Capitulo 19
Los ochenta… Qué bonitos fueron. Tan nuestros, tan llenos de alegría después de épocas más grises, tan locos e imprevisibles. Los vivimos expectantes. Apenas te daba tiempo a asimilar algo antes de que llegase otra novedad. Eran como el pica-pica, chispeantes; eso decías tú entre risas años después cuando te preguntaban. Estuvieron cargados de intensidad.
Llegaron esos cómics que a ti tanto te gustaron, la Movida madrileña y los anuncios que incitaban al consumismo. Las chaquetas de cuero, los peinados multicolores, las hombreras y los cardados. Los primeros videojuegos, esos a los que terminarías aficionándote con el tiempo para sorpresa de todos. Programas en la televisión que sorprendían, como La edad de oro o, más tarde, Un, dos, tres; también series como Falcon Crest y Dallas. Bebíamos tónica Schweppes mientras la cantante de Mecano daba a conocer la Coca-Cola Light. Fue la revolución sexual. También musical; con Radio Futura, Alaska, Hombres G o Nacha Pop. Y en medio de todo aquello, vivimos la muerte de Chanquete y fuimos testigos de la caída del muro de Berlín y de mucho más.
Los ochenta no solo fueron especiales porque marcaron un antes y un después, sino también porque fue la época más dulce de nuestra vida. Recuerdo aquellos años siempre con una sonrisa, cuando alcanzamos la cima de la felicidad tras una década llena de altibajos y que nos serviría para decir en el futuro eso de que «cualquier tiempo pasado fue mejor».
― ¡Papi, mira! ¡Mira, papi! ¡No me estás mirando!
― Sí que te miro, nena. ¡Vaya, qué salto más alto!
Jiha sonrió y luego correteó por la arena hasta la orilla de la playa, riéndose cada vez que la espuma de las olas le bañaba los pies. Me miraste bajo la luz del sol de aquella mañana de verano y te inclinaste para darme un beso corto en los labios antes de ponerte en pie e ir tras ella. Los contemplé desde lejos con una sonrisa tonta en los labios. Ella chapoteaba en el agua. Tú te reías al verla. Ella te cogió de la mano para que la siguieras y terminaron los dos sentados en la orilla y jugando con el cubo y la pala de plástico. Me tumbé en la toalla y suspiré hondo. Cuando abrí los ojos veinte minutos más tarde, habían empezado a construir un castillo de arena con una fosa alrededor para que el agua lo rodease.
― Deberían hacer una torre.― comenté.
― ¿Le encargamos a papá que la haga?
― ¡Sí!― Jiha me dio el rastrillo, contenta.
Es curioso cómo cambian las prioridades a lo largo de la vida. También es curioso lo mucho que lo hacemos las personas. Nosotros, Jungkook, ya no éramos los mismos. Éramos más, para bien y para mal. Éramos aquellos que crecimos en caminos separados y también los que se encontraron más de diez años atrás y decidieron compartir una misma dirección. Éramos las canciones que habíamos bailado juntos y todos los momentos que salpicaban la pared en la que tú dibujabas constelaciones. Y pese a todo lo que alcanzamos, a pesar de los pasos que dábamos cada día como si no pudiésemos detenernos, aún teníamos sueños y ambiciones, metas y planes que añadíamos sobre aquellos que ya habíamos dejado atrás.
Los ochenta… Qué bonitos fueron. Tan nuestros, tan llenos de alegría después de épocas más grises, tan locos e imprevisibles. Los vivimos expectantes. Apenas te daba tiempo a asimilar algo antes de que llegase otra novedad. Eran como el pica-pica, chispeantes; eso decías tú entre risas años después cuando te preguntaban. Estuvieron cargados de intensidad.
Llegaron esos cómics que a ti tanto te gustaron, la Movida madrileña y los anuncios que incitaban al consumismo. Las chaquetas de cuero, los peinados multicolores, las hombreras y los cardados. Los primeros videojuegos, esos a los que terminarías aficionándote con el tiempo para sorpresa de todos. Programas en la televisión que sorprendían, como La edad de oro o, más tarde, Un, dos, tres; también series como Falcon Crest y Dallas. Bebíamos tónica Schweppes mientras la cantante de Mecano daba a conocer la Coca-Cola Light. Fue la revolución sexual. También musical; con Radio Futura, Alaska, Hombres G o Nacha Pop. Y en medio de todo aquello, vivimos la muerte de Chanquete y fuimos testigos de la caída del muro de Berlín y de mucho más.
Los ochenta no solo fueron especiales porque marcaron un antes y un después, sino también porque fue la época más dulce de nuestra vida. Recuerdo aquellos años siempre con una sonrisa, cuando alcanzamos la cima de la felicidad tras una década llena de altibajos y que nos serviría para decir en el futuro eso de que «cualquier tiempo pasado fue mejor».
― ¡Papi, mira! ¡Mira, papi! ¡No me estás mirando!
― Sí que te miro, nena. ¡Vaya, qué salto más alto!
Jiha sonrió y luego correteó por la arena hasta la orilla de la playa, riéndose cada vez que la espuma de las olas le bañaba los pies. Me miraste bajo la luz del sol de aquella mañana de verano y te inclinaste para darme un beso corto en los labios antes de ponerte en pie e ir tras ella. Los contemplé desde lejos con una sonrisa tonta en los labios. Ella chapoteaba en el agua. Tú te reías al verla. Ella te cogió de la mano para que la siguieras y terminaron los dos sentados en la orilla y jugando con el cubo y la pala de plástico. Me tumbé en la toalla y suspiré hondo. Cuando abrí los ojos veinte minutos más tarde, habían empezado a construir un castillo de arena con una fosa alrededor para que el agua lo rodease.
― Deberían hacer una torre.― comenté.
― ¿Le encargamos a papá que la haga?
― ¡Sí!― Jiha me dio el rastrillo, contenta.
Es curioso cómo cambian las prioridades a lo largo de la vida. También es curioso lo mucho que lo hacemos las personas. Nosotros, Jungkook, ya no éramos los mismos. Éramos más, para bien y para mal. Éramos aquellos que crecimos en caminos separados y también los que se encontraron más de diez años atrás y decidieron compartir una misma dirección. Éramos las canciones que habíamos bailado juntos y todos los momentos que salpicaban la pared en la que tú dibujabas constelaciones. Y pese a todo lo que alcanzamos, a pesar de los pasos que dábamos cada día como si no pudiésemos detenernos, aún teníamos sueños y ambiciones, metas y planes que añadíamos sobre aquellos que ya habíamos dejado atrás.
No puedo con lo linda de la historia quiero encontrá a la persona con la pinte estrellas...
🐼🐨💜
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