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20. Resfriado

Luego de haber conseguido hacer el salto lo intento una vez más y fallo. Intento de nuevo y lo consigo, pero las próximas veces vuelvo a fallar.

Me deslizo sobre el hielo con la mirada caída, observando mis patines. Me detengo un momento y trato de centrar mi vista, pues el mareo vuelve y esta vez me remece. Finjo querer agacharme para no alertar a nadie sobre mi estado, con el cual me mantuve en lucha desde que desperté en el estudio.

Después de alguna clase de sueño que no recuerdo, desperté sintiendo frío. Cuando me percaté y recobré conciencia de donde me hallaba, me puse de pie en un brinco para recoger mi ropa, vestirme y escabullirme a mi habitación.

Antes de azotar la puerta y marcharme, noté que eran cerca de las cinco de la mañana y también reparé en la ausencia de Krooz.

Sinceramente, no me conmocionó en absoluto que se hubiera ido antes. Solo me preocupó el hecho de que alguien hubiera entrado mientras no era consciente, y si eso ocurría habría ganado problemas.

Por lo demás no me importó en absoluto.

Incluso sin su advertencia, yo habría tomado la misma actitud que ahora.

Solo era sexo. ¿Por qué habría de ilusionarme con un acto tan sencillo? Para hacerlo solo se necesitan dos cuerpos y el deseo. El amor no es algo que deba entorpecerlo.

Estuve con Krooz dos veces más y luego nos quedamos dormidos en la alfombra.

Tampoco hablamos más allá de lo que hicimos en ese momento. No volví a mencionar lo incorrecto que era y menos aún a mi hermana.

Esperaba que la culpa me carcomiera luego en soledad.

Sin embargo, llegué a sentirme tan cansado y enfermo. Apenas y pude ocupar mi cerebro para autorizarme a realizar cosas cotidianas como bañarme e ir la escuela.

Al llegar allá me sentí peor.

Empecé a toser de manera constante, tuve un poco de fiebre y escalofríos.

Ask me obligó a tomar medicamento y a comer algo. Lo hice solo para que dejara de insistir. Le dije que solo era gripe y que los mareos eran porque no había desayunado.

Se preocupa demasiado. Si le llevo la contraria llamaría a Eidriene y terminaría por llevarme a casa con el médico, y de ponerse peor me mandaría al hospital.

Odio ese lugar.

Permanecí días ahí luego de que me golpearan y mataran a Apestoso. El olor a medicina y alcohol me recuerdan lo difícil que fue volver a recuperarme. No solo de las heridas, también del miedo que me causaba volver a salir y el de hablar.

En ese tiempo mi padre estuvo concurriendo mi habitación todos los días para que hablara de inmediato y pudiera condenar a las personas que me habían golpeado. Dijo que armaría un fusilamiento en el centro de la ciudad y haría que les dispararan a esos niños.

Por supuesto, no quería que lo hiciera.

Sabía el daño que me provocaron, pero no podía vivir pensando que mataría en mi nombre.

Sin embargo, era muy tarde.

Porque antes de conocer lo que planeaba hacer yo le confié la verdad a Eidriene, y ella se lo dijo todo.

Ahora no me importa nada.

Es más, luego de recuperarme solo me llené de odio. Tanto que mi esencia compasiva desapareció.

Ahora saber que mi padre había cumplido su palabra de matarlos no me haría inmensamente feliz, pero tampoco me entristecería.

Igual no lo hizo.

Eidriene se disculpó conmigo después y me comentó que había convencido a papá de no realizar ese acto sin escrúpulos.

Al parecer los había desterrado de Teorvek, sin derecho a volver. Asimismo, advirtió que si alguien se ofrecía ayudarlos terminarían en la cárcel.

Al principio no lo creí. Llegué a pensar todo el tiempo en que si cumplió su palabra y ordenó matarlos.

Mas, luego de encontrarme con Hena ya tenía pruebas suficientes para saber que sí, les había dejado con vida.

Vuelvo a toser, disimulando frente a Krooz.

Llevábamos aquí desde que salí de la escuela.

Evem el entrenador estaba furioso de que no lo tomara en serio y me saltara la practicas sin más. Hoy decidió aprovecharse para obligarnos a practicar casi toda la tarde. El programa está listo, pero hoy no me encuentro en perfecto estado para ejecutarlo como se debe.

—Zov, déjalo por hoy —dicta Krooz—. Vas a lastimarte.

—Lo estoy haciendo bien, ¿sí? —exclamo irritado—. Solo debo hacerlo tres veces seguidas y acabaré.

—Te ves más cansado... ¿Es por lo de anoche? —pregunta, preocupado—. ¿Te duele algo? ¿Fui demasiado tosco...?

—Cállate, Krooz —siseo avergonzado—. No hables de eso aquí.

Él aprovecha para reírse.

—Tampoco puede escucharnos.

—No importa. No hables.

—Discúlpame por haberte dejado solo. Ocurrió algo. Prometo recompensarte después.

—No me importa. Tampoco tenías que llevarme hasta mi cuarto y arrullarme. Me da igual.

—A mí me importa. Fue algo descortés —dice apenado—. No quiero que pienses que te he usado o algo así. Solo quiero que estés bien.

Suelto una risita burlesca.

—De saber que las conversaciones serían así de fastidiosas no lo hubiera hecho contigo. Te comportas peor que un niño virgen.

Él me mira, de una forma confundida.

—¿Qué? —musita.

—Que pueda que me arrepienta de esto si no te mantienes a raya de los límites que impusiste.

—De Gienven deja eso para mañana. —Evem vuelve aparecer, ahora nos grita desde el muro—. Realicen la parte final una vez más y podrán irse.

Trago saliva para evitar sentir la picazón en mi garganta y no tener que toser. Al menos podré largarme a la cama después de esto.

Krooz deja de verme. No sé por qué le he hablado así. Pero no puedo controlar mi temperamento justo ahora. Ni siquiera pensé bien en lo que decía.

Me preparo, respirando con lentitud.

La fiebre disminuyó gracias al medicamento que me entregó Aks, pero ahora vuelvo a sentir como mi temperatura comienza a ascender.

Aprieto los puños y me deslizo hacia Krooz para hacer la última cargada. Pero cuando voy de camino, mis piernas se van doblando y voy perdiendo fuerzas.

—¿Zov? —La voz empieza a escucharse como un eco—. ¿Te sientes bien?

Dejo de patinar y me quedo plantado esperando que pase el mareo.

—Sí... —trato de hablar con fuerza, pero siento que me desvanezco—. Estoy bien.

—¡Zov!

Lo último que reconozco antes de caer al suelo es la sangre que cae en gotas sobre el hielo.

Justo después he perdido la conciencia.

///

Vuelvo a abrir los ojos, como si hubiera estado inconsciente por un segundo. Sin embargo, cuando mi visión se aclara y recorre el techo del lugar, comprendo que ya no estoy en la academia.

Muevo las manos y la cabeza, un rápido mareo me hace desestabilizar, pero desaparece luego de dejarme un poco aturdido. Siento algo caliente abrigar mi mano y al momento de voltear el rostro descubro una cabeza recostada cerca de la cama mientras sostiene mi mano entre las suyas.

—Eidriene. —Mi llamado sale con dificultad, tengo la garganta seca y la voz rasposa.

—¿Alteza?

Dove está en una esquina de la habitación. Luce aliviado de verme despierto.

—Zovin... —Vuelvo la vista a Eidriene quien ha despertado—. Por Dios —exclama. Brinca de la silla y se abalanza a mí para abrazarme—. Al fin despiertas —su voz suena afectada.

—¿Estás llorando? —Se separa de mí y me mira, las lágrimas mojan sus mejillas.

—Estoy tan asustada, tonto. Has dormido por casi dos días —habla con voz temblorosa—. ¿Qué has estado haciendo?

Pestañeo, confundido.

—¿Dos días? —inquiero—. ¿Qué me ocurrió? Solo tenía un resfriado...

—¿Solo? —lanza molesta—. Dove, llama al médico.

—Sí, señorita.

Él me da un vistazo, mantiene un gesto entristecido mientras agacha la cabeza y sale de la habitación.

—¿Por qué exageras tanto? Solo me desmayé. Tenía un malestar en la garganta y no pude comer nada. Estoy bien.

—Zov. —La voz de mi padre me sorprende—. Sabemos lo que has estado haciendo.

Me congelo de terror.

¿Qué saben? ¿Por qué él está aquí?

Lo veo levantarse del sillón y encaminarse a nosotros. Eidriene me consuela acariciando mi pelo.

¿Por qué todos parecen afectados?

—Sé que ha sido duro cariño y que lo seguirá siendo. Pero estaré apoyándote.

—¿De qué hablas? —titubeo.

Ambos se miran entre sí.

—No voy a presionarte, Zov —habla padre—. Si decides irte, detendremos todo esto para que puedas recuperarte.

Niego con la cabeza.

—¿Irme? ¿A dónde? ¿Por qué querría irme?

Todo es demasiado confuso. Sus silencios cómplices y sus semblantes decaídos mientras piensan en como decirme eso que saben sobre mí. Incluso mi padre luce apenado.

La puerta vuelve a abrirse. Esta vez un médico ingresa junto a Dove. El hombre avanza hacia nosotros, él es único que parece más tranquilo que los demás. Debe ser por su profesionalismo al dar noticias.

No será... Acaso. ¿Me voy a morir?

No, qué estupidez.

—Zovin, por favor tómalo con calma debes pensar en tu bienestar.

—¿Tomarlo con calma?

—Has pasado por mucho y quizá no puedo entenderte, pero...

—¡Eidriene! ¿Qué me pasa? —Estoy más asustado que al principio—. ¿Por qué no hablan de una vez? ¿Qué ocurre?

—Alteza. Yo le explicaré —dice el médico.

—Entonces, hable ya.

—He notado un desbalance grave en su salud.

Empiezo a sudar frío.

—¿De verdad es bastante malo?

—Además de la bronquitis por la que está pasando estos momentos, se detectó anemia y los exámenes resaltan que...

—¿Qué? Solo tenía un resfriado. ¿Por qué de repente...?

—Porque el resfriado pudo convertirse en una neumonía.

—¿Por qué no me dijiste que te caíste en el lago? —pregunta Eidriene.

—¿Cómo sabes?

—Krooz me lo dijo.

Por supuesto.

—Bueno. Ya no existe ese riesgo, pero aun así debe continuar con el medicamento.

—¿Y todo ese alboroto fue por eso? —curioseo con diversión.

—En realidad hay algo más que prefiero preguntarle a usted, alteza.

—Por algo estoy aquí —bramo con enfado—. Me molesta que se tomen tantos rodeos.

—¿Ha tenido problemas con su alimentación? ¿Cómo vomitar... en repetidas ocasiones? Hay demasiadas alteraciones en todo el trayecto de su esófago. Daños que son comunes al momento de vomitar. La garganta también queda herida...

—¿Qué está insinuando? —Lo detengo, con molestia—. ¿Qué creen que soy? —Suelto una risita nerviosa mirando a todos—. No...

—Zov, —insiste Eidriene apretando mi mano—. Les he dicho... Les dije lo que hacías —comenta apenada.

Mi pulso disminuye, siento que no puedo respirar. Regreso a verla, incrédulo.

¿Por qué lo ha hecho?

—¿Qué? —Retiro mi mano con fuerza—. ¿Qué dijiste? —vuelvo a preguntar. Incapaz de creer que ha traicionado mi confianza—. ¡Maldita mentirosa! ¡Maldita idiota! —grito enfurecido.

—Lo siento —ruega afligida—. Estoy preocupada por ti.

Empiezo a reírme en frente de su cara. Luce arrepentida, pero eso no me interesa.

—Es una tontería... —Intento calmarme—. Que... ¿Qué es eso? ¿Qué estupidez les contó?

—Zov, sabemos que eres bulímico.

La palabra me da en el pecho como una punzada.

Es tan extraña, tan dolorosa.

Sé lo que significa, pero en todo este tiempo me he negado a creer que soy eso.

Yo tengo el control de lo que hago, puedo decidir cuándo detenerme. Estoy bien y consciente. No pueden compararme con gente así. Soy distinto.

—¿Unos simples actos pueden catalogarme así? —inquiero al médico y luego miro a Eidriene—. ¿De verdad? —suelto con burla—. ¿Creen que soy eso?

—Podemos deducir que tiene un trastorno alimenticio. Sin embargo, todavía no podemos diagnosticarlo.

—Porque no lo tengo —insto con la paciencia colgando de un hilo—. Estoy perfecto, ¿no me ven?

—Una persona que está en perfecto estado no hace esas cosas —dice mi padre.

—¿Y tú qué sabes? ¿Qué crees saber de mí? —La rabia me afloja la boca—. Ni si quiera me conoces. No sabes una mierda de quien soy. Te crees mi padre solo porque Dove te lo recuerda cada vez. Pero no te conozco... Eres un extraño y tu palabra es lo que menos me interesa en el mundo. Quisiera odiarte, pero incluso para eso debería tener un motivo personal en tu contra y la verdad, es que no tengo absolutamente nada de ti... Dove ha sido más padre que tú.

—Es solo tu decisión —responde él con tranquilidad—. No voy a obligarte a nada esta vez.

—¡No me importa! ¡No me importa lo que pienses tú o cualquiera de ustedes!

—Alteza. Para poder diagnosticar su trastorno debemos trasladarlo a un psiquiátrico. Ahí es donde podremos ayudarlo. Aunque, por supuesto —aclara—. La decisión de ir la toma solo el paciente.

—Por supuesto que no —suelto de inmediato—. No voy a ir a ninguna parte. Ya se los dije, estoy bien.

—Debes ir. —Eidriene trata de tomar mi mano, pero yo la retiro—. Por favor, debes ir. Será más complicado después. Acepta que necesitas ayuda.

—Deberías callarte de vez en cuando —espeto con ira—. Yo también podría decir un par de cosas para derrumbar tu mundo perfecto. —Sonrío—. No creo que te gustaría. —Dejo de sonreír.

Estoy a punto de soltar todo. De joder el maldito tratado. De acabar con su felicidad y la estabilidad de mi padre.

Tengo el poder de destrozarlos con unas pocas palabras.

¿Qué opinarías al saber que tu prometido está buscándome para coger? ¿Cómo te sentirías al saber que defraudaron tu confianza?

Quiero hacerlo. Quiero hacer lo que me ha hecho.

Si en algún instante llegué a sentir culpa por haber aceptado lo que Krooz me proponía, ahora estoy más que orgulloso de poder reírme en su cara. De disfrutar de su ignorancia para mi deleite.

Desde ahora no me va a importar su sufrimiento. Podré gozar sin arrepentimiento cada momento con él y después terminar... O aún mejor. Comentarlo todo un día antes de la boda.

Ese sería un mejor plan.

—Lárguense —ordeno—. Si han terminado de hablar lárguense ahora.

—Zov... —ella trata de hablar.

—¡Lárgate! —le grito en el rostro—. ¡No quiero verte!

Eidriene baja su mirada, rendida de no poder convencerme.

Mi padre es el primero en salir, no lo miro, pero presiento sus pasos resonar en el suelo. Luego ella se levanta de la silla, y junto con Dove y el médico abandonan la habitación.

Cuando se han ido al fin puedo llorar en mi confinada soledad.

Ni siquiera conocen la mitad de lo que es sentirse el despertar y recordar esos golpes y humillaciones que me atravesaron el alma. De ya no tener la habilidad de mirarte en un espejo sin que esa voz te chille hasta el cansancio que debes controlar más tu peso. Que no es suficiente con lo que estás haciendo y que debes esforzarte más.

Esas malditas cosas duelen más que una garganta herida.

No los necesito. No quiero su insignificante intento de ayuda.

He vivido de esta manera por mucho tiempo, puedo detenerlo en el momento que yo decida.

Levanto mi otro brazo que está conectado a un suero, tomo la aguja incrustada en mi vena y la retiro con fuerza, hiriéndome la mano en el camino, dejando la que la sangre ensucie las mantas.

No tengo idea de que hora será, pero he dormido tanto que ya no siento cansancio.

Decido ir al baño para limpiarme. Siento mi cuerpo caliente y la incomodidad del sudor que se ha secado sobre mi espalda y pecho.

No necesito nada de ellos. Voy a largarme de aquí cuando termine con Krooz.

No estuvo aquí cuando desperté, quizá debe estar durmiendo. Tampoco es como que deba preocuparse por mí. Sin embargo, me resulta disconforme que antes lo hiciera y ahora no le importara.

Seguramente está molesto por las cosas que le dije mientras ensayábamos.

No quisiera tener que pensar mucho en él, pero me llevo la contraria porque también quiero estar a su lado.

Solo... Mierda.

¿Por qué de pronto siento la necesidad de hablarle?

No debo ni siquiera consolidar sentir un apego, aunque no sea romántico. Es por mi bien, las cosas terminarán mal y el único herido sería yo.

Sé que Krooz debe tener seguro todos sus puntos como para dejarme en claro que no puedo enamorarme de él.

Así que yo debo hacer lo mismo.

Me concentro en terminar mi baño.

No pasará.

Jamás he tenido la necesidad de estar con alguien más allá de lo que aprendí con Talek.

Sin embargo, tengo una sospecha de que con Krooz he estado andando más lejos de la marca permitida.

Y lo que más me disgusta es que mientras pasaba tiempo con él no fue necesario otras cualidades. Solo las espontáneas, las humanas, las que se dieron sin esfuerzo y con naturalidad. No digo que tener sexo no sea natural. Pero, todos esos momentos fueron igual de intensos.

¿Será...? ¿Será que así sucede?

Porque he sentido que volaba en aires de distintas emociones y me he sentido tan conforme con eso.

Me coloco una mano en el pecho. De solo pensarlo tengo el pulso exaltado.

—No estoy pasando por eso... ¿Cierto?

Zooz me mira desde una esquina, le he dejado la puerta abierta para que pueda ingresar.

—¿Pasando por qué?

Doy un brinco y con rapidez giro la cabeza.

Encuentro a Krooz parado en la entrada.

—¿Qué haces aquí?

—¿No se nota? —pregunta, juntando sus cejas. Luce decepcionado—. Estaba desesperado por verte.

Mi corazón se vuelve ansioso ante esas palabras. Mis manos tiemblan y no sé cómo responder.

¿Por qué me he puesto tan nervioso?

Se va acercando, caminando con seguridad con sus manos metidas en los bolsillos de su pantalón. Solo lleva una simple camisa azul que, sin necesidad de estar ceñida sobre su cuerpo, resalta todos sus músculos y sus hombros anchos. Se detiene frente a la tina y baja su mirada de mi rostro hasta mis piernas recogidas, la espuma cubre el agua, así que no se puede observar nada más.

—Así que la vainilla que brota de tu piel viene de aquí. —Se agacha hasta mí y extiende su mano hacia mi rodilla—. Espléndido —dice mientras desliza su toque por el interior de mi muslo—. He descubierto otro de tus secretos.

—Siento que tienes la ventaja —musito en tono suave.

Krooz continúa acariciando mis piernas, tomándose el tiempo de dibujar círculos con sus dedos que me están haciendo cosquillear la piel. La sensación inquieta hace acelerar el fluido de mi sangre. Me está poniendo demasiado deseoso.

—Esta vez ojalá tuvieras razón. Entonces puedo pedirte que huyas conmigo ahora y tú deberás obedecerme.

—¿Huir? —pregunto—. ¿A dónde?

—Ese es un secreto, tú solo debes aceptar.

Por supuesto que quiero largarme con él. No quiero quedarme aquí.

—¿Cuándo?

Krooz sonríe de inmediato.

—En este momento —contesta.

—¿Ahora? —me sorprendo—. Es de noche.

—A punto de amanecer... —Cuando se recoge la manga de su camisa, me congelo al ver una larga y horizontal cicatriz que cubre toda su muñeca.

Primero las cicatrices en su pecho y ahora estas.

Nunca me percaté porque la mayoría del tiempo Krooz usa ropa que lo cubre por completo. Incluso debajo de las camisetas utiliza otra de mangas largas.

¿Está intentando ocultarlo?

—¿Por qué tienes esto? —Froto mis dedos sobre la cicatriz.

—Solo espero que no te sientas lo suficiente desesperado como para tenerlo, o hacerlo y conseguir no fallar.

Hunde sus dos brazos en el agua, sus dedos encuentran mi abdomen y toda su palma abierta asciende con una lentitud agobiadora que me hace entreabrir los labios para poder respirar porque se ha vuelto algo complicado.

Sus manos y cada parte de su cuerpo caliente son un consuelo a mi piel fría.

Al parecer no le afecta que me haya enterado de su secreto, pero intenta distraerme para evitar el tema.

Y yo dejo de prestarle importancia.

Su toque llega hasta mi pecho y luego a mi cuello, desliza su pulgar por mi barbilla para luego subir a mi boca y acariciar mis labios.

—Te ves tan ardiente en esta tina. —Se acerca a susurrar cerca de mi boca mientras me mira—. Cogerte aquí sería aún más ardiente.

Me extiende una mano para que salga del agua y yo la acepto.

Sustentado por sus palabras, empiezo a moverme para colocarme de pie. Krooz no me suelta de la mano, así que cuando consigo levantarme, me aprieta con fuerza llevando mi mano hacia atrás para después soltarla y dejar la suya sosteniendo mi cintura.

—¿Por qué no hacerlo? —pregunto.

Voy recorriendo con mi mano el trayecto de su brazo, acaricio su hombro y luego su cuello hasta que acabo tomándolo de la barbilla, acaricio la piel sintiendo la aspereza del vello cortado. Me agrada la sensación, así que junto a mi otra mano y recorro toda la base de su mandíbula.

—Debemos huir antes de que amanezca. —Krooz trata de atrapar unos de mis dedos para morderlo—. He soportado más chantajes que unas simples caricias... —dice y tras eso me besa la palma—. Aunque las tuyas son tan difíciles de conseguir que me puedes atrapar con facilidad con solo tocar mi cara de esa forma.

—No era un chantaje. —Me detengo y Krooz parece decepcionado de inmediato—. Solo tenía ganas de hacerlo... —Luego de confesar eso me quiero arrepentir de inmediato.

—Entonces hazlo.

Ahora ha vuelto a ser feliz.

Sonríe mientras me apega más a él. Gracias a la altura de la tina puedo encontrarme a una elevación considerable de su cara. Es demasiado alto y grande. Todo su cuerpo es suficiente para poder cubrirme en una noche torrencial o sobre todo en un ataque.

—Solo si me lo haces también.

—Zooz está mirándonos.

—No me importa. —Fijo mi vista en mi gato que está echado sobre su cama—. Puede guardarnos el secreto.

Percibo su movimiento y justo después siento la suavidad de sus labios impactar sobre mi pecho. Regreso la mirada a él y lo encuentro lentamente dirigiéndose a mi pezón. Arqueo mi espalda mientras lanzo mi cabeza hacia atrás. Su boca encuentra su destino y la calentura de su lengua acaricia mi piel sensible.

—Si no vas a complacerme será mejor que te detengas...

Me muerde con fuerza y yo suelto un jadeo. Al subir la cabeza lo veo sonriendo con mi pezón entre sus dientes. Al final me suelta y yo me retuerzo ansioso.

—Eres muy bonito, Zov. —Sus brazos me aprietan aún más—. Todavía más cuando te sonrojas.

—No me sonrojo —me defiendo.

—Te está pasando otra vez —dice divertido. Sus dedos me pellizcan la mejilla.

—No hagas eso.

¿Cómo puede actuar de manera dulce luego de hacer aquello?

—También eres igual que un gato arisco cuando lo tocan. —Su toque desciende hasta mi trasero—. Te erizas por completo. —Y luego sus dedos hundiéndose en medio de mis nalgas—. Eres muy bonito, Zov.

Sus elogios y caricias me ponen tan nervioso que cuando sus dientes atrapan mi labio suelto un suspiro contenido. Seguido de ello, Krooz posee con totalidad mi boca, besándome con una delicadeza que me hace derretir.

—Me gusta mucho tu trasero —menciona mientras lo acaricia—. Es tan caliente y redondo. Y tus caderas —dice subiendo a ellas—. Quiero verte moviéndolas encima de mí mientras te penetro con fuerza.

Jadeo, extasiado de sus acertados y lentos movimientos de labios, y también de las lujuriosas oraciones que me ha dedicado.

Empiezo a emocionarme tanto que si continúa solo le rogaré para que me folle dentro de la tina.

—Deja de decir esas cosas...

—No puedo. Ya me las he callado por mucho tiempo. Quiero que lo sepas.

—¿Saber qué tenías ganas de cogerme desde que me viste?

—Ojalá hubiera sido solo eso. —Detiene los besos interrumpidos, acabándolos por completo. Siento que va a decir algo distinto, pero solo repite: — ojalá.

Se aleja de mí, me agarra de la mano y me ayuda a salir de la tina.

Su semblante ha cambiado. Aunque respire agitado y tenga los labios rojos, hinchados y brillosos por nuestros besos, él ya no luce excitado. Sus ojos están resplandecientes como si fuera a llorar.

—Te espero en una hora en el despacho trasero de la planta derecha. —Con su pulgar me acaricia el labio—. Abrígate bien.

Me da un vistazo por completo y luego baja la mirada apenada.

Tengo la intención de preguntar que ha ocurrido para que cambie de esa manera de un momento a otro. Sin embargo, prefiero quedarme callado cuando él empieza avanzar.

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