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Capítulo Octavo

La semana comenzó y JungKook comenzó a ir a terapia, no sentía que le ayudara para nada, pero no porque su terapeuta fuera malo sino porque los comentarios seguían llegando.

—Me has contado toda tu historia, JungKook y, antes de continuar, debo decir que estás colaborando mucho. A muchas personas les cuesta hablar de su pasado. Pero dime, ¿de dónde viene tu afán por querer ser el mejor? ¿Por qué motivo querías ser el mejor?

—Es lo que se supone que debía hacer, ¿entiende? Nadie nos entrena, ni nos enseña, ni nos educa para ser mediocres. Sino para ser los mejores.

—¿Qué entiendes tú por ser el mejor?

—El que más sobresalga.

—¿Y cómo sabes quién sobresale más?

—Bueno, supongo que es fácil, ¿no?

—Explícamelo. Tu punto de vista.

—La persona que mejores notas saca, es la mejor. La persona que tiene más prestigio, más reconocimiento, es la mejor.

—¿Y quién mide todo eso?

En aquel momento, JungKook se quedó en silencio porque su terapeuta le estaba poniendo de frente su problema y, al mismo tiempo, la solución. ¿Problema? Tenía la sensación de que la solución se le escapaba entre los dedos.

—Supongo que... las personas...

—Exacto. Tú tienes una sólida relación con el pintor Kim TaeHyung. Dime, ¿qué te parecen sus cuadros?

—Oh, él es increíble —dijo, abriendo mucho los ojos, emocionado —su arte es tan perfecto. Cada vez que veo sus cuadros, que eso es todos los días porque tengo la casa empapelada con sus cuadros, siento como su arte está enlazado con mis sentimientos y viceversa. Mueve todo de mí. Para mí su arte es de otro mundo.

—Sin ánimo de ofenderte, como fan y como novio, me gustan los cuadros de TaeHyung pero no me parecen nada del otro mundo. ¿Entiendes lo que te quiero decir? No se trata de un baremo general. Se trata de una percepción propia. TaeHyung está contento con su arte, ama su arte, por tanto él está feliz, no le importa que a un terapeuta, que ni siquiera conoce, opine que su arte no es nada del otro mundo, ¿entiendes?

—Lo entiendo, pero me cuesta aplicármelo.

—No es algo que puedas hacerlo de un día para otro. Me gustaría que, de cara a las siguientes sesiones hablásemos sobre cómo te sientes tú respecto a tus habilidades en el baile y en cómo te sientes tú respecto a tu relación con TaeHyung, ¿de acuerdo?

El chico asintió y salió.

Aquella noche llegó a casa y TaeHyung le recibió con una encantadora sonrisa.

—¿Todo bien?

—Bueno, por ahora me convence. ¿Puedo hacerte una pregunta?

—Todas las que quieras —respondió TaeHyung y le abrazó.

—¿Qué opinas de tu arte?

—Es una pregunta curiosa... ¿Qué es exactamente lo que estás preguntando?

—Que juzgues tu propio arte. ¿Estás contento? ¿Falta algo? ¿Mejorarías algo?

—Me gusta mi arte. Me gusta pintar las cosas tal cual las percibo y soy consciente de que muchas personas no lo entienden... pero a mi me encanta. Hoy he estado haciendo esto —le mostró un bloc de dibujo con retratos de él a carboncillo.

—Últimamente haces demasiados dibujos sobre mí...

—Me gustas mucho... te quiero mucho.

Sonrieron y se besaron.

—¿Te ha dado algún consejo sobre qué hacer con los comentarios de odio?

—Bueno... no...

TaeHyung comenzó a mover el pie en gesto compulsivo, siempre había sido muy ordenado respecto a todo. Le gustaba llevar el control y no iba a negar que le gustó cuando JungKook entró en su vida y la desarmó. Pero ahora JungKook tenía un problema. Debía tomar el control más que nunca de la situación y estaba dispuesto a hacerlo. Si su destino era perder a JungKook, al menos le perdería intentando mantenerle en su vida. Luchando por la relación hasta el final.

—Si en algún momento quieres que vayamos juntos, como pareja, a mí no me va a importar. Podemos superar esto juntos.

Por toda respuesta, JungKook le besó y le abrazó. TaeHyung sonrió y acunó al chico en sus brazos.

—Me gustaría colgar esos dos cuadros en nuestro cuarto...

—¡Deja de agujerear nuestra casa!

Ambos rieron y TaeHyung fue a por el taladro.

La semana pasó y JungKook no hacía más que pensar en qué opinaba de su baile. Era obvio que le gustaba pero... siempre había un pero. Él no se sentía seguro en su carrera como TaeHyung. Pero ¿por qué no?

Con aquella pregunta se fue a la cama y aquella pregunta fue la primera que le hizo su psicólogo cuando le dijo que no se sentía a gusto con su carrera.

—Creo que tengo sentimientos encontrados, ¿sabes? Me gusta bailar, me gustan enseñar. Pero también me gustaría hacer más...

—¿Qué te gustaría hacer?

—Crear algún baile, coreografía, presentación. Incluso algún musical y presentarlo. Me gustaría dirigir una obra.

—¿Por qué no lo haces?

—¿Y si nadie se apunta? ¿Y mi quedo solo? ¿Y si no sale bien? ¿Y si nadie viene a verlo?

El psicólogo soltó una sonrisa comprensiva.

—Ese sentimiento no es otra cosa que ansiedad. Todos tenemos ansiedad, JungKook. Es algo muy normal. El problema viene, como es tu caso, cuando la ansiedad te impide hacer tu vida con normalidad. ¿Tienes problemas para dormir?

—Sí.

—¿Tomas medicinas para ello?

El chico sólo asintió con la cabeza.

—No te voy a mandar más medicinas, ni menos. Pero vamos a trabajar juntos esa ansiedad, ¿de acuerdo?

—No quiero perder a mi pareja. ¡No puedo perder a TaeHyung! Este sentimiento de que todo lo voy a hacer mal, también me asalta con Tae —dijo, llorando.

El doctor se quedó un momento pensativo, leyendo sus notas.

—En nuestra primera sesión, me contaste que conociste a TaeHyung e hiciste todo por estar con él. Incluso aprendiste lengua de signos. ¿No tuviste esos malos sentimientos en aquel momento?

—No de este modo. Sí que los tenía de vez en cuando... sobre todo cuando me encontraba peor anímicamente o algo me salía mal... pero la mayor parte del tiempo estaba bien.

—¿Hay algo que pasó para que tuvieras estos pensamientos?

El chico se quedó en silencio y, lentamente, le pasó el teléfono a su doctor.

—No paran de llegar. No sé qué hacer.

Sólo una ojeada al teléfono de JungKook le bastó pasa darse cuenta de que aquellos mensajes habían sido el desencadenante.

—Imagino que, por tu carrera, debes tener redes sociales pero ¿no te las puede gestionar otra persona? —preguntó y JungKook negó con la cabeza —¿ni siquiera podría hacerlo TaeHyung?

El chico trató de contestar pero negó.

—¿Y si le defraudo? ¿Y si se piensa que no puedo cargar con mis problemas?

—Este no es tu problema, JungKook. Que las personas te cyber acosen no es tu problema, y tampoco el de TaeHyung, pero tú no debes hacerle frente por el bien a tu salud mental. Tu problema ahora mismo es afrontar todas esas inseguridades que tu pasado te ha generado. Esto —señaló el teléfono —sólo es gasolina en esa gran incendio que son tus sentimientos y mucho me temo que ni yo, ni nadie, podremos ayudarte si no lo dejas de lado.

El chico asintió. No le resultaba difícil dejar las redes sociales, no, lo que le resultaba difícil era deshacerse de ese pensamiento constante de que estaba defraudando a TaeHyung si lo hacía porque el chico pensaría que era débil.

—Nadie te está pidiendo que seas de acero, JungKook. Y apuesto a que TaeHyung tampoco. Todos, en algún momento de nuestras vidas, nos hemos doblado, incluso roto, y no está mal.

El chico lloró y se secó las lágrimas, asintiendo con la cabeza.

—Lo dejaremos aquí. La semana que viene a la misma hora. Seguiremos tratando el tema de las inseguridades respecto a tu baile y empezaremos a hablar sobre TaeHyung, ¿de acuerdo? Me gustaría que buscaras a alguien que gestionara tus redes sociales, ¿de acuerdo?

JungKook asintió y se secó las lágrimas antes de salir de allí.


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