Capitulo 3 -Wicca parte 2
Viernes, 09 de enero de 2004 - 6:00: a.m.
Mansión Mazarí - Eric Herrera de La Cruz.
La vista que el mirador de la mansión ofrecía en dirección al océano era simplemente increíble, el amanecer pintaba un cuadro en un naranja que bañaba las nubes, mientras la gélida brisa traía consigo el olor de la sal marina, las gaviotas alzan el vuelo y el sonido de las olas estrellándose contra las rocas hacían de este un amanecer particular.
Eric estaba disfrutando de la última calada que daba a su cigarrillo, mientras el recuerdo de él y su pequeña hija jugando en la arena a la orilla del mar lo golpeaba como un martillo, un recuerdo vívido, recordaba con claridad la calidez de sus abrazos y el dulce sonido de su risa, esa tarde para Eric fue su visita al paraíso, si es que existe, que felicidad trajo el construir junto a ella un simple e inútil castillo de arena.
Apagó la colilla del cigarrillo mientras dejaba escapar el recuerdo junto al último suspiro de una vida que no volverá, una vida que le fue arrebatada tiempo atrás.
- Señor Eric - Las palabras del Emir sacaron a Eric de sus pensamientos. El Emir venía acompañado por Ágata, la perla que ésta por encima de todas las demás.
- Mi señor, Mi señora -Respondió Eric mientras hacia una reverencia a aquel joven y a su señora. Me han mandado a llamar y he respondido.
- Por favor, tomemos asiento-Dijo Emir sonriendo mientras señalaba con una mano los lujosos asientos cubiertos de piel blanca que hacía juego con la mesa de marfil.
Ágata tomó asiento mientras el Emir en un gesto de caballerosidad le acomodaba el asiento, luego se acomoda el lujoso flus antes de tomar asiento, y con un gesto de mano llamó al servicio para que trajeran vino que ya había ordenado para la ocasión.
-¿Por qué me ha hecho venir hacia estos lados, mi buen señor?-Preguntó Eric mientras estudiaba con atención el rostro del Emir, el cuál clavó sus ojos en él mientras agitaba con suavidad la copa de vino que sostenía en su mano izquierda.
Luego la mirada del Emir pasó de Eric a su señora, a quien le dedicó una mirada, le acomodó el cabello detrás de la oreja y le susurró algo al oído, totalmente inaudible para Eric. Al instante, una sonrisa de complicidad se dibujó en el rostro de ambos y luego el Emir volvió a posar su mirada sobre Eric, quien mostraba confusión en su rostro.
- Un hombre que va justo al grano, por eso me agradas -. Dijo el Emir mientras alzaba la copa en dirección a Eric -. Verás, hay una tarea que debe ser realizada a la mayor brevedad posible, con la máxima discreción. Porque lo que estamos a punto de hacer, bueno, lo que tú estás a punto de hacer, es algo mucho más importante que matar -. El Emir se acomodó en la silla y colocó sus manos sobre la mesa mientras que sus dedos índices señalaban a Eric. - Si haces este trabajo bien, considera saldada tu deuda, y además al final te daré buen billete -.
-¿Cuál es el trabajo? -. Preguntó Eric alzando un poco las manos.
- Ágata entrega el sobre por favor -. Le ordenó El Emir mientras una sonrisa se dibuja en su rostro. Ágata hizo deslizar la carpeta roja sobre la mesa hasta las manos de Eric.
- Ábrela -. Se le ordenó a Eric, la mirada de Ágata era gélida.
Eric observó la carpeta, ésta contenía tres fotos: Una de un hombre, otra de una mujer acompañada de una adolescente y la tercera la de un viejo conocido. Eric abre la carpeta y observa algunos datos.
La primera era de un hombre, Richard José González (49), graduado de Harvard con honores y divorciado.
Le seguía Valentina Pereira (40), trabaja como sub - directora en el liceo Dr. José Gregorio Hernández en Margarita, está divorciada de Richard González.
Y por último, Andrea Estefanía González Pereira (12), quien asiste al mismo liceo donde trabaja la madre.
- Como puedes observar, Eric, necesito a dos miembros de esa familia, al padre y a su hija -. Enfatizó El Emir. - Y es crucial que no dejes cabos sueltos -.
- Lo entiendo, mi señor, consideré ese trabajo realizado -. Asintió Eric con su cabeza en un gesto de afirmación y preguntó -. ¿Qué hay sobre Adalberto, mi señora? -. Preguntó Eric mientras le dirigía la mirada a Ágata y tocaba la foto con su dedo índice.
- Una de mis perlas tuvo la oportunidad de reconocer a Adalberto en una de nuestras nuevas y más lujosas casas de entretenimiento de la ciudad. Mi perla logró sacarle información particularmente interesante -. Dijo en tono calmado mientras encendía un cigarrillo.
-¿Entonces por qué se le dejó salir de la casa?-. Preguntó Eric muy intrigado mientras acariciaba su barbilla.
- Aunque es una buena pregunta no es la pregunta correcta, ya que no es el ¿por qué?, Si no el ¿para qué? -. Dijo Ágata guiñándole el ojo, mientras apuntaba a Eric con la mano que sostenía el cigarrillo, luego tomó otra calada y dejó las cenizas en el pequeño cenicero negro con detalles finos y delicados en dorado que se encontraba en la mesa y continuó.- Mi Perla me dijo que el hombre habló de un nuevo jugador en la ciudad, uno que a pesar de los muchos ojos que tenemos, no sabíamos que estaba haciendo negocios aquí ¿Sabes cuántas veces pasa eso?-. Preguntó mientras miraba fijamente a Eric y tomaba otra calada del cigarrillo mientras dejaba ir el humo.
Ágata subió su ceja dando a notar que esperaba una respuesta y no silencio de su parte. - Eso jamás pasa -. Respondió finalmente. - Verás, Adalberto estuvo fuera de nuestro radar por muchos años y eso tampoco pasa muy seguido, lo cierto es, que sea quien sea este nuevo jugador, está muy bien organizado, con el suficiente poder para comprar influencias en la ciudad y muy bien posicionado para hacerlo pasando desapercibido ante nuestros ojos.
Por lo tanto, Adalberto solo salió vivo y borracho hasta más no poder de esa casa de entretenimiento porque quise que así fuera -. Sentenció mientras clavaba a Eric una mirada que dejaba ver una ferocidad salvaje. Y continuó - ¿Para qué dejarlo ir? Bueno, uno de nuestros jóvenes más prometedores, Félix alias "Can", lo está vigilando -. Ágata sacó un teléfono y un cargador de su pequeño bolso que hacía juego con su vestido y sus accesorios. Se lo entregó a Eric y continuó diciendo. - El número de esa persona está grabado en este teléfono, es el único que encontrarás. Llámalo, él te dará más detalles .- Ágata apagó el cigarrillo y con un gesto pidió que le sirvieran más vino. -Eric, Adalberto puede llevarnos directo hasta este nuevo jugador y tu trabajo será asegurarse que pase de ese modo -.
- No sé si sea el hombre indicado para esta encomienda, mi señora -. Dudó Eric un instante.
- Siempre eres el hombre indicado para este tipo de trabajos -. Dijo El Emir con una sonrisa mientras jugaba con una moneda extraña que hacía pasar entre sus dedos.
- Retírate ya, y te deseo una buena cacería "Búho" -. Dijo El Emir con satisfacción y una tremenda sonrisa.
- Gracias, mi señor, mi señora -. Dijo Eric mientras les dedicaba una reverencia. Tomó la carpeta, el cargador, el celular y se retiró del mirador y de la Mansión.
Una vez estando fuera de la mansión pudo apreciar la fuente que estaba en el centro del jardín frontal, siempre le había parecido una hermosa vista. Sacó del bolsillo de su chaqueta la caja de cigarrillos, tomó uno y lo encendió, le dio una calada y comenzó a moverse hacia su auto, un viejo impala rojo que ya ha dejado atrás su gloria. Cuando ya estuvo a punto de entrar al vehículo una voz familiar llamó su atención.
-¡Wow! ¿Aún conservas ese museo rodante? La verdad no entiendo cómo sigues vivo después de conducir eso -. Se burló aquella voz.
-¿Carlos?-. Eric esbozó una sonrisa.
- El mismo que viste y calza -. Respondió el joven con orgullo.
- Cuanto has crecido ¡Santo Dios! La última vez que te vi eras una pulga -. Mencionó Eric con ademán juguetón.
-¡Qué bien! ¿El viejo Búho está de regreso? O ¿Solo viniste por la comida y las mujeres? -. Preguntó Carlos mientras le daba un apretón de manos a Eric.
- La verdad hace unas horas no hubiera sabido que responder a esa pregunta, pero El Emir me ha encargado una tarea sumamente importante, sabes cómo es -. Sentenció Eric con una sonrisa que no llegó a reflejarse en sus ojos.
- Si lo sé, y dime ¿cuánto tiempo ha pasado? ¿Cuatro? ¿Cinco años tal vez? -.
- Siete años y nueve meses -. Recordó Eric sin ninguna duda.
- Antes era muy joven y no pude decir nada, pero en verdad siento tú pérdida -. El apretón de manos se convirtió en un pequeño abrazo.
- Gracias, de verdad -. Mientras se separaba y tomaba al joven de los hombros -. ¿Dónde está el viejo? -.
- Mi padre ahora es el encargado de supervisar la jardinería de esta casa, es algo así como el lejano oeste de los jardineros -. Dijo Carlos mientras hacia el gesto de disparar con dos pistolas.
- Ahora lo veo. Dale mi saludo y dile que todavía me debe esa botella de ron -. Dijo Eric finalmente mientras se subía a su auto y lo encendía.
- Se lo haré saber, al igual que le haré saber que el Búho está de regreso, espero volver a verte pronto -. Dijo Carlos mientras se despedía con un gesto de mano.
Eric puso en marcha el vehículo, los guardias de la entrada se despedían al verlo salir de la propiedad, le tomó tres minutos salir de los terrenos y tomar la vía de la costa.
Eric encendió su celular y al segundo tono Eric escucho una voz cordial.
- Buenos días ¿Con quién hablo? -.
- Hola, soy Eric -.
-¿De la cruz? -.
- Si. Eric de la cruz -.
- Hey ¿De vuelta al trabajo? -.
- Si, hay una vacante para uno y eres el hombre que necesito -.
-¿Es un trabajo para El Emir? -.
- Si, ¿Te interesa? -.
- Sí, claro que sí -.
- Bien, te veré hoy en El Hesperia. Da tú nombre en recepción, no tardes, llama cuando llegues -. Eric colgó el teléfono y marcó otro número.
- Buenos días, mi Rubí, necesito hacer una reservación para dos personas por tres días. Habitaciones separadas, de preferencia standard y en los niveles bajos -.
Para Heber Rodríguez y Franco Mónsalve
- Perfecto, mi vida ¿Cómo vas a pagar? Sabes que debo rendir cuentas al jefe -.
- Estaré ahí en veinte minutos para pagar -. Eric colgó y marcó otro número.
- Soy Eric, ya es hora. Te veo en la playa privada del hotel Hesperia, da tú nombre y te dejarán entrar, no tardes.
Hotel Hesperia, viernes 09 de enero de 2004
10:40 am.
Luego de la gran tormenta de la noche anterior, hoy pintaba que sería un día bastante soleado, aun así la fría mañana transcurría con rapidez.
Era un alivio para Eric estar en la playa privada del Hotel. Como suponía, no había muchas personas, la arena blanca, húmeda y fría se escurría entre sus dedos y las aguas de un azul profundo hacían del paisaje un lugar acogedor.
Llenó sus pulmones de aire y dejó que las olas que llegaban a la orilla mojaran una vez más sus pies, a la distancia, observó a un grupo de turistas que disfrutaban del paseo en lancha y otros enfrentaban los retos de un mar agitado a bordo de motos de agua.
El gélido viento trajo consigo un fuerte olor a tabaco que le indicó que la espera había terminado. - Ya era hora -. Susurró para sí mientras aún miraba la inmensidad del mar.
-Eric -. Saludó Heber mientras se acercaba a la orilla de la playa y se situaba a su derecha. - Es una hermosa vista -.
- Ha pasado mucho tiempo -. Saludó Eric mientras se giraba y le daba un apretón de manos a Heber. Seguía siendo el mulato de facciones duras y generalmente de pocas palabras.
Vestía una camisa hawaiana con detalles amarillos y bermudas color crema, y como siempre en mano izquierda un puro cubano, este se veía ya a medio terminar.
- Tanto tiempo que ya había olvidado que trabajar para uno de los siete de El Emir es sinónimo de limpiarse el culo con seda -. Respondió Heber y dejó que la burla se transmitiera al mismo tiempo que ladeó la cabeza como un depredador que analiza a su presa.
Eric se fijó que los años no habían hecho casi mella en el hombre, su poderosa musculatura y su metro noventa de estatura insinuaba que si así lo quisiera, podría partirle el pecho a un hombre de un solo golpe.
-De no haber rechazado mi propuesta hace unos años de formar parte del Círculo como uno de mis Sangrados, quizás, tú entenderías que la seda no es buena para limpiarse -. Exhaló Eric. -¿Era demasiado firmar el maldito libro en la ceremonia? ¿Era mucho pedir que pronunciaras dos o tres juramentos vacíos ante los heraldos silenciosos? -. Las preguntas dejaron un silencio entre ellos que se extendió por varios segundos, lo que le pareció a Eric una eternidad.
Heber dejó salir un sonoro bufido y respondió tan fuerte y deprisa, con su voz grave haciendo que aquellas palabras parecieran un tsunami que se levanta frente a la costa sin previo aviso.
-Claro, lo dices como si eso no fuera nada, pero conociéndote Eric es seguro que me hubieras postulado en la primera oportunidad a las Arenas. Y Dios es testigo que solo un puñado de hombres salen vivos de ahí, tan al borde de la locura, que aceptan recibir un cargo de por vida casi con verdadera alegría.
Eric movió la cabeza en negación con una mueca de desaprobación en su rostro.
-No cuestiono tus motivos... -.
Heber lo interrumpió alzando una mano para decirle de manera tajante.
- En su momento tuve mis razones para no entrar, ni al Círculo y menos a las Arenas de esa bruja. Y al final de nada me sirvió. Todo tiene consecuencias -. Sentenció fríamente.
Y tras echar un vistazo al tatuaje que portaba Eric en su brazo, la Alabarda de doble hoja cortante coronada con tres estrellas, que indicaban su rango en el Círculo, añadió. - Eran otros tiempos y ahora soy demasiado mayor para eso, viejo amigo -. Enfatizó con una mueca.
-Bueno, viejo -. Se mofó Eric y le devolvió una sonrisa cansada. Era el único indicio que dejó entrever el peso de llevar el cargo que ostentaba. Y lo poco que significaba hoy día para él portar el tatuaje de su estatus como el tercero de los siete de El Emir.
-Las Arenas de combate no hubieran sido un problema para un ex-militar que sirvió en el escuadrón de Cazadores. Y sí postularte a las Arenas era el paso lógico a seguir, después de todo, es el camino más rápido para subir unos cuantos peldaños. Eran medidas desesperadas... Pero tienes razón, eran otros tiempos, hicimos cosas inenarrables a cambio de poder.
Te atraje a este mundo, porque creía firmemente que podríamos seguir actuando sin consecuencias. Lo lamento, me equivoqué. Y nada de lo que diga o haga podrá traer de vuelta a tu esposa o a mi familia -.
Heber observó detenidamente la mueca de dolor que Eric dejó ver en su rostro, sólo fue un momento fugaz, un destello, tras la máscara de insolencia que portaba todo el tiempo.
Heber podía entender su frustración, su dolor ya que ambos eran un reflejo del otro. Lo habían perdido todo a causa de una guerra que parecía muy distante en el pasado, pero que aun así, permanecía en sus huesos.
- Maldita sea, Eric, ahórrate tus disculpas. Y mil veces malditos los Pokora y su rebelión de mierda. Que me hiervan si no nos guardan una buena recepción en el infierno -. Maldijo Heber antes de escupir la arena.
- Que esperen sentados, no me iré al infierno hasta acabar con quien estuvo detrás de todo -. Dijo Eric encogiéndose de hombros.
Heber parpadeo muy lentamente y clavo su mirada en Eric.
-¿De qué putas mierdas hablas? Tú y yo formamos parte del grupo que acabó con gran parte de esos pendejos. Y por si no lo recuerdas El Emir se aseguró de que los Rangel y los Salinas, que fueron las principales familias en hincar su rodilla a los Pokora pagaran su traición. De ellos ya no queda nada, ni rastro de lo que alguna vez fueron.
Sus herederos desmembrados o vendidos como esclavos, las mujeres utilizadas y desechadas como yegua, sus hijas hoy engrosan las filas de las Perlas. Y los Sangrados que sobrevivieron a la purga y no hincaron la rodilla ante El Emir fueron exterminados o figuraron como carne de cañón en las Arenas.
Sus tierras y sus propiedades fueron anexadas al Emir y el resto de ellas repartidas entre los siete Tribunados.
-. Y frunciendo el ceño preguntó muy fríamente -. Entonces, Eric. ¿Cómo es que aún crees que el responsable sigue por ahí? -.
Eric sonríe y mirándole a los ojos pregunta.
- ¿Recuerdas que antes de la rebelión de los Pokora. Samir antes de ser conocido como "El Emir" era apenas un tribuno menor de la familia Santander? Uno sin mayores logros que apenas y por suerte sobrevivió en las arenas -.
-Y cogerse todo lo que tuviera piernas -. Se mofó Heber con una media sonrisa en el rostro aún sin desviar su mirada, a lo que Eric correspondió el comentario con otra sonrisa y continúo.
-Aun así ¿No te resulta curioso que él estuviera en el lugar correcto y en el momento correcto para dar con Ernesto Pokora y Víctor Rangel?-. Eric dejó que la pregunta flotara en el aire un momento.
La sonrisa de Heber se transformó en una dura línea mientras sus ojos se movían de lado a lado. Eric había visto en muchas ocasiones lo rápido que podía trabajar la mente de Heber, casi podía escuchar cómo se movían los engranajes en su cerebro.
Por eso presionó un poco.
-Carajos, Heber, en su momento no lo vimos porque estábamos cegados por el dolor y la venganza. Ellos eran las dos cabezas de familia más influyentes de la rebelión, incluso Ágata Santander con toda su extensa red de perlas no pudo encontrar una pista sobre ellos ¿y el los encontró y capturó sin mayor resistencia?
Tú y yo nos enfrentamos en varias ocasiones contra las hordas de Sangrados de los Pokora. Ellos eran de la vieja guardia, hombres y mujeres temibles y letales. No se rendían, luchaban hasta el final -.
Heber con un asentimiento de cabeza hace entender a Eric que aún necesitaba escuchar más.
- ¿Y qué dijo él aquel día de la celebración del fin de la guerra? ¿Recuerdas lo que dijo de la guardia personal de Ernesto? ¿Acaso no dijo "Matarlos fue tan fácil que no fue divertido"? ¡Y se echó a reír! Al igual que todos los que lo acompañaban -. Dijo Eric con sarcasmo.
Un destello de razón cruzó el rostro de Heber.
Como si las piezas empezaran a encajar en un rompecabezas que él en algún momento del pasado se había planteado. Pero, que al igual que todos los demás, desechó solo porque parecían conjeturas imposibles, después de todo, la guerra que se desató entre las familias había terminado y los Pokora ya no estaban.
Heber mientras escuchaba a Eric pensaba para sí mismo.
«Santo cielo ¿cómo es que había dejado pasar eso? ¿Cómo? Láyala, Manuel y Robert Pokora eran tres de los asesinos más letales de los que se tenía registro en generaciones.
Los había visto pelear, tanto a Manuel y a Robert en las Arenas, los gemelos eran un torbellino que arrasaban con todo a su paso con precisión clínica.
De haber peleado en algún combate contra cualquiera de los dos podría haber tenido una oportunidad, pero sabía que no saldría del todo ileso. Pero ¿Láyala?, Ella era una bestia hecha de otra sangre, jamás había visto a alguien tan lista, tan fría, tan malditamente hábil.»
Le sudaban las manos solo de recordar lo que esa mujer le hizo a sus hombres cuando los envió a cazarla. Estaba sola, debería haber sido una presa fácil, pero ni quince de sus mejores hombres y amigos a fin de cuentas, con los cuales había peleado codo a codo en la frontera, con quienes había enfrentado a guerrilleros y mercenarios sin haber sufrido una baja. Ni ellos, ni él mismo habían sido rivales para Láyala Pokora.
Enterró a doce de sus hombres al final de aquella jornada. Y El Emir dijo que los tres habían sido abatidos... ¿Sin mayor problema?
- ¡Mierda, Eric, que me aspen! Lo que insinúas no es probable, Emir no hace ese tipo de planes. Ese hombre solo piensa en pequeño -. Heber alzó la mano libre y enumeró -. Sus tres estados casi siempre son: cagar, comer y coger. El orden puede variar -.
Eric bufó llevándose las manos a los bolsillos y de uno de ellos extrajo un pequeño sobre.
-En su momento lo seguimos porque nos brindó las herramientas necesarias para vengarnos de los Pokora por lo que nos hicieron -. Dijo Eric mientras tomaba una tira de fotos del sobre y con un movimiento rápido, pero medido, se las estampó a Heber.
Con fuerza en el pecho justo en el corazón, sin dejar de verlo a la cara.
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