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Lucha de lobos

  Gólgota frunció el seño ante esa afirmación.

- Y ¿qué hay si te aniquilo?

- Entonces tú ganarás. Pero no puedes valerte de tus secuaces. En este momento ambos peleamos por el título de alfa de manera que ninguno tiene manada y si usas a algún secuaz para vencer será como usar tu jauría para atacar al circo y me tomarán a mí por alfa. Aún si lograras matarme ellos te acecinarían a ti y a quién te ayude y buscarían a otro para alfa. Esas son las leyes de todo lobo.

Gólgota comenzó a reírse estrepitosamente de nuevo.

- ¿Entonces es así de simple? ¿Si te mato retomaré el control, seguiré con mi plan y además de eso me desharé de ti, todo de una sola vez?

- Tú lo has dicho.

- ¡¡Pues comencemos de inmediato!! Tu cabeza será el trofeo que me llevaré esta tarde para colgarla sobre mi trono cuando gobierne este mundo y tu hija será mi premio.

Y tras gritar estas palabras con su furia marcada Gólgota emprendió una carrera hacia Joseph y saltó hacia él alcanzando en el aire la transformación de lobo poderoso que habían realizado Joseph y Javier antes. Joseph saltó hacia atrás con una voltereta en giro y entró también en ese estado. Pronto una contienda entre un lobo gris y un lobo marón claro se desató frente a todos los allí presentes. Javier, Hamber y Sofía continuaron presurosos con las vacunaciones mientras los demás voluntarios que habían sobrevivido huían desesperados del bestial enfrentamiento. Olvidando toda técnica de lucha humana Joseph y Gólgota se enfrentaron como dos lobos salvajes gigantes y feroces. La sangre de ambos lobos brotaba de cada herida demostrando que ni la gruesa piel de esa transformación era suficiente para detener a los poderosos colmillos. Javier no pudo soportarlo más y tomando a Sofía consigo se ocultaron bajo una estructura de metal. Hamber ayudó a huir a los hombres que todavía estaban presentes en el lugar e intentaron llevarse también a los recién vacunados, ni siquiera notó que los muchachos se habían quedado atrapados entre la salida y las bestias. Javier no pensaba dejar solo a su amigo y observó cómo el lobo gris mordía con entusiasmo el rostro de su oponente mientras este otro trataba de asestar un golpe letal al cuello de Joseph sin lograr un resultado. Sus cuerpos chocaban mientras garras y colmillos desgarraban la carne de ambos lobos en cada cruce. Pronto la sangre se apoderó de los ojos del lobo marrón impidiéndole ver para permitir que Joseph tomara ventaja de la situación y de un mordisco destrozara las patas de su adversario. Gólgota se postró derrotado y alzó los ojos tratando de ver cómo el lobo gris determinaba su final. Joseph se volvió a transformar en humano, alzó el cuchillo con el que Javier lo había amenazado y se dispuso a acabar con Gólgota en un solo movimiento pero la voz de Javier lo detuvo.

- ¡¡¡Alto!!!

 Joseph se volteó extrañado. Javier se acercaba corriendo hacia ellos y se interpuso entre ambos licántropos con los brazos extendidos.

- No puedes permitir que esto termine así. Si construyes un nuevo reino a partir del odio la historia solo se repetirá, debes buscar otra solución.

Joseph observó incrédulo a su amigo para luego desviar su atención sobre Gólgota quien ya había perdido la transformación del lobo definitivo y había vuelto a ser un hombre normal. Sonrió, Javier tenía razón, no podía dejar que esta fuera la historia de su victoria. Frente suyo tenía a sus dos amigos más grandes y debía escucharlos esta vez. Quizás había otra manera que el odio no le había permitido ver.

- Tienes razón mi pequeño colega...Después de todo ya está hecho, he vencido. Este lobo no gobernará más, soy yo el alfa de la jauría, ¡No! de todo el circo de la luciérnaga. Ahora si todo terminó.

Y dicho esto Joseph abrazó a Javier a manera de agradecimiento por haberlo salvado de volver a convertirse en la bestia que nunca quiso ser. Javier le devolvió el abrazo y con delicadeza le quitó el cuchillo que sostenía en la mano. El abrazo duró pocos segundos y de pronto Javier clavó fuertemente el cuchillo en la espalda de Joseph a la altura del corazón. Ambos se agitaron sin comprender la situación, Gólgota rió con su tono burlón.

- Tu lo dijiste Joseph. No se puede obligar a alguien a hacer algo que no quiere, no se puede dominar la voluntad ajena, más, nadie dijo nada sobre tentar a las personas. Son tan débiles que si alguna vez se dispusieron a hacer algo con facilidad concretarían la acción, solo un empujoncito basta.

Javier sintió como una energía lo dominaba y lo llevaba a acabar con su mentor. Su pecho estalló al ver caer a su amigo bajo el filo del cuchillo que él mismo empuñaba, Gólgota lo había engañado.

- Por favor, no, yo no quería hacer esto. ¡Perdóname!

Joseph no le respondió con palabras sino con su cálida sonrisa. Luego con su dedo apuntó a su contrincante. Gólgota, que había estado observando todo esto riendo groseramente intentó levantarse, pero una mano se lo impidió. Luego más manos pertenecientes a todos los lobos cercanos lo tomaron de sus cuatro miembros, de los codos, del cabello y de la ropa y lo arrastraron entre golpes y gruñidos hacia el mar.

- Gólgota rompió el principio de honor de los lobos al usar a un tercero para vencer en una contienda por el título de Alfa. - Balbuceó Joseph mientras Javier intentaba ayudarlo a levantarse

Los lobos que se llevaron a Gólgota desaparecieron de la vista al hundirse en la arena. Unas manos trataron de sujetar a Javier pero Joseph dio un alarido pidiendo que no le hicieran nada y los lobos cumplieron obedientemente. Abril se arrojó a los brazos de su padre sollozando y observó con dolor a Javier. Esa mirada no se le borraría jamás de la memoria. Abril cargó a su padre sobre su espalda al tiempo que se convertía en una pequeña loba gris y corrió hacia el norte a una velocidad inigualable llevándose a Joseph consigo. El terror de aquella situación cesó y paulatinamente los lobos se fueron levantando, acercándose al lugar donde Javier estaba y entrando en su forma humana se postraban ante quien ellos consideraban el vencedor de la contienda, su nuevo alfa. Javier no lo podía entender, él ni siquiera era un hombre lobo, pero sus ojos amarillos no mentían y bastó con que les dijera que vacunaran hasta al último licántropo mordido para que ellos lo hicieran de inmediato. 

Javier observó a su al rededor muchas caras, todas ella tullidas y esperanzadas, pero ninguna era la de Gabriela. Corrió en búsqueda de su amiga pero no la veía. Pronto un lobo negro se convirtió en hombre en frente suyo y le dijo con una voz amargada

- Yo sé a quién busca mi señor. La encontrará si sigue ese camino.

Y dicho esto el lobo se arrodilló e inclinó la cabeza. Javier no le respondió, solo corrió en la dirección indicada. Sus pasos le costaban, sus músculos le dolían. Había inspirado demasiada anestesia y polvo y un mar de emociones que lo dejaron algo tonto pero aún así corrió. Sabía que la alcanzaría. Pronto una figura femenina se vislumbró en la lejanía, caminando a paso de tortuga, como si arrastrata los pies. La tarde empezaba a caer.

- ¡Gabriela! - Gritó el joven. la muchacha volteó y luego se quedó parada en el lugar esperando a que Javier llegara.

- Has arruinado todo. - Solo mencionó al tenerlo cerca

- Tengo la cura. Podemos curarte Gabriela, ven conmigo.

- Has arruinado todo.

- ¿De qué hablas? El circo de la luciérnaga es pasado y toda esta historia de hombres lobo también. Ven conmigo Gabriela.

- ¡Yo iba a ser una líder, tú has arruinado todo!

- Hice todo esto por tí.

- Dile a tu amigo que Jamás me uniré a su manada. Yo solo tomo a Alpha como alfa.

- Él no es el Alfa, yo lo soy. Joseph ha caído por un error mío.

- ¿Tú eres el alfa? Pero ni siquiera eres un lobo.

- Lo era hasta que tomé la cura. Ve mis ojos amarillos, ¡también podemos curarte a tí! Solo ven conmigo Gabriela.

- Si tu eres el alfa, entonces eso quiere decir que solo debo matarte y todo volverá a ser como antes.

- ¡¿Qué?!

- Ni siquiera eres un hombre lobo, esto será más fácil que respirar.

Gabriela corrió el maquillaje que la cubría y frente a Javier un lobo enorme se alzaba hostilmente. Javier intentó correr pero la velocidad de su amiga era muy superior y con un golpe lo derribó dejándolo completamente adolorido. Gabriela lo aplastó con sus patas delanteras e intentó morderlo en en la garganta pero Javier la sujetó de las orejas y usando sus rodillas como palanca se la quitó de encima para luego sujetarla del cuello por detrás con un brazo mientras con el otro evitaba que lo cabeceara. La loba rodó por el piso logrando que el muchacho aflojara la toma y luego lo golpeó con sus brazos para tratar de derribarlo nuevamente. Esto enfureció a Javier y con una patada la empujó contra un árbol y la hizo caer. Gabriela arrancó una rama del árbol y la arrojó contra el joven el cual recibió el golpe cubriéndose con los brazos para luego saltar en dirección a su amiga y volver a tirarla al suelo con una patada voladora. Javier intentó someterla con una toma de jiu jitsu pero ella era más fuerte y su anatomía no era humana por lo que se libró fácilmente del joven y con un nuevo golpe logró romperle el hombro. Javier estaba perdido, toda su manada estaba lejos, Su cuerpo ya no le respondía y su mejor amiga estaba dispuesta a matarlo. Todas sus fuerzas lo abandonaban pero de pronto una energía surgió en su interior haciendo que su anatomía cambiara y se convirtiera lentamente en el lobo superior que había sido justo antes de que le inyectaran la cura. Gabriela gruñó con fuerza y ambos lobos se cruzaron en un corto combate que terminó con un empujón realizado por el muchacho el cual estampó a su amiga contra el piso convirtiéndola nuevamente en humana.

- Ya, solo termina conmigo maldito. Te odio, has arruinado mi vida. Ya no quiero vivir.

Javier regresó a su forma humana.

- Yo no quiero lastimarte. Permíteme mostrarte que hay mucho por qué vivir.

- Tú no lo entiende. 

Gabriela arrojó tierra a los ojos de Javier y cuando éste pudo volver a ver ella ya no estaba ahí. Los lobos del circo llegaron y encontraron al joven sentado en el piso solo y con el cuerpo cubierto de polvo.

- Hemos vacunados a todos los lobos que nos permitieron implementarles la cura señor. ¿Qué debemos hacer ahora?

Javier suspiró y con gran esfuerzo se levantó para felicitar a su manada. Pronto repetirían la acción en el resto del mundo. Un nuevo ejercito de licántropos se alzaría ese día con la misión de terminar con la licantropía a nivel mundial, comandados por un muchacho que ni siquiera había terminado aún la secundaria. Un mes más tarde Javier salió a pasear por el lugar donde había ocurrido la fallida inauguración y pudo ver que aún había vestigios de lo ocurrido. Caminó solitario hasta que una figura hizo que frenara su marcha y centrara su atención en aquella. Gabriela y Javier se miraron por unos segundos que parecieron eternos hasta que la muchacha decidiera abrir el diálogo.

- Has hecho mucho para llegar a mí, sabes.

- Y tú has hecho mucho para alejarte de mí.

- ¿cómo se tomaron los humanos todo este embrollo?

- Como un accidente. Según ellos un grupo de leones escapó del zoológico, terminó en medio del evento y la policía usó gases lacrimógenos para espantar a las personas y atrapara los felinos en medio de la confusión. Nadie cree que haya sido producto de hombres lobo, salvo quienes nos ayudaron a vacunar, quizás.

- ¿Tu doctora publicó su trabajo de investigación?

- No lo hizo. Piensa más en borrar esta enfermedad antes que en anotarla en los libros.

- Es tan idiota como tu. Siempre lo dije.

- Ella es una gran persona. ¿qué ha ocurrido con tus padres?

- Yo me encargué de ellos. Ahora somos una familia de licántropos.

- Ya veo.

- Vamos a retomar el control del circo de la luciérnaga Javier. Tú circo.

- Entiendo. ¿Entonces quieres hacer el sueño de Gólgota realidad a pesar de saber su final?

- No seas tonto, yo no haría eso. Este no es el sueño de Gólgota, es el mío ahora.

- Te estaré cazando.

- Te estaré esperando. Tú haz lo mismo. 

Y dicho esto Gabriela desapareció. Javier temía no volver a verla nunca más. Lo entristecía dejar que toda la historia terminara así, pero debía confiar en su propia capacidad de discernir. Después de todo era verdad; No se puede obligar a alguien a hacer algo que no quiere, no se puede dominar la voluntad ajena.  



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