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Joseph Pride

  Primero comenzó por dolerle el pecho. Una fuerte punzada que se extendió por más de diez minutos los cuales parecieron ser una eternidad hizo a Javier sacudirse y gritar desaforadamente hasta que esa sensación pasó para que luego el dolor se extendiera a cada músculo de su ser. Sus manos comenzaron a cambiar, su rostro, su voz. Pronto la figura de Javier se vio reemplazada por otra muy diferente la de un humano. Un odio muy fuerte estallaba dentro del pecho del muchacho y lo obligaba a avanzar hacia el poblado más cercano con la intención acecinar a todo ser que se atravesara en su camino. Sentía la necesidad de demostrar al mundo cuán poderoso podría llegar a ser pero su anhelo de paz fue más fuerte y logró controlarse poco antes de llegar a ver la ciudad. Sus sentidos se agudizaban, su olfato, sus oídos, su visión...Poco apoco dejó de ver los colores para solo apreciar luces y sombras más eso solo logró enojarlo más. Todo motivo por más pequeño que fuera desencadenaba la apertura de canales de ira acumulada durante toda la vida del joven. Javier tuvo que evitar a toda costa el pensar en Gabriela y la manera cruel en que lo había tratado a fin de no perder la conciencia y comenzar una masacre en el pueblo donde vivía Hamber. Tuvo miedo y lo expresó con violencia. Sintió rencor, sintió abatimiento y pánico. Temía que nadie lo pudiera ayudar, se sentía idiota por estar atrapado en esta nueva condición.

  Pronto comenzó a correr sin rumbo alguno mientras la luna reflejaba hermosos rayos color plata sobre su piel. No había llegado a convertirse en el lobo completo sino en esa deformación humanoide a la cual se había enfrentado la noche que mordieron a Gabriela y por eso corría aún más riesgo.

  De un momento a otro la desesperación lo volvió paranoico y a fin de no perder la poca de cordura que le quedaba buscó refugio en una pequeña cueva cavada en la tierra por algún animal. Tuvo que arañar las paredes para poder agrandarla lo suficiente como para entrar. Dentro de la cueva la luz no alcanzaba su piel y todo era oscuridad, de manera que el dolor volvió solo para llevarse la forma monstruosa del semi lobo en que se había convertido y poder volver a sentirse un humano otra vez, aunque ni siquiera él mismo lo pudiera ver.

  Su mente estaba fuera de control, intentaba buscar motivos para no enojarse pero el dolor que lo abrumaba generaba que su ira estallase violentamente y lo hiciera sentir desesperado por estrellar sus puños contra algo que cediera y crujiera como cajones viejos o el esqueleto de algún humano. Javier temió perder el control nuevamente de manera que no se atrevió a salir de su escondite.  Pasaron los minutos, los segundos, las horas...la noche se hizo día, pero nada cambió con eso. el joven permaneció ahí, encerrado, apartado de toda luz por varios días. No podía saber con seguridad cuánto tiempo había permanecido inmóvil porque no se atrevía a salir de su escondite y la única manera de permanecer quieto era quedarse dormido el mayor tiempo posible.

  Perdió conciencia del paso del tiempo, el hambre lo volvía loco, la cabeza se le agolpaba de pensamientos incoherentes de odio y desesperación, pero nada de todo esto lo hizo salir de su agujero. Javier preferiría morir allí antes que dar muerte a algún ser inocente de afuera. En parte era una responsabilidad humana de sus propios actos para con el medio que lo rodeaba, pero después de pensarlo mucho tiempo (tal vez días) Javier entendió que el motivo por el que no se atrevía a salir era en realidad para no faltar a la promesa que le había hecho a Hamber de no lastimar a ningún ser con su intento de obtención de un hombre lobo. De pronto todo este plan le parecía ridículo, ¿qué le diría a la doctora? "mira, no pude conseguirte un hombre lobo, así que me convertí en uno. ¿No es genial?..." No. Eso definitivamente no funcionaría. Tenía que buscar un plan para salir de esta situación, uno bueno pero su incapacidad para concentrarse en algo que no fuera el dolor y la ira volvía estéril cualquier intento de razonamiento. Ni todo el tiempo que permaneció en la cueva lo ayudaba a buscar una solución viable.

  Cuando el Hambre se hacía insoportable Javier intentaba salir. Buscaba una idea o algo que lo ayude a mantenerse coherente tras la incidencia de la luz del sol...Quizás el pensar en sus padres le daría la fuerza para dominarse, pero cada vez que se acercaba un poco a la entrada, junto con el dolor físico el dolor emocional le hacía olvidar todo lo bueno y nuevamente se desplomaba dentro de la cueva para escaparle a la dolorosa transformación. Intentó mas tarde pensar en Caleb o en alguien de su niñez pero nuevamente falló. El recuerdo de Hamber, con su forma de ser desinteresada y alegre lo ayudó un poco al menos a mantener la cordura mientras permanecía en la cueva pero nada era suficiente para garantizar una salida. Cualquier intento de dominar el estado lobo era inútil.




"¿qué es realmente el odio? Esa emoción que quema por dentro que tantas veces se asoció a hacerle mal a los demás, ese sentimiento de autodestrucción y caos social. ¿Qué es? Todo dentro de los seres humanos tiene su razón de ser, cada emoción es parte de un proceso de crecimiento constante individual y colectivo que nos define y nos regula como especie. ¿El odio es parte de ese proceso? Si, definitivamente el odio nos define como especie, somos los únicos capaces de odiar. De hecho, los animales no odian, solo aman. Quizás el hecho de poder odiar fue lo que nos desató a la inteligencia porque es estúpido amar como lo hacen los perros. El odio le dio inteligencia y juicio a nuestro amor de humanos, permitiéndonos elegir a quiénes amar y a quienes no, o más bien abriéndonos las puertas a dejar de amar a quienes no se lo merecen. El amor es un ideal demasiado alto como para brindárselo a cualquiera, merece un ángel guardián que lo proteja de las mentalidades insipientes de seres crueles y ese ángel protector es el odio. Así, solo amamos a los que nos permiten amar y nos salvamos de las heridas. El odio regula el crecimiento de la especie humana de una manera muy simple. Nos odiamos, nos cuidamos de los otros y podemos seguir creciendo en paz. El odio es poder y requiere voluntad, así como la requiere cualquier otra emoción."

  Javier se pasaba los días sumido en estos pensamientos. Pensaba que el poder reflexionar sobre los sucesos de la vida era un don concedido a pocos y que debía sentirse un privilegiado de su condición a pesar de estar muriendo. Ya se cumplirían más de cuatro días desde que se inyectó la sangre de su amiga y con ella la maldición de la licantropía. Las voces de las aves habían calmado los ruidos molestos en su cabeza, con el tiempo se acostumbró tanto a la oscuridad que ya podía diferenciar cosas a pesar de que la luz era tan baja que inicialmente no había podido vislumbrar nada. Esto quizás se debiera a su nueva condición física, tenía la visión de un hombre lobo. Sentía los olores con más profundidad, los diferenciaba claramente, algunos hasta le molestaban en la nariz. Todo este mundo nuevo que se le había abierto moriría con él en la proximidad de los días venideros...Javier estaba feliz. Se había rendido a tener que seguir cuidando a su amiga licántropa. Ya no necesitaba preocuparse por nada, todo estaría bien. Quizás el cielo sería un buen lugar para descansar de tantos esfuerzos realizados en los últimos meses, sentía que se lo merecía de verdad. El chico no veía razón para salir de la cueva. Nada bueno lo esperaba allá afuera.

  La tarde dio paso a la noche y la lluvia convirtió la cueva en un lugar inhóspito y repulsivo pero eso a Javier casi no lo molestó. Permaneció inmutable esperando su final, recordando los pocos momentos de felicidad plena en su vida, intentando hacer de cuenta que esos eran todo lo que la compuso. Podría haber aprovechado la oscuridad causada por la sombra de las nubes que tapaban las estrellas para salir, pero los relámpagos atentaban contra toda esperanza al iluminar el cielo por un segundo fugaz y así la noche se convertía en un laberinto intransitable donde cada destello de luz significaba un callejón sin salida. Y después de todo ¿Para qué salir? Estaba mucho mejor ahí, donde no podía lastimar a nadie.

  Recuerdos, eso era todo lo que necesitaba. Una vida basada en momentos inmemorables, huellas y huellitas que se convirtieran en todo el camino que valiera la pena andar. Estancar los pies sobre la huella de cada recuerdo ya sea un momento hermoso o algo que valiera la pena olvidar si bien eso significaba perderse de la complejidad y la belleza del camino, eso no implicaba el no seguir andando solo significaba hacerlo sin levantar los pies, arrastrar la huella perpetua hasta el final. Junto con ella terminaría por arrastrar montañas y montañas de piedras compuestas de experiencias que de otra manera hubiera saltado sin mayor complicación. Metafóricamente hablando, las huellas a las que se ataba, los recuerdos felices, eran el motivo de la escasa cantidad de plenitud y de momentos de alegría en su vida. Aferrarse a las cosas buenas de su pasado le hacía volver a valorarlo todo y a pesar de eso ahora se encontraba encerrado en una cueva, sin poder salir, sabiéndose una bomba a punto de estallar en contra del inocente más cercano a causa de su propia infelicidad...todo era gris visto desde la perspectiva de una cueva.


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  Fue así que la quinta mañana luego de quedar atrapado en una grieta cavada por un animal, Javier pudo oír una voz desde el otro lado de la cueva. Parecía la voz de un hombre, pero su profundidad y dulzura le transmitían una paz que difícilmente relacionaría con la idea de "hombre" que él llevaba en su cabeza ahora. Al principio era solo un murmullo en otro idioma, algo inentendible para el joven desde el interior de esa gruta, pero luego la voz se fue aclarando. Definitivamente era la voz de un hombre. Javier claramente pudo oír decir al extraño:

- Buenos días joven caballero. Es un honor encontrarlo, de verdad. Sería usted tan amable de salir de esa desagradable cueva para poder conversar conmigo.

  El chico se sintió paralizado, ¿cómo sabía el extraño sobre su paradero?¿Cómo sabía que él era un muchacho joven, si ni siquiera había suficiente luz para diferenciar su nariz de la silueta del perfil del suelo...? No importaba, era necesario sacarse de encima al invasor sea como sea. Era por su propio bien.

- ¡Lárguese de aquí! No quiero conversar con usted.

- Realmente lamento oír eso, pero...resulta que no puedo. Verá usted, es menester que conversemos. Tengo grandes planes para con usted y en la situación en la que está, creo que me necesita.

  ¿Qué rayos significaría eso? el tono anglosajón del hombre que le hablaba y sus palabras incoherentes no hacían más que enardecer la ira del joven.

- ¡Váyase! Yo no puedo ayudarle...búsqueme en otro momento, ahora no puedo servir a nadie.

- En realidad, por su olor diría que no le queda más que esta tarde de vida. Si no lo socorro de inmediato usted podría morir, de manera que sin importar su propia voluntad lo ayudaré de todos modos. Aunque sería muy agradable poder contar con su cooperación. ¿Podría usted salir?

  Javier estaba desbordado de ira. Este extraño venía a arruinar todo el trabajo que le costó mantenerse en ese sitio para no herir a nadie, y aún a costo de romper con la promesa que le había hecho a Hamber, sentía el deseo desgarrador de salir a devorárselo. Javier luchaba con todas sus fuerzas contra el instinto acecino.

- ¡He dicho que se largara!

- Señor, me veré obligado a usar la fuerza. O sale usted o entro yo.

  Javier no lo pudo tolerar ni un minuto más. Lamentaba romper con su palabra, pero este ser había roto con su irritabilidad y el no se lo pensaba permitir. Haciendo abuso de las pocas fuerzas que aún le quedaban se lanzó de un salto fuera de la cueva. La luz de la mañana incidió directamente sobre su piel transformándolo rápidamente un enorme lobo negro con marcas color cobre en los muslos y el lomo. Su fuerza, energía y vitalidad subieron abruptamente. Javier perdió la razón y buscó eufórico al hombre que le había hablado pero a su alrededor no había forma humana alguna. En lugar de eso, un lobo gris permanecía sentado apoyado sobre sus patas traseras mientras observaba el espectáculo transmutatorio que el joven acababa de ofrecer moviendo alegremente la cola.

- Buenos días joven. Por fin coincidimos en un mismo espacio.

  Toda la euforia de Javier se apagó en un momento. El misterio lo consumió por completo. Frente suyo tenía a un lobo que literalmente le estaba hablaba. Él mismo había tratado de articular palabra sin éxito alguno habiéndose convertido en un semi licántropo y de pronto un lobo completo podía hablarle en claro idioma humano. Javier pensó que había enloquecido a causa del hambre y temió haber perdido la razón, pero el lobo lo sacó de su mundo de fantasías con nuevas palabras adornadas por su profunda y dulce voz.

- Me alegra que haya decidido salir de ese agujero. No es que disfrute criticar los hábitos de las culturas diferentes, pero realmente me resulta un sitio inapropiado para morar.

  Javier no le respondió, solo lo observaba en silencio mientras que en sus ojos amarillos permanecía una expresión de ira y desconfianza.

  El extraño prosiguió.

- Debe tener hambre. Tengo mucho alimento en mi hogar. Si gusta, podemos ir a comer algo de inmediato.

- Perdón, espera un momento ¡¿Quién eres?! ¿Cómo es que puedo hablar contigo?... ¿Qué tanto sabes sobre mí?

- De a poco joven, son muchas dudas para ser respondidas tan a prisa. Además yo fui el que preguntó primero ¿Gusta de acompañarme?

  El muchacho no supo qué responder, de manera que solo levantó su cuerpo canino y lo siguió en silencio. El extraño personaje comenzó a caminar mientras movía la cola enérgicamente. Su paso era lento y alegre, probablemente él estaba considerando la debilidad del muchacho para no avanzar a gran velocidad. Lo llevó por un sendero que surcaba una gran arboleda, luego giraron en una pradera que continuaba por kilómetros. Javier trató de permanecer atento a fin de no olvidar en qué lugar estaban pero no pudo evitar perder la noción del lugar cuando caminaban entre los pastizales viejos y amarillos de la estepa llana. Los sunchillos y los tréboles de diferentes colores adornaban el ambiente generando cuadros de ensueño a lo largo de toda la extensión, mientras las palomillas y los chimangos trazaban hermosas figuras en el cielo decorándolo todo con su majestuoso vuelo. La tierra mojada ensuciaba las patas peludas de ambos lobos mientras las gotas de rocío que permanecían en el pasto se agitaban en el aire tras el paso firme de los canes. La hierba estiraba los cabellos del cuerpo lobezno de Javier y le impregnaba su aroma tan particular brindándole una sensación incómoda, mezcla extraña del cansancio del viaje y la melancolía del cielo gris. Javier sentía enormes deseos de comenzar con el interrogatorio, pero le resultaba difícil seguirle el paso al lobo que lo guiaba y al no tener energía suficiente para mantener un diálogo deliberadamente optaba por el silencio. Estuvieron caminando lo que al muchacho le parecieron horas al cavo de las cuales llegaron al fin a una pequeña a mitad de la nada. Ingresaron por una entrada estrecha y tras permanecer en silencio en una habitación a oscuras una luz roja se encendió brindándole al chico la visión de una sala enorme y muy bien iluminada. El brillo emanaba un grupo de velas cubiertas por cúpulas de tela de color carmín. Las paredes de esa sala eran prolijas y estaban recubiertas de repisas llenas de adornos extraños tallados en madera y con piedras de distintos colores incrustadas. De las paredes colgaban tres hamacas de tela con unos diseños artesanales que emulaban animales uyendo en manadas. Había también cuatro muebles cerca de cada esquina sujetando los bordes de una alfombra tejida a mano con diseños rupestres y dos orificios que conducían a túneles pero estos permanecían a oscuras de manera que no pudo divisar qué habría dentro.

  La luz roja surtió efecto sobre los lobos y poco a poco ambos recuperaron su forma humana. Como Javier lo había imaginado el lobo gris era en realidad un licántropo algo mayor que él. Llevaba la barba prolijamente cortada y sin bigote, el cabello le llegaba hasta por debajo de los hombros y sus ojos brillaban de amarillo aún bañados por la luz roja como los habían hecho los de Gabriela después de su primera transformación. Javier imaginó que los suyos serían iguales pero todavía no había tenido oportunidad de confirmarlo.

- Siéntase como en su casa – dijo el hombre lobo mientras con la mano realizaba un ademán indicándole a Javier que la alfombra era en realidad el único asiento disponible.

  El joven se sentó con las piernas cruzadas para ocultar su desnudez y observó como el extraño salía de la habitación por uno de los túneles oscuros. Todo allí dentro olía a canela, quizás porque en una de las mesitas ratonas había un sahumerio rojo que despedía ese aroma. El extraño regresó con una fuente de barro de alfarería hecha a mano con adornos de animales modelados en sus bordes y con una túnica muy sucia que ofreció a Javier para que se la pusiera. En el interior de la fuente llevaba muchas frutas y hortalizas descascaradas. El hombre comenzó a trozarlas formando una ensalada extraña y poco apetecible que incluía rebanadas de manzanas, tomates cherry, algunos frutos secos y remolacha con algunos aderezos que Javier no pudo reconocer.

- Discúlpeme, pero por ahora no tenga nada mejor para ofrecerle. Realmente no esperaba encontrarlo cuando salí a comerciar hoy por la ciudad. - Dijo el extraño mientras revolvía la ensalada despreocupadamente.

- Está bien, le agradezco mucho su hospitalidad...perdón, pero aún no me ha dicho su nombre y sería muy agradable poder saber a quién debo tan grato favor. - Javier intentaba hablar como el hombre a fin de que él se sintiera en confianza y no sospechara que en realidad poco le importaba su hospitalidad. Este era un hombre lobo y por consiguiente debía ser eliminado.

- Oh, Discúlpeme. He sido descortés. Me llamo Joseph Pride y vengo de Escocia. Soy un hombre lobo hace muchos años y desde entonces viajo por el mundo vendiendo mis artesanías por todas partes.

- Mi nombre es Javier y soy de un pueblo de aquí cerca. a mi nadie me mordió. Yo solo decidí inyectarme sangre de hombre lobo para poder ayudar a una amiga.

  Joseph perdió el gesto alegre instantáneamente tras oír las palabras del joven. Probablemente se sentiría un idiota por haber brindado ayudado a un loco y también por permitirle entrar a su guarida, pero estaba bien que lo pensara así. Al final de cuentas su vida estaba pronta a acabar y era bueno que se sintiera estúpido aunque sea una vez antes de morir. Después de todo lo merecía por ser un hombre lobo.

- Me resulta difícil imaginar cómo podrías ayudar a alguien muriendo allí en esa cueva. – respondió finalmente el licántropo tras varios segundos de concentrado silencio mientras seguía con la mirada cada trozo de vegetal que caía en la fuente que había dentro de la fuente.

- No pretendía morir allí, pero las circunstancias me superaron. Tal vez hubiera sido lo mejor dejar el mundo sabiendo que es imposible mantener el control de mi mismo una vez que me transformo en un lobo. – Javier inclinó la cabeza para evitar la mirada amarilla de Joseph. – No debí aceptar su ayuda. Soy un tonto.

- ¿De qué está usted hablando? Claro que es bueno aceptar la ayuda de los demás. Yo estoy muy feliz de haberlo encontrado, no conocía a nadie aquí. Y además, es usted muy joven para abandonar el mundo tan pronto y peor aún bajo esos argumentos. El estado de lobo si se puede controlar.

  Javier se sintió dolido tras oír las palabras del señor Pride. Si el estado lobo se podía controlar eso quería decir que Gabriela jamás lo había intentado, que acecinó a toda esa gente por puro placer. Su amiga se había convertido en una mala persona.

- ¿Pero cómo es posible controlarlo? Es tanto el sentimiento de odio al transformarse...

- Se trata de algo muy sencillo – respondió Joseph – usted tiene que aprender a controlarse a sí mismo, nada más.

- Ok, entiendo, pero no es tan sencillo como tú lo dices.

- ¿tú? Oh, en este país se tutean también. Disculpa, cada sitio que visito es diferente. Además el español no es mi fuerte.

- Tu acento lo deja bastante claro. – respondió Javier. Empezaba a caerle bien este personaje. Si él podía enseñarle a controlarse mientras estaba transformado en lobo, quizás podría ir con Hamber para hacer los estudios después de todo y con eso podría salvar a Gabriela. – ¿cómo puedo controlarme en estado lobo?

- De la misma manera que se controla cualquier ser humano. Tienes que darle su lugar a cada cosa dentro de ti. El cuerpo sirve para expresar, la cabeza para pensar y el corazón para sentir. Si sientes con la cabeza te equivocas. Si piensas con el corazón te equivocas. Si lo que quieres expresar no llega a manifestarse de alguna manera con el cuerpo te reprimes. Tienes que permitir que cada parte tuya tome su lugar primero para luego poder integrarla.

- Integrarla - Exclamó el joven

- Si. convertir tus sentimientos en poder. convertir tu cuerpo en una forma de expresión de algo mucho más profundo. Convertir tu razonamiento en el único camino para lograr tus metas. Saber integrar buscando el equilibrio y dejándote ser. La destrucción y el caos están dentro de ti como así también la realización y el bien común. Eres único y poderoso, pero usarás ese poder para conseguir el bien de los demás y así encontrar tu propia felicidad.

- No creo en la felicidad, mi amigo. Yo al menos nunca la pude hallar.

- La felicidad es como una mariposa.- respondió Joseph, quien había recobrado su amistosa sonrisa. – basta con que brilles para que se ponga a dar vueltas a tu alrededor.

- ¿sabes? Es extraño oír hablar a un hombre lobo sobre felicidad. Todos los que conocía de lo único que sabían conversar era acerca del odio.

- Aparentemente no conociste a muchos.

- Es verdad...

- No está bien que nos juzgues sin conocernos. Así se crean los prejuicios. La gente acepta los errores de los que son parecidos a ellos y si te ven similar, te considerarán alguien bueno porque se consideran a si mismos buenas personas. Entienden que el que roba y se les parece lo puede hacer por necesidad, pero el que no se les parece les resultará repulsivo y causa de miedo y violencia. Así los hombres nunca se comprenden, ni nos comprenden a los lobos.

- ¿Con esto me estás queriendo decir que te duele que la gente no te acepte, o que tú tampoco eres feliz?

- La gente si me acepta.

- Pero te trata como a un perro.

- Aparentemente no sabes las muchas posibilidades que tienes de permanecer en forma humana aún en presencia del sol.

- Realmente no conozco ninguna.

- Está bien, eso es normal. Cambiemos el tema, dudo que tengas un lugar a donde ir. Yo te enseñaré todo lo que pueda, y si quieres puedes quedarte aquí en mi casa. Verás como es posible ser un hombre lobo y vivir entre humanos sin problema alguno.

- Eso me encantaría. Estarías salvando mi vida...

- No es nada. Termínate tu ensalada y luego descansarás en una cama hasta reponerte. Hasta entonces es difícil que puedas controlarte o pensar como corresponde. Con hambre no se piensa bien.

  Javier realmente deseaba seguir conversando, sobre todo tras oír que se podía controlar las transformaciones frente a la luz del día pero algo en Joseph le generaba la confianza suficiente como para dejar la prisa de lado y solo esperar a que su nuevo amigo decidiera cuando sería el momento justo para llegar a ese conocimiento.

- Te lo agradezco mucho. ¿Qué harás tú mientras tanto?

- Tengo que volver a la ciudad a buscar lo que dejé abandonado por seguir tu aroma. Tardaré casi una hora en volver pero quiero que uses ese tiempo para descansar. Habrá una cama acogedora en aquella habitación. Puedes llevarte la luz si quieres, a mi no me hace falta, luego podremos seguir conversando.

  Tras decir estas palabras y sin agregar ni siquiera un simple "adiós"o "hasta luego" Joseph Pride salió de la cueva y Javier pudo oír como su cuerpo se transformaba aunque no emitió grito alguno. Después de unos minutos dejó de sentir su aroma y el silencio fue el único compañero dentro de la iluminada sala. El joven terminó su ensalada y buscó la cama en la cueva que Joseph le había indicado. Se encontró con un colchón sucio tirado en el suelo y relleno de pelo y heno. Muy probablemente Joseph haya juntado el cabello de sus transformaciones para hacer ese colchón, lo cual era desagradable pero ingenioso. Javier se dejó caer pesadamente sobre el colchón y una nube de polvo se levantó haciéndolo toser y reír por la rusticidad de su educado anfitrión. Javier sentía un renovado aprecio por los hombres lobo, poco le importaba que hace unos días ellos habrían sido la causa de su cólera y del desequilibrio de todo lo que él conocía como "su vida". Su nuevo mundo parecía más bello y lo seguiría siendo alumbrado por la idea de controlar todo ese poder y poder usarlo para algo bueno. El sahumerio había perdido efecto y ahora una nueva mezcla de aromas inundaba su nariz y le hacía sentir protección, calma y felicidad. Javier quiso probarlo que Joseph le había enseñado y expresó en voz alta todo lo que sentía con una simple oración:

- Estoy en el cielo... ¡y huele a perro!

 Pronto el sueño venció al muchacho y descansó por fin con una sonrisa después de tanto tiempo de amarguras, pensamientos y sentimientos que al fin de cuenta no deberían estar ahí.

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