Capítulo tres
✶ LOCURA ✶
¿Qué clase de broma de mal gusto era?
Su gran emoción era mórbida. Se me puso la piel de gallina de tan solo pensar en las posibilidades de muerte a causa de cuchillos. ¡Era horrible! Y Lene evidentemente lo tomaba por el lado divertido. No era fácil confiar en algo como eso, o en ella. Parecía una completa chiflada.
—Sé lo que piensas. Seguramente crees que estoy volada una teja. —Me lanzó una sonrisa condescendiente—. Pero, ¿sabes?, cuando conoces el límite del juicio, en seguida la vida se convierte en un propósito cómico. Es la única manera de mantener la cordura, al menos aquí. Pero esto no sucede contigo todavía, ¿o me equivoco?
—¿Qué cosa?
¿Me estaba llamando loca o aburrida? No supe a cuál de las dos opciones se refería.
—¿Tienes idea de en dónde te encuentras? —Dio un saltito con gracia hacia atrás y se balanceó sobre sus pies. Parecía una niña con apariencia madura y ropa de circo—. Son sus dominios. Despiertan esa oscuridad que guardas en tu interior y la desarrollan con mucha habilidad. Creerás que el más cuerdo apropósito se vuelve loco, tan solo porque aún anhela existir. —Empezó a agitar el dedo índice en el aire, como siguiendo una melodía fantasmal—. Las sombras hacen de tus miedos tu propia realidad.
Los escalofríos saltaron sobre mi espalda y se me secó la boca. Ashton había mencionado algo así cuando las sombras envolvieron la feria, exactamente la noche en que mi familia y más personas de Port Fallen quedaron atrapadas en su interior.
—¿Qué quieres decir con eso? —pregunté aturdida.
Su rostro plasmó una expresión de puro quebranto y pena.
—Es lamentable. Con razón no puedes verlo.
—¿Ver a quién?
—A Ashton —aseguró, como si fuera algo simple de asimilar.
—¿Disculpa? —ironicé. Una loca hablándome de cordura—. Ashton está...
Mi voz se apagó. No supe cómo terminar la oración.
Con cautela observé alrededor, y no, él definitivamente no se encontraba por ningún sitio, al menos, no en ninguno que pudiese ver.
Manifiestamente recordé cómo fue arrastrado por la oscuridad, y volver a pensar en eso me hizo sentir furiosa ya que no pude hacer nada mejor al respecto que, inconsciente e invadida por el miedo y la desesperación, ordenarle al anillo iluminar y hacerlo desaparecer.
—Pensé que debían ocuparse de aquellas sombras, no de Ashton —musité para mí misma.
Miré los artilugios con recelo. No servían más que para estancarme entre dudas, suplicio y caos. De igual forma, parecía ser que Lene se estaba burlando de mí.
—Y lo hicieron.
Escuchó mi lamento.
—Como sea... —Emané un largo suspiro colmado de cansancio—. No creo que estemos hablando del mismo Ashton.
—Hansen, Ashton Hansen —repitió una vez más. La miré confundida y ella observó a la rosa que descansaba entre mis manos—. Te aseguro que estamos hablando del mismo. Él está aquí, presente.
Tuve un colapso emocional. Pero era ilógico no poder verlo. Además, tampoco sabía si Hansen era su apellido. Todo el tiempo, nos limitamos a rebuscar entre la historia del circo y escapar de todo el caos, que realmente no llegué a conocer nada sobre él.
—Te dije que esperaras. —La voz de Thomas me sacudió. Inconscientemente guardé la rosa en mi bolsillo.
Lo volteé a ver.
Me entró pánico advertir la mirada cínica con la que me observaba. Al instante también pasó por mi mente Lene, quien efectivamente permanecía de pie sobre el mismo sitio. Pero Thomas ni siquiera se preocupó en regresar a ver. Fue simple adivinar por qué. Lene era un fantasma.
—Seguramente me conoces mejor que mis padres. No suelo quedarme quieta.
—Pues a menos de que te guste correr riesgos a diario, deberías. No es como si ésta fuera tu casa.
—¿Y la tuya sí? —espeté.
Guardó silencio y, tras forzar las manos como puños, miró de regreso hacia la estancia en la que me había dejado. Respiró hondo y respondió:
—Tampoco. O, al menos, no del todo.
Tuve un horrible sabor de boca. ¿A quién se suponía que le pertenecía el lugar? No, la pregunta mejor formulada se derivaría a:
¿Quién sería capaz de vivir en un lugar así? Tan cómodo de encontrarse escaso de luz. En un sitio perteneciente al mundo en donde habitaban las sombras.
Conocía esa respuesta.
—Aros —contesté a mi interrogante entre dientes.
Thomas regresó a verme y se apresuró a tomar mi muñeca. Jaló de ella sin ningún cuidado, desestabilizando mi cuerpo y todo mi interior, obligándome a avanzar tres pasos para soltarme de pronto y tan abruptamente, que casi aterricé en el suelo y de cara.
Di traspiés hasta lograr asentarme y lo miré con rabia y completa decepción. Se sostenía el pecho como si le doliera, como si lo que le hizo retroceder con violencia hubiera sido capaz de empujarlo tan fuerte, que hasta le robó el aliento para quejarse.
Miré a Lene, porque llegué a pensar que tal vez era ella quien había interrumpido. Pero me encontré con la sorpresa de que tenía el rostro aún más desorientado que el mío. Se encogió de hombros y negó con la cabeza. Entonces creí que Thomas, tal vez, estaba fingiendo. ¿Qué más podría ser?
—Sé caminar sola —tartajeé.
—Espero que lo hagas del lado correcto —aseveró sin aliento. Me hizo un gesto para que volviera a ingresar en el extraño cuarto. De mala gana, tuve que hacerlo. Era mejor evitar sus abruptos cambios de actitud.
Me dejé caer sobre el taburete y observé los platillos servidos sobre la mesa con cierto desdén. Pero casi no pude aguantar. La tarta de manzanas lucía apetitosa, y el plato de crepes con frutas parecía pronunciar mi nombre. Un vaso de leche les hacía compañía, mugiendo mi nombre. Tenía un hambre delirante.
Al otro extremo de la mesa, se encontraba Thomas, quien se había sentado con los brazos entrelazados sobre el pecho. Era evidente que todavía le dolía y que, a juzgar por su desesperante mirada, supe que con impaciencia esperaba que probase un bocado. No era lo mismo que la última vez que degusté un plato suyo. Pues, por primera ocasión, sentí ganas de querer partírselos en la cabeza.
—Guau... ¡Qué silencio! Parece un confesionario—. Lene cruzó las piernas y las asentó sobre la mesa. Inclinó todavía más su espalda hacia atrás y nos miró a ambos con una sonrisa pícara que de pronto saltó de su rostro como ella lo hizo del taburete. El sobresalto fue tan repentino hasta para ella misma, que dejó de preocuparse por fingir que estaba sentada y sus piernas traspasaron la mesa por completo—. ¿Qué tal si empezamos por sacarle uno de sus bonitos ojos?, Es más, creo que tengo uno especial para este caso.
Disimuladamente la vi dar un par de brinquitos sobre un pie hasta alcanzar a sacar algo de su bota.
—Tuerto... Le acabo de poner nombre, ¿te gusta? —Apuntó a Thomas como lo haría con un dedo y supuse que estaba jugando cuando nuevamente la vi sonreír. No obstante, los nervios me dominaron al ver el objeto filoso y alargado, cuya forma parecía más bien una media luna. Era pequeño, semitransparente, y de color rosa por completo.
Volví la mirada al plato y mi estómago rugió cuando escuché el efecto especial proporcionado por la sinfónica voz de Lene:
—Shuuu...
Alcé la vista y, con ella, seguí el hilo de luz color rosa fosforescente que empezaba en la mano de Lene, ingresaba por la pupila de Thomas, y terminaba traspasando la pared detrás de él.
Ni se inmutó.
Volteó a ver tan solo porque yo seguí mirando el rastro que pronto empezó a borrarse.
—¿Qué tanto ves? —preguntó Thomas.
Me atraganté con el bocado de crepes que apresuré a mi boca.
—Tu bonito ojo —susurré lo suficientemente bajo para que no alcanzara a escuchar. Me esforcé en no reírme de los nervios causados por la presencia de Lene en compañía de sus juguetes, y, me concentré en no atragantarme con el empalagoso sabor del primer platillo que probé.
Las crepes evidentemente fueron preparadas por él, sabía que era lo único que podía cocinar y le salían bien. Pero desconocí si la tarta también la había hecho. De todos modos, no me resultaría decepcionante ponerme al corriente de que era otro de los muchos secretos que todo el tiempo mantuvo ocultos.
✷ ✶ ✷
Todos los cajones estaban quietos a juzgar por la última vez que los vi. Me sentí como una tonta ilusionada al imaginar que Ashton seguía a mi lado pero que, por alguna razón, no podía verle. Parecía imposible que de un día para otro fuera invisible para mis ojos preferentemente.
Apenas me senté sobre el columpio de madera —que era más bien otro cajón con tapa y forrado completamente de tela azul marino—, se alzó. Mis piernas colgaron y las ramas sobre mí se sacudieron, acoplándose a mi altura. Esperaba que el árbol sombra no fuese capaz de hablar, porque seguramente se quejaría de mi altura.
—Esto es ridículo —farfullé de muy mala gana.
—No puedes quedarte quieta, por eso, ¿qué tal si te columpias? —Su ironía resultó ser enfermiza. Era obvio que no me refería a ser paciente, sino más bien, a que no podía permanecer más tiempo en un lugar desconocido y de cierta forma, turbador. Sobre todo, no, sabiendo que podría pertenecerle a Aros.
—¿Qué tal si mejor haces de saco de box? Eso me resultaría entretenido y relajante.
Me sentí mejor cuando dejó de sonreír.
Estar de regreso en el lugar que había despertado terminó revolviéndome el estómago. Me sentía como una prisionera que no comprendía la razón del por qué se encontraba detrás de una celda.
Thomas caminó hacia la entrada, se cruzó de brazos y arrimó su espalda contra la pared. Se quedó mirándome como un maldito guardia. Si quería que me quedara en un solo sitio, ¿por qué demonios me estaba provocando? Bien lograría oponerme, pero no sabía de qué podía ser capaz el muñeco de Aros.
De nuevo el remordimiento me afligió.
Seguí con el clavo metido en la cabeza de que él era Thomas y solo Thomas. Podía parecer una estúpida, pero había sido lo más cercano a un hermano. Era más deprimente aún, pensar que lo consideraba como Connor y Gabe. Pero que me había arrebatado todo.
—No sabemos qué planea, pero, cualquier cosa que sea, estamos de acuerdo que sería mejor no quedarse para averiguar. Hay que encontrar el modo de sacarte de aquí, y que no sea tan notorio.
Lene había permanecido todo el tiempo cerca de mí. Rondaba la estancia. Miraba las cajas de los árboles con recelo y cierta aprensión, mientras yo me mortificaba con mis propios pensamientos.
—¿Cuántos más están de acuerdo en escapar? —demandé. Necesitaba saber de una vez por todas si estaba loca o no.
—Hansen.
Hice una mueca.
—Tal vez lo llegué a pensar por la flor y su aroma, pero luego... De haber usado su magia, el medallón se habría encendido.
—Le es difícil hacer gran cosa. —Hizo un mohín—. La magia del medallón dejó de funcionar.
—¿¡Qué!? ¿Por qué? —Fingir no impresionarse por lo que decía un fantasma era complicado, sobre todo con la mirada de Thomas clavada en la espalda de uno.
—Cualquier artilugio necesita de una fuente de energía y los medallones no son la excepción. Estos precisan de una gran carga, y evidentemente la energía de una persona no les es suficiente —canturreó, como una grabación reproducida a toda velocidad.
—¿De dónde proviene esa energía?
—Una pieza antigua, no conozco su historia. —Se encogió de hombros—. Pero la noté en cuanto la vi, aquí. Es como un plato rectangular que se arma como un rompecabezas, los medallones encajan. Aros se hizo de ella asumo que hace bastante tiempo, pero solo de la mitad. Por eso su magia le es medianamente inagotable.
Me resultó difícil ocultar la sorpresa que abrió mi boca y ojos. Lene conocía el lugar en donde Aros ocultaba el extraño objeto que les cedía su energía, ¿conocía también el escondite de los dos medallones restantes? ¿Estarían en un lugar como este en primer lugar?
—Y aun así, ¿serviría? Si este medallón obtiene energía, ¿podrás usarlo tú para sacarnos?
En caso de que fuera cierto que Ashton seguía conmigo, no sabía cómo se encontraba y si sería capaz de usar magia. Había visto como su piel empezó a teñirse de negro.
Tuve un mal presentimiento con respecto a eso último y prefería no arriesgar.
—Servirá. No le otorga toda la energía ya que no está completo, pero sí la requerida para salir. Aunque, Zara, debo ser honesta en algo. —Enmudeció y observó en sentido contrario, a lo lejos.
—Es por eso que le parece bien que no lo veamos así —musitó, supuse que para ella misma.
—No lo entiendo, ¿verlo así?, ¿podrías ser más clara?
Emanó un largo suspiro, como si tratara de organizar las ideas en su cabeza. Me miró, forzando su expresión a algo más serio todavía.
El mal presagio se ensanchó en mi pecho, presionando con fuerza y cortándome la respiración.
—Creíste que él era la sombra —explicó—. Temes y la oscuridad se alimenta de eso. Aquí, las sombras no son más que un reflejo de tus temores. Perciben esa energía negativa con mayor facilidad que cualquier otra y la proyectan. No confíes en nada de lo que ves, y sobre todo, no tengas miedo.
¿Estaba de broma? Era imposible no temer. No podía existir persona en el mundo que no tuviera miedo de algo.
—Insinúas que la sombra que vi de Ashton, ¿no era él en realidad? —razoné después de recordar que, cuando Ashton fue llevado, las sombras desaparecieron y luego lo vi lucir como una de ellas. Tomaron su forma—. ¿Cómo luce?
La ansiedad fue en aumento. Me sudaban las manos para ese entonces.
—¿Eh? —Hizo una mueca, su nariz se levantó al igual que lo hicieron sus cejas. Ahora ella lucía desubicada.
—Aseguras que Ashton está aquí. Así que, ¿cómo luce?
La vi observar por segunda vez y de reojo a esa misma dirección lejana. Imagine que era por ese lugar en donde se encontraba. Lució afligida. Y lo peor fue que cada segundo que transcurría, dentro de mi pecho mi corazón se empeñaba en bombear con mayor fuerza y rapidez. Sentía que pronto estallaría.
—No muy bien. —Fue su respuesta—. Aunque, desde que te trajeron a este sitio, la mancha en su brazo no parece avanzar tan rápido como antes. Creemos que es debido a su aproximación a la pieza que le da energía a los medallones. La fuente de toda esta magia y maldición. Pero Zara, debes entender algo. La oscuridad es el aledaño más próximo de las sombras, eso, tal vez ya lo sapas, sin embargo, lo que causa es terrible. Y claro que pueden ser controladas por los anillos. No obstante, una vez que la oscuridad toma el control, aquellos deseos, sobre todo los más pérfidos y crueles, se intensifican.
Mirarla así de circunspecta me preocupó.
—¿Qué supones?
—Si me preguntas por qué razón fue que el medallón dejó de brillar. Se debe a que después del incidente, su magia dormitó, dejó de responder por falta de energía. Lo que aparentemente también lo mantiene al margen. ¿Recuerdas cuando despertaste? Algunos de los cajones estaban llenos de objetos de costura; hilos, agujas, tijeras de todo tipo... La cercanía de Thomas hubiera causado que volaran por todas partes. Pero para su suerte, la magia no funcionó.
¿A eso se debía el repentino temblor que me pareció sentir al despertar?
No podía ser. Ashton no era tan impulsivo. ¿Se debía a su transformación a sombra?
—¿Cómo podrías saberlo? Tú no estabas aquí para cuando desperté, ¿o sí?
—Al igual que Aros, he permanecido en el mundo de las sombras, solo que él puede dejarlo cuando quiera ya que cuenta con la mitad de la fuente de poder y un par de medallones, es gracias a ellos que puede entrar y salir a gusto. Yo, por otro lado, me limito a vagar. Conozco este lugar mejor que bien. Después de tanto, creo estar segura de cómo funciona. Me estuve preparando. Sé muchas cosas, porque las he observado.
—Ya... Aunque todo lo que me dices fuese verdad, Ashton no haría algo como eso. Además, por el simple hecho de que el medallón no funcione, no podría hacer uso de su magia y esparcir pánico por el mundo.
—Es justo por lo que ahora somos, que podemos hacer ciertas cosas que el medallón fortalecería. Hay maneras en que, los que no pueden vernos, nos sientan. Es por eso que te soy sincera. No me preocupa tanto el qué pasaría si Ashton sale de aquí, es más bien, de qué sería capaz una vez que el medallón se recargue de energía y esté lo suficientemente cerca de Aros como para poder hacer uso de alguno en su contra. Puede que Hansen no sea vengativo, impulsivo o rencoroso, pero es lo que hace la oscuridad. Escarba entre las aprensiones y las impulsa como algo negativo. Te ciega. Y las sombras son simplemente su reflejo y arma de ataque. Su finalidad es arrastrarte junto con ellas.
Se me erizó la piel.
—¿Crees que lo usaría pasar hacerle daño a Thomas o Aros? —No me fue fácil de imaginar, pero las peores y mejores cosas llegaban de ese mismo modo, tomando por sorpresa.
Su entrecejo se frunció.
—¡Ay, por favor!... ¿Me estás escuchando? Ya lo ha intentado, ¡varias veces!
Así fue cómo recordé la escena en el pasillo, cuando Thomas me tomó de la muñeca con brusquedad. Ashton había intervenido, engendrando de alguna forma ese dolor en el pecho que persistió durante bastante tiempo.
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