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Buscando soluciones

  Los ojos de Gabriela perdieron toda expresión humana. Su cuerpo entero se estremeció y comenzó a tambalearse mientras un olor muy fuerte a grasa quemada se desprendía de ella marcando las múltiples reacciones que debían estar ocurriendo en su interior. Sus facciones perdieron la estética y se estiraron hasta convertirse en un hocico repleto de puntiagudos dientes. Poco a poco toda su piel se fue cubriendo de pelos y Gabriela, la que antes era, ahora se presentaba como un enorme perro café con los ojos amarillos y las garras negras. Su apariencia era la de un lobo, pero su postura seguía siendo humana.Pronto toda la aspereza que manifestó hacia su amigo tomó forma física en los gestos del animal y Gabriela comenzó a golpear violentamente los barrotes tratando de alcanzar a Javier con sus garras. El chico no pudo evitar dar un salto y tropezar bruscamente con los muebles de la casa de su amiga. Casi por instinto se paró de un salto y fue directo a apagar la luz para evitar que la bestia siga con su aterrador espectáculo mientras intentaba asesinarlo desde detrás de unos barrotes de acero inquebrantable.

  Pasaron varios segundos antes de que Gabriela pudiera volver a su forma original después de dejar de recibir la luz de la casa. Javier sentía que el corazón le iba a explotar en el pecho. ¿Qué le había pasado a su amiga? ¿Cómo pudo él permitir que esto se volviera realidad? Eran tantos cuestionamientos imposibles de resolver en la cabeza del adolescente que la confusión le impedía pensar con claridad. Todo parecía incoherente. Gabriela recuperó el habla, más lo hizo solo para seguir burlándose de su amigo.

- Veo que te has quedado paralizado. No te culpo. Es tanto mi poder en comparación al tuyo que resulta ser una reacción correcta.

- No tengo miedo por lo que llamas "tu poder".

- ¿Entonces? - inquirió Gabriela con un tono amargo. La sola idea de no causar miedo en los demás la hacía sentir vulnerable.

- Tengo miedo, si - respondió el joven, con un nudo en la garganta - pero no de ti, sino de no poder ayudarte en esta ocasión.

- ¿Ayudarme? ¿Estás enfermo? Tú no puedes ayudarme. Eres solo un insignificante tonto que no sabe más que arruinar las cosas buenas para que se parezcan a él. Mi vida hubiera sido mejor sin conocerte.

- Tal vez tengas razón. Tal vez inclusive no te pueda ayudar, pero lo voy a intentar de todas formas.

- Entiéndelo idiota, personas más dignas que tú están intentando hacer eso que tú llamas "ayudarme" sin ningún resultado. Mi padre ha llamado a un bioquímico y él junto a su equipo están estudiando muestras mías para ver cualquier dato que les pueda ayudar a dar con una "cura". Dicen que pronto estaré en la calle, a la luz del sol y sin tener que ocultarme de los demás pero yo no confío en ellos. Sé que son unos fracasados como tú.

- No necesitas ocultarte de mí.

- Cuando dije sin ocultarme de los demás, con ese "los demás" me refería a gente importante para mí.

- ¿Como Dylan?

- Dylan...

  La sola mención del novio de Gabriela la hizo vacilar. Pareciera tener un efecto nocivo en su estado anímico ya que la chica perdió todo el espíritu guerrero que la venía acompañando durante la velada y pasó a hablar con la voz quebrada como lo hace alguien que no sabe como pedir ayuda.

- Dylan ya sabe todo - aseguró Gaby - no hubiera permitido que él no lo supiera y tú si.

- Entonces me alegra saber que alguien te acompaña en toda esta situación.

- Dylan no es tan tonto como tú. Apenas se enteró, salió corriendo como un niñito asustadizo. Ni siquiera se dio tiempo a apagar la luz...

- Entiendo...bueno, en realidad no, pero...si entenderé si quieres conversar más sobre eso.

- No contigo.

- Está bien.

  Gabriela vaciló unos instantes antes de seguir con la charla, luego cambió abruptamente el tema como así también su tono de voz regresando a la aspereza inicial.

- Lárgate de mi casa. Eres una molestia para mí.

- Si, me voy, pero quiero que tengas bien en claro que pronto volveré. me vas a esperar ¿no es verdad?

- No. Quiero que te vayas y que nunca regreses.

- Lo lamento pero las personas solo nos vamos para poder volver. ¿acaso lo olvidaste? Te quiero.

- Yo no. Lárgate de aquí.

- ¿Cuándo podré encontrarte?

- Nunca. ¡LÁRGATE!

- Vendré en unos días. Hasta entonces Gabriela.

- Te odio.

  Javier partió sin decir más nada. Muchas cosas daban vueltas en su cabeza a causa de ese extraño reencuentro pero no se sentía en el estado emocional correcto como para meditarlas ahora, necesitaba tiempo para poder rumiarlas lentamente antes de volver a intentar acercarse a su amiga. Dejó todos los objetos de la casa en su lugar a fin de que nadie note su visita. Él confiaba en que Gabriela no se lo diría a nadie. No tenía razones firmes para creerlo pero algo le decía que ella no lo haría. Tal vez su amiga solo necesitaba esto hasta, que ese científico pudiese encontrar la cura a lo que sea que ella padeciese. No era cómodo saber que los hilos de la situación eran completamente independientes de él pero sabía que el bienestar de Gabriela estaba asegurado. Su amiga estaría bien.

  A la mañana siguiente Javier siguió su día como si nada hubiera ocurrido. Se ató el pelo en una cola para no tener que peinarse, cortó los débiles vestigios de barba que le habían crecido desde su última afeitada hace varios días, desayunó sin cruzar una sola palabra con su madre ni su padrastro y salió al colegio. Por fuera pareciera que nada había cambiado pero por dentro un huracán de pensamientos y emociones violentas arremetía contra la calma que había estado simulando los últimos días. Por primera vez desde que entró a la cárcel Javier se sentía VIVO y con ganas de vivir (lo cual en realidad es mucho más importante). Pensar en su amiga, saber que ella necesitaba de su ayuda, que no tenía idea de cómo hacer para ayudarla, pero que después de todo lo intentaría. Javier ya no necesitaba escaparle a la realidad con notas sobresalientes o pensamientos depresivos, las cosas por fin podrían mejorar. Cuando tocamos fondo, es imposible caer más. Definitivamente las cosas deberían mejorar.

  Javier esperó pacientemente a que llegara el horario de la salida y apenas tocó el timbre cargó su mochila al hombro antes que todos sus compañeros (antes que todo el colegio quizás) y salió a buscar a una persona con la cual había estado queriendo hablar hace tiempo ya, sin saber hasta ahora qué debía decirle.

  En el patio de una plaza cercana a su lugar de trabajo Dylan descansaba después de haber cosido alfombras toda la mañana. Javier no sabía bien hace cuánto el chico se dedicaba a eso, pero pareciera ser nuevo por su expresión de desprecio hacia su labor cotidiano. Javi se escondió entre unos tachos de basura hacia los cuales que se dirigía Dylan y esperó en silencio a que el muchacho estuviera lo suficientemente cerca. Cuando creyó estar a una distancia suficiente para que el joven lo oyera, imitó dulcemente el aullido de un perro y presenció el rostro de pánico del ex novio de su mejor amiga sin poder evitar atragantarse por la risa.

- ¿Quién eres tú? ¿Qué quieres de mí? - dijo Dylan casi temblando del susto.

- Tranquilo, soy yo, Javier, el amigo de Gabriela.

- ¿Estás enfermo o qué demonios te sucede? - Dylan parecía estar a punto de estallar. De pronto reaccionó y volviendo a su tono distante preguntó a Javier - ¿así que ya te encontraste con esa perra?

- ¿perdón? Guárdale un poco más de respeto que es de mi mejor amiga de quién estás hablando.

- ¿mejor amiga?...claro seguramente no sabes lo que ella es ahora. - Dylan parecía muy seguro de todas sus conclusiones más, tras recapacitarlo unos segundos volvió a dirigirle la palabra a Javier diciendo - espera, si no sabes sobre ella, ¿Por qué aullaste? - El muchacho más pareciera estar pensando en voz alta que haciéndole una pregunta a Javier pero eso no evitó que le respondiera con toda su amabilidad habitual.

- ¿No saber lo que ella es en realidad? ¡Oh! A caso te refieres a que ella es - Javier bajó la voz hasta casi un susurro para decir la siguiente frase en un tono de burla - un hombre lobo...

- ¡Si! - dijo Dylan en lo que casi podría llamarse un grito - ella es un monstruo. Yo sabía que lo que vi era real, no estoy loco.

- Lo lamento, pero si bien dudo mucho que estés loco, estoy convencido de que estas equivocado.

- ¿a qué te refieres?

- Gabriela es un hombre lobo, pero no por eso es un monstruo.

- ¿eres idiota, o solo te estás burlando? Esa mujer se convierte en una bestia y no es metafóricamente que lo estoy diciendo. Intentó matarme cuando la vi, y bien se nota que no se puede controlar. ¡Es un monstruo.!

- Lo sé. Debe de ser difícil adaptarse a su nuevo cuerpo, pero a todos nos cuesta. Cuando una persona sufre a veces trata de lastimar a los que la rodean para que ellos entiendan el dolor y así sentirse más comprendida, mucho menos sola. Pero Gabriela solo necesita tiempo. Es preciso que la ayudemos.

- ¿estás loco? Javier, sé que no tenemos la relación más cercana, pero esta vez tienes que escucharme. No vuelvas a ver a Gabriela. No importa lo que estés pensando, a menos que seas un gran científico analista, bioquímico graduado y con experiencia, técnico en laboratorio o algo por el estilo nada de lo que hagamos podría ayudarla. Si va a estar bien, tendrá que ser con apoyo profesional, ni tú ni yo tenemos nada que ver aquí.

  Javier se quedó callado unos instantes antes de contestar. Le resultaba increíble la idea de que Dylan dijera esto ya que él siempre había sido el novio incondicional que Gabriela había necesitado. Aquel que comprendía los delirios de su amiga, como así también sabía valorar la amistad entre los dos chicos. Le resultaba increíble que Dylan dijera esto, pero más difícil le resultaría imaginar el tener que cumplirlo. Javier simplemente no podía estar sin hacer nada, aún si lo único que pudiera hacer sería acompañarla para que no se sintiera sola y discriminada, pero él tenía que estar al lado de su amiga, no importaban los riesgos.

- Tal vez lo que estás diciendo sea verdad - contestó tercamente Javier - pero también es verdad que ella nos necesita. Debe de sentirse muy triste por no poder controlarse y también porque no estemos a su lado siendo que siempre contó con nosotros. Es importante que no te escuche esta vez, pero gracias por el consejo.

- Deja de decir idioteces, ni siquiera sabes si ella algún día se sanará, o si ese día llegará pronto o no. No puedes andar cuidando de ella ¿quién te cuidará a ti de ella? - Dylan parecía exasperarse más mientras pronunciaba estas palabras. Él realmente estaba preocupado por Javier - Javier, esto es muy peligroso y como persona mayor me siento responsable por ti. debo advertirte que si vuelves a visitar a Gabriela me veré obligado a notificárselo a tus padres.

- Si, claro, ¿y qué les dirás? "su hijo está teniendo contacto con una mujer lobo, tomen medidas"

- Con tan solo mencionarles que estas entrando en una propiedad privada sin permiso, bastará. - "¡Méndigo! lo ha adivinado" pensó Javier-  Dudo mucho que el padre de Gabriela te quiera cerca de su hija.

- En eso tienes razón. ¿Pero acaso esperas que me quede así, sin hacer nada?

- Exacto. Tú no tienes que hacer nada. Déjaselo a los expertos.

  Javier arrugó el rostro antes de contestar:

- Está bien, tienes razón. No gano nada con hacerme parte de esta guerra perdida. - dijo el joven y sin agregar más nada se retiró con el ceño fruncido.

  Él realmente necesitaba que Dylan lo apoyara en esto pero por como se habían dado las cosas con que no le estorbara sería más que suficiente. Más aún, esa idea de buscar ayuda en algún técnico de laboratorio no era tan mala. Quizás con el tiempo hasta podría intentar buscar a algún interesado en conseguir el premio nobel por descubrir la licantropía o algo así, más no lo podría hacer nunca si eso pusiera en riesgo el bienestar de su amiga. Javier caminó por poco más de media hora pensando en formas y métodos para ayuda a Gabriela mientras recorría los pastizales de las afueras del pueblo. El viento mecía plácidamente las en cañadas y los paraísos al son de su débil silbido otoñal mientras los gorriones jugaban con sus voces anunciando la pronta llegada de un nuevo atardecer pero la mente del muchacho permanecía ciega a la magnificencia de lo creado. Nada se comparaba con su amistad perdida, nada. Ni el canto de las aves, ni la caricia de la brisa, ni la calidez de los rayos del sol. Todo era insipiente si no podía compartirlo con su amiga. De pronto se sintió mal por saber que él podía disfrutar de todos estos deleites mientras Gaby ni siquiera podía ver de frente la luz naranja que el sol les hacía llegar en su eterno show de continuos ocasos, sin convertirse en un perro o lobo enorme con sed de matar seres humanos. Javier tomó su mochila y sin decir una palabra cerró sus pensamientos y regresó a casa. Se sentía cansado y no quería seguir divagando.


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