Capítulo Décimo Tercero
El lunes en la mañana JungKook tenía cita con su terapeuta, pero antes acompañó a TaeHyung a la tienda.
—Vas a llegar tarde.
—Tengo tiempo.
—No es verdad.
—¿Comemos juntos?
—Claro, te escribiré.
JungKook le besó y TaeHyung le abrazó. Salió de la tienda y Hoseok miró a su amigo con una ceja enarcada y una sonrisa.
—Quita esa cara.
—Estáis muy cariñosos.
—Estamos solucionando nuestros problemas. Ayer hablamos y hemos dado un gran paso. Me siento muy feliz.
—Me alegro por ti. Por los dos.
Por su parte, JungKook se fue a terapia y esperó pacientemente mientras recordaba los sucesos de hace un par de noches. Cómo se entregó a su pareja. Es cierto que no habían llegado a la penetración como tal, pero el paso que habían dado era bastante grande. Le había confesado uno de sus más grandes miedos.
—Jeon JungKook.
El chico se levantó y entró.
—¿Cómo estás?
—Mucho mejor que semanas atrás.
—Se te nota. ¿A qué viene ese cambio?
—He hablado con TaeHyung, le he contado mis miedos sobre nosotros... sobre nuestra intimidad. No sólo lo ha sabido encajar, sino que no tiene ningún problema con ello.
—¿Por qué pensabas que tu pareja tendría algún problema u objeción ante el hecho de que tú fueras la parte pasiva de la relación?
—Bueno, quien me mire a simple vista podría suponer que soy todo lo contrario, sobre todo sabiendo quien es mi pareja y viéndole a él...
—Eso es un prejuicio social.
—Lo sé. Y mi error fue presuponer que TaeHyung sería igual.
—¿Por qué lo supusiste?
—No lo sé. Simplemente pensé... que era como debía ser, ¿sabes? Pero cuando hablé con TaeHyung y solté esa carga y me di cuenta que él, no sólo estaba dispuesta a tomarla, sino que no le importaba. En ese momento fui completamente libre.
—¿Eso ha mejorado tu ansiedad?
—Sin lugar a dudas. Siento que me he quitado un peso muerto de encima. Me daba muchísimo miedo que TaeHyung pudiera considerarme débil o, incluso, menos persona por no ser... bueno, el activo.
—La sociedad en la que vivimos suele tratar a las personas, independientemente si son hombres o mujeres, llamémosla pasivas, aunque no es el término que a mí me gusta, como las débiles de la relación y eso crea sentimientos negativos en las personas que tienen esta posición en la relación, incluso estigmas. No obstante, me gusta que hayas hablado con tu pareja, que te hayas sincerado con él. Cargar con ello, al final es asumir un rol en la relación con el que no te hubieras sentido cómodo y te hubiera llevado al fracaso.
—Aun hay muchas cosas respecto a mi vida que tengo que arreglar, pero siento que he hecho un avance con mi pareja y eso me emociona.
—¿Cómo vas laboralmente?
—Con miedo. Pero, por primera vez en mi vida, no es un mal miedo y me gusta poder distinguirlo —explicó—. He terminado el guion de... algo —sonrió—. No me queda muy claro qué es, pero se lo expuse a mis alumnos y, entre mi grupo, estamos creando algo muy bonito. TaeHyung aun no sabe nada. Bueno, sabe que algo que traigo entre manos relacionado con el tema laboral y que estoy participando en la parte creativa de una exposición, pero no se imagina nada de lo que estoy creando, tampoco le he dado a leer el guion, quiero sorprenderle.
—Eso me gusta y está muy bien. ¿Cómo te sientes ante el hecho de estar creando algo?
—Bueno... es complicado. Al ser parte del Festival de Fin de Curso, muchas personas asistirán y lo verán, eso me da miedo y un miedo muy diferente al anterior. Esta vez, es un miedo bastante malo, sé que esas personas que me odian siguen por ahí y, en cierto modo, me da miedo que puedan arruinar la obra.
—No te voy a decir que no vaya a ser posible pero ¿qué podría pasarte si así fuera? ¿Qué es lo máximo que ellos podrían llegar a hacer para arruinar la obra?
—Bueno, si empiezan a gritar que es una mala obra...
—Para que eso sea así y se les oiga, tendrían que ser la mayoría, más del cincuenta por ciento del público. Una persona que se refugia en un usuario falso para criticar a alguien que no conoce, no va a una exposición a gritarle a la cara su opinión.
—¿Está usted seguro?
El doctor se quedó unos momentos valorando por donde continuar la conversación y miró un momento sus papeles, referentes al caso, antes de continuar.
—¿Qué sabes de la Cultura de la Cancelación?
—Bueno, poco, salvo el nombre...
—Si bien es cierto que en un primer momento había grandes raseros para el ciberacoso y la Cultura de la Cancelación, ahora van de la mano y una puede acabar derivada de la otra. He leído los documentos sobre los mensajes que te envían y los he analizado desde un punto de vista psicológico —dijo, mostrando un fajo de documentos—. ¿Alguna vez te has parado a pensar qué clase de persona está detrás de todo esto?
Aquello descolocó a JungKook y el chico se quedó en silencio.
—Ponles edad y sexo.
—Tanto masculino como femenino. Imagino que, como yo, entre los veinticinco y treinta.
—Como semanas atrás vimos, el ciberacoso, en tu caso, es una humillación a tu persona, pero esto no quiere decir que las personas que lo realicen sean como tú. Son personas, la mayoría menores de edad, escondidas detrás de usuarios falsos que no aceptan la realidad de otras personas, usualmente por envidia o porque su opinión difiere de la otra persona. Entonces, en lugar de proceder a poner distancias y simplemente dejarlo estar y vivir su vida entran en una guerra tecnológica.
—Eso lo sé, pero no entiendo el punto.
—Mi opinión, si te puede ayudar, es que estas personas se unen en una causa. Es una causa equivocada, sí, pero al menos ya tienen algo en sus tristes vidas —sacó el fajo de papeles y se lo mostró a JungKook—. Mira este usuario te ha estado comentando de forma muy proactiva y me he dado cuenta que, siempre que lo hacían, estos diez, lo hacían después. Sólo me queda pensar dos cosas: son la misma persona o son amigos. He visto sus redes sociales y efectivamente se siguen y comentan sus post, por lo que entiendo que deben ser amigos. Ahora bien, mirando entre los contactos de estas diez personas, he encontrado otros contactos que también te dejan comentarios de odio.
—¿En serio? La gente está fatal.
—Me alegra que piensas así. Es un paso para dejar de pensar que eres tú el del problema.
JungKook se quedó en silencio, valorando las palabras del doctor.
—¿Entonces son... niñatas maleducadas —dijo, sin importarle la expresión—, que sólo se unen detrás de un usuario de una red social en internet para molestar?
—¿Pensabas que eran adultos como tú?
—Bueno...
De pronto JungKook cayó en la cuenta. Una persona adulta, con su trabajo, facturas que pagar, casa a cuestas, no emplearía su tiempo libre en dejar comentarios de odio a una persona que no conoce, en todo caso, emplearía si tiempo libre en dormir porque sus obligaciones se lo impiden, o en salir con sus amigos.
—Ahora las cosas empiezan a cobrar sentido...
—Obviamente el ciberacoso no tiene una edad. Pero en tu caso, sí, eso es lo que ha ocurrido.
—Aun así, yo no he hecho nada.
—¿Cuántos intentaron antes que tú tener algo con TaeHyung? —preguntó, con una ceja levantada.
—Ninguno —replicó, con seguridad—. Porque ninguno se atrevió a hacer todo lo que yo hice.
—Y ese es el punto por el cual te hacen bullying y han procedido a cancelarte en las redes. No soportan la idea de que otra persona les haya ganado. No es un problema tuyo, JungKook, la sociedad no está preparada para las personas que toman las riendas de su vida fuera de las normas sociales y eso es lo que habéis hecho TaeHyung y tú.
El chico se estiró en el asiento y apoyó la espalda en el respaldar.
—¿Realmente qué es lo máximo que pueden hacer?
—Seguir quejándose.
—Bueno, pues que sigan haciéndolo. Yo seguiré con TaeHyung, seguiremos trabajando y ganando dinero. Ellos harán lo que mejor se les da y nosotros haremos lo que mejor se nos da. Como ahora yo no veo los comentarios, siento que me afecta menos y, ahora que sé la realidad en la que se mueven, me parecen ridículas, me recuerdan a mis compañeros del colegio cuando llamaban a sus hermanos mayores para pegarse con el que caía mal de turno.
El terapeuta rio.
—Por fin te estás liberando. Me alegro mucho.
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