Monstruos de ayer, de hoy y de siempre
Existen muchas cosas interesantes que las personas ignoran sobre estar en una cárcel. La primera es que no solo la gente mala, o mejor dicho "que haya hecho algo malo" va a parar ahí. De hecho, muchas personas de las que están adentro sólo están en prisión preventiva, que es lo mismo que decir que fueron a la cárcel "por si las dudas".
Otra cosa importante por resaltar es que dentro puede pasar de todo, desde las atrocidades que se ven en las películas hasta alianzas de amistad muy fuertes. Una pequeña velita iluminará más en medio de un cuarto oscuro que a mitad de un campo iluminado por el sol, la amistad en prisión es igual.
Ocurre también que dentro de una cárcel un segundo empieza siendo una hora, una hora un día, y así el tiempo no se pasa más. Esta situación con los días cambia y pronto una hora pasa a ser menos que un segundo y comienzas a ver pasar tus días como si ninguno de ellos tuviera importancia. La explicación es imple: al principio tienes esperanzas de salir pronto. Esperas en las personas que amas y sabes que estarán ahí para ayudarte, pero pronto toda la esperanza desaparece y lo único que queda es la amargura.
Muchos hombres tienen un momento de sus vidas que los marca para siempre y luego viven sus vidas conforme a lo que fueron en ese entonces. Toda la vida de una persona se puede llegar a resumir en la marca más fuerte. Una derrota, la separación de sus padres, la cárcel o quizás, en el mejor de los casos, algo positivo; Un amigo que nos enseñó demasiado, un noviazgo o algo que nos hizo ser felices aunque sea solo por un momento.
Aunque la vida es como un camino, a las personas nos gusta estancarnos en una huella, por lo que podríamos decir que la vida del hombre es solo una huellita.
Así, muchas personas se pierden en las cárceles, tanto los que pierden su libertad por estar presos como los que la pierden por tener a un ser querido en prisión. Las celdas y los barrotes son fríos, como frío es también el sentimiento de abandono. Las horas de visita estando solo, las faltas de palabras tiernas, ¡hay tanta gente dentro que todos terminan sintiéndose acosados!
Las prisiones están sobre pobladas. Algunas veces desde dentro Javier se cuestionaba si no sería bueno que suelten a un par de personas que no hayan cometido delitos graves, pero los de afuera los quieren adentro. La prision es una marca que te sigue de por vida, a pesar de haber salido hace años.
En el horario de las visitas, un abogado entró para conversar con Javier.
—Bien muchacho, te tengo buenas noticias. No pueden retenerte más tiempo porque eres menor de edad así que pronto estarás fuera.
— ¡Eso es genial! Ya estaba pensando que me dejarían aquí para siempre. Gabriela tardó mucho tiempo en recuperarse y testimoniar.
—Bueno, con respecto a eso, Gabriela no testimonió. Aún nadie sabe nada sobre ella, y sus padres se niegan a hablar del tema.
—¿Cómo? Pero... ¿qué le pasó a ella?
—Nadie lo sabe.
—¿No estuvo yendo a clases?
—No.
—¿Está internada?
—Tampoco.
—No estará...
El abogado lo interrumpió. —¿Muerta? No, no lo está. Créeme, fue necesario averiguarlo para tu caso y no hay documentos de defunción registrados con su nombre.
Javier reflexionó sobre el hecho un momento. Había pasado una semanas entera en prisión y según entendía, si hubiera sido por el padre de Gabriela hubiera sido mucho tiempo más.
—¿Entonces no se demostró mi inocencia? —quiso saber el muchacho.
—No, y difícilmente se logre demostrar.
—¿Por qué?
—No tienen ninguna prueba de que no le hayas causado el daño, y como ella no testimonió, no saben si de verdad estaba contigo obligada o por su propia voluntad.
—Pero tampoco tienen ninguna prueba para acusarme, ¿no es verdad?
—Tenlo por seguro, no obstante, ese hombre no dejaría escapar a nadie que haya atacado a su hija, sin importar que leyes te defiendan. El padre de Gabriela no solo es un hombre poderoso sino que también es un héroe local. Enfrentar a su grupo de abogados fue una tarea exigente, pero al fin la justicia funcionó sobre el poder.
—Aún no estoy conforme. La herida que ella tenía no era hecha por ningún humano, era como la de un animal. ¿Nadie observó ese detalle?
—No fue posible. Tu amiga no ha sido vista desde el día del accidente. Ella fue derivada al hospital central del pueblo pero pasaron pocas horas antes de que su padre la retirara para derivarla a algún sitio privado. Muy probablemente esté en su casa con un equipo especializado, es una familia muy pudiente.
—No sabía que Gabriela tuviera tanto dinero.
—No es solo el dinero, hay gente que daría lo que fuera por su padre.
—Entonces tengo todo un expediente mancado por algo que no hice...
—Tal vez no. El guardia que te recibió aquella noche dio testimonio a tu favor. Dijo que tú la habías traído en tus brazos y parecías haber sufrido alguna clase de ataque. Aparentemente tienes la posibilidad de ser tomado por víctima junto con ella, pero hay cosas... Montañas de ellas.
—¿Cómo qué?
—Algunos de tus compañeros y profesores afirman que ustedes dos pasaban mucho tiempo juntos, y que quizás intentaron fugarse y ella se arrepintió. Otros dicen que podías estar celoso de su novio. Y así, una montaña de hipótesis se alza sobre otra de igual magnitud.
—Eso es estúpido. Solo somos amigos.
—Para la corte eso es una teoría, y la van a verificar. Cuando la chica despierte ambos serán interrogados. Por ahora tienes que esperar al miércoles para poder retirarte. Buenas tardes Javier.
—Buenas tardes, señor.
El joven observó al abogado retirarse y sin decir ninguna palabra regresó a su celda. En poco tiempo estaría fuera otra vez, pero eso poco y nada le importaba. Él tenía que hablar con Gabriela, necesitaba saber como estaba ella. Todo lo que le habían contado de ninguna manera podía dejarlo tranquilo.
Esa noche tuvo un sueño. Soñó que corría detrás de una persona a oscuras, y que ella tenía una larga cabellera color oro. Al costado del camino había muchos huesos y justo antes de alcanzar a la persona de la larga cabellera dorada, un aullido similar al que había oído la noche de la pelea lo hizo despertar. Su corazón latía rápidamente, toda su piel estaba recubierta de un sudor frío y en sus ojos la imagen de la cabellera dorada no se desvanecía. Ese sueño significaba algo, pero sería muy difícil interpretarlo.
Javier contempló las nubes del cielo nocturno durante unos minutos. No tenía ganas de pensar y mucho menos de amanecer desvelado el día de su liberación, prefería estar bien para no preocupar a su madre. Le diría que no la pasó tan mal, que pensó mucho en ella y que estaba agradecido con su padrastro por haberle enseñado tantas cosas sobre las peleas. Mentiría diciendo que tuvo que luchar contra un loco, que su perro atacó a Gabriela y que él la tuvo que salvar. Necesitaba conversar con su amiga lo más pronto posible o su mentira tendría patas cortas.
El día de su liberación sus padres hicieron una pequeña celebración. Como no tenían familiares cercanos él no esperaba que muchas personas estén presentes, solo su madre y su padrastro, pero al llegar a casa una gran sorpresa lo esperaba.
Recostado contra las rejas y con un cigarrillo en la boca, su padre biológico aguardaba su venida. Javier caminó formalmente hacia él con una sonrisa hollywoodense dibujada en los labios. Su padre lo observó unos segundos antes de abrazarlo. El abrazo de su padre era algo tan vigoroso y lleno de alegría que lo hizo sentir paz verdadera después de largas semanas de angustia.
Se pasaron la tarde juntos, tomando mates y comiendo galletitas. Hacia mucho tiempo que necesitaba conversar con su papá.
Cuando el sol se empezó a esconder, Javier le pidió a su padre que lo acompañara un momento a caminar. Él, agradecido por no tener que soportar más los comentarios sarcásticos del nuevo marido de su ex esposa, el campeón de categoría media en artes marciales mixtas, salió a caminar con su hijo. Hacía frío, y el paisaje no era de lo más agradable, pero estaba bien. Las tardes grises tienen un tinte de melancolía que, en ocasiones como esta, calma el cuerpo y despierta el alma.
—¿papá?
—¿Que sucede?
Era necesario arriesgar una pregunta. Tenía mil cosas en la cabeza y tal vez su padre pudiera ayudarlo, o al menos controlar ese sentimiento de asfixia y preocupación.
—La noche del accidente ¿tú sabes lo que sucedió?
—Tu madre me contó la historia. Aunque no logro entender qué le hicieron a ese pobre vagabundo como para que los ataque, sé que a veces las personas cometemos errores.
—Si, es verdad, pero... esa noche no sucedió lo que les conté.
El padre de Javier lo miró admirado. Él sabía de todas sus travesuras y caprichos, pero si de algo estaba seguro era que su Javier no iba a mentir.
—¿Qué pasó esa noche? —aventuró.
—¿Me prometes que no se lo vas a contar a nadie?
—Sabes que así será.
Javier dudó. No quería que su padre lo tomara por loco, pero tampoco podía mantenerse más tiempo en silencio. Lo que habían visto esa noche, sea lo que sea, seguía libre y podía ir por él.
—¿Crees en las leyendas?
—¿A qué leyendas te refieres?
—Hombres lobo.
El padre del muchacho torció el gesto antes de contestar, como si intentara encontrar un mensaje oculto en lo que su hijo acabaña de decir.
—Bueno, en diferentes culturas del mundo creen en hombres que se transforman en bestias. Bélgica, España, Sudamérica, Grecia, inclusive hay versiones cristianas de hombres que se transforman en algún animal.
Javier se quedó observándolo en silencio. Su gesto era el de quien se decepciona por una respuesta absurda, pero en su interior solo podía pensar en cómo encarar el tema para no parecer un loco paranoico ante la mirada amistosa de su padre.
El hombre, algo confundido por el prolongado silencio, prosiguió con su discurso.
—¿Sabes? En Francia hubo una bestia que acosó al pueblo y hasta llegó a ser un problema atendido por el rey. Estuvo devorando campesinos durante 4 años hasta ser asesinada por una bala de plata. Otras versiones hablan de brujería, o cosas similares. Las historias de licantropía son de lo más comunes en el mundo. pero... ¿por qué la pregunta hijo?
—No, es solo que... —Javier suspiró profundamente—. Creo que vi uno.
El padre del muchacho no reaccionó durante unos incómodos segundos. Parecía estar buscando las palabras más indicadas a fin de sonar razonable y así mismo hacer entrar en razón a su hijo. Él tenía un don natural para eso.
—¿Cómo era?
—Él era...grande. Parecía una persona, pero con mucho pelo y con patas de perro. Bueno, todas no, solo las traseras. Las delanteras tenían dedos de hombre, pero con garras muy grandes, ¡y negras! No lo olvido. Tenía hocico como un perro y las orejas puntiagudas, con mucho pelo. Y sus ojos... eran de un amarillo intenso ¿Sabes?
—¿Él fue quien en verdad atacó a tu amiga Gabriela?
—Si.
La confesión del muchacho incomodó al mayor, dejándolo atónito por un momento. Existían solo dos hipótesis válidas ante esta situación: la primera exigía pensar que su hijo había enloquecido y lo podía transformar en el culpable directo del daño de aquella chica. La segunda hipótesis resultaba todavía más complicada porque suponía la existencia de hombres lobo... No, no podía ser, tenía que haber una tercera opción.
—Javier, ¿dónde está ahora esa criatura?
—No lo sé, y me asusta. Podría volver en cualquier momento y lastimar a alguien.
—No se oyeron casos de gente atacada por animales en los últimos días.
—¡Lo sé! Y eso me preocupa. Sé lo que vi papá, Él era real.
—"Él era real..." —repitió el hombre intentando que no sonara como una burla hacia su único hijo.
Las palabras de Javier resonaron en la cabeza de su padre por un momento. No, su hijo no estaba loco. Ya sea que vio un animal muy grande o quede verdad existan los hombres lobo, no podía dejar de creer en su muchacho.
—¿Exploraste otras hipótesis, hijo? Quizás no sea un hombre lobo. Los lobos y los perros son muy parecidos. Quizás sólo sea un bicho que se escapó de la casa de algún criadero que experimentaba nuevas razas... Quizás algo con un lobo y un dogo, o algo así.
—No papá. Esa cosa tenía forma humana. No era un lobo o un perro.
—Entiendo...
Los dos caminaron un poco más, el mayor tratando de convencer a su hijo de que lo que vio no era real, que había sido el impacto del ataque de algún perro muy grande o algún otro animal, pero todo esfuerzo resultaba vano. El adolescente no tenía dudas sobre lo que sucedió aquella noche.
Cuando el sol se escondió, la casa volvió a quedar vacía. Sin la presencia de su papá Javier la sentía así. Ese hombre ni siquiera le creyó la historia de los hombres lobo y sin embargo, solo se animaría a contársela a él. No por nada era su padre.
Esa noche volvió a tener el mismo sueño que tuvo la última noche en la prisión y otra vez al despertar no supo entender qué podría significar; los huesos a los bordes del camino, el aullido del lobo,la cabellera dorada... esas eran imágenes que no salían de ninguna de sus experiencias así que esto debía de ser algo que él no haya vivido ni una sola vez aún. Su mente divagaba sobre cada una de estas impresiones, pero ninguna idea sobre lo que pudieran significar lo conformaba del todo. Al final el cansancio lo venció y terminó por dormirse nuevamente, olvidándose del sueño por completo.
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