Capítulo 41: Batallas.
¡Una masacre! Los cañones de los barcos impactaban en un ruido destructor. Las astillas volaban por doquier, los gritos llenaban sus oídos y la sangre teñía las embravecidas aguas.
Foodvalten fue una de las islas del Nuevo Mundo más hermosas que jamás captaron sus ojos. Sus grandes montañas rocosas de un blanco puro, sus árboles y vegetación que daban vida al lugar y la bahía donde la gente se sentía segura, hoy no era más que un campo de batalla donde la sangre corría.
En la blanca arena de esa playa, un día demasiado lejano en el tiempo, estuvo con Law. Bajo el dominio de su padre, fue una isla tranquila y pacífica. ¡Un buen lugar donde retirarse! Eso pensaba Ace. Si él consiguiera llegar a la vejez, siempre pensó que acabaría descansando allí. Bajo las palmeras, otearía el horizonte. Los pelícanos de la zona abrirían sus grandes picos atrapando a los peces. ¡Un sueño hecho realidad! Un sueño que hoy se convertía en pesadilla.
Barbamarrón había hecho estragos en esa isla, pero nada comparado a Basil Hawkins. Kid tenía razón, era un buen plan desmantelar su dominio allí, sin embargo, pese a haber podido vencer a su tripulación, las velas con la bandera de Kaido se divisaron en el horizonte antes de que pudiera retirarse. ¡Tampoco es que fuera la idea hacerlo! Quería mantener el dominio sobre la isla, pero debían reagruparse.
Jimbe no había regresado todavía con sus piratas de la isla Gyojin. Y faltaba también la coalición de Marco por llegar desde isla Sphinx. Dos tripulaciones que les harían falta en cualquier momento. Recuperar el título de Emperador no iba a ser fácil, pero estaba dispuesto a lo que fuera para arrebatar a esos cabrones los territorios que una vez fueron de su padre y consolidarse en el Nuevo Mundo.
Law, a su lado, movió la mano derecha con una sonrisa arrogante. Frente a los ojos incrédulos de los piratas, el barco se elevó en el aire, dando la vuelta lentamente. Los piratas a bordo trataron de agarrarse a cualquier lugar con desesperación. Todos cayeron uno a uno al agua. El mástil quebró, la bandera hondeó al romperse las cuerdas y finalmente, el agua teñida de rojo fue cubierta por las grandes velas. El robusto casco del barco cayó entonces, aplastando a todo el que se encontrase bajo él.
El sonido de los morteros era cada vez más lejano para Ace. Observaba la escena. Kid a su izquierda en el puente de mando, Law a su derecha divirtiéndose como un niño pequeño pese al agotamiento que suponía mantener su habilidad activa.
Ni siquiera la sonrisa de Kid y el ruido del metal acumulándose cerca de su cuerpo, consiguieron que Ace desviase la mirada de su principal objetivo. La embarcación de Kaido. Quería destruirle por completo, quería deshacerse de todos esos Emperadores que doblegaban a la gente y les enviaban a una vida de servidumbre y de tributos.
La mano de Ace, apoyada sobre la barandilla de la torre de mando, se incendió. El fuego corrió con rapidez por su brazo, extendiéndose por su torso y subiendo por su cuello. La ira se apoderaba de él. Muchos piratas, muchos compañeros morirían allí ese día, pero él no estaba dispuesto a perderlos sin luchar.
Se alejó de la barandilla para ir hacia la escalera. Necesitaba ir a proa, tener los barcos a tiro para lanzar sus llamas sin herir a nadie de los suyos. Sus botas realizaron un ruido sordo al pisar el primer peldaño y lo repitió con el segundo.
Law y Kid le observaron desde sus posiciones sin inmutarse mientras Ace caminaba hacia proa. Las astillas que volaban en su dirección eran calcinadas casi al instante por sus intensas llamas.
Un par de piratas se arrastraban por la tarima del barco tratando de huir de los cañonazos. Las astillas que desprendían los golpes de las balas de cañón y que volaban hacia él, jamás llegaron a impactar.
Los ojos de Law se entornaron ligeramente entorno a la silueta de su chico. Nunca antes había visto de esa manera sus llamas. Sentía ira emanando de ellas y, a la vez, una intensa calma. ¡La calma que precedía a la tormenta! Los pasos de Ace se detuvieron y su brazo se elevó apuntando hacia los barcos frente a él.
- Arded.
Su voz varonil no estaba cargada de odio por raro que pareciera. Esa calma asustaba a Law. Ace siempre había sido impulsivo y, de hecho, su forma de atacar siempre era más infantil y explosiva, pero hoy, algo había cambiado. ¡Era capitán! Como si sintiera el peso de las vidas de todos sus hombres sobre su espalda, se mantenía sereno y pensando la situación. Su poder no lo dejaba salir sin más, lo concentraba, lo fortalecía con su haki. Law sonrió al ver los barcos enemigos incendiarse, hundirse en las profundidades mientras algunos de sus tripulantes saltaban al agua tratando de salvarse. ¡El nacimiento de un Emperador! Era lo que Law estaba presenciando.
Aun así, pese a que empezaba a controlar su poder, también conocía sus limitaciones. No era rival para Kaido. Como su apodo decía, todos creían que era inmortal. Ni siquiera sus llamas y su haki serían suficientes para vencerle. Necesitaban un plan y uno de los buenos.
***
Un rival formidable, como una vez lo fue su padre, como lo fue su padre adoptivo. Con la mayoría de embarcaciones destruidas, el combate se había desplazado a la playa. Tan sólo dos oponentes quedaban en pie mirándose fijamente. Kaido sonreía. Su cuerpo intacto, su sonrisa malévola, su intensa mirada fija en ese capitán que luchaba por hacerse un hueco entre los mejores. Ace sangraba. Sus piernas temblaban pero todavía podían sostenerle en pie y su mirada... ya no miraba a nadie, tan sólo a Kaido frente a él. Estaba dispuesto a hacer lo que fuera mientras esperaba la ayuda del resto de sus comandantes, de sus aliados.
Escupió a su lado derecho, alejando el exceso de sangre que se agolpaba en su boca antes de limpiarse con el dorso de la mano el labio inferior. ¡Sonrió! Pero todos allí sabían que seguía concentrado en la batalla.
- Ace, deja ya de enfrentarte a mí. Es mejor que te unas ahora que estás a tiempo. No quiero tener que matarte aquí. Serías un valioso elemento en mi tripulación.
- No suena a libertad – sonrió Ace – sino a una prisión donde deberé cumplir tus órdenes. Mis hombres no van a obedecerte nunca y yo tampoco me inclinaré ante ti.
No tenía un plan para derrotar a Kaido y mucho menos para lo que se avecinaba. En el horizonte, velas negras ondeaban, atrapando el viento de poniente y dirigiéndose a la playa. ¡Barbanegra! Ya era complicado derrotar a Kaido, pero juntar a Barbanegra allí, convertiría todo en una misión suicida.
- Ace – escuchó a Law a su espalda.
Sangraba también, pero se mantenía en pie entre los árboles, alejado de la playa donde mantenía a Kaido ocupado.
- Lo sé – sonrió, porque no podía hacer nada más. Seguramente los dos morirían allí. En este momento, su orden a Law habría sido que se largase, pero él no era de su tripulación y desde luego, no la cumpliría. Incluso si hubieran sido de la misma tripulación, lo más seguro era que Law desobedecería.
Cuando quiso darse cuenta, la mano de Law tocaba su hombro. Tan concentrado estaba en la batalla, que ni siquiera le escuchó moverse hasta él.
- Yo me ocupo de Barbanegra.
- No podrás tú solo.
- Confía en mí, Ace. Mi habilidad la utilizo a distancia, no debería poder bloquearme a menos que me toque. Cuando acabes aquí, ven a ayudarme.
- Te ayudaré – dijo finalmente Kid.
- Ace, asegúrate de salir vivo de aquí.
¡Sonrió! Aquel fue el trato que Law y él se hicieron. Los dos debían mantenerse vivos, prometieron no seguir cometiendo sus imprudencias.
- Y tú no hagas locuras – susurró Ace – al menos hasta que yo llegue.
- Te lo prometí. No moriré hasta que arreglemos todo, Ace.
Una promesa de ambos. Los dos sonrieron y finalmente, tomaron rumbos diferentes. ¡Morir junto a Law tampoco estaba mal! Quizá era la única forma que tendrían de estar juntos. Una pared de fuego rodeó a ambos piratas, permitiendo así Ace, que sus compañeros se marchasen sin que Kaido pudiera evitarlo.
- No voy a ir tras ellos, Ace. Luchemos tú y yo.
¡Su fuego era inútil! Lo controlaba perfectamente, había conseguido sacar más potencia, su haki aumentaba pero... no podía contra ese tipo. Sólo era un crío todavía, en fase por aprender más.
Rápido y contundente, para cuando Ace pudo ver el ataque, tuvo suerte que una katana se pusiera en medio deteniendo el ataque. Un hombre de cuerpo tonificado y cabello extrañamente verde. Su sonrisa calmó a Ace pese a que sostenía una tercera katana en su boca.
- ¿Zoro? – No estaba seguro cuándo había llegado, pero si él estaba allí, su hermano y toda la tripulación debían haber llegado.
- Lárgate con Law y Luffy, están peleando contra Barbanegra y necesitarán ayuda.
- Tú también la necesitarás aquí.
- Yo me quedo con él – sonrió Robin a su espalda. Sanji venía con ella.
- Tengo una de las katanas que consiguió dañar a ese tipo. Si alguien puede herirle, soy yo. Ve a por Barbanegra.
No lo pensó dos veces y salió corriendo. No miró atrás pero sí escuchó el ruido metálico. Zoro detenía a los rivales mientras él corría. Sólo podía pensar en correr, en salir de allí cuanto antes y llegar con los suyos. Necesitarían ayuda y, aun así, sentía un miedo intenso recorrer su cuerpo. La última vez perdió contra ese tipo, fue capturado y murió.
El ruido de sus botas fue lo primero que todos escucharon antes de girarse. Ace acababa de llegar y Barbanegra sonrió. Ahí estaba el chico que tanto deseaba en su banda.
Ace caminó hacia su hermano primero, apoyando la mano en su hombro para hacerle a un lado y seguir en dirección a Law. Los dos se miraron unos segundos y desviaron la mirada nuevamente hacia su enemigo en común.
- Te lo prometí, Ace, te prometí que te ayudaría con ese tipo. Tú me ayudaste en mi venganza y yo cumpliré la tuya, pero necesito que lo distraigáis. Con mi habilidad puedo manipular lo que sea dentro de mi área, puedo encargarme de él sin que me afecte su habilidad.
- Lo distraeremos.
Ace dio unos pasos hacia delante. Estaba decidido a hacer lo que fuera para darle esa oportunidad a Law. Si conseguía que se centrasen en él, en Luffy, tenían una opción para destruirle. Law podía hacerlo, él acabaría su venganza. Pensaba en ello cuando sintió que agarraban su muñeca.
- Ace, te quiero – susurró Law.
- Y yo a ti – susurró Ace también – encárgate de ese cabrón.
- Lo haré.
- Luffy, tú y yo atacamos – sonrió Ace.
Pelear junto a su hermano nuevamente. Hacía mucho tiempo que no lo hacía y le sacó una sonrisa. Luffy sonrió todavía con mayor efusividad y preparó sus puños. ¡Los dos hermanos una vez unidos! No podían fallar ahí.
- Empieza la fiesta – se entusiasmó Luffy – machaquemos a este tipo.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro