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21. El último paseo

El bajo tono de una canción me despierta. Abro los ojos lentamente, sintiéndome un poco desorientado.

En algún instante del viaje me he quedado dormido. Solo recuerdo las calles oscuras cuando partimos de casa. Sin embargo, ahora todo está iluminado.

Entre pestañeos acostumbro mi visión al brillo que brota de la nieve extendida a los costados de la carretera. Hay árboles distintos a los que se encuentran en Gienven, lo cual me hace preguntar en qué parte de la ciudad nos encontramos, porque no logro reconocerlo.

Al sentir un peso en mis muslos bajo la mirada para ver a Zooz durmiendo plácidamente.

—¿Tú lo pasaste adelante? —pregunto mientras acaricio a mi gato.

—Lo hizo él mismo. Luego de aburrirse de arañar los asientos intento echarse a descansar. Pero supongo que no podía verte desde ese punto porque estuvo maullando hasta que te encontró.

Mi corazón se encoge en una emoción tierna al escuchar eso. Había olvidado lo bien que se siente amar a un animal y que él corresponda ese sentimiento.

—¿Cuándo llegaremos?

—En unos minutos.

Con cuidado de no despertar a Zooz empiezo a acomodarme en el asiento. Siento la mitad derecha de mi cuello entumecida.

—No creí que volvería a dormirme. He estado inconsciente mucho tiempo.

—Estás enfermo. Lo más probable es que estés demasiado cansado... —Regreso mi cabeza para verlo—. Quizá no debí sacarte todavía.

—Siempre me siento un poco enfermo —musito con pereza—. Es lo más normal en mí. Además, el ocio es una de las cosas que más me aburren.

—¿Por qué? —pregunta con cierto tono ofendido—. Ha pasado mucho tiempo desde que ocurrió eso —acentúa la palabra—. ¿Por qué no quieres recibir ayuda?

Doy un suspiro y me quedo en silencio.

¿Cómo podría explicar algo así?

—No te intereses por ello. Es una pérdida de tiempo. No soy la clase de persona que le gusta recibir ayuda, o da explicaciones sobre lo que ocurre en su vida.

—Solo... Quisiera saber cómo te sientes.

Aferro mis manos a la gruesa chaqueta que traigo puesta.

¿Por qué le tiene que interesar eso?

Ni siquiera yo puedo aceptar como me siento sin tener vergüenza por lo patético que soy.

—No quiero hablar de ello —espeto—. ¿Me trajiste solo para chantajearme con un paseo y así yo pueda estar tan conmovido que quiera soltarte mi vida entera? —pregunto histérico—. No necesito que te preocupes por mí...

De un frenazo el carro se detiene. Mi cuerpo se abalanza hacia delante, pero el cinturón me protege de terminar golpeado por el interior del auto. Zooz también brinca asustado por el impacto. El miedo hace que mi pulso se acelere y mi cuerpo se enfríe.

¿Qué ocurrió?

Volteo la cara para encontrarme con Krooz aferrando sus manos al volante. Está temblando, su cuerpo sube y baja mientras respira exaltado, da un trago de saliva e inmediatamente desprende su vista de enfrente.

Y cuando lo analizo entiendo que no ha frenado por algún animal. Aun así, no comprendo por qué tiene un gesto de arrepentimiento.

—Disculpa por eso... —musita nervioso—. De verdad, lo lamento. —Se disculpa y vuelve a conducir como si nada hubiera ocurrido.

—No entiendo por qué haces ese tipo de cosas —digo simplemente—. Empiezo a asustarme.

Sus manos continúan apretando el volante, haciendo que la fuerza que usa vuelva blanco sus nudillos.

Aumenta la velocidad cuando encontramos un desvió en la carretera, empieza a subir una corta colina y cerca de ella visualizo una pequeña capilla blanca de tejados de pizarra. Terminamos de rodearla y luego nos detenemos a un costado donde hay un pequeño espacio de estacionamiento. Espero a que Krooz diga algo antes de bajar, pero solo se queda en silencio, aún sosteniendo el volante.

—Saldré primero. —La incomodidad me obliga a huir. Aguardo un momento para que responda, mas no lo hace.

Lo regreso a mirar esperando alguna acción. Pero nada.

Sostengo a Zooz, para después abrir la puerta del auto y bajarme.

¿Qué le pasa?

Me ha traído aquí sin decir el motivo.

Lo peor es que actúa de esa manera. Aunque, además de eso, hay algo más que me preocupa.

Yo ni siquiera sé dónde me encuentro.

—Es un maldito idiota.

Observo los alrededores, pero no hay mucha diferencia.

Los árboles cubiertos de nieve, las montañas blancas y un pequeño puente que conecta el otro lado del bosque que está dividido por un pequeño río. Eso es todo.

Después de no encontrar un letrero que me ubique, decido andar hasta el puente, para por lo menos deshacerme de esa áspera sensación que Krooz acaba de implantarme.

Se comporta tan extraño.

Parecía hallarse bien cuando entró en mi habitación. Sin embargo, después de reprocharle la verdad, escapó para no darme una respuesta concreta.

Se queda callado como si no tuviera permitido hablar de más, pero él si quiere que yo lo haga.

Coloco mis pies en la madera del puente.

No salgo mucho de vacaciones. Especialmente en invierno. El frío me desagrada y tampoco encajo en la imagen insípida de la nieve.

El aire gélido se asienta sobre mi piel y me estremezco. Odio esto. Volteo hasta toparme con los rayos del sol que me hacen sentir un poco cálido.

No sé dónde estemos, pero este lugar es absolutamente precioso y me brinda tranquilidad.

Me pregunto si por eso me trajo hasta aquí. Aunque difícil saberlo, si no me habla como debería.

Extraño a esa persona espontánea que fue en Vedme.

Continúo andando con paciencia, tratando de llevarme lo mejor de este sitio. Zooz maúlla y se mueve para intentar saltar desde mis brazos, pero al entender sus intenciones prefiero dejarlo yo mismo en el piso.

Solo espero que no huya. Todavía se está recuperando de la herida.

De repente, mientras vuelvo a mi posición de antes, una mano me sostiene y empieza a tirar de mi brazo.

—¡¿Qué haces?!

Por supuesto, es Krooz.

—Lo que debía hacer hace un momento.

—¿Qué? ¿A dónde me llevas?

Se queda en silencio. Con enfado tiro de mi brazo y freno los pasos.

—No creas que dejaré que me lleves de nuevo sin decirme a donde —espeto con molestia.

Presiento que volverá a callarse, pero de la nada regresa su cuerpo a mí y me planta un beso. De inmediato lo empujo, asustado porque alguien nos pueda ver.

—¿Estás loco? ¡Nos verán!

—Quizá por ti. Y tú estás en Ledya.

Abro la boca, asombrado en niveles iguales por cada cosa que ha dicho.

—Ledya...

Krooz sonríe y vuelve a acercarse, besándome mientras yo sigo perplejo.

—Sí. —Me sostiene la cara con sus manos—. Y aquí nadie puede molestarnos.

Su boca vuelve a mí, esta vez por fin consigo darle atención y seguirle el ritmo.

Estaba enojado a hace un segundo por lo estúpido que actuaba y ahora estoy encantado derritiéndome en el calor su lengua.

Sin embargo, no va a detenerme.

Alejo mi cara para huir de él.

—¿Por qué estamos aquí?

Krooz baja la mirada, apenado.

—Para que puedas disculparme —habla mientras acaricia mi rostro—. Por lo menos debí avisar antes de dejarte solo en el estudio.

¿De verdad le preocupa tanto?

—No es necesario. No estoy disgustado por eso.

—Yo sí —insiste—. Quizá te sea demasiado intenso aceptarme por como hago y digo las cosas. Pero no es decente hacer ese tipo de acciones.

—¿Hablamos de decencia? —me burlo—. ¿Quieres que te recuerde lo que estamos haciendo?

Él niega con la cabeza.

—Estoy muy consciente de lo que estoy haciendo. —Sus manos me sujetan de ambos lados de la cara—. Por lo mismo no busco ser decente con otra persona que no seas tú.

Mi corazón late con fuerza.

¿Es adecuado que siempre me hable de esta manera?

No somos más que compañeros sexuales.

Sin embargo, no puedo detenerme. Todo de mí está flotando en este momento.

—¿Por qué hablas de mí como si fuera lo único que te importara?

—Porque eres lo único que me importa ahora.

Cada vez que abre la boca oprime un poco más de mí, obligando a que esas emociones despierten.

—No hables así.

—¿No te agrada?

—No. Porque me confundes —insisto herido—. No puedes decirle esas cosas a alguien como yo.

—Yo elijo lo que quiero decir y a quien decírselas.

Lo siguiente que sé es que no tengo derecho a refutar nada. Krooz cierne sus labios en lo míos, con una necesidad delirante, acaricia su lengua en mi interior y me apresa con sus brazos.

Te olvidas de... Lo que dijiste en el estudio. La advertencia. No actúas con base en ella.

No creo que sea necesario recordar algo así, ¿verdad?

Ambos lo sabemos y es suficiente.

No importa como actuemos, solo hay que tener presente esa regla.

Lanzo mis brazos por encima de los hombros de Krooz, uniendo mis manos para atraerlo hacia mí. De un momento a otro estoy colgando de puntillas mientras él me besa la cara y las orejas, hastiándome con cosquillas. Me retuerzo, riéndome sin poder evitarlo.

—Basta —exclamo con enfado—. Voy a patearte las bolas.

—Inténtalo —contesta entre risas.

Estoy a punto de darle un golpe en el estómago, mas no lo consigo. Porque me atrapa del torso y me eleva hasta dejarme encima de su hombro.

—Idiota... ¡Bájame! —Empiezo a golpearlo con los puños en su espalda ancha, pero parece inmune—. ¡De Romaniv!

—No. No vas a escapar de mí. —Siento un azote en el culo—. Ahora que te atrape serás mío el resto del día.

—¡Suéltame! —sigo gritando—. ¡No estoy de humor para esto!

—Nunca estás de humor —contesta riendo—. Me lo agradecerás. A la velocidad de tus pies terminaremos de llegar al anochecer.

—¡Maldito idiota!

—Sí. Ya me lo has dejado en claro. Mierda... —se queja de repente y deja de caminar—. Estoy olvidando las cosas...

—¿Qué cosas?

—Bueno. Eso será una sorpresa hasta que lleguemos de vuelta al auto.

—¿Qué? ¿Ya vas a soltarme?

Sin bajarme, Krooz retorna en el camino para volver.

—No te preocupes, puedo cargar tu cuerpo y algo más...

Mientras sigue caminando le sigo insistiendo para que me suelte, pero no lo hace.

No entiendo que está pasando en este momento, solo sé que me agrada sentirme así.

Es como estar soñando y deseo quedarme dormido si es que de esta manera puedo conservar un poco más de este patético y encantador día.

Después de llegar al auto, Krooz me baja por fin y es cuando aprovecho para huir de vuelta al parque.

—Mis pies van más rápido que tú, enorme oso gigante —me burlo antes de partir.

Sin ver la expresión que ha puesto me echó a correr de vuelta por el puente. Zooz al verme correr se espanta y comienza a huir.

—Ay, no. No quería asustarte. —Disminuyo mi velocidad solo para cargarlo—. Perdóname, pero tenemos que correr antes que ese idiota nos alcance.

Retomo el camino corriendo y atravesando por fin toda su extensión. Al terminar encuentro unas rejas medianas que se hallan abiertas, paso entre ellas y continúo mi travesía, cada vez descendiendo la velocidad.

El lugar tiene bancas esparcidas en una hilera, hay una enorme pileta en medio que está congelada y justo tras ella lo que más destaca del lugar. Una pérgola con un tejado en forma de cúpula, todo está hecho de piedra y está cubierta por nieve. Avanzo hasta ella y subo unas escalinatas. Cuando me encuentro bajo el techo alzo la vista.

No hay nada anormal en el sitio. Pero la sensación es de fantasía.

—Eres un asqueroso cursi —digo, cuando oigo unos pasos cerca—. ¿Planeas pedir mi mano aquí? —Me doy la vuelta.

Lo encuentro mirándome embelesado.

—¿Ya no te preocupa ser tan hipócrita?

—Solo bromeaba —indico, recordando la realidad.

Tampoco lo decía con seriedad.

Aunque, hacer una broma sobre aquello, como si no estuviéramos aquí cometiendo uno de los mayores pecados, hacía que mi hipocresía fuera aún mayor.

No obstante, eso ya no me importa mucho ahora.

Sin embargo, Krooz no tiene por qué saber eso.

—Bueno —dice, subiendo hasta el centro donde está la mesa—. No hice todo esto por nada. Estoy hambriento.

—¿Me trajiste aquí para rellenarme como un pavo? —pregunto en un tonillo burlón.

—En realidad se me antoja rellenarte, pero eso sería luego.

Siento como mi rostro se calienta.

Krooz disfruta de mi situación para reírse y eso hace que me enfade más.

—Estoy harto de ti idiota. No comprendo como pude aceptar venir.

—¿Quieres que te caliente primero para poder decir cochinadas sin que te moleste? —pregunta, divertido.

La cólera que siento me hace quitar mi gorro para arrojárselo a la cara. Mas, él no se inmuta. Continúa sonriendo mientras acomoda las cosas que ha traído. De inmediato el enfado se desvanece y trato de ocultar una estúpida sonrisa.

Se ve tan idiota arreglando todo con esmero. Como un encantador idiota.

Eres patético Krooz, no tienes remedio.

Cuando termina de sacar la comida no puedo evitar que mi estómago se apriete por el hambre.

No he comido bien en varios días. El estar postrado en la cama no me ha dejado disfrutar ningún alimento.

Sin embargo, el estar aquí no me hace sentir enfermo.

Decido sentarme en el banco al lado de Krooz.

De cualquier manera, no podré escapar de su vista. Incluso justo ahora trato de evitar encontrarme con su mirada. Me siento intimidado, avergonzado. Me siento como un tonto.

¿Por qué estoy actuando tan raro?

Como si no supiera como llevar una situación tan normal y simple. Mis manos sudan, tengo el pulso enaltecido.

¿Así se comporta la gente cuando tienen citas?

Un momento. Esto no es una cita.

¿No lo es? No, no lo es. Solo es un paseo común.

Mi gato intenta brincar a la mesa, guiado por los olores exquisitos que brindan los alimentos. Lo detengo antes de que termine por treparse.

—Zooz, no hagas eso. No es educado.

—Los animales no saben como ser educados.

—Con razón tú no lo eres. —Si ofenderse en absoluto, termina riendo.

—Seguro. Y te va mejor así, ¿no? Con lo mucho que te gusta que maltrate mientras te follo. Debo despertar un poco ese lado animal.

—Mejor cállate.

Por alguna razón me apena hablar de las cosas que hacemos en el sexo. Cada vez que lo menciona me vuelvo tímido y avergonzado. Como un maldito imbécil.

Tomo una servilleta y cojo un sándwich. Debo tratar de comportarme.

—¿Cómo conociste este lugar?

Empiezo a masticar en tanto espero una respuesta. Mi paladar se engrandece ante el sabor del sándwich. Algo me dice que terminaré atiborrado y no me desagrada tanto la idea.

—Mis padres se casaron en esa capilla —indica mirando hacia esa dirección—. Mi madre me trajo una vez aquí... Bueno, cuando esto aún estaba bajo el poder de Teorvek.

—Pero ¿exactamente dónde estamos?

—Kara. Casi en la frontera con Gienven.

Diadburgo.

Bueno, ahora ya no lo es. Y eso se debe a que tampoco nunca debió tomar ese nombre.

Kara fue robada por quien puedo decir, fue mi abuelo y luego Krass de Romaniv la recuperó. El sitio no está muy habitado. Las personas huían constantemente por el temor a un inesperado enfrentamiento. Después de todo, esta ciudad es lo único que divide las capitales de ambos reinos.

—¿Crees al fin que después de este acuerdo todo se calme? —le pregunto—. Bueno, no he vivido algo así, pero antes de que se propusiera la paz era incierto lo que podía ocurrir con Teorvek. Tampoco quiero vivirlo. Este pedazo de vida algo mediocre es lo único que puedo considerar normal. Y lo único que quisiera sería mejorarlo, no arruinarlo más.

—Desearía poder asegurarte eso. Sin embargo, los destinos a veces se tornan. A pesar de eso, el acuerdo por la paz fue por la misma razón. Hacer todo lo posible para mantener la calma de ambos.

Me quedo callado, pensando mientras mastico. Sonrió, recordando que quizá muy pronto antes de que Eidriene se case, yo decidiré dejar de una buena vez mi puesto.

Terminar con esto e irme. Buscar mi destino solo.

Regreso a mirar a Krooz.

Después de todo, no hay destino para ambos que nos pertenezca.

—¿Qué te parece gracioso?

¿Debería contarle?

De alguna u otra forma ya le he confiado varias cosas. Aunque no fuera por decisión consciente. Tal vez en esta ocasión podía confiarle algo bajo mi decisión.

—Me preocupo demasiado, pero... Seré el primero en poder huir a cualquier parte para evitar los estragos de una guerra. Por supuesto, en caso de que algo falle y haya una.

—¿Por qué serías el primero en poder escapar? —pregunta con curiosidad.

—Porque la vida bajo un gran apellido no es algo que me agrade. No soy el sucesor de un puesto real y no quiero permanecer como príncipe.

—¿Quieres reinar?

—No. No quiero nada. Quiero solo ser yo. Sin títulos y apellidos importantes.

—¿De verdad? ¿Por qué no te gusta?

—A cualquier otra persona le puede parecer interesante. A mí no. No es una vida tan buena como la pintan.

—Sí. Tienes mucha razón.

Luego de terminar la conversación, el frío y el hambre nos hace también acabar con la comida.

—Levántate —me ordena.

—¿Para qué?

Lo veo ir por Zooz, lo carga en sus brazos y tras ello se baja de la pérgola. Deja a mi gato en el suelo y regresa a verme.

—Caminar. —Hace un gesto con sus manos como si corriera.

—Eso se muestra como correr.

Me levanto del sitio para ir en su dirección y empezamos a andar.

—También podríamos.

—No.

Cuando llegamos a un sendero largo Krooz empieza a caminar más rápido y luego se echa a trotar.

—¿Por qué corres? —pregunto con confusión mientras apresuro el paso.

Se da la vuelta y continúa corriendo de espaldas.

—¿No puedes con tus cortas patitas? —se burla.

—Deja de ser tan idiota o volveré al auto y me iré sin ti.

—No hagas tu cara de enfadado que solo me alientas a follarte aquí mismo.

—¿Y que se me congele el trasero? No, gracias.

—Sé que eres un pervertido y que aceptarías —dice con tranquilidad—. Pero ahora mismo necesito enseñarte algo. Sígueme.

Después de eso sale andando a toda velocidad. Y para colmo el traidor de Zooz lo persigue.

—¡Él no es tu dueño! ¡Zooz! ¡Vuelve!

Me quedo quieto un largo rato pensando en lo estúpido que actúa. Doy un suspiro extenso y decido empezar a caminar.

Espero que su razón para llevar tanta prisa valga la pena.

Al terminar el camino encuentro a Krooz parado junto a una cerca de madera que por el deterioro se ha empezado a quedar sin algunas tablas.

—Y bien. —Me detengo a un costado de él—. ¿Dónde está la maravilla?

Sus manos me toman de la cabeza y me hacen girarla hacia cierto punto donde encuentro una colina vacía.

—Justo por allá.

—No hay nada... —En un instante aparece un caballo blanco junto a dos más. Juegan entre sí subiendo y bajando por la colina—. ¿Caballos? —inquiero con aburrimiento.

—No como los que tienes en casa —explica con paciencia—. Estos no podrías domarlos jamás. Son caballos salvajes de Kara, y viven muy alejados de la civilización.

—Siguen siendo animales similares.

—Quisiera verte montando uno, para saber si me dirías lo mismo.

Siento sus manos soltarme el rostro, me quedo mirando un rato más a los caballos hasta que vuelven al bosque y no salen más.

—¿Cómo sabías que los...? —No termino de preguntar nada debido a que una bola de nieve se estrella en mi cara—. ¡¿Qué te pasa, idiota?! —exclamo, enfurecido—. Déjate de juegos... —Otra bola se deshace en mi mejilla.

¡Mierda! ¡Está muy helado!

Me agacho al suelo para recoger un poco de nieve y rápidamente le doy forma para lanzársela a Krooz, pero fallo.

—Práctica un poco más esa puntería —me aconseja y pronto me ataca con otra bola—. O acabarás como un muñeco de nieve.

—Si eso quieres. —Aprieto los dientes—. Yo voy a acabarte.

Me pongo tan ansioso por conseguir golpearlo por una vez que de un momento a otro ya ni siquiera formo las bolas, sino que lanzo la nieve que recojo en mis puños.

—Qué habilidad —se burla y luego se carcajea.

Continúo arrojando nieve. Lo hago hasta que me frustro tanto que termino por detenerme.

—¿Quieres llorar? —suelta riendo.

Yo estoy cubierto de nieve, congelándome la cara, y él está intacto.

—Cállate —resoplo—. Es una estupidez. Me largo.

Doy la vuelta para tomar el sendero e irme.

—Oh, ¿estás molesto?

Percibo su risa mientras se acerca a mí para detenerme. Sus brazos se cierran sobre mi torso y me voltea para volver atraparme, tengo que alzar mi cabeza para poder mirarlo.

—No me canso de verte enojado. Eres pura serotonina. Mía.

—Eres un idiota, Krooz. Actúas como un niñito.

—Y tú te resientes porque eres un mal perdedor.

Sus ojos se mueven. Sé que está recorriendo mi cara y esa sensación me hace huir de su mirada. Sin embargo, retorno mi vista, pues yo también quiero mirarlo.

—La primera vez que nos miramos así, me besaste.

—Es porque esta segunda vez también lo haré.

Recuerdo que esa ocasión hablé por necesidad. Porque requería saber si Krooz no me había engañado con sus insinuaciones. Y ahora ocurre otra vez, pero se siente distinto.

Ya no es sorpresa la que me invade cuando el impacto de sus labios se estrecha en mi boca. No me quedo estático y reacciono con prontitud.

Ya no era la primera vez.

Hemos corrido el riesgo, por lo cual ahora se siente más acostumbrado, pero de la misma manera sigue siendo intenso como en ese momento.

Sus manos husmean por dentro de mi chaqueta, apretándome el torso por encima de la ropa. Alzo más la quijada para profundizar el beso y voy colocándome de puntas mientras lanzo mis manos hacia su cabeza, juego con su cabello y acaricio su nuca.

—Es un dolor en el cuello tener que besarte.

En un instante siento como sus manos me sujetan el trasero y me alzan.

—¿Mejor en esta posición? —Eso me hace sonreír, así que en lugar de contestar vuelvo a besarlo.

Krooz se sienta en el suelo dejándome a horcajas encima de su pelvis.

—¿Qué pensará tu padre cuando no te encuentre?

—No te preocupes por eso —responde él—. Estamos reforzando nuestra relación, ¿no?

No puedo evitar reírme.

—Era lo que mi padre quería —digo, encogiéndome de hombros—. Nos llevamos tan bien que incluso cogemos.

—Eres todo un descarado, Zov —dice, apretándome la mandíbula mientras me mira con ternura—. Y me gustas demasiado.

Su boca vuelve a mí, aumentando la temperatura de mi cuerpo.

—Yo no soy el único descarado aquí.

—Lo sé. Yo también lo soy. —Sus labios empiezan a bajar por mi cuello—. No podía resistirme. Desde el comienzo estuve tras tus pasos. Necesitaba saber más de ti y también quería más de ti.

Siento la textura y temperatura de sus manos cuando las introduce bajo mi suéter. Estamos a muchos grados bajo cero, pero incluso así, su cuerpo está caliente. Las yemas de sus dedos navegan por mi espalda haciéndome cosquillear la piel.

—¿Por eso me molestaste desde el primer día?

Su risita resuena y luego siento como eleva mi suéter.

—Tú lo hiciste primero. Yo tuve que vengarme.

—Me voy a congelar. —Intento bajar la prenda, pero él no me lo permite.

—Entonces déjame hacerte el favor.

No comprendo que quiere decir. Hasta se hunde bajo mi suéter. Su cabeza abulta por encima y su cara se impacta sobre mi pecho. De inmediato siento sus labios acariciar mi piel y tras ellos vienen los besos mojados.

—Krooz...

Su boca encuentra mis pezones y empieza a chuparlos. Tan pronto como lo hace empiezo a jadear y a restregarme en su pelvis. Siento el deseo crecer en mí y también la erección bajo mi trasero.

—Se supone que no iba a hacer esto. —Lo escucho rezongar—. ¿Por qué tienes que verte tan deseable?

—Quiero hacerlo. —Meto mis manos por el cuello de su suéter—. Por favor Krooz, tómame. Quiero que me folles aquí.

Tengo la impresión de que se negará. Sin embargo, tras empezar con mis caricias y gemidos, la presión de sus mordidas aumenta y luego termina por sacar su cabeza de mi suéter.

—Póntelo encima —Con rapidez se deshace de la inmensa chaqueta que trae y me la pasa por la espalda.

—Estoy abrigado ya...

—Sigues enfermo. No quiero que empeore.

—Pero... —Siento como me baja el cierre del pantalón y mi corazón se exalta.

—¿Lo querías no? —Una de sus manos me sostiene la cintura y la otra baja por mi trasero—. Pues te lo voy a dar.

Me estremezco al sentir sus dedos, hincar mi entrada y luego abriéndose paso en mi interior. La sensación me hace impulsar hacia al frente mientras alzo mi trasero y me sostengo con mis rodillas.

—Lo quiero dentro.

—No te va a agradar si lo pongo a secas.

—Entonces hazme venir y úsalo para lubricarme —sugiero cerca de su oído—. Te prometo que no va a tardar, estoy muy excitado.

Una sonrisa se forma en su boca y luego su agarre en mi cintura se vuelve más fuerte.

—Solo si restriegas tu culo encima de mí.

Y justo después, empiezo a hacerlo.

Su miembro se siente más duro que antes y eso me alienta a persistir en mis movimientos. Krooz, en cambio toma el mío y comienza a masturbarlo mientras retorna sus besos mojados sobre mis pezones. La presión se vuelve cada vez más intensa y solo quiero dejarlo fluir.

—Sigue así —pido entre jadeos—. Más rápido.

Su mano sigue ascendiendo y descendiendo por todo mi falo, mientras que con su pulgar hace círculos en la punta. En uno de esos momentos en los que va aumentando el ritmo, Krooz eleva su cabeza para besarme. Abre su boca para buscar mi labio y morderlo con suavidad. Suelto un suspiro, mirándolo fijamente al igual que él lo hace conmigo.

—No sé si eres consciente de lo hermoso que te escuchas cuando estás gimiendo.

Niego con la cabeza.

—Quiero que lo hagas fuertemente cuando te estés viniendo.

El agarre en mi cintura va desvaneciéndose al momento en que su mano recorre mi cadera hasta llegar a mi trasero y después los dedos cerca de mi entrada. Procede con una lenta caricia y hace una presión como si intentara meterlos en mi interior, mas no lo hace.

—¿Los quieres? —pregunta mientras roza sus yemas por en medio de mis nalgas.

—Sí.

—Suplica. —Se mueve para lamerme el cuello y continúa masturbándome—. Pídelo, Zov. Pide que te penetre con mis dedos.

—Maldito idiota, embísteme con tus dedos hasta que me corra.

—Como lo ordene mi príncipe.

Por fin siento como introduce un dedo en mi entrada y en tanto va moviéndolo, hace que llegue hasta donde mi punto sensible se encuentra. Lo retira por un momento y luego vuelve a la acción junto a su otro dedo.

—Incluso enfermo sigues siendo la persona más lujuriosa que he visto. —Mis gemidos brotan al sentir las caricias que hace en mi punto—. Está muy caliente aquí dentro.

—Más. Dame más rápido. Hazlo más rápido.

Tras eso Krooz no tarda en acatar mi petición y actúa con más fluidez. Atendiendo mis dos lugares de placer sus manos terminan de ser suficientes cuando siento como mi corazón y miembro se van acelerando para encontrarse con esa satisfactoria liberación. Y como él me había pedido, suelto mis gemidos mientras lo abrazo con fuerzas. Aferro mi agarre a su suéter y justo después mi orgasmo explota y siento como mi líquido se esparce fuera de mí.

—Zov... —jadea él.

Respiro de manera exaltada, con la cabeza mareada y sintiendo mi pecho oprimirse. Estoy luchando por regular mi ritmo, aun con mi cuerpo produciendo espasmos me derrumbo por completo sobre el pecho de Krooz. No tengo nada de energía para sostenerme.

—¿Zov? —Sus brazos me apegan porque percibe como mi cuerpo está cayendo—. ¿Zov? Por favor responde. —Él me desprende de su pecho para analizar mi rostro—. Te has puesto pálido.

—Siento como si fuera a desmayarme.

—Por supuesto, si todavía sigues enfermo —me regaña—. No debimos...

—¿No quieres hacerlo otra vez?

—¡Dios, no! —espeta con molestia—. Solo del susto se me ha bajado por completo.

Al sentir un poco más de fuerza me muevo encima de él.

—Yo lo sigo sintiendo.

—Conoce tus límites, Zov. —Posa su mano en mi frente—. Lo mejor sería volver. No quiero que te pongas peor estando tan lejos de un hospital.

Intento levantarme de encima, pero mis rodillas tiemblan. Todo en mí está debilitado y tembloroso.

—Tendremos que esperar un poco —le digo—. No creo que pueda caminar.

Él me mira, luce preocupado.

—Está bien.

—¿Desde cuándo sabes que eres así? —le pregunto con curiosidad.

—¿Así cómo?

—¿Te gustan solo los chicos o las chicas también?

Krooz sonríe a labios cerrados y acerca sus manos para acariciarme la barbilla. Su forma de mirarme me hace temblar. No es como debería verme.

—No creo que pueda identificarme con algo. No soy esto ni lo otro solo por gustar de una persona. Pienso en que si quiero estar con alguien es porque algo en él ha despertado un interés que otros no. Y nunca me ha gustado tanto una persona como lo haces tú.

—¿No estás seguro todavía?

—No. Estoy muy seguro. ¿Es malo que solo me gustes tú, pero no quiera considerarme como algo más?

—Creo que solo quieres negar algo que eres.

—No lo sé en verdad. No pienso en eso. No me importa mucho. Lo sea o no, o sea lo que fuese —expresa divertido—. No me molestaría. ¿Y tú como lo descubriste?

—Oh, bueno... —titubeo.

No puedo aceptar que fue cuando Talek empezó a insinuarse.

—¿Fue por él verdad? —pregunta, tranquilo—. Me di cuenta. Lo sé. —Sus dedos acarician mi mejilla—. No importa si no quieres contarme nada de eso. No volverá a molestarte.

—¿Por qué estás tan seguro?

—Solo confía en mí.

Trago saliva, nervioso.

Otra vez ese rumbo a una confianza de esa magnitud. Y vuelvo a preguntarme. ¿Puedo confiar en Krooz?

Asiento con la cabeza.

Han pasado un montón de circunstancias que ni he notado la verdad; yo ya le he entregado mi confianza hace mucho tiempo.

Él vuelve a besarme y recuerdo que estoy viviendo esta realidad justo ahora.

Y no quiero dejarla pasar.

Me separo para mirarlo por un instante y luego regreso a besarlo, sosteniendo su rostro con fuerza. Aferrándome a este sueño lucido.

Creo que me gusta Krooz. 

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