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Capítulo final

No creo que las historias tengan un final, solo capítulos que se abren y cierran, uno tras otro hasta que la tinta se acaba. Después comienza otro tomo, nadie sabe exactamente qué se escribirá ahí, será el alma la única sobreviviente de tantas páginas repletas de palabras.

De la vida se pueden extraer tantos recuerdos que uno debe decidir qué es lo que va a contar y por qué va a hacerlo. En mi caso, encuentro fascinante la transformación de la gente, escribir sobre ello es dejar un testimonio del hecho. Así que la tarde que le comenté a Isabel mi necesidad de hablar sobre ella me respondió que estaba loco, aunque lo hizo con una sonrisa que me susurró lo contrario. Las historias de amor no son mis favoritas, pero soy débil a plasmar las consecuencias de ese sentimiento. Cuando toca a la puerta derriba todos los esquemas.

La vida se convierte en una realmente valiosa cuando se mezcla con amor, de cualquier tipo, y teniéndolo claro dejé que me sorprendiera.

—¿Estás nervioso? —preguntó mamá a mi lado. La respuesta sobraba, desde que nuestra llegada no había logrado mantener mis pies quietos.

—Un poco —respondí con una sonrisa que me delató.

Tal como planeamos sería una celebración íntima, con muy pocas personas, la mayoría estaban presentes y si faltaba alguien no lo noté porque solo podía pensar en una mujer. El sonido de la playa se mezcló con las voces de los reencuentros. Comenzaba a atardecer y con la caída del sol también se avivaban los nervios.

—Me alegro —admitió—, eso significa que no quieres estropearlo. Todo irá bien, Lucas —me animó colocando su mano sobre mi hombro intentando tranquilizarme.

—¿Algún consejo? —le pedí en complicidad, en base a su experiencia. Ella guardó silencio hasta que dibujó una dulce sonrisa.

—Mírala siempre como lo harás ahora.

No entendí a qué se refería hasta que volví la vista enfrente para dar con la chica que había robado mi corazón desde que era un chiquillo, a la que se lo entregaba a plena consciencia todos los días. Sabía que emocionarme por un trozo de tela no era lo más inteligente, pero fue inevitable conociendo su significado. Isabel sería mi esposa. Después de pasar tantas noches pensándolo hoy se convertía en una realidad. Nunca imaginé que me casaría, pero cuando la vi caminar del brazo de su padre comprendí que la idea jamás había pasado por mi cabeza porque solo podía concentrarse a su lado. No creí hubiera otra mujer con la que tomar este camino se sintiera como el correcto.

Esa tarde Isabel estaba tan hermosa que me costó alejar mi mirada. Acostumbrada a verla con sus rizos suelto admiré sus preciosas facciones que destacaban por el recogido de su cabello oscuro, en su piel canela se asomaban algunas pecas que el maquillaje no alcanzó a cubrir. Sencilla, natural, teniendo la opción de poder robar la atención con atuendos llamativos y costosos, Isabel había hecho gala de una de sus mejores virtudes escogiendo un vestido simple que gritaba que no necesitaba de grandes indumentarias para verse hermosa. La estudié de arriba a abajo maravillándome con la falda de tul bordado que caía ligera desde su cintura. Tenía mangas de una tela suave, casi transparente, y una espalda al descubierto. Del resto se trataba de un modelo bohemio, de esos que iban bien con ella, sin grandes adornos y sin remarcar la forma de su figura. Isabel había decidido por otra cosa para brillar, esa sonrisa que mantuvo de principio a fin mientras avanzaba hacia mí.

No podía creer que la mujer más bella que había conocido deseara casarse conmigo. Sus ojos se clavaron en los míos, dejé de preocuparme por el mundo. Me dolió el rostro de tanto sonreír, pero no podía evitarlo. Era como una especie de sueño. Entonces la distancia se acortó entre los dos, me encontré con su mirada oscura cuando quedó frente a mí.

—Te encargo mucho a mi hija —La voz de su padre al costado me despertó. Le sonreí, sonaba honesto, independientemente del pasado, nunca dejó de ser esa niña que le robaba el corazón.

—Le doy mi palabra que voy a cuidarla todos los días —prometí.

Isabel ensanchó su sonrisa, le dedicó una mirada a su padre que reflexionó un instante antes de soltarla con pesar. Emoción que contrastó con la felicidad de su hija al entregarme su mano. La abrigué con la mía, la calidez de su piel me embargó de una emoción intensa.

Isabel le dedicó una sonrisa a mi madre antes de que se retirará porque estaba a punto de iniciar la celebración. Quise preguntarle si estaba nerviosa, pero me quedé sin palabras cuando Isabel se brincó el protocolo alzándose de puntillas y enredando sus brazos alrededor del cuello para abrazarme con fuerza. Apoyó su mentón en mi hombro halándome hacia ella. Sonreí como un idiota al encontrarme con los latidos de su corazón. Debí suponer que no seguiría las reglas.

—Lucas, te ves tan guapo que me costará tanto esperar hasta el final para besarte —bromeó alegre. Acaricié la piel de su espalda negando con una sonrisa ante su comentario. Era imposible no ser feliz con ella al lado. Sentí un vacío cuando se separó para verme directo a los ojos. Ojalá pudiera tatuarme esa mirada—. Es una suerte que tenga toda la vida para hacerlo, ¿no?

Me pregunté cómo llegué a pensar en una vida sin ella a mi lado cuando mi corazón protestaba en su ausencia. De pronto, al regresar nuestra atención al paciente sacerdote que oficiaría la misa, pensé en mi buena fortuna. Había encontrado en la mujer de mi vida una compañera que me ayudó en los momentos más difíciles, que confió en mí para ser testigo de los suyos. Conocí a Isabel en el peor instante, cuando no sabía quién era, me resistía al cambio porque la felicidad me parecía una traición a mi dolor. Volví a encontrarla cuando la tristeza casi la convertían en otra persona, lejana a lo que ella deseaba ser, nos enfrentamos a mucha dificultades e inseguridades arraigadas, pero aun así, después de recorrer todo ese camino para llegar hasta ese punto reconocí con una sonrisa que había valido la pena. Amar siempre lo vale.

Era tan sencillo ser feliz con Isabel, me resultaba imposible resistirme a cualquier locura si ella me lo pedía con una sonrisa. Dejaba de pensar, simplemente me envolvía con su magia de forma natural, poco a poco, hasta que me tenía colado hasta los huesos.

Tal parecía que la elección de un traje convencional, a diferencia del blanco que Damián me recomendó, le había agradado porque no había dejado de acomodar mi corbata negra que estaba en perfecta posición y regalarme esa mirada coqueta mientras bailábamos. Acepto que estaba en desventaja, yo era un pésimo bailarín que solo le seguía la corriente y ella sin esfuerzo dejaba a la luz que era un oficio, tenía gracia, además de la mezcla perfecta de sensualidad e inocencia para destacar. Estaba maravillado como un adolescente ante ella.

Nuestras risas se entremezclaron cuando girábamos, sin importar hacer el ridículo. Mi esposa dejaba su técnica para las clases y me hacía sentir como un profesional con sus sonrisas. Nos divertimos como un par de chiquillos, bebiéndonos la libertad de un sorbo, embriagándonos de felicidad. Fue esa clase de momentos en el que eres víctima de la dicha. Misma que recorría mis venas con frenesís acelerando los latidos de un corazón.

Isabel terminó por necesitar un respiro, entrelazó sus dedos con los míos para halarme sin aviso al interior de Bahía Azul. Damián se había encargado de la fiesta, comencé a admirar su trabajo al apreciar las sonrisas de la multitud. Afuera la gente bailaba mientras entrado al local se hallaban las mesas donde se esparcían la comida y bebidas. Ese sería el espacio que hubiera escogido el Lucas de diecisiete años. Isabel se apoyó en la mesa antes de servirse algo en una de las pequeñas copas. No hizo preguntas, se lo llevó a los labios bebiéndoselo de un trago. Solté una carcajada al verla arrugar su nariz.

—¿Está bueno? —me burlé sin reparo de su expresión que gritaba la había tomado por sorpresa.

Isabel sonrió dejándolo sobre la mesa, no quiso responderme con palabras. No supe si fue el alcohol que seguía fresco en su garganta o la manera de callarme, pero su brazo se enredó en mi cuello para atraerme a su boca de un tirón. Me encontré con sus labios sin oponer resistencia. Descubrí no era ningún licor, pero disfruté del sabor de sus besos.

—¿Tú qué dices?

—Voy a volverme adicto a él —le murmuré para que solo ella pudiera escucharme.

Ella sonrió complacida por la repuesta, pero cuando estuve a punto de volver a probarlo me di cuenta que alguien se acercaba por lo que dejé las muestras de afecto para después. Carraspeé incómodo mientras me acomodaba el traje, Isabel se desconcertó por la separación, pero lo entendió enseguida cuando se giró y halló una cara familiar.

A ella le pareció gracioso, después de todo se trataba de mi mejor amigo, pero eso no quitaba que era su tío.

—Al final decidiste condenarte —nos saludó Manuel. Llevaba el traje que mamá le escogió, pero no hubo poder humano que lo convenciera de usar una corbata.

—En realidad, estoy muy...

—Le decía a ella —me interrumpió con una sonrisa, burlándose. Isabel apretó sus labios, pero terminó riéndose.

—Estoy loca por el carcelero, busqué cadena perpetua —respondió contenta, encogiéndose de hombros.

—Debí suponer que saldrían con una de esas cursilerías muy de su estilo —escupió tosco, pero de buen humor.

—Sabe qué es lo que le falta a usted —lanzó Isabel con una idea rondando por su cabeza. Manuel estaba perdido, lo supe desde que reconocí en su mirada determinación—. Lo que necesita es un poco de diversión —argumentó.

Reí ante el susto de Manuel cuando ella tomó su mano.

—A mí no vas a enredarme en tus tonterías. Yo no soy Lucas —se resistió, pero fue en vano porque Isabel era incluso más testaruda. De mala gala lo llevó a la pista de baile en un intento de robarle la paz y una sonrisa. No necesité mucho para descubrir que no tardaría en lograrlo.

Últimamente su relación había mejorado a pasos agigantados, eso me tenía muy feliz. Manuel era la persona más cercana a nosotros, además de mi mejor amigo. Una de las razones para elegirlo nuestro padrino. Si alguien había marcado nuestra historia era él.

—Lucas, te felicito. —Volver a encontrarme con Julián fue otra de las buenas noticias de esa noche. Le di mi mano en bienvenida aunque sin tanta sorpresa porque solíamos hablar con frecuencia—. Al final te casaste con tu novia de la preparatoria.

Bueno, prefería llamarle el amor de mi vida, pensé con una sonrisa, pero en resumen sí.

—Y por lo que estuvimos hablando la semana pasada no hay problemas con el despacho, quitando el hecho que debes entregarme mis cosas antes de fin de mes. Ahora solo te falta ver cómo te irá cómo docente, más allá de las asesorías —dictó con una sonrisa más relajado—. ¿Cuándo empiezas? —dudó dándole un sorbo a su cerveza.

—En una semana. El profesor Nicolás dice que es ahí donde uno paga todo lo que hizo mal en esta vida —confesé divertido por su advertencia—. Me gustaría creer que es una broma, en verdad me gustaría —hablé para mí, aceptando que no sería fácil, pero asumiendo las consecuencias. De todos modos, mi pensamiento quedó en al aire cuando sentí que alguien se apoyó en mi brazo.

—Ya he vuelto —soltó alegre Isabel—. He dejado a Manuel con tu madre —dictó, guiñándome el ojo. Su broma quedó a medio terminar cuando notó estaba acompañado—. Julián, gracias, gracias, gracias por ayudarnos con las fotografías de hace un rato. Te juro que si quedan la mitad de bien de las últimas que mandé al estudio voy a amarte toda la vida —añadió ilusionada por el resultado.

—Haré lo posible —mencionó, modesto.

Siendo completamente honesto sus últimos trabajos destacaban, solía tener novedades de él casi todas las semanas desde que se había unido al equipo de Isabel. La sesión del disco, que saldría en un par de semanas, eran de su autoría.

—Eso es un sí —celebró dándome un codazo. Su efusividad le robó una sonrisa, gesto que desapareció cuando alguien colgó su brazo por sus hombros con familiaridad.

—¿Qué tenemos aquí? —comentó contento mi primo con la sonrisa que no lo abandonaba—. Espero que les gustara la sorpresa que preparé para ustedes —añadió dándole una mirada al sitio—, y respeté su presupuesto —especificó orgulloso.

—Te quedó maravilloso, ¿verdad, Lucas? —Asentí con una sonrisa, agradeciéndole su ayuda—. Definitivamente estar en tus manos es un acierto.

—Eso significa que no te parecerá una locura mi propuesta de hacer algunos espectáculos en Bahía Azul los fines de semana como en los viejos tiempos —la animó. Isabel ladeó la cabeza, me dedicó una mirada antes de sonreír—. Claro, después de tu gira.

—Pues la idea me gusta —admitió—. ¿Tú qué dices, Lucas? —me preguntó. Yo la apoyaba en lo que ella decidiera—. Te doy mi palabra que voy a pensarlo, no lo esperaba, pero me gusta —le prometió, suficiente para que Damián hiciera planes para el futuro.

—Era una sorpresa —se justificó con una sonrisa.

—Hablando de sorpresas —comenzó Isabel mirándome—, necesito mostrarte una que preparé para ti —soltó. No escondí el asombro, pero no hice preguntas cuando me tomó del brazo para apartarme del resto deprisa. Reí sin comprender qué haríamos—. Es tu regalo.

—¿Mi regalo? —pregunté con una sonrisa mientras nos alejábamos de la carpa donde se llevaba la fiesta hacia la playa.

No contestó, siguió caminando sin detenerse. Sus zapatos se enterraban en la fría arena. Había algunas personas en la orilla admirando la luna reflejada en el mar, pero Isabel no frenó, siguió avanzando hasta encontrar un sitio solitario, apartado de los curiosos. Tomó un profundo respiro tras la larga caminata, se apoyó en mi brazo mientras recuperaba el aliento.

—Debo confesar que tengo altas expectativas —me sinceré con una media sonrisa.

—Pues va a superarlas por mucho —aseguró con determinación. Mis ojos se clavaron en los suyos, ella no la evadió, todo lo contrario, recorrió mi rostro hasta que terminó en mis labios. Me impulsé para besarla, creyendo que de eso trataría su plan, pero ella dio un paso atrás—. No desesperes, primero tu regalo —anunció sin contener la emoción.

Alcé una ceja sin comprenderla. Ella retrocedió algunos pasos sin despegar la mirada de la mía, abrió sus brazos a la par de una sonrisa ilusionada. Esperó un comentario de mi parte, pero no entendí.

—La sorpresa...

—¿Qué? ¿Tu esposa no es el mejor regalo que podrías recibir? —se indignó frunciendo las cejas. Quise disculparme, pero una carcajada me interrumpió—. Perdón, perdón, era una broma. Pero hablo en serio cuando te digo que está aquí —me dio una pista con una sonrisa.

En lugar de ayudar me confundió. Miré en todas las direcciones, pero no encontré nada. Estábamos solo ella y yo.

—¿El cielo? —lancé divertido para arrebatarle otra risa.

—No, está un poco más abajo —añadió divertida, dándome otro dato importante.

—¿En infier..?

Ni siquiera me dejó terminar de pronunciarlo cuando se acercó para callarme, colocando su índice en mis labios. Negó con una dulce sonrisa. Estuve a punto de declarar mi derrota, sin embargo, se me adelantó envolviendo una mis manos con las suyas. No entendí qué pretendía, pensé que me guiaría a otro sitio, pero no se movió un centímetro. Tenía razón, estaba ahí, lo entendí cuando despacio condujo mi mano hasta su vientre. El tiempo se detuvo. Me quedé en blanco, tardé una eternidad en procesar su significado. Clavé mis ojos en aquella zona antes de buscar una explicación en su mirada. Encontré una sonrisa nerviosa.

—Alguien será papá —soltó emocionada.

—¿Qué?

La furia de la marea fue lo único que rompió el silencio. De pronto me sentí como si hubieran golpeado con fuerza directo a la sien, dejándome atontado. Ni siquiera fui capaz de concebir la idea.

—¿Estás embarazada? —murmuré incrédulo. Ella asintió, mordiéndose el labio.

Sí, definitivamente necesitaba un minuto.

Isabel embarazada. Desde que nos conocimos no hubo un solo instante en que la imaginara de aquella manera. Fue hasta que se volvió una realidad que cruzó por mi mente.

—¿Puedes creerlo? —preguntó ilusionada. En su mirada había un brillo especial, como si acabara de decirme la mejor noticia de todo el mundo—. Dentro de mí está creciendo un pedacito tuyo, Lucas.

—Honestamente no... —confesé agobiado. Pese a la respuesta Isabel no dejó de sonreírme enternecida. Pasé mi mano por mi cabello—. Es decir, no creas que no... —Mi cerebro no cooperó, me costó encontrar las palabras que me permitiera ser sincero, pero sin herirla cuando era claro le causaba tanta ilusión—. Isabel, te amo más que mi propia vida —aseguré, intentando explicarme con torpeza. Ella ladeó su cabeza con una mueca divertida—, pero es que no he cargado un solo bebé en mi vida —me sinceré sin orgullo.

—Ni yo —se sinceró a la par de una risa que me ayudó a relajarme—. Entiende que estés asustado, yo tampoco sé nada sobre ser mamá. Al ver la prueba lloré como una desquiciada —admitió en voz baja—. Me llené de dudas y preguntas, siguen ahí. No te pido que tú te pongas a brincar, sé que necesitas un respiro. También quise salir corriendo, pensé en todos los errores que puedo cometer teniendo una vida a mi cuidado, ¡una vida!, pero después lo medité y me sentí tan feliz : ¡Voy a tener un bebé de Lucas! De solo imaginar que quizás tenga tus ojos o tu ternura, herede tu nobleza o mirada tímida, mi corazón late muy rápido —admitió. Me fue imposible no sonreír al escucharla—. Lucas, no sé qué sucederá, solo que voy a amarlo tanto como a ti.

—Empiezo a entenderlo —reconocí con una sonrisa. Sin pensarlo me atreví a conducir por mi propia voluntad mi mano a su vientre.

—Está escondidito —me explicó contenta—. Aún es pequeñito, tiene tres semanas —confesó. Tres semanas, el tiempo pasa rápido—, es pronto para sentirlo, pero si quieres un día de estos podemos ir a verlo —propuso alegre—. Supongo que en la ecografía ya aparecerá —soltó sin experiencia. Yo sabía menos del tema, quise decirle, pero me asustó cuando dio un salto cubriéndose la boca—. Tal vez hasta se escuche su corazoncito. Dios, Lucas, no puedo creer que me convertiré en mamá. Es decir, no quería serlo porque me asustaba estropearlo, porque soy un desastre y suelo cometer errores uno tras otro, pero esta vez lo haré bien —se propuso con convicción hablando para sí misma—. No sé cómo, ni métodos, pero te doy mi palabra que voy a cuidarlo y quererlo con todo mi corazón.

Sonreí siendo testigo de su dilema. Un bebé, repetí la palabra para visualizarlo. Mamá se moriría de la emoción cuando se enterara. Y cuando lo conociera enloquecería. Y le querría como lo hice con Susana a la que vi crecer, si a ese bebé le amaba la mitad de lo que adoraba a esa niña me pondría loco de la felicidad.

Sentí una punzada en el pecho al ser consciente que seríamos nosotros lo único que ese niño tendría en el mundo. Como cualquiera merecía un buen padre, uno similar al mío que me hizo un hijo afortunado. Posiblemente no pudiera igualarlo, pero pondría todo de mí para no fallar. Después de todo, era un hombre con una gran suerte, formaría una familia con la mujer de mi vida. 

Admiré a Isabel que ahora no solo era la mujer que amaba y mi esposa, sino la madre de mi hijo. Y pensar que hace unas horas, frente al altar pensé que no podría quererla más.

—Voy a ser papá —repetí despacio, saboreando la palabra. Ella asintió con una sonrisa—. Papá. Papá. ¡Voy a ser papá! —reí contento perdiendo el único lazo que me ató a la tierra. Eufórico la tomé de la cintura para alzarla en un fuerte abrazo que la hizo soltar una carcajada—. Gracias, Isabel —me sinceré, cerrando los ojos y abrazándola contra mi pecho.

No solo me había regalo muchas alegrías en el pasado y presente, sino que además se encargaría de darme los momentos más dichosos de mi vida en un futuro. Y estaba asustado, pero confiaba que podría superarlo, igual que todos los otros retos que habíamos dejado atrás.

Cuando sus pies volvieron al suelo busqué sus labios, suaves y cálidos, por lo que me desvivía desde hace años, en donde las penas morían. Isabel no protestó, sino que me correspondió con la misma efusividad que siempre me hacía sentir vivo. Me perdí en sus besos dulces que tenían el poder de calentar mi corazón, en las caricias de sus manos y el ritmo de su respiración. Isabel era más de lo que deseaba.

—Tranquilo, sólo hay espacio para uno —lanzó juguetona cuando nos separamos.

—Perdón, perdón, no quiero lastimarte...

—Era una broma, Lucas —aclaró, robándome una sonrisa. Sus brazos me rodearon antes de mirarme directo a los ojos—. La vida es muy extraña. Estoy haciendo de mi vida lo que jamás creí que haría cuando era joven y no puedo ser más feliz. De verdad soy muy feliz.

—¿Te cuento algo? —Ella asintió atenta. Eso una de las cosas más significativas eran para mí. Ella siempre me escuchaba—. Después de tanto tiempo he pensando que al destino le gusta como suenan juntos Lucas e Isabel.

Isabel sonrió motivándome a imitarla. Aún no podía creerme que tendría la fortuna de admirar toda la vida la sonrisa de la chica que me robó el corazón hace años, por la que soñaba como un loco y cambió el concepto que tenía del amor.

—Suena como una canción, de esas que no se olvidan, de las que te curan el corazón.

Antes de que se vayan, el epílogo estará disponible el 28 de marzo ♥️.

¿Les gustó la novela? ♥️

¿Qué fue lo que más le gustó? ♥️

¿Cuál fue tu personaje favorito? ¿Por qué? ♥️

Muchísimas gracias por todo su cariño.
He dejado los agradecimientos para después del epílogo, pero me resulta imposible terminar este capítulo sin dar gracias por estar aquí domingo a domingo desde hace un par años.

Este par de novelas no son las más famosas de mi perfil, pero sí las más significativas para mí, las que me abrieron las puertas y me enseñaron que realmente amaba escribir. Les entregué una parte importante de mi corazón. Lucas, Isabel y Manuel, son personajes importantes para mí. Aprendí mucho con ellos ♥️.

Gracias a todos los que me acompañaron con sus comentarios y motivación, voy a extrañarlos muchísimo. Mil gracias por todo su apoyo. Les quiero muchísimo. Ojalá podamos vernos en otra novela de mi perfil, si no es posible desde hoy me agradezco por formar parte de esta aventura♥️.

A ti mi pequeño Lucas que, tras acompañarme en estos años complicados, terminaste convertido en un hombre, gracias, nunca podré olvidarte. Sé que nos encontraremos pronto en alguna hoja en blanco, como lo hice en los últimos cinco años de mi vida cada que me sentía perdida. Tenías razón, siempre hay esperanza♥️.

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