Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 48

Podía escribir un libro sobre cómo pasar de vivir un momento perfecto a uno espantoso. Fue tan simple como estar derritiéndote en los brazos de Lucas a ver la espantosa cara de Lorenzo. La única diferencia que noté en un primer vistazo es que su rostro parecía más cansado, se estaban agotado las esperanzas de que volviera a pedirle ayuda.

—¿Qué tal Isabel? No te pregunto cómo estás porque veo que disfrutando de la luna de miel —se burló el muy cínico después de montar un circo de aplausos. Fruncí las cejas molesta por su estúpido chiste, nadie le dio permiso de meterse.

—¿Qué demonios haces aquí? —escupí fastidiada, encaminándome a la puerta para sacarla por donde entró. Estaba segura que solo había aparecido para echarme a perder la vida y no se lo permitiría otra vez. No desperdiciaría más tiempo.

—Me enteré que vas a dar un concierto —soltó de pronto, revelando el motivo de su visita. Eso sí le interesaba. Caminó estudiando la bodega, los bocetos de vestuario y la lista de canciones esparcidos por la mesa—. Quiero felicitarte —lanzó. Alcé una ceja sin comprender su juego—,  una perfecta estrategia para terminar de limpiar tu imagen en este pueblo —comentó. Resoplé cansada de sus acusaciones—. Lo único malo fue que olvidaste mi aprobación. Sería una pena que tuvieras que cancelarlo cuando ya lo anunciaste por lo alto —fingió pesar.

Entrecerré los ojos ante su amenaza. 

—Yo no tengo que rendirte cuentas de nada —escupí abriendo la puerta para que se largara, pero él la cerró con fuerza obligándome a encararlo. Siempre fue más fuerte que yo, física y emocionalmente. Sus ojos oscuros me intimidaron, pero no bajé la mirada. Si cedía una vez volvería a caer en aquel círculo vicioso.

—Que no se te olvide quién te llevo hasta donde estás —murmuró entre dientes—. No seas una malagradecida...

—Cuidado de cómo le hablas —intervino Lucas que nunca podía callarse callado. Me interpuse entre ambos para que no le hiciera caso. Yo conocía a Lorenzo, buscaba la confrontación.

—Aquí tienes a tu defensor —se burló Lorenzo con una sonrisa a la par de aplausos—. Perfecto acierto, Isabel. A la gente les encanta su historia, es mucho más dramática que ser la amante de Aldo. Esto te deja mejor parada —añadió. Conté hasta diez en silencio. Si yo perdía la paciencia Lucas también lo haría—. Amor de juventud que se reencuentra —expuso como si se tratara de un titular—. No dudes que luego los llamen para una entrevista o revistas, te convertirás en una celebridad. Pero ten cuidado, hombre, no te vaya a dejar cuando no te necesite —le advirtió con veneno.

—Lucas, no vale la pena —repetí buscando su mirada para que no le escuchara. Lorenzo era experto sacando lo peor de las personas. Su mirada transparente me regaló un poco de calma.

—Así como hizo conmigo —insistió sin rendirse. Cerré los ojos, fastidiada—. Fue mi trabajo quien te convirtió en lo que eres ahora. No hubieras llegado a ninguna parte de no ser por mí —me echó en cara como cada maldito día desde que nos conocimos.

—¿No te das cuenta que lo único que hiciste fue destrozarme la vida? —exploté harta, sacando aquello que me asfixiaba.  Giré para encontrarme con su mirada, acorté la distancia entre los dos, para verlo directo a la cara.

—Pues no te quejabas cuando cobrabas esos cheques —repitió la misma cantaleta. Coleccionaba excusas que me hacían sentir culpable para tumbarme—. De no ser porque yo supe introducirte en el medio, y darte una buena imagen que convenciera a los ejecutivos de la disquera, pudiste llegar a donde estás ahora —dictó convencido de todo sus méritos, irritado por el poco reconocimiento—. Sin mi ayuda jamás hubiera dejado de ser la mediocre provinciana que eras cuando saliste de este pueblo...

—Imbécil.

Ni siquiera tuve tiempo de sufrir por sus palabras, ni adelantar lo que pasó. Todo sucedió tan rápido que cuando me di cuenta Lucas, en un descuido, había tomado de la camisa a Lorenzo para estamparlo contra la pared.

—¡Lucas, suéltalo! —le pedí desesperada intentando quitárselo de encima—. Lucas... —insistí, pero ninguno me escuchaba. Maldije por ser demasiado pequeña para moverlos—. No le hagas caso, por favor, suéltalo. 

—Vas a pedirle disculpas —le exigió enojado. Negué impotente, eso no importaba—. Y más de te vale que no te vuelva a escuchar faltándole el respeto porque te juro que se me va olvidar...

—Lucas... —le rogué. Mi voz se quebró, lleno de impotencia.

Eso llamó su atención, creo que se dio cuenta de lo que estaba haciendo porque sin pensarlo lo soltó. Parecía culpable por haber reaccionado de aquel modo. Lucas nunca acudía a la violencia para resolver los problemas, pero había cosas que lo sacaban de sus casillas. Las únicas dos veces que supe había terminado a golpes fue en sus deseos de defenderme. Me sentí culpable.

—Tranquilo, ¿por qué tanta agresividad? —dijo Lorenzo acomodándose el cuello, fingiendo que todo estaba bajo control. Lucas prefirió plantear distancia, yo me coloqué como una barrera entre los dos conociendo se podía salir de control—. Tú compartes méritos en el nacimiento de nuestra estrella, después de todo tú la pusiste en mi camino. Claro, yo no soy tan sentimental como los otros que torcieron las manos ante tu discurso —comentó algo que no entendí.

—No le metas ideas en la cabeza —le advirtió Lucas.

—Yo no le meto nada. Llegó el momento de que deje de creerse la octava maravilla del mundo y se de cuenta que si está en donde está es porque otros hemos tenido lástima por ella —lanzó hiriente—. Tu único talento fue convencer a dos imbéciles que apostaran por ti.

—Te vas a callar... —volvió a encenderse Lucas. Coloqué mi mano en su pecho.

—No, déjalo que hable. Que saque todo lo que tiene guardado y después se largue. Escucha, Lorenzo, no te quiero volver a ver en mi vida —comenté decidida—. Ni si quiera te molestes por aparecerte por aquí porque vas a perder —dije. Me importaba un bledo las consecuencias, si firmaba a las buenas o malas ya no era mi asunto.

—¿Qué vas a hacer sin mí? Crees que es muy fácil conseguir a alguien que aguante tus exigencias de mierda —me echó en cara—. Por favor, Isabel, muchachitas como tú hay a montones en la calle. Arréglales el cabello, ponles color en los labios, súbele diez centímetros a la falda y tenemos a tu remplazo. Lo único que te hizo especial siempre fue lo que hubo detrás.

—¡Entonces busca a alguien porque yo ya no te aguanto! —estallé harta de escucharlo—. ¿Si estás lleno de oportunidades por qué no me dejas en paz? Maldita la hora en que decidí hacer un trato con ustedes, que me creí sus cuentos —exploté estrujando mi rostro antes de señalarlo con el dedo—. Tú fuiste mi karma en esta vida. Yo pagué mis errores, ahora tú húndete con los tuyos.

—Tú eres mi problema, comenzaste a serlo desde que te negaste al ofrecimiento de Atencio y te convertirse en el capricho de mi jefe. Isabel no era talentosa, ni especial, pero sí lo que Atencio no pudo tener. Ni si quiera eres quien se monta en ese escenario, la mujer que vende es la que yo inventé, la que te encargaste de interpretar.

Clavé mis ojos en los suyos hallando el mismo sentimiento que me envolvió por años. Cada vez que deseaba huir siempre supo cómo enredarme para invertir los papeles. Vi la parte de mi vida que desperdicié sometida a su control, la transformación de aquella chica repleta de sueños que terminó en la mujer que por las noches se asomaba por el balcón preguntándose si algún día la tristeza acabaría.

—Quizás tienes razón, Lorenzo —acepté en voz baja, siendo realista—. Pero ya no te obedeceré a ti —revelé dejándolo sin palabras. No importaba si romper nuestros lazos significaba renunciar a quién era para él, comenzaría de cero. Construiría nuevos sueños.

Sin deseos de seguir perdiendo el tiempo lo rodeé para marcharme. Era la última vez que Lorenzo dirigiría mi vida, que la culpa y el miedo cederían. Claro que no imaginé que se resistiría tanto a rendirse, aún le faltaba el último golpe. No rompería las cadenas sin antes destrozar mis muñecas.

—Veremos qué tal te va —escupió rencoroso cuando tenía la mano en la manija, frenando mi avance—. Dudo que alguien vea algo en ti. La prueba es que de entre todos esos vídeos el tuyo ni siquiera destacó —mencionó sin lógica. Quise contradecir su patético argumento, ¿si no había algo por qué me  llamaron?—. De no ser porque este muchacho no hallaba la manera de llevarte a la cama y les suplicó a los jueces del concurso te dieran una oportunidad nadie se hubiera fijado en ti.

—¿Qué? —murmuré. Su sonrisa victoriosa reveló había dado en el blanco, en lo único que me tenía orgullosa. Busqué la mirada de Lucas esperando lo negara, pero no lo hizo. Era verdad.

—Isabel...

—¿No se lo habías contado? —fingió inocencia ante mi desconcierto. ¿Lucas se los había pedido?—. Lo he sabido desde siempre, pero acepto que me gustaba tu ingenuidad creyéndote especial porque te habían seleccionado entre miles de personas. ¿En serio pensaste que habías marcado una diferencia? —se burló de mis aspiraciones. Callé, procesándolo—. Ay, Isabel, siempre fuiste tan fácil de manipular. Lo supe desde que nos encontramos en ese bar y te brillaron los ojos cuando te dije que creía tenías futuro —dijo cruel. 

—Isabel, no lo escuches. Esto es lo que busca, hacerte sentir mal —me pidió Lucas tomándome de los hombros, pero no me interesaba lo que Lorenzo tuviera que decirme. Mi cabeza seguía en la cocina de mi casa cuando lo abracé por que fui seleccionada. Ese día algo cambió para mí, al fin alguien había visto un punto especial en mí.

—¿Tú se los pediste? —susurré dolida por la realidad. No importaba lo que inventara Lorenzo, solo quería lo que saldría de su boca. Yo creía en él, sabía que no me mentiría, aunque cuando vi la culpa en su mirada hubiera preferido lo hiciera. Agobiada me liberé de su agarre, necesitando un poco de espacio para entenderlo.

—Solo quería que vieran lo que eras capaz de hacer —defendió—. Los encontré en el hotel y les pedí que te dieran una oportunidad. Ellos mismo notaron que eras especial apenas vieron el nuevo vídeo —me explicó despacio, deseando curar la herida.

—Tal parece que no siempre has necesitado un poco de ayuda —comentó Lorenzo mordaz a su espalda. Y aunque me doliera no tenía sentido negarlo, nunca pude hacer algo por mi cuenta.

—¿Puede callarse? —lo cuestionó molesto, harto de que inyectara veneno en todo lo que tocara.

Estaba de acuerdo, pero a sabiendas no lo haría, que nunca encontraría silencio, decidí no seguir en el sitio que me hacía daño. Quería un poco de aire, libertad para meditar que lo defendí por años, mi único consuelo, no existió. Retrocedí poco a poco antes de que mi espalda diera con la salida, empujé la puerta agradeciendo que la brisa acariciara mi rostro caliente. La noche susurró que era demasiado cobarde para enfrentarme a la realidad. Deseaba volver a sumergirme en esa dulce mentira que me ayudó a mantenerme cuerda en mi travesía.

Tomé un profundo respiro intentando calmar los latidos de mi corazón. Pegué un respingo al sentir el roce de unos dedos en mi brazo, rechacé su contacto al encontrarme con Lucas.

—Isabel, escúchame —me pidió preocupado. Siempre lo hacía, él fue la razón por la que decidí arriesgarme, sus palabras siempre me motivaron a tomar decisiones que cambiaron mi vida—. Nunca quise hacer algo que te provocara un daño. Solo quería... Solo quería que ellos te descubrieran. Tú eras capaz de mucho más, estabas nerviosa el día que grabamos, pero el día del festival diste todo de ti, demostrarte hasta dónde podías llegar. Merecías una oportunidad.

—Fue trampa, Lucas —recordé. Todas las demás personas tenían mejores momentos. No fue justo—. Irónicamente siempre hago trampa, incluso sin saberlo. Ese era el lugar de otra chica, no tenía derecho a quitárselo. Quise entrar a fuerza donde no había espacio para mí.

—Era tu lugar, Isabel, cuando ellos te vieron lo supieron. Lo vi en sus ojos, habían encontrado lo que buscaban —insistió convencido, con ese tono que me hacía dudar—. ¿Tú crees que ellos se hubieran arriesgado solo por lo que un chico venido de la nada les pedía?

—¿Y por qué no lo encontraron la primera vez? Por que tuve que ser diferente, por qué si soy tan buena como dices no puedo ganarme algo como el resto —exigí respuestas, deseosa de calma. Él no supo responder. 

—Ahora lo entiendo todo, por eso Juan Daniel siempre me mantuvo al margen, él no estaba de acuerdo. Todo empieza a tener sentido —concluí en un fugaz chispazo. Lucas negó.

—Lo de Juan Daniel fue porque él era un imbécil.

—Imbécil o no, nunca me quiso con ellos y me lo repitió por años —recordé molesta. Siempre al margen, con un par de líneas, el comodín. Todo eso mermó la imagen que tenía de mí misma. Lucas no estuvo de acuerdo con mis argumentos, no supe si él tenía razón porque pensaba con más claridad o solo intentaba hacerme sentir mejor. Posiblemente se tratara de la segunda opción. Lucas siempre decía cosas grandiosas de mí, muchas veces le creí.

—Escucharme, Isabel. No dudes que hay algo que te hizo ganarte ese lugar —insistió firme. Evadí su mirada—. Isabel, miraré, tienes todo para estar en donde estás. Eres talentosa, los años son la garantía. La gente te quiere, no por ese vídeo, sino por lo que vino después.

—Necesito estar sola —suspiré cansada. Un poco de silencio, una conversación fría conmigo misma ayudarían a acomodar las piezas. Me alejé dispuesta a irme a casa, pero sus palabras me retuvieron.

—Perdóname —soltó alzando la voz para que pudiera escucharlo. Frené al identificar el sentimiento que la inundó—. Lo hice porque lo consideré justo, nunca quise lastimarte —aseguró con tanta sinceridad que no pude ser indiferente.

La oscuridad de la noche penetró en nuestras miradas que se encontraron a la distancia. El viento frío de la noche me hizo consciente de la distancia que nos separaban. La marea a lo lejos viajó sumergiéndonos en un océano que tenía intenciones de halarnos al fondo. Medité usando un poco más la cabeza que el corazón. Una débil sonrisa brotó cuando acorté el espacio entre los dos.

—Lucas, no estoy molesta contigo —aseguré sin deseos de confundirlo. Acuné su rostro para verlo directo a los ojos cargados de melancolía y dulzura—. ¿Por que lo estaría? —pregunté. No después de jugarse todo por mí—. Siempre has querido ayudarme... Debes creer que soy una malagradecida... De verdad valoro cada vez que me das una mano y estoy segura que esa vez no fue diferente... —mencioné conociéndolo, incluso sin los detalles sabía que se había dejado llevar por sus convicciones. Guardé silencio hasta que él quiso hablar—. Pero necesito estar sola —repetí dando un paso atrás. En un sitio donde pudiera enfrentarme de lleno con la realidad—. No es contra ti, me decepcioné de mí misma.

—Isabel...

—Y creo que eso es más difícil de curar —reconocí con una débil sonrisa.

Cuando amas a alguien el perdón es más sencillo, el cariño te indica el camino, pero cuando se trata de juzgar a tu reflejo no eres tan generoso. Solo quería responder las preguntas que se amontonaban en mi cabeza. ¿Quién era? ¿Qué tanto de lo que tenía merecía? ¿Qué hubiera pasado de no haber llegado a la capital? Y tenía la corazonada de que encontraría respuestas que me dolerían.

Hola ♥️ Estoy muy agradecida por empezar este 2021 a su lado. Les deseo toda la dicha, felicidad y salud para este año. A partir de aquí se regularizan las actualizaciones después del receso de las fiestas ♥️. Les quiero mucho.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro