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Capitulo 4 - wicca parte 3

No retiró su mano hasta que Heber tomó las fotos y lentamente las observó. El pecho de Heber empezó a agitarse con rapidez en cuanto reconoció a quienes estaban ahí.

La primera sucesión de tres fotos mostraban a los gemelos almorzando en una plaza, en lo que parecía ser una ciudad extranjera y las últimas tres fotografías de la tira eran imágenes de Láyala junto a Ernesto saliendo de la galería nacional de Londres.

—¿De cuándo?—. Preguntó Heber con algo de miedo en su voz.
—Esas son de hace una semana, es la prueba de que El Emir puede hacer algo más que sólo coger, dormir y cagar —.
— ¡Que me aspen! Solo debías habérmelo mencionado por teléfono ¿por qué mentirme, Eric? ¿Por qué traerme hasta aquí diciéndome que el Emir quería un trabajo?—. Dando media vuelta mientras le daba la espalda —. No lo entiendo —. Dijo mientras llevaba las manos a su cabeza.
—Oh, yo no mentí, Él quiere un trabajo y eres la persona que necesito para llevarlo a cabo —.
— ¡Con un demonio Búho! ¡Y una mierda que voy a hacer un trabajo para ese pendejo! No después de ver esto —. Eric se limitó a levantar un dedo insinuando a penas una sonrisa.
—Una oportunidad —. Dijo. — Solo tendremos esta oportunidad que nos ayudará y nos pondrá en la posición correcta y en el momento correcto para así causarles daño —.
Heber parpadeo un par de veces intentando procesar lo que le insinuaba Eric.
Y es que el mensaje era muy claro, Eric tenía mucha información que por mucho que le costara admitir y por más que se quejara, Eric la usaría en su favor.

El silencio se hizo presente y aún estáticos en el mismo sitio.

—Ya lo verás cuando llegue el momento, por ahora, debemos actuar como que no sabemos nada y que seguimos siendo fieles a él. Te preguntaras ahora ¿cuál es esa tarea? —.
— Por supuesto —. Comenta.
—Hay un nuevo jugador en la isla. Alguien que pasó desapercibido. Lo suficiente para inquietarlos. No, inquietarlos no. Realmente los asusta, sobre todo a Ágata.

Ella entiende que el equilibrio de poder en el Círculo, entre las siete casas principales que se había mantenido estable los últimos años, está cambiando. Ha habido disputas internas, entre los Salguero y los Del Roble.

Los Salguero se quejan por pagos no realizados por parte de los Del Roble en la compra de esclavos y los Del Roble acusan a los Salguero de querer apropiarse de las minas, fomentando revueltas entre los esclavos en los campos del Amazonas.

El predicador acudió a mí para ayudarlo a mediar entre ambas familias y accedí. Vi esos campos, Heber, y las minas. Vi el horror que les causan a esas personas. Los marcan como a ganado y a los que intentan escapar los hacen Cimarrones.

Y no sé qué es peor, que los crucifiquen o los destinen al mercado de carne. Nada de eso es necesario —. Dijo Eric con una negación de su cabeza.
—¡Diablos!— Expresó Heber con un bufido.
— No logré nada para frenar la disputa y no logré ni siquiera mediar para que se les diera al menos un trato más humano. No antes de que El Emir me hiciera volver a la isla. Cada familia está velando por sus intereses, pero, El Emir intenta coaccionarlos aumentando el porcentaje de los diezmos, e incluso las comisiones a las demás familias por transportar a los esclavos... Son hombres, mujeres y niños que serán vendidos en el extranjero junto con sus drogas en los cargueros petroleros y en los aviones de los Santander—. Dijo Eric y haciendo una pausa para ordenar sus ideas prosiguió.
— El punto es, que pronto habrá una guerra por el poder entre las casas, es inevitable, pero quizás con suerte, podemos hacer que esta sea bajo nuestros términos —.
—Maldición, Eric ¿Se te zafó un tornillo? Seríamos pulgas en lomos de Leones. No puedes... ¡Mierda! No podemos enfrentarlos solos —.
—Para cuando se den cuenta, Heber, seremos el menor de sus problemas —.
— ¿Y qué harás cuando tengas el poder, Eric? —.
—¿Poder? ¿No has estado prestando atención? No quiero el poder, quiero detenerlos. Quiero despertar a un gigante que ha estado dormido ignorante de lo que sucede en esta isla, en este continente. El Círculo es un cáncer que se ha extendido demasiado.

Debemos hacerlo, Heber. Por los que no pueden defenderse, créeme que no habrá otra oportunidad como esta, quizás ni tu ni yo veamos los frutos de la semilla que sembraremos. Pero alguien debe hacer algo para parar a estos pendejos. Y ese nuevo jugador, es una parte del rompecabezas —.
—No veo como esperas... ¿De qué se trata ese puto trabajo, Eric? —.
—Usemos nuestro viejo juego del lobo y la oveja—. Dijo Eric y una sonrisa se dibujó en el rostro de Heber.
—¿Cómo pretendes hacerlo? —.
—La paciencia es una virtud, Heber, deberías ponerla en práctica más seguido —. Mientras sonríe. — Vamos, debes conocer a nuestro pastor de ovejas primero —. Dijo Eric mientras comenzó a caminar en dirección a un joven que esperaba acostado en la arena a unos veinte metros de donde se encontraban.
— ¡Que me aspen!— se quejó Heber.
—Si lo sigues pidiendo seguramente alguien algún día lo haga, Heber—. El comentario de Eric causó una carcajada del hombre que al fin parecía relajarse un poco.
— ¡Despierta, Franco!—. Saludó Eric al muchacho que de un salto se incorporó mientras Eric le tendía la mano para ayudarlo a levantarse.
—¡Carajo! Me quedé dormido —. Se quejó el chico mientras Eric tiraba de él.
—Eric —. Asintió el chico en dirección a Eric mientras se sacudía la arena.
—Heber, te presento a Franco —.
—Hola ¿Qué tal?—. Saludó a Heber mientras le daba la mano —. Siento haberme quedado dormido —.
—Descuida, aunque no lo parezca, Eric siempre me hace esperar de una u otra forma —. Se burló Heber mientras le dedicaba una sonrisa. — Y... ya que no solo venimos a disfrutar de la vista, ¿Qué vamos a hacer?—.
Eric cruzándose de brazos dijo. — Vamos a hacer sangrar a la oveja para atraer al lobo —.
— ¡¿Qué?! — Exclamó Franco mientras miraba a Eric con cara de no haber entendido nada.
—Suelta la sopa—. Dijo Heber mientras le daba una calada a su puro.
—Bien, caminemos un poco, les explicaré...—. Dijo Eric mientras señalaba en dirección al bar al aire libre que estaba a unos quinientos metros. — Nuestra oveja se llama Andrea Estefanía González Pereira, tiene doce años de edad —. Dijo Eric mientras les pasaba la foto que sacó del sobre que llevaba. — La que la acompaña en la fotografía no es importante para nosotros —. Eric sacó otra foto de su bolsillo y se la pasó a Heber, y él es nuestro lobo, se llama Richard José González padre de nuestra oveja—.
Heber observó la foto y clavó los ojos en Eric.
—¿Qué quieres hacer con el lobo una vez aparezca?— preguntó Heber.
—Llevarlo a la casa de paja junto a la oveja—. Respondió Eric.
—¿La casa de paja?— Preguntó Franco que no se enteraba de nada.
—¿El chico es nuevo verdad?— Preguntó Heber mientras señalaba con el puro a Franco.
—Si —. Respondió Eric—. La verdad es que apenas tiene unas semanas en esto —.
—Que suerte tienes chico, un bautizo oscuro con el padre Búho —. Dijo Heber mientras despeinaba a Franco con la mano al mismo tiempo que le hacia una mueca a Eric que respondió guiñándole un ojo —.
—¡Hey!— Se quejó Franco.
—¿Qué edad tienes? ¿Catorce? —. Preguntó Heber en tono burlón pero curioso.
—Aunque me veas así, el mes que entra cumpliré dieciséis —. Dijo Franco en tono desafiante mientras fulminaba a Heber con la mirada.
La carcajada de Heber fue monumental.
—Descuida, Franco, ya te acostumbraras a Heber—. Dijo Eric.
—Bien, ¿Cuánto nos vas a pagar por esto?—. Preguntó Franco mientras se frotaba el índice y el pulgar.
—Doce mil de los verdes a cada uno —.
Heber solo dejó escapar un silbido mientras el semblante de franco palidecía.
— ¡Mierda! —. Susurró para sí el chico.
Eric continúo.
—El lobo está en los Estados Unidos. Lo que es una mierda del tamaño de una casa ya que no podemos ir por él. Por eso debemos hacer que venga —.
El Emir quiere un trabajo limpio —. Bufó Eric mientras le daba una mirada burlona a Heber. — Sin cabos sueltos, por eso te hice venir —.
—Ya veo —. Musitó Heber mientras le daba una calada a su puro. — ¿Cuánto tiempo tenemos?—. Preguntó.
—Tres semanas, cuando mucho—. Dijo Eric mientras hacia una mueca.
—Podríamos hacerlo en dos —. Dijo Heber y continúo. — ¿Dónde cazaremos al Lobo? —.
—Si solo se hace en dos mucho mejor —. Asintió Eric en dirección a Heber.
—Escuchen si tomamos a la oveja el lobo buscará hasta debajo de las piedras y eso significa que vendrá personalmente, y va a haber un montón de perros ladrando por ahí y no queremos eso. Así que lo mejor que debemos hacer es colgar un farol junto a la oveja, uno muy brillante —. Dijo Eric con una sonrisa.
—Pero eso atraería a más perros—. Resolvió Heber que empezaba a dirigir una mirada fría hacia Eric.
—Atraerá a más perros sí, pero si lo hacemos bien, no vendrán en nuestra dirección. Ahí es donde entra Franco, nuestro pastor de Ovejas —. Dijo Eric mientras palmeaba la espalda del pequeño.
—¿Entonces soy la carnada?—. Preguntó franco mientras palidecía.
Heber y Eric Soltaron la carcajada al unísono.
—No, para nada—. Lo tranquilizo Eric—. Por el momento sólo necesito que seas nuestros ojos y oídos. Ya sabes... vigilar a la oveja. Así que prepara una excusa para tu madre, Franco y ve a hacer las maletas —.
— Mierda, necesitaré una buena excusa —. Dijo para sí Franco, que empezó a teclear un mensaje en su teléfono.
—Necesitaremos los planos del edificio, Heber. La institución se llama Dr. José Gregorio Hernández. El que se encuentra en Mariño, así que te toca hacer tarea—. Dijo Eric.
—Yo me encargaré de la casa de paja y de las ruedas, además hay otro asunto que debo atender—. Dijo Eric. — Así que partiré esta noche, tú y Franco pueden ir el domingo e iniciamos el lunes —. Finalizó Eric justo cuando estaban a unos pocos metros del bar.
—Muy bien —. Dijo Heber. — Hablaré con el velador, puede que me consiga un muñeco frío para la semana que viene —.
—Bien, esa es una buena idea, Heber. Bueno, relajémonos un poco —. Mientras llegaban al pequeño stand del bar. — ¡Ah! casi lo olvido, Franco, esta es la llave de tu habitación —. Dijo Eric. — Las dos habitaciones ya están pagas hasta el domingo, eso incluye el servicio a la habitación —.
—Estaré aquí por la tarde sin falta —. Dijo Franco a Heber que solo asintió en respuesta.
—Buen día, deme por favor tres cervezas negras ¡bien frías, hermano!—. Dijo Eric al hombre del bar mientras tomaban asiento.
Heber arrojó la colilla del puro a la canasta de la basura mientras Eric pagaba las cervezas, Franco guardaba sus zapatos en el bolso y el hombre del bar les servía las cervezas.
Eric y Heber tomaron cada uno sus cervezas y levantándolas con una expresión de seriedad dijeron al unísono:
—Audentes Fortuna Juvat—. Mientras chocaban las jarras. Sonrieron y luego chocaron las jarras con la de Franco haciendo que este derramara un poco de cerveza.
—¿Qué significa eso?—. Preguntó Franco mientras evitaba mojarse con el líquido derramado sobre la barra.
—La fortuna ayuda a los audaces—. Le respondió Eric con una sonrisa.
. . .

Sábado 10 de enero de 2004 - 1:00 pm
A las afueras de Mariño

Mikel y Adalberto

La lluvia matutina había hecho que el camino de regreso de la pista de aterrizaje fuese un tormento. El jeep estaba cubierto de barro y las dos cherokee que lo escoltaban sufrían el mismo destino, además el teléfono no había parado de sonar desde muy temprano, el viejo zorro estaba hecho una bestia en su castillo de oro al otro lado de la línea debido a que el bimotor no podría despegar hasta pasada las tres de la tarde porque todavía faltaba un cargamento, eso hacía que la ventana de radar se cerrara y les dejaba muy poco margen de tiempo a los pilotos.

—Vamos, perro, apúrate, debemos buscar el otro camión para llevarlo a la pista —. Dijo Mikel alías "el viejo zorro" a su conductor, mientras golpeaba repetidas veces con la mano abierta el tablero del jeep.
Adalberto alías "el perro" pisó a fondo el acelerador mientras que Mikel marcaba un número en el celular—. ¿Ya terminaron de cargar el camión?—. Preguntó Mikel mientras se llevaba una mano a la frente.
—No, todavía nos falta un poco, el montacargas tiene una falla y no quiere andar —. Se excusó nervioso el hombre al otro lado de la línea.
—¡ME IMPORTA UNA MIERDA EL MONTA CARGAS! —. Gritó Mikel con tanta fuerza que se le brotaron las venas del cuello y de la frente. — ¡ERA TU RESPONSABILIDAD HABER CARGADO EL CAMIÓN DESDE A NOCHE!, ¡POR ESO, NO ME VENGAS CON EXCUSAS BARATAS GORDO POPLÓTICO DE MIERDA! —. Se desahogó Mikel, trancando la llamada mientras Adalberto luchaba por contener una carcajada.
—Esto es inaudito, jamás nos había sucedido algo así, maldito gordo irresponsable —. Mikel sacó una pequeña cajeta azul de chimo, tomó una pega, se la llevo a la boca y lanzó la cajeta a las piernas de su conductor.
—Por fin te acuerdas de los pobres —. Dijo Adalberto mientras tomaba una pega de chimo.
—Es tu paga por matar al gordo en cuanto lleguemos al taller ¿me entiendes?—. Dijo Mikel antes de escupir por la ventana.
—Alto y claro, alto y claro, por una de estas y un par de milloncitos mato hasta al mismísimo presidente, lo sabes —. Se burló mientras le mostraba la cajeta destapada de chimo a Mikel.
—Esto es una mierda, esta es la cagada más jodida, quiero que le dispares en los pies ¿me entiendes? quiero que salte y chille como un cerdo y luego dispárale en el otro para que ruede —. Dijo Mikel mientras lo señalaba con el dedo.
—Ja, ja, ja, ja —. Se burló y dejó escapar una carcajada estridente mientras hacía girar el jeep para tomar la carretera de asfalto —. Tranquilo, jefe, mire ya estamos en la vía, ¿si ve? de aquí al taller son unos quince minuticos, relájese mire que le puede estallar la vena de la frente ¿y si se muere usted quien me paga a mí? — Dijo mientras hacia una mueca de tristeza.
— Ja, vete al carajo —. Dijo Mikel sin prestarle demasiada atención. Ya estaba relajándose un poco cuando al salir de una curva a la distancia vieron una alcabala móvil de la policía. La vena de la frente volvió a hinchársele. — Esto no puede estar pasando —. Dijo mientras marcaba un número en el teléfono. Bájale dos al jeep, perro ¿es que no ves lo que hay delante?
—Sí, ya los vi jefe-. Respondió mientras sacaba la mano para avisarle a las cherokee que venían detrás que bajaran la velocidad.
El teléfono repicó dos veces cuando por fin le atendieron. — ¿estás teniendo un buen día Sebastián?—. Preguntó Maikel con tono melodioso pero irónico.
—¿te volviste loco? ¿Qué mierda haces llamándome al número de mi oficina? —. Le respondió Sebastián entre susurros al otro lado de la línea.
—¡Ja! Verás... lo hago porque ¡ESTOY VIENDO UNA PUTA ALCABALA MÓVIL EN MI PUTA RUTA! —. Gritó Mikel.
—¿Qué? eso es imposible —. Dijo con nerviosismo Sebastián. — Dame diez minutos y lo resolveré.
—No tienes diez minutos, Sebastián, te pago muchísimo dinero para que estas cosas no sucedan, haz tu maldito trabajo y haz que desaparezca la alcabala, porque cuando regrese no quiero ver ni siquiera una patrulla a cien kilómetros a la redonda ¿me entendiste?—.
—Bájale a tu tono, te recuerdo que de no ser por mi toda tu puta operación se iría a la mierda —. respondió Sebastián entre susurros pero con un pequeño tono de ira.
—Y yo te recuerdo que estas metido en este pozo con la mierda hasta el cuello al igual que todos, si caemos, tu vendrás con nosotros y tendremos suerte de durar un par de horas en la cárcel así que haz tu maldito trabajo y ¡LLÉVATE LA PUTA ALCABALA!—. Trancó el teléfono.
—Vamos despacio con suerte solo nos pedirán los papeles y para cuando regresemos ya no debería estar esa alcabala—. Ordenó Mikel.
Al llegar a la alcabala los policías solo observaron a los ocupantes mientras el jeep y las camionetas pasaban entre las dos patrullas, Mikel y el perro hicieron un gesto de saludo y despedida y aceleraron.

Diez minutos más tarde entraron al taller y como había anticipado el gordo y los demás, no habían terminado de cargar el camión, solo faltaba una carga de cauchos pero eso fue suficiente para que la ira invadiera a Mikel.

Le hizo una señal al perro desde la misma camioneta, este bajo y como lo prometió le disparó en el pie izquierdo al gordo, este chilló de dolor y antes de poder agacharse Adalberto volvió a accionar el arma, esta vez le dio en la rodilla derecha, el gordo volvió a chillar de dolor, la sangre fluyó con rapidez, pero antes de que el gordo dijera alguna palabra de súplica el perro lo inmovilizó colocando las piernas sobre el pecho del gordo a la vez que le tapaba la boca, y con un movimiento rápido y fluido le clavó una navaja al gordo en la mandíbula. Los gritos cesaron dejando atónitos a los demás que presenciaron la muerte del pobre diablo.

—Escúchenme bien, este es el precio que pagarán por fallarle al viejo, no quiero que se repita esto —. Dijo Adalberto a los hombres que estaban apresurándose para terminar de cargar el camión.
El viejo baja de la camioneta al ver que Adalberto ya había matado al gordo, al acercarse le da una palmada en la espalda. — Te ganaste tu paga y tu caja de chimo bien merecida —. Este sonríe. —Jefe ¿y ahora qué hago con él?—. Preguntó el perro con tono divertido.
—Móntalo en uno de los taxis y que uno de tus muchachos lo tiren por ahí, que no se te olvide de dejarle el arma —. Le recordó.
—Relajado jefe, ya mismo —.
Los sonidos del taller no ayudaban a Mikel con la jaqueca, caminó hasta su oficina. Mientras iba caminando vio a dos los hombres que trabajaban para sacar las pacas de dinero que estaban entre la tapicería y las tapas de las puerta de los taxis, observo que los dos hombres luchaban para sacar los asientos traseros que guardaban debajo una paca de billetes forrada en plástico negro, cada paca podía llevar entre treinta y cuarenta mil dólares y más adelante habían dos mujeres que rompían las pacas y ordenaban los billetes para contarlos y pesarlos en la balanza; luego varios hombres recolectaban los billetes y los forraban otra vez para luego camuflarlos entre el rin y el caucho de las ruedas.

Apresuró el paso mientras se limpiaba el sudor de la frente, giró en una esquina y entró a su oficina cerrando la puerta con fuerza. Sacó una bolsa y preparó una línea de coca que inhaló sin piedad rogando que la sensación de éxtasis lo invadiera pronto y le hiciera olvidar la mierda de día que estaba pasando, tomó aire y se relajó en la silla de su escritorio mientras del bolsillo interno de su chaqueta sacaba la cantimplora que previamente había llenado con ron, le dio un trago que le calentó la garganta. Suspiró y cerró los ojos mientras esperaba.

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