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Capítulo 2

Eduardo se alarmó al ver que Layne y su batallón estaban más y más cerca de su mansión, y con desespero, ordenó a sus esclavos que siguieran disparando, cuando de pronto, Claudia salió de la mansión y se acercó a Eduardo. Él la miró preocupado.

—Claudia ¿Qué estás haciendo aquí? Es muy peligroso.

—Amor mío, Margarita no se siente bien. Al parecer, va a nacer tu hijo.

— ¿Qué? — exclamó sobresaltado — ¡Cúbranme!

Les ordenó a sus esclavos y tomó a Claudia de la mano y regresaron a la mansión. Layne los vio correr a la mansión y volvió a pensar en mí con exaspero.

Gritaba de los dolores, cuando Eduardo entró a mi habitación y corrió a tomarme la mano, en frente a Claudia.

—¿Qué pasa, mi amor? — no quería que me tocara, ni mucho menos que me tomara de la mano.

—... Me duele mucho, Eduardo — él se alarmó.

—Cariño, el niño no puede nacer ahora.

—...

Respiré hondo y a punto de llorar, lo miré con suplica.

—... Por favor, no lastimes a Layne, Eduardo — él se desfiguró, y furioso, se acercó a Claudia.

— ¿Te das cuenta, amor mío? Ella no ha pensado en ningún momento en ti. Solo está preocupada por ese hombre.

—Infeliz, pero juro que lo mataré — Claudia lo miró.

— ¿Por qué no desistes de esto y dejas que ese hombre se la lleve? Así los dos podremos seguir juntos y amándonos — Eduardo la miró en seco.

—Jamás dejaré a Margarita y menos para entregársela a ese hijo de perra — Claudia se quebrantó y sintió más rencor y odio hacia mí.

—Ve a buscar al doctor de la familia.

—Pero Eduardo, es muy peligroso, uno de esos bandoleros me puede disparar.

— ¡Ve a buscar al doctor para mi mujer, te he dicho!

—...

Rosita junto a mí, miró a Eduardo.

—Yo iré, patrón.

—Ve rápido, Rosita — ella me sonrió.

—Tranquila, mi niña. Traeré al médico para que la vea a usted y a su bebe.

—Gracias, Rosita. Ve con cuidado, por favor.

—Si mi niña. usted no se preocupe.

—Anda, Rosa. Rápido.

—Si...

Asustada, no quería que nada malo le pasará a mi bebe y tocándome la barriga, pensé en mi amado Layne.

Los disparos llovían sin cesar entre ambos bandos y Rosita salió de la mansión con una bandera blanca.

—¡Por favor, no disparen! — Layne la miró atento.

— ¡Soy la Rosita, por favor, no me disparen!

— ¡¿Qué pasa, Rosita?! — preguntó Layne alarmado.

—Mi niña Margarita está muy mal. Necesita urgente un doctor — él se desesperó y solo pensó en mí y en mi bebe.

—Margarita.

— No le creas, Layne. Seguro que es una mentira, para que bajemos la guardia — le dijo Sean.

—Silencio, Sean.

— ¡Yo no estoy mintiendo!

— ¡¿Qué tiene, Margarita, Rosita?!

—Mi niña tiene mucho dolor. Parece que su bebe quiere nacer — Layne se exasperó y el corazón se le impacientó y le urgió ir y estar a mi lado. Rescatarme de las manos de Eduardo.

— ¡Ve, Rosita! ¡Trae rápido un médico para ella!

— ¡No, Layne! ¡No le creas! — volvió a insistir Sean y en eso apareció Eduardo y Layne lo miró en seco.

— ¡Eduardo, hagamos un alto hasta que Rosita llegué con el médico para Margarita!

— ¡De acuerdo, Staley! ¡Todo sea para que mi esposa y mi hijo estén bien!

Layne solo lo miró y Rosita corrió a buscar al doctor.

—Tu amor por esa mujer nos llevará a la perdición, amigo — dijo Sean molesto.

Doliéndome mucho, respiré hondo y cerré los ojos.

<< Mi amado, Layne. >>

El doctor llegó y Eduardo rápidamente se me acercó y me tomó de la mano.

—Tranquila, amor mío. Aquí está el doctor que te revisará a ti y a nuestro hijo — el doctor miró a Eduardo y luego me miró a mí...

Al cabo de revisarnos, a mí bebe y a mí, el doctor me cubrió y yo respiré agitada. Eduardo volvió a tomar mi mano y miró al doctor.

— ¿Cómo está mi hijo, doctor?

—Ya está encajado. Lo más probable es que nazca hoy o mañana — él me vio contento.

— ¿Lo ves, mi amor? Muy pronto tendremos a nuestro hijo — el doctor solo miró a Eduardo y yo volví a sentirme mal.

—... ¿Y el dolor, doctor?

—Es normal, señora. Eduardo ¿Me dejaría un momento a solas con su esposa?

—Si, doctor — volvió a mirarme — Tranquila, amor mío. Trata de descansar...

Él salió y el doctor me miró. Me vino una fuerte contracción y se me escapó un gemido.

—Ahí está el dolor de nuevo, doctor.

—Tranquila. Eso significa que muy pronto será madre, señora.

—...

—¿Me permite sentarme?

—Adelante.

Él se sentó frente a mí y me miró con seriedad.

—Disculpe mi indiscreción, recién nos venimos conociendo, pero Eduardo no puede ser el padre de su hijo.

—... ¿Por qué lo dice?

—Porque Eduardo no puede tener hijos.

—¿Cómo está tan seguro de eso?

—Eduardo tuvo una enfermedad en la juventud, que lo imposibilita para procrear.

—.... — pensé en Layne con amor y mi corazón y alma vibraron de alegría al saber que él era el padre de mi querido bebe y sonreí con ilusión.

<< Es tu bebe. >>

<< Solo tuyo, amor mío. Mi amado Layne. >>

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