Extra 1
Han pasado cuatro años desde la muerte de su hijo. La vieja casa donde solía vivir con su esposo fue vendida y se mudó en el pueblo más cercano del palacio, para poder estar pendiente de sus muchachos.
Durante este tiempo que ha estado sola, han sucedido cosas extrañas. Uno de los sucesos, es encontrar oro debajo de su cama, recibir notas extrañas y ser vigilada constantemente por unos cuervos.
Mikoto no quiso darle muchas vueltas al asunto y enterró el oro en su patio por si algún día lo necesitaba o si alguien viniera a reclamarlo.
El cuarto invierno ya había llegado y abrazaba a la tierra con su cuerpo frio. La mayoría de los aldeanos salían a buscar a leña y este día no fue una excepción.
Mikoto salió de la casa, tomo el hacha que estaba pegado en la pared y se dirigió hacia el bosque.
-Buenos días, señora Uchiha – saludo uno de los aldeanos.
-Buenos días ¿Ya se mejoró la pequeña Moegi? –
-Si, solo fue un pequeño resfriado, de todos modos, voy a conseguir mas leña, se rumorea que habrá una tormenta esta noche –
Mikoto asintió, ella también lo había escuchado – Vamos juntos –
-Me parece bien – rio el hombre – Por cierto ¿Cómo están sus hijos? ¿Ya se casaron? –
-Aman más el entrenamiento que a una mujer –
-¿Siguen entrenando a pesar de que el emperador está enfermo?-
El emperador enfermo gravemente desde que la mayoría de los soldados murieron a causa del incendio que hubo en el bosque, un fuego extraño que no duro mucho tiempo. A causa de eso, el prestigio del emperador cayo más bajo y ya no se permitían buscar más donceles, sus días del sol del imperio estaban contados y ahora uno de los hijos tomaran el trono.
-Al parecer quieren ser más fuertes para proteger la nación –
-Entiendo – el hombre dibujo una sonrisa en el rostro – Son buenos chicos –
Mikoto correspondió la sonrisa y continuaron su andar.
El suave pasto estaba cubierto por una capa blanca, los arboles estaban secos y no había casi flores. Los pequeños animales salían para buscar algo de comida, mientras que otros disfrutaban su hibernación.
Los pasos de los aldeanos crujían gracias a la nieve, por lo que los roedores les daba tiempo de esconderse en sus agujeros. La caza de animales ya no se presentaba tanto, porque los pocos que lograban salir del bosque contaban que el lugar estaba encantado o que un espíritu lo protege nadie sabe la verdad.
Pocos eran los valientes que entraban que lamentablemente ya no volvieron a salir.
-Señora Uchiha, tomare este camino ¿Cuál tomara usted? – pregunto el hombre.
Mikoto observo la senda y señalo el camino de la izquierda – Tomare este –
El hombre asintió con la cabeza -Entonces, nos vemos en un rato – aviso y camino hacia la senda señalada.
Mikoto espero hasta que desapareció de su vista y se dirigió a su senda. El sol estaba algo cálido y el olor de los pinos, le trajo una sensación relajante.
No pudo evitar mirar hacia el cielo, recordando a su pequeño hijo. Su destino fue escrito de esa manera, un doncel que no pudo disfrutar mucho de su juventud, solo por las estúpidas leyes, pero sabe que estando en el cielo, es libre.
Cerro los ojos con dolor, mientras que las lágrimas resbalaron de sus mejillas. Nunca entendió porque no se volvió fuerte, pudo haber tomado a sus hijos y huir de ese infierno ¿Por qué se ato una cadena? No lo comprendía y ya era demasiado tarde para arrepentirse.
Perdida en sus pensamientos, no se dio cuenta que tres pequeñas criaturas la estaban espiando en uno de los pocos arbustos. Uno se movió y se acerco sigilosamente a la persona.
Mikoto escucho el sonido de las hojas moviéndose, abrió los ojos y se limpió las lágrimas rápidamente con el dorso de la mano. Creyó que se trataba de su vecino, pero cuando volteo, no se encontró con nadie.
-¿Habrá sido mi imaginación? – susurro.
-Rar –
Dio un pequeño brinco en su lugar y miro hacia abajo. Sus ojos se abrieron de sorpresa al ver un cachorro de zorro en sus pies. Parecía como si quisiera jugar, algo que se le hizo extraño ya que estas criaturas huían al ver un humano.
-Hola pequeño ¿Dónde esta tu mamá? – se inclino y acaricio su cabeza – No debes de separarte de ella –
El zorro alzo su mirada, sus ojos eran negros como la noche estrellada, curiosos y llenos de vitalidad. Mikoto tuvo un sentimiento de familiaridad al verlo, las ganas de llorar aumentaron, pero se esforzó.
El pequeño zorro balanceo su cola y lanzo un chillido.
Mikoto pensó que llamaba a su madre, pero se quedo perpleja al ver a dos más salir del arbusto. Los tres zorros empezaron a dar pequeños saltos alrededor de ella, no supo como reaccionar a esta situación.
Al parecer entendieron y se detuvieron sin apartar la mirada. Mikoto dibujo una sonrisa en su rostro y acaricio sus cabezas con suavidad. Se dio cuenta que dos cachorros poseían ojos azules como el mar y solo había uno con ojos negros.
-Son muy hermosos - menciono.
Los tres zorros se miraron entre si y se pararon erguidos sacando el pecho como si estuvieran orgullosos.
Mikoto rio, al parecer los zorros entendieron sus palabras. Quiso seguir estando con ellos, pero estos se separaron rápidamente al ver a alguien conocido.
-Madre...- escucho una voz, una voz que conocía perfectamente y que nunca pensó volver a escuchar.
El corazón de Mikoto se detuvo por unos momentos antes de latir rápidamente. Las lágrimas que había aguantado salieron como cascadas y miro hacia el sin dudar.
Su pequeño, su hijo que dio por muerto estaba enfrente de ella, con tres niños agarrados de la mano. Mikoto se mordió los labios y cayo de rodillas al suelo con un llanto que ella misma no pudo soportar.
-Todo está bien, siempre estaré aquí – dijo su hijo con una voz tranquila y llena de paz.
Mikoto quiso responder, pero el hipo no la dejaba.
-¡Señora Uchiha! –
Ella vio como su hijo se alejaba con sus niños y no tuvo el valor de detenerlo. Se quedo arrodillada hasta que llego su vecino con una cara llena de preocupación.
-¿¡Qué sucede?! ¿¡La ataco una bestia?! –
Mikoto negó y sonrió entre lágrimas – La gente tiene razón, este lugar esta encantado -
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Han pasado 84 años xd
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