embargo, reirías por eso, porque te hace feliz. Seguro que hasta le permitirías tomarte de la mano o harías cosas que antes creías estúpidas como ir a citas y... ¿Por qué lloras?
¿Por qué esto se escucha tan basado en mí?
¡Maldición! Yo no puedo, no puedo. No de él.
Aprieto los puños, con una sensación de espinas aferrándome la garganta.
—Considero que estoy en mi momento y me he equivocado de persona.
Eidriene suspira, como si pudiera sentir el dolor que yo estoy experimentando ahora.
—¿Y esa persona está en su momento contigo?
—No.
De pronto aceptar la verdad me hace sentir como si fuera a morir.
Porque soy el mayor tonto.
He sido yo quien cayó en la trampa, incluso cuando fue advertida.
Me dejé de llevar demasiado fácil, ni siquiera luché.
¿Por qué no hice nada?
Todo se sentía tan real. Los instantes en que compartíamos besos, las charlas, incluso... Las palabras caen como piezas adecuándose a cada parte. No existen, son tan básicas. Solo se puede conocer la intensidad del momento cuando estás en uno.
—Iré —le digo—. Bajaré.
—¿Te sientes mejor? —pregunta observándome.
—Lo estaré muy pronto.
He controlado muchas cuestiones en mi vida. Y esta no será la excepción.
Es temprano aún. Puedo recuperar el mando de mis emociones, de hacerlas a polvo y salir firme de ese lugar.
No merezco apreciar nada de lo que el amor atribuye.
Desde que nací, he ido conociendo lo desalmado que este mundo. La forma en como despedaza, porque no respeta el sufrimiento.
Y yo no lo he de considerar hasta que acabe.
Primero debo dejar todo lo que no existe con Krooz.
///
En tanto desciendo las escalinatas, voy sujetándome la mascada de seda que se niega a quedarse en su sitio y cubrí las marcas que tengo en el cuello.
No creí conocer una persona tan corriente después de Talek como para volver a ser víctima de chupetones. Pero sí que existe y es mucho peor. Lo malo es que no es uno, sino varios, e incluso mordidas en el pecho.
En el auto los besos se pusieron más desmedidos y por ello permití que Krooz me poseyera con su boca. No pasamos a más porque, aunque estaba deseoso de hacerlo, él se negó a tomarme hasta que me recuperara.
Y sí que le funcionó el chantaje, porque tomé todo el tratamiento. Sin embargo, hoy, si bien no lo he terminado la receta con totalidad, tengo más fuerza para aguantar todos sus movimientos.
Para dejarlo ir primero debo acabar con estos sentimientos desconocidos y por ello debo recuperar el mando.
Lo nuestro es solo físico y así tiene que finalizar.
Sé que debo concluir con esto lo más rápido posible. Sin embargo, no es un proceso tan sencillo cuando has introducido emociones que no debías.
Alcanzo el final de las escalinatas y me escabullo cerca de un cuadro, el reflejo del vidrio me sirve para verificar si he conseguido ocultar las marcas. Una figura más aparece en el reflejo, pasa tras de mí, en el otro extremo. Debo girar la cabeza para cerciorarme de la identidad.
Sin fijarse en mí, Dove camina hábil y cuidadoso, los pasos de las sombras son imperceptibles igual que el aire que puede correr a través del pasillo. Parece que eso quisiera lograr cuando se escurre al ala derecha.
Los únicos que se alojan ahí son los de Romaniv.
Volteo, dejando al fin la estúpida mascada.
Bueno, eso no me importa.
Al entrar al salón central tengo un encuentro con gente a la que apenas conozco el nombre. Algunos son compañeros de Eidriene otros son familias más prestigiosas de Teorvek, y a todos ellos debo saludar cuando me invaden con felicitaciones.
En el momento que termino con el enjambre de la alta sociedad, me expulso hacia el exterior de los corredores que se encuentran atestados de más personas que se entretienen conversando o mirando a los que hacen acrobacias con fuego o a los enmascarados que hacen magia.
Suelto un bufido de fastidio. Esto parece una fiesta de infantes.
Observo a los alrededores buscando algún rostro conocido, hasta que me encuentro con Aks cerca de un bar de bebidas y decido ir hasta ella. Veo que se mantiene enfrascada en una conversación muy entretenida con el hombre que le sirve que ni siquiera capta lo que trascurre a su espalda.
—¿Nos vemos en alguna parte después? —le pregunta de manera coqueta.
Abro los ojos con sorpresa y carraspeo para que sepa que alguien más la está escuchando.
—No conocía esos dotes tuyos —digo con diversión.
Aks voltea, luce colorada al verme ahí de frente.
—Zov, hola —farfulla con nerviosismo.
—Solo quería saber si alguien más llegó, —digo cambiándole el tema para que se tranquilice—. Y si tal vez has visto a Eidriene.
—Ah, no la he visto —me informa levantándose del asiento—. Disculpa, Torrance y Zutsi no pudieron venir. Ella fue a visitar a su abuela en Zovinkia y obligó a Torrance a ir a acompañarla.
—Supongo, no importa —respondo neutralidad.
—Disculpa. Feliz cumpleaños —dice y posa su mano en mi hombro—. No quiero invadir tu espacio —explica.
Sonrío.
—Está bien —coloco mi mano encima de la suya y luego la tomo—. Gracias por eso.
—¿Cómo has estado? Vine cuando aún estaba inconsciente y luego no me permitieron ingresar. Eidriene me dijo que tenías que mejorar antes de volver a tener contacto con el exterior. Puedes hablar conmigo cuando decidas buscar ayuda sobre eso.
—Estoy bien Aks. ¿Por qué todos exageran?
—Porque tenemos miedo de perderte. Te queremos mucho, Zov.
Suspiro con pesadez.
No quiero que tengan que preocuparse por mí, no soy un niño. Si he decidido hacer mi vida de esta manera es un problema individual, por más malestar que le causen a terceros.
¿Por qué no se concentran en sus vidas y me dejan a mí deteriorarme?
Si pudiera ser una persona distinta por mi propia cuenta, lo sería. Pero no pueden esperar a que yo decida mejorar solo porque dicen quererme. Las cosas no funcionan de esa manera. Hasta que yo no lo vea, nada cambiará.
Es muy difícil cuando te has cegado con la presión que existe dentro de ti. Y la presión exterior no hace que el proceso para ver la realidad se acelere.
—En algún momento pasará. —Mi cura o mi muerte—. Te veo en la cena.
—Te veo ahí —responde para luego volver al asiento.
Decido regresar al interior para buscar a Eidriene. Cuando paso por la enorme entrada me rozo con un camarero que lleva una bandeja con copas de champán. Alzo mi mano para que se detenga, tomo una y así puedo continuar con mi camino.
Eidriene ha organizado dos pequeños salones en conjunto para la fiesta. Así que, si no se encuentra afuera o aquí, debió entrar en la casa. Yo hago lo mismo alejándome por el pasillo más largo que tiene algunas habitaciones de reunión.
El silencio se apodera del sitio haciendo que mis pasos resuenen como ecos. Llego a pensar que soy el único que está aquí cuando unos ruidos incrementan a medida que avanzo. Trato de escuchar y por ello me muevo con más rapidez hasta que de pronto escucho gemidos tras una puerta.
Me detengo en seco.
Alguien está aprovechando la soledad del palacio para coger.
No soy un entrometido, pero antes de irme decido tocar la puerta para alarmar a las personas dentro y luego huyo hacia una de las esculturas para cubrirme por si salen a espiar.
Tomo un respiro antes de girar la cabeza y observar la puerta. Cuando se abre sale una joven rubia que, desesperada se arregla el vestido y el cabello. Me cubro con las manos en el momento que mi risa intenta salir.
Joder, los he asustado tanto que terminaron por dejar su polvo a medias.
Sigo riendo en silencio esperando que la otra persona salga y cuando lo hace la risa se me acaba. El pulso me incrementa y el estómago me da un vuelco.
No...
¿Cómo es esto posible?
De la impresión y miedo por ser descubierto me apego más a la pared.
¿Qué ha estado pasando? ¿Por qué nunca me di cuenta de algo así?
—Deberíamos ir a otra parte —se queja la rubia—. No quiero acabar todavía.
—¿Por qué? No hay nadie aquí.
—Vamos a tu habitación —insiste ella.
—No es buena idea... —Duda—. Si mi padre se entera de que me estoy liando a otra mujer mientras tengo un compromiso por en medio. Seguro cancela todo. Mejor lo dejamos.
¿A otra mujer?
—¿Y eso es un problema? —Pregunta la rubia—. Para mí sería una gran noticia no tener que casarme con un hombre que no quiero en absoluto —espeta con molestia.
Eidriene la toma por los hombros.
—No lo hago por mí —susurra—. Está bien, si me gusta. Es guapo, es lindo, es muy mi tipo y no es desagradable la idea de casarme con él. Pero también lo hago por otras razones.
—Claro por tu...—Ella le cubre la boca.
—Silencio. No hablemos de eso. Iremos a mi habitación —contesta Eidriene, apegándose a ella para besarla.
—Eres una infiel de mierda —le dice ella entre risas.
—No es infidelidad. No seremos nada concreto hasta que nos casemos y todo lo que pase antes no importa —le explica—. Él también lo sabe.
—¿Qué cómo puedes confiarle estas cosas? —exclama horrorizada.
—Nos llevamos muy bien. Demasiado diría yo. Así que funcionaremos bien cuando nos casemos —dice con tranquilidad—. Pero eso aún no ha pasado, así que debemos ir a festejarlo.
Al finalizar su charla, ambas toman el camino contrario para irse a las escalinatas.
¿Qué fue todo eso?
¿Eidriene ha estado haciendo lo mismo que Krooz todo este tiempo?
No puedo creérmelo.
Y yo estaba como un imbécil asustado.
El estupor me mantiene tan atado que no concibo procesar bien lo que acabo de presenciar.
¿De verdad no lo imaginé?
Luego de unos segundos salgo andando de vuelta hasta los salones. Al ingresar veo a Krooz resaltar entre un grupo de chicas que lo rodean. Luce divertido y embelesado con la atención brindada. También puedo ver las claras intenciones de coqueteo por parte de algunas, los toques sutiles hacia sus manos, la forma patética en cómo se ríen de lo que dicen y entonces empiezo a perder la paciencia.
Quiero poder gritarles que dejen de tocarlo. Quiero ir y arráncaselos de las manos.
Alzo mi copa bebiendo todo el champán y luego la abandono encima de una mesa.
No voy a permitir un movimiento más de apareo urgidos de sus partes.
Me lanzo en su dirección, andando a largas zancadas. Cuando llego extiendo mi mano que pasa por encima de ellas y luego tomo el brazo de Krooz para arrastrarlo fuera de ese nido víboras.
—Disculpen. Debo atender un asunto importante ahora.
¡No les pidas disculpas!
—Zov, ¿qué ocurre? —inquiere asombrado.
—Cállate.
—¿Pero a dónde vamos? —pregunta mientras se deja arrastrar de vuelta al exterior del salón.
Me encuentro otra vez con el pasillo y cuando encuentro la primera puerta la abro y empujo a Krooz al interior.
—¿Por qué tienes tanta prisa? —pregunta, confundido—. Nunca actúas así... —Se calla en el instante que aferro mi mano a los laterales de la abertura de su camisa.
Lo muevo hasta un sofá y lo obligo a sentarse.
—No hables —ordeno.
Con mis dos manos aprieto la tela y la estiro a cada lado, el botón de la camisa se desajusta y deja parte de su pecho expuesto. Me subo a sus piernas colocándome ahorcajas, tan rápido como me siento empiezo a restregarme encima y después con mi boca mi dirijo a su cuello para besarlo. Aprovecho el momento para cobrarme lo que me hizo y yo también lo muerdo, chupo su piel haciéndolo gruñir, lo hago en tantas partes como puedo y luego subo a su boca para besarlo con posesividad, mordiendo sus labios sin cuidado y sujetando su cabeza para tenerlo a mi antojo.
Suelto jadeos en los cortos momentos que me separo para recobrar aire, sus manos no pierden el tiempo aferrándose a mi trasero y estrujándolo más contra su erección endurecida. Desciendo hasta su cuello pasando mi lengua por en medio de su manzana y termino por distanciarme.
—Deja de coquetear con otras mujeres.
Me levanto de encima y empiezo a acomodarme la ropa con intención de salir de la habitación.
—¿Qué-e? —titubea descolocado—. ¿Por qué te detienes?
Sonrío complacido por lo afectado que está.
Sus piernas largas abiertas, su boca enrojecida, el cabello desordenado por mis manos y toda su camisa arrugada. Se ven tan sensual de esa manera que solo quiero volver para bajarle el pantalón y montarlo sin piedad.
—Es tu castigo de esta noche —respondo orgulloso—. Nos vemos.
Abro la puerta para irme, pero él se levanta y con inmediatez me detiene.
—No, no —exclama indignado, empujando la puerta y cerrándola—. No te vayas así.
—¿No vas a obligarme a nada verdad?
—No —espeta de inmediato—. Solo no quiero que te vayas. Te vi cuando bajaste, pero no quería acercarme y ser tan obvio. Quería decirte algo.
—Después, pronto será la cena.
—Lo sé, solo escucha. —Me toma del brazo para voltearme—. Sube a mi habitación luego de la cena. Tengo algo para ti.
Sonrío con complicidad.
—¿Seguro que no es para otra cosa?
—Si lo es. Pero también tengo algo que entregarte. —Se acerca a mí para besarme—. Eres muy cruel haciéndome esto. Voy a cobrármelo.
Sonrío en medio del beso y luego lo separo para poder salir.
—Tengo que ver eso.
—No solo lo verás. Lo sentirás —me dice mientras sus comisuras se elevan.
—Me gustan tus advertencias, Krooz.
Y después huyo, cerrando la puerta tras de mí.
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