Capítulo 2: Una llama de esperanza.
El ruido del respirador artificial era lo único que se podía escuchar en aquella silenciosa e insulsa habitación de hospital. Marineford no era conocida precisamente por la mejor residencia u hospital, ni siquiera tenían a los mejores médicos porque nadie era tan estúpido como para intentar atacarles, así que Garp sólo podía observar con angustia a su nieto muriéndose lentamente.
Ya llevaba tres operaciones y lo único que habían conseguido era cerrar aquel agujero de su pecho y colocar un marcapasos a un corazón improvisado para que le mantuviera con vida. Todos sus órganos fallaban y nadie esperaba que ese chico viviera. Todos sabían que sólo estaban retrasando lo inevitable, pero lo que él no comprendía era el motivo para llegar tan lejos para salvar la vida de un pirata al que todos querían muerto. Quinientos cincuenta millones de recompensa actualmente, su capitán muerto y toda la piratería del mundo creyendo a Ace fallecido también. Si sobrevivía... ni siquiera sabía qué ocurriría con él.
"Mátame"
Aquella era la única palabra que Garp podía recordar de su nieto, la palabra más importante que le dijo cuando aún estaba preso, una palabra con la que intentó salvar a su capitán y al resto de su tripulación. Sólo quería morir para evitar que Barbablanca iniciase una guerra que ni su muerte habría podido detener.
- ¿Por qué no huiste, Ace? – se preguntó Garp – Sabías que no podías vencer a Barbanegra. ¿Por qué no huiste?
Algún motivo había tenido su nieto para quedarse en aquella isla tras ver el poder de Barbanegra, algo que le hizo no retroceder y permanecer a combatir, un hecho que le condujo a donde actualmente estaba.
- ¿Cómo te salvo, Ace? – se preguntó Garp – te mueres y no soy médico, no sé cómo ayudarte a vivir.
- ¿Señor? – escuchó a su espalda a uno de sus hombres de la marine – he traído lo que me pidió. Todas las pertenencias que le fueron reclamadas a Portgas D. Ace.
Garp hizo una señal con sus dedos para que entrase a traerle todo lo que le habían confiscado cuando entró en prisión. Su cuchillo, sus botas, el poco dinero que llevaba encima, su mochila y su sombrero. Con cuidado, dejó las botas bajo la cama y tras revisar la funda del cuchillo, lo guardó en el armario. Su sombrero estaba algo rasgado y sucio, seguramente debido a la pelea contra Barbanegra, pero no fue aquello lo que le llamó la atención, sino una punta blanca que estaba cosida en la parte interior del sombrero.
- ¿Está bien, señor? – preguntó el hombre a su espalda.
- Sí, ya puede retirarse – comentó mientras sus dedos sacaban ese pequeño papel blanco varias veces doblado.
Lo desplegó para darse cuenta de que era una vivre card, y no una cualquiera, en una de las esquinas, con letra casi ilegible de "médico", ponía el nombre de "Trafalgar Law". Eso le sorprendió. Miró hacia su nieto, moribundo en la cama, con todas esas máquinas que le aferraban a la vida casi a la desesperada.
- ¿De qué conoces a Trafalgar Law? – susurró su abuelo frente a él – maldito supernova, dicen que ha arrancado el corazón a más de cien piratas para obtener ese título, el "Cirujano de la muerte". No se parece en nada a ti, Ace...
Se detuvo al recordar su apodo. "El cirujano de la muerte", era cierto que Law era capitán de barco, pero también era médico y considerado hasta la fecha, uno de los mejores cirujanos del mundo. Muchos habrían muerto a sus manos... pero si Ace tenía esa vivre card era porque debía conocerle. Quizá ahora mismo, Trafalgar Law fuera su única esperanza para sobrevivir.
El ruido de la máquina alarmó al instante a Garp, segundos antes de ver cómo su nieto empezaba a convulsionar nuevamente y los médicos entraban con rapidez para tratar de estabilizarle. ¡Se moría! Todos allí sabían eso y sólo podían tratar de alargar la espera para ello.
- A quirófano – gritó el médico de nuevo.
Estaba claro que esos órganos que le habían dado no funcionaban. Ni siquiera eran órganos como tal, tan sólo... máquinas que simulaban el funcionamiento de lo que un órgano real debía hacer en su cuerpo. Ver a su nieto casi convertido en un Cyborg más que en un humano... no le gustaba. Miró el nombre de la vivre card de nuevo mientras se llevaban a Ace de nuevo al quirófano. Si ese... "pirata" podía salvar su vida, estaba dispuesto a lo que fuera. La colocó en la palma de su mano y observó cómo indicaba al norte.
Salió con rapidez de la habitación, observando al cirujano que iba a operar de nuevo a Ace caminando por el pasillo. Enfadado como estaba con toda aquella situación, Garp cogió su brazo con fuerza, quizá demasiada, pero no le importaba. Le miró con los ojos más intimidantes que pudo sacar y le habló con seriedad.
- Manténgalo vivo.
- Haremos lo posible, señor.
- Lo posible no, haz lo imposible, pero mantenlo vivo.
El teniente de su tripulación observó a su capitán. Jamás había hablado con tanta frialdad a nadie y sabía que todo ello se debía a la preocupación por Ace. Sentía algo muy especial por sus nietos, pese a que fueran dos forajidos de la justicia.
- Preparad el barco, desplegad el velamen... vamos a zarpar.
- ¿Hacía qué isla, señor?
- ¿Isla? No he hablado de ninguna isla – le sentenció – rumbo norte.
- Pero, señor...
- Al norte – le aclaró de nuevo.
***
El sol estaba cayendo y aunque sus hombres se habían detenido para reponerse, Law continuaba cavando como un descosido. Su respiración se entrecortaba y sus hombres, preocupados, no se atrevían a pronunciar palabra alguna por miedo a las represalias. Penguin le dio un codazo a Bepo, indicándole con la cabeza hacia su capitán, casi suplicándole que dijera algo.
- Capitán... - susurró Bepo finalmente – se está haciendo de noche y... no sé si es buena idea...
- ¿Vas a seguir cavando? – preguntó Law alzando la mirada hacia su compañero – si no es así, no me molestes.
- Pero... es que creo que no es muy ético abrir las tumbas.
- No estoy abriendo tumbas, sólo una en concreto.
- A la tripulación de Barbablanca no le va a gustar que mancille la tumba del segundo comandante.
- Por mí pueden irse al infierno, mataré a todo el que se ponga en mi camino si es necesario, pero tengo que confirmar algo.
¡Desesperado! Llevaba tres días sin probar ni una gota de alcohol y todo porque quería estar completamente sobrio cuando abriera ese ataúd y que sus ojos no le engañasen. Necesitaba confirmar que Ace estaba muerto, porque si no... se iba a volver loco. Si había una mínima posibilidad de que siguiera vivo... no podría perdonarse el no haberse dado cuenta, el haberle abandonado a su suerte con todos los de la Marine.
La tierra salía sin cesar, una pala tras otra. Los gruñidos de Law y su semblante de enfado era algo que angustiaba a toda la tripulación. Jamás le habían visto en ese estado y no entendían por qué tanta importancia por un pirata al que apenas habían visto. Ni siquiera sabían que Law conocía al capitán de la segunda división de Barbablanca.
Cuando la pala golpeó el ataúd, todos se paralizaron. El silencio se hizo inminente hasta que Law reaccionó con rapidez, tirando la pala a un lado y lanzándose contra la madera para apartar el resto de tierra con sus desnudas manos.
- Vamos, Ace – susurró – por favor... dime que estás descansando en paz.
"Ey, Law, no hagas que me preocupe"
Aquella frase llegó como un recuerdo de una de las últimas veces que hablaron. Tirados en aquella playa, tras haber bebido un par de botellas de Sake, medio desnudos como estaban y sabiendo que al alba cada uno se iría por su camino de nuevo.
- Idiota... eres tú el que me hace preocuparme a mí – se quejó Law tras conseguir quitar toda la tierra y ver los enganches de la tapa del ataúd.
"Tener un hermano pequeño algo lento hace que su hermano mayor se preocupe"
Siempre decía aquella frase, siempre anteponiendo a Luffy antes que a cualquiera, antes que a sí mismo. Era un completo imbécil, Law lo sabía bien, pero se había enamorado de él, se había dejado llenar por su optimismo, por ese sentido de la justicia, por el proteccionismo de hermano mayor y eso sólo hizo... que él se preocupase todavía más cada vez que le veía partir. Si él se preocupaba por su hermano pequeño... no podía imaginarse cómo se preocupaba él cuando cargaba con el sentimiento de tener que proteger a Luffy para poder tener protegido a Ace. Era doble la carga, aunque jamás se lo comentó. Ace sólo tenía sonrisas y modestia cuando estaba a su lado.
- Maldita sea – se quejó Law, abriendo la tapa y viendo un pedazo sin forma de lava ya fría – hijos de puta, voy a mataros a todos – dejó escapar sus maldiciones.
- ¿Qué ocurre, capitán? – se acercó Bepo para observar con sorpresa que el cuerpo de Ace no estaba allí, sino una masa deforme de lo que una vez fue lava.
- Nos han dado el cambiazo. Debió ser entre la confusión y las peleas. Joder – se quejó – no es Ace. Me he dejado engañar. ¡Maldita sea! – gritó frustrado y enfadado.
- ¿Qué vamos a hacer? Habría que comentarlo a la tripulación de Barbablanca pero... si se enteran que hemos profanado su tumba...
- Vosotros vais a ir a contarles que Ace está vivo – dijo con seriedad, tratando de recuperar la compostura para idear algo.
- ¿Y usted?
- Me voy a Marineford – comentó con su mirada más afilada – así tenga que sacarles el corazón a media marine para que me digan dónde está Ace. Hablad con Marco y con Luffy, seguramente ellos os creerán.
- Es una locura que vaya usted solo, toda la marine está allí reunida.
- He dado una orden.
"Espérame, Ace, voy a por ti" – dejó escapar aquel pensamiento a la suave brisa que corría.
Aquella noche, dejó a sus compañeros descansar antes de que partieran en busca del resto de la tripulación. Estaba convencido de que algunos no le creerían, pero otros... irían enseguida a ayudarle si sabían que Ace seguía vivo. Puede que no pudieran salvar a Barbablanca pero tenían la opción aún de salvar a su compañero.
Entre las sombras de su camerino y sabiendo que no volvería a pisarlo en mucho tiempo, intentó relajarse sobre el mullido colchón, recordando aquel primer beso que ambos se dieron. Nunca esperó enamorarse de un hombre, mucho menos de "Puño de fuego Ace", pero no pudo evitarlo. Todos sus encuentros habían acabado llevándoles a ese primer beso que no se quedó sólo ahí. Era irónico... él, que había arrancado más de mil corazones para convertirse en el supernova... resultaba que un chiquillo de apenas veinte años le había robado el suyo.
Se llevó los dedos hasta sus labios, rozándolos y recordando la sensación tan cálida que provocaba Ace al besar, esos sentimientos que removían todo su ser. Tan sólo con pensar en él, en su cuerpo y en cómo le aprisionó la primera vez haciéndole suyo en la orilla de aquella abandonada playa, le excitaba. ¡No! No podía dejarle morir, no a él.
Sabía que Barbanegra estaba por encima de sus posibilidades, pero aun así, si un día llegaba a encontrarse con él, le arrancaría el corazón del pecho de la forma más brutal posible por el daño que había hecho a la única persona que le importaba en aquellos momentos.
- Ace – susurró con los ojos cerrados, moviendo su mano sobre su miembro bajo las sábanas, rememorando una y otra vez el recuerdo de sus cuerpos desnudos siendo sacudidos por las olas del mar que llegaban a la orilla.
Pocos sabrían la relación tan extraña que ambos piratas mantenían desde hacía meses, menos aún sabrían todo lo que Ace llegó a hacer en secreto por él, ni siquiera el mismo Ace debía ser consciente de que Law sabía su mayor secreto. Puño de fuego... un chiquillo que no alzaba más de dos palmos del suelo fue quien dio el chivatazo sobre la localización de la fruta "Ope Ope", diciéndole a Corazón su localización a sabiendas que buscaba algo para salvarle cuando era un crío. Fue el último secreto que su maestro le ofreció, pero orgulloso como era, nunca le agradeció nada a Ace, intentó ocultar ese hecho y Ace tampoco habló del tema, casi como si él no quisiera que Law se enterase. Era algo de lo que no hablaron, un tema tabú entre ambos. Supuso que siendo de la tripulación de Barbablanca, podrían haberle recriminado el encontrar la fruta y no habérsela dado a alguien de los suyos, sino a un desconocido que parecía necesitarla con urgencia. Pero así era Ace... todo corazón.
Nunca esperó enamorarse años después del chico que le salvó la vida.
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