Extra 3
Nadie entendía sus razones del porque había traicionado a sus amigos. Ese hombre lo había torturado de muchas maneras para hacerlo hablar, gracias a eso se quedo con pocas plumas y un ala inservible. Ahora que ese hombre murió, volvió a hacer libre, pero sin amigos.
Los extrañaba, recordaba los momentos que pasaba con ellos, cuando comían carne de animal muerto o cuando se burlaban del mapache ese, fueron agradables recuerdos que nunca volverían.
-¿Qué te pasa mi calvo amigo? – escucho una voz detrás de el - ¿Estas pensando en morir? –
El cuervo no aparto la mirada en el oscuro abismo, ese terrorífico lugar donde había encontrado a ese hombre. No pensaba matarse, ya que había aceptado vivir con la culpa hasta que el muriera de vejez.
-No, solo vengo a recordar –
-Oh –
Vio como el mapache se sentaba a su lado -Recordar es bueno, nos hace ser mejores personas o peores –
El cuervo no respondió.
-¿Todavía puedes volar? –
El cuervo miro su ala media rota -Un poco ¿Por qué? –
El mapache pensó unos minutos antes de responder – Bueno, sabes que nuestro guardián tuvo tres cachorros ¿Verdad? –
El cuervo asintió, atento a cada palabra.
-Y como sabrás los niños son muy traviesos, les gusta salir a divertirse y no obedecer órdenes –
-Ve al grano –
El mapache soltó un suspiro – Necesito que los vigiles, normalmente ese es mi trabajo, pero tengo asuntos que atender –
-¿Esta bien que sea yo? Quiero decir, los traicione y ningún animal confía en mi –
Rasa dibujo una sonrisa y palmeo su espalda – El Dios sol no te juzgo, si fueras realmente culpable, ahora mismo no estaría hablando contigo-
El cuervo tuvo ganas de llorar al escuchar esas palabras "Es verdad, no fue mi culpa" se limpio los ojos y miro al mapache con ánimo.
-¡Déjamelo a mí! – batió sus alas lentamente, para que la ala mala se acostumbrara y surco el cielo.
Rasa rio de entusiasmo y camino hacia su hogar. Tenia que seguir practicando su transformación, no dejaría que unos mocosos le ganaran.
La tormenta de nieve ya había parado, no hubo muchas perdidas solo una gran capa que cubría todo el suelo. Algunos roedores se hundían en la nieve y se les dificultaba salir, los animales más grandes se ponían a jugar.
No fue la excepción para los trillizos que, con su forma humana, empezaron a jugar guerras de bolas de nieve, lo habían visto en uno de los libros que su padre les trajo.
-Después de esto, hagamos un muñeco – dijo Menma mientras esquivaba la bola que su hermano le había lanzado.
-¿Un muñeco? Eso es para niñas... ¡Ah! – Boruto lanzo un grito cuando una bola se estrello en su rostro -¡Sarada! –
-¡Claro que no es para niñas! En el dibujo se vio claramente a un niño – Sarada hizo otra bola y lo lanzo de nuevo hacia el rubio.
-¡¿Por qué a mí?! ¡Lánzaselo también a Menma! –
-El ya no está jugando –
Boruto se detuvo y miro hacia su hermano, este estaba rodando una pequeña bola hasta hacerla grande.
-¿Qué estas haciendo? –
-Un muñeco –
Sarada dejo de hacer municiones y camino hacia su hermano – Te ayudare –
Boruto achino los ojos, algo que su padre hacia cuando sentía que algo andaba mal.
-Es un muñeco, no te va a comer – menciono su hermana – si no quieres hacerlo, ve a molestar a los animales –
-No puedo, papá se molesto cuando lo hice –
-Entonces solo observa –
Boruto se cruzo de brazos y se sentó. El día estaba totalmente tranquilo, hasta los pájaros cantaban. Sus padres habían salido a buscar algo de comida, ya extrañaba el sabor de la carne de pollo y el olor que este desprendía.
Hablando de pollos, desde hace unos minutos un cuervo los ha estado observando desde un árbol.
Al parecer el cuervo sintió la mirada del zorro y giro la cabeza a otro lado.
-¡Oye! ¡¿Quién eres?! – pregunto el rubio - ¡Nunca te había visto! –
Los dos hermanos dejaron de hacer el muñeco y miraron hacia la dirección donde su hermano señalaba.
El cuervo aclaro su garganta antes de responder – Solo soy un viejo cuervo que está de paso –
-¿Enserio? ¿No nos estas vigilando? –
El cuervo sacudió sus pocas plumas, voló hacia la dirección de los hermanos y aterrizo en una roca.
-En realidad, Rasa me pidió que los cuidara –
-Nunca te habíamos visto – dijo Sarada - ¿Cómo sabemos que estas diciendo la verdad? –
-Todos los días he estado en el abismo, pagando las cosas malas que he hecho –
-¿Hiciste algo malo? ¿Mataste a alguien? – pregunto Menma mientras se acercaba lentamente al cuervo.
-Si, pero no fue porque quise, fue porque no me quedaba otra opción. Le tuve miedo a la muerte y mi miedo hizo que alguien muriera –
-¿Te arrepientes? –
-Lo hago, nadie confía en mi y nadie quiere ser mi amigo –
Los trillizos se miraron entre si y asintieron.
-¡Seremos tus amigos! –
El cuervo abrió los ojos se sorpresa y luego negó con la cabeza – Imposible, si su padre se llega a enterar, me comerá vivo –
Boruto se apunto a si mismo -¡Te prometo que no le diremos nada! ¡Confía en nosotros! –
El cuervo no pudo resistir y se lanzo a llorar. Los hermanos se sobresaltaron y lo abrazaron con cuidado para no lastimar su ala, no habían hecho muchos amigos, ya que los animales todavía eran reacios a acercarse, por ser híbridos.
-Bueno, señor cuervo estábamos haciendo un muñeco de nieve ¿Quiere ayudarnos? – pregunto Sarada después de que se separaron del abrazo.
-¡Claro! ¡He visto a varios niños de la aldea hacer uno! – el cuervo se limpió las lágrimas – Los ayudare con mis conocimientos –
- ¿No eran niñas? –
-No, solo niños, pero también había niñas –
Sarada le lanzo una mirada a su hermano -¿Decías? –
-Yo no se nada ¡Hagamos el muñeco! – Boruto corrió hacia la enorme bola de nieve.
Los dos hermanos rieron y siguieron a su hermano. El cuervo empezó a buscar piedritas y ramas que sirvieran para el muñeco, se sentía más ligero ahora que tenia con quien platicar.
"Protegeré estos niños, pase lo que pase"
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