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Capitulo 39

― No entiendo qué está pasando. Me están poniendo nervioso.― miré a Jiha y luego desvié la vista hacia Amber y finalmente la bajé hasta Hanna ― Dímelo tú, cielo.

― ¡No puedo, abuelo! ¡Es un secreto!― se llevó un dedo a los labios.

Puse los ojos en blanco mientras ellas reían entusiasmadas.

― Vamos, papá, ponte el traje o llegaremos tarde.

Sacudí la cabeza incómoda porque, por supuesto, Jiha sabía que no soportaría las sorpresas. Creo que obedecí fácilmente solo porque Amber estaba allí y era una chica demasiado dulce como para montar un numerito para una vez que venía a visitarnos con Sukho así, sin siquiera avisar. De modo que me puse ese traje de color azul marino que me habían regalado junto a unos pendientes. Después me crucé de brazos.

- Listo. Estarás contento.― dije.

― Pues sí, la verdad.― Jiha sonriendo.

― Ahora tienes que darte la vuelta, abuelo.

Hola caso, una vez más. Me taparon con un pañuelo los ojos y después sentí la pequeña mano de Hanna cogiendo las mías para guiarme hasta el ascensor y ayudarme a subir al coche. Pregunté si de verdad aquello era necesario y todas estuvieron de acuerdo en que sí, desde luego. Ciertamente, lo dudaba. Además, tú no estabas allí, aunque imaginé que te encontrarías con Sukho o Raúl. Me pasé el viaje en coche algo mareado, pero, visto lo emocionada que parecía tu nieta, evité protestar o intentar quitarme el pañuelo.

No sé cuánto dificultará el trayecto, pero sí sé que cuando salí del coche adiviné que estábamos en la playa. Olía a mar. Amber me cogió del brazo mientras avanzábamos y estuve a punto de tropezar dos veces antes de que llegásemos al final del recorrido y me quitasen la venda.

Tú estabas allí, recién afeitada y vestido con traje.

― ¿A ti también te han secuestrado?― preguntaste.

― Sin opción a pedir una recompensa, sí.― miré a Sukho, que se reía a tu lado ― ¿Qué estamos haciendo aquí?― di una vuelta sobre mí mismo y entonces empecé a entenderlo todo. Contuve la respiración ― No me digas... no me digas que lo habíamos olvidado.

― Nuestro aniversario.― continúa tú.

No era el primer año que se nos pasaba.

― Este es especial, papás. Cincuenta años.

Miré a Jiha, incrédulo. Luego alcé la vista hacia ti, que empezaste a sonreír lentamente. Cincuenta. Medio siglo a tu lado. Me temblaron las manos cuando Jiha empezó a explicar que aquello era como celebrar unas «bodas de oro» improvisadas y sin ningún certificado oficial, claro. Amber se apresuró a darme el ramo de flores que llevaba en la mano y yo la besé en la mejilla antes de situarme frente a ti, a unos metros de distancia. Raúl se encargó de la música en uno de esos reproductores que podía llevarse a todas partes y de inmediato sonó Forever and Ever, de Demis Roussos. Mientras caminaba hacia ti, empecé a llorar ya reír a la vez, como si estuviese loco. Quizás sí que lo estaba, porque no podía apartar mis ojos de los tuyos. Hanna estaba a tu lado y, cuando nos situamos frente a frente, se tomó de la ceremonia y leyó una carta sobre nosotros y sobre el amor que había escrito ella sola. Si él de ser sincero, se notaba, porque no tenía mucho sentido, pero ¿qué más daba? Solo podía mirarte, sonreír y llorar. Y fue perfecto. Todo aquel día. Hacer.

Más tarde comimos en el restaurante que había frente a la playa. Tú estabas pletórico, lleno de felicidad mientras mirabas a tus hijos y presidías aquella paella gigante de marisco que nos sirvieron. Me cogiste de la mano por debajo de la mesa cuando casi estábamos terminando y los demás se comían el postre. Y ese gesto bastó para emocionarme.

Llegamos a casa agotada, pero con una sonrisa.

Suspiré satisfecho mientras dibujabas otra estrella. Me senté en la cama, ya con el pijama puesto, y alcé la mirada hacia aquellas constelaciones preciosas que representaban cada paso, cada caída, cada vez que nos habíamos vuelto a levantar. Era la obra de nuestra vida. Puntos y líneas conectadas, una pequeña galaxia que solo nosotros entendíamos.

― ¿Por qué lloras, Joon?― me abrazaste.

― Hemos tenido una buena vida, ¿verdad?

-La mejor. ¿Sabes por qué lo sé?

― ¿Por qué?― te miré, temblando.

― Porque no cambiaría nada si volviese atrás. Miro ahora nuestras constelaciones y volvería a vivir una a una todas esas estrellas, tanto las malas como las buenas.

- Ha pasado demasiado rápido, Jungkook.

- Perder. Tienes razón. La vida debería ser el doble.

-A tu lado, el triple.

-El cuádruple.

Nos reímos mientras nos metíamos en la cama. Esa noche, la noche en la que hacíamos cincuenta años, busqué el calor de tu cuerpo bajo las mantas y me acurruqué a tu lado.

― Mi precioso Joon...― susurraste.

- No me dejes nunca, Jungkook.

― Nunca.― dijiste contra mi pelo.


🐼🐨💜...

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