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¡El reloj con bomba de tiempo!.
– ¡Buenos días a todos, ciudadanos, caballeros y damas de Londres!. Un día bastante soleado y caluroso por estás zonas urbanas donde el sol reina sin tapujos. ¡El meteorólogo del tiempo!, ¡CAAAAAAAARL!.
Bramaba la radio desde el living,que descansaba sobre un taburete viejo en una esquina enmohecida donde arriba vivía una araña en su tela. De esas con patas sumamente largas.
– ¡Aquí, con ustedes!, ¡Carl!. Y el pronóstico nos dará un sol radiante para el resto del día, así que podrán tener la ropa a sus anchas y llenar las máquinas en la lavandería a monedas. Usen mucho jabón y disfruten del calor otoñal de este precioso día. ¡Para nada habrán lluvias y eso es bueno!.
Fin de la transmisión. Luego un sonido pausado y ahogado.
Lorelai yacía dormida en su cama de dosel pequeña en su habitación. Tenía una pierna fuera y el sol entraba por el ventanal. Algo le hizo cosquillas en la planta del pie.
Murmuró algo, se removió y siguió durmiendo. Desde luego estaba cansada,y estaba teniendo un sueño bastante alegre. A la edad de 8 años es todo lo que puedes hacer, tener mucha energía pero desgastarte y luego soñar con unicornios de colores. De nuevo ese roce en la planta de su pie,era algo peludo. Hasta que se despertó con los ojos abiertos de par en par.
– ¡No deberías de haber hecho eso!.—exclamó.
Su voz salió algo pastoza y ahogada, como la radio al cortarse la transmisión y acabar fundida. El animal emitió un chillido y salió corriendo escaleras abajo, al sótano.
Se levantó y desperezo, alzando los brazos y estirándose. Un bostezo le dividió la mandíbula en dos. Las sombras salían de su ropero donde una a su paso dejó tirado un saco amarillo chillón patito y se escabulló por la rendija de la puerta.
En el piso de abajo, en la cocina se oían golpeteos de ollas, tazas, el horno horneando algo que no sabía muy bien que era y varios sonidos más. Estaban haciendo el trabajo habitual, preparar el desayuno. La habitación de Lorelai estaba lleno de muñecas suaves de trapo con ojos de botones y parecía ser una distinguida colección. Las cortinas ondeaban con la brisa porque la ventana yacía abierta.
– ¡Hora del desayuno!.
Exclamó una sombra alta de sonrisa torcida, a los pies de su cama. Su voz era una única música chirriante.
Lorelai asintió, y se removió en su lugar por la repentina aparición. Corrió hacia el piso de abajo y se sentó en la mesa, como hacía de costumbre. El desayuno consistía en tarta de calabaza con cereales y almendras,y jugo de manzana. Habían piruletas rojas en una bandeja y manzanas acarameladas.
¿Porque todo hoy era tan dulce?, iba a pillar algo. Pero no le importó tener caries o algo parecido, porque comió hasta saciarse, hasta que su estómago rechazara un bocado más. Las sombras eran como sirvientes,se llevaban los platos y los cubiertos y los lavaban en la cocina. Se encargaban de todo. ¡Literalmente todo!.
La radio reanudó la conexión,al principio la voz que salía del parlante era como la de un robot, después adoptó forma y salió una melodía alegre casi divertida. Lorelai posó sus pies descalzos en el suelo y se fijo en aquel detalle. Zarandeo el aparato hasta que anduvo mejor. Le traían sin cuidado aquellos sucesos en la casa, no era la primera ni la última vez que algo andaba mal.
Entonces al terminar de desayunar, decidió que quería ir a hechar un vistazo al sótano a buscar algunas de sus reliquias infantiles. Si es que seguían allí y no las habían tirado a todas después del funeral de mamá. El sótano era un lugar lleno de polvo,muy sucio y para nada agradable. Vivían ratas y bichos de todo tipo. Podría cambiarse el vestido hermoso de tul a un enterito viejo. Y quitarse las zapatillas de lazos por las botas amarillo patito de lluvia. Sería lo mejor. Hasta lo estaba meditando. Esa sería la aventura de hoy y también, de paso, buscaría a su nuevo amigo peludo: la rata enorme. Y si que era enorme, su tamaño no era para nada normal.
Era una niña curiosa, y quería seguir haciendo alusión a ese papel. Por supuesto, tenía 8 años y dentro de 6 meses cumpliría 9. ¡Que locura!,pero eso a ella le emocionaba tanto que saltaba a menudo en su habitación llena de muñecas y muñecos alegres. Entonces, fue escaleras arriba y se dirigió al cuarto de baño a darse una ducha en la pulida y reluciente bañera con canillas plateadas que también relucían bajo la intensa luz de la habitación. La sombra número 3 era la encargada esa vez de llevarle la ropa que se pondría y las toallas. La niña se desvistió y se sumergió en la cálida agua de la bañera. Había espuma por doquier, montón de burbujas y olía a jabón perfumado floral. La radio en el living había empezado a funcionar de nuevo para quedarse fijo en una emisora de música clásica:Paganini.
Entraba aire por la pequeña ventana depositada arriba, pero nada en comparación con la tibieza del agua en ese momento. Lorelai sumergió la cabeza hasta el fondo y salió inspirando aire o en busca de él. Era un baño agradable, y esperaba en verdad encontrar a su único amigo peludo escurridizo... se sentía sola,sentía que algo le faltaba. Y la escasa compañía que esté le dió el día anterior, en la tarde le bastó para apegarse. Vivía sola, y no había nadie que le diera amor, que le escuchase siquiera. Era un martirio siendo tan jóven. Por no decir que inocente.
La vecina: Martinne, le tenía un grave aprecio e iba a visitarla cada fin de semana que podía y en el que no trabajará. Era jardinera y tenía una florería propia de nombre "M'apelle Evergarden". Las de veces que le había traído amapolas eran incontables.
Solía ponerlas en jarrones de vidrio cada vez que Martinne la visitaba, hasta la mujer se ofrecía a cocinar algo apetitoso para ambas y a cuidar un poco de la niña. Normalmente la pasaban muy bien, era una mujer viuda de 45 años.
Lorelai llegó a verla numerosas veces como la madre que nunca o casi nunca tuvo, que si, pero pilló el infortunio de fallecer jóven. Una lágrima se le escapó del pálido rostro. Rodó por su mejilla y cayó en la turba agua de la bañera.
...
Pensar en todo eso la volvía una niña más bien desamparada.
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