Capítulo 44(Parte 2)
Aún tenía el corazón acelerado por la confrontación con Maya. Tomé un respiro intentando calmar la ira que seguía calentándose en mi interior. No debí darle importancia a sus palabras, pero llevaba más de seis años queriendo darle un buen golpe y cada día contenerse resultaba más difícil. Distraída golpeé con más fuerza de la que me hubiera gustado. No me di tiempo de ubicarme en mi presente, abrí los ojos sorprendida cuando al segundo toque cedió la puerta. Detrás de ella encontré una mirada que me robó toda la seguridad que había ganado en el camino.
—¿Qué tenemos aquí? La novia de Lucas —comentó disimulando con maestría el asombro. Para el mundo sería una estrella, pero para Manuel siempre conservaría la etiqueta de la novia de Lucas hasta el día de mi muerte—. Si vienes a buscar a tu novio déjame decirte que no lo vas a encontrar aquí —soltó.
—No vengo por él, quería hablar con usted —aclaré deprisa no fuera a ser que me la cerrara en la cara. Eso sí le llamó la atención, pero ni así perdió el temple.
—Pues, qué vamos a hacerle —dijo haciéndose a un lado para permitirme el paso. Asentí agradeciéndole la invitación. Titubeé un instante antes de entrar porque no sabía ni qué demonios pensaba conseguir.
Dentro me encontré con una habitación sencilla de paredes blancas. En una esquina estaba una cama tendida acompañada de un taburete pequeño donde lucía una fotografía. De ahí en fuera solo la mesa pequeña con un par de sillas, la estufa y el refrigerador al costado del fregadero. Eran pocas cosas, pero todo parecía bien cuidado. Le habían dedicado tiempo.
—Te ofrecería algo, pero como debió contarte tu noviecito tengo prohibido guardar cualquier bebida con alcohol. Ni etílico, para no tentar al diablo —mencionó. Una manera extraña de expresarse, pero muy honesta—. Así que si no tienes problemas con el agua corriente.
—No hay ningún problema —respondí deprisa sin querer causarle problemas.
Manuel asintió concentrándose en su tarea mientras yo le daba un vistazo tímido mi alrededor. A pesar de ser un lugar diminuto tenía la impresión de que podía fundar una ciudad entre nosotros.
—Siéntate, no voy a robarte —soltó tosco al verme permanecer de pie sin hallarme—. Lucas me mataría si tan solo me atrevo a pensarlo. Ese hombre está loco por ti —comentó cediéndome el vaso. No supe qué contestar así que preferí ocupar la silla frente a él—. Le advertí desde hace años que tuviera cuidado contigo, pero es testarudo y no hay quién lo saque de su idea.
—Usted cree que soy una mala influencia —deduje.
—Eres una Bravo. Lo somos —dictó antes de darle un trago a su bebida—. Está en nuestro gen arruinarle la vida a otros, pero si ellos quieren, ¿qué podemos hacer?
—Yo no quiero arruinarle la vida —comenté pensativa.
—Es un primer paso. Quizás sacaste algo de tu padre —habló para sí mismo—. Al menos no pareces tener el carácter de tu madre. Un buen avance —rio sin descaro. Fruncí las cejas ante la broma, aunque pensaba igual. Mi madre era muy rígida, lastimaba sin darse cuenta.
—Sí, creo que he corrido con un poco de suerte —admití en voz baja entrando en confianza—. Usted tampoco es tan duro, al menos eso cuenta Lucas.
—Si Lucas fuera el encargado de santificar personas en el cielo lo hubieran despedido el primer día —comentó. Sí, tenía parte de razón. Era demasiado suave en su juicio—. Ese muchacho te mandó aquí por algo, si es para hacerme un favor, dile que no necesito mandaderos.
—Él ni siquiera sabe que estoy aquí —le confesé—. En realidad, ni siquiera sé por qué vine. Pensé que... —Callé, reflexionándolo—. Sería bueno que habláramos.
—¿Sobre qué? —cuestionó brusco, guiado por la curiosidad.
—Me refería a charlar con frecuencia —especifiqué.
—¿Por eso de ser familia? —cuestionó—. Porque déjame decirte...
—Porque nos parecemos un poco —solté con total honestidad—. Sé que ha vivido una vida difícil y que le dieron la espalda cuando más lo necesitaba. Tuvo que pasar por cosas horribles completamente solo. Duele mucho que la gente no quiera ayudarte, que sea tu propia familia empeora la situación.
Manuel me estudió con su mirada profunda. Había una característica peculiar en sus ojos oscuros, fue como si te contaran una historia, melancólicos, tristes, pero sin permitir ver el fondo del lago.
—Así que también eres la oveja negra de la familia. A este paso vamos a ser un rebaño —escupió. Apreté mis labios para no sonreír ante su peculiar manera de hablar—. Estoy convencido que tu madre torcerá las manos contigo, es orgullosa, pero también le duele que le digan las cosas a la cara.
—No me creo capaz de hacerlo.
—No te preocupes, tu novio ya se te adelantó —contó de buen humor. No comprendí a qué se refería, él me ayudó a aclararlo—. Acaba de toparse con ella. Adelantarás que no se quedó callado.
—Noooo... —me lamenté. De solo imaginarlos discutiendo un agujero profundo se abrió en mi estómago. Una de mis pesadillas hecha realidad.
—Te hubieras divertido —comentó como si fuera un chiste. Yo no le hallaba lo gracioso. Estábamos hablando de una tragedia—. Tampoco es una novedad, Lucas parece disfrutar confrontando a tu madre. Lo hace por mero placer, más cuando tiene motivo.
—¿Y cuál fue el motivo? No, espere, no me lo diga —lo detuve antes de que abriera la boca. Podía hacerme una idea—. Sé que va a dolerme.
Entendía que mis padres me detestaba y su honestidad no les permitió disimular. Sabía que pasaría, estaba preparada para el desprecio de otros, pero el de ellos me costaba más digerirlo. Respiré hondo aceptando la consecuencia de mis actos.
—¿Quieres que te de un consejo? —me despertó Manuel. Su tono de voz reveló que hablaría con sinceridad.
—Creo que en el fondo he venido por uno —admití. Nadie más que Manuel sabía cómo se sentía.
—Lo que sea que busques, hazlo por ti, no por ellos. Al final las cosas que se rompen nunca vuelven a quedar igual, pero al menos uno debe quitarse ese peso de encima. El mundo ya está demasiado jodido para sumarle líos de otros que se niegan a aceptar que no podemos cambiar el pasado. Te recomiendo ser egoísta, es la única manera de mantenerse cuerdo.
Oí con atención cada una de sus palabras. Jamás creí que hubiera tanta sabiduría en él, aunque debió suponerle. Tantas heridas esconden aprendizaje. Entendí la adoración que sentía Lucas por ese hombre. Los dos teníamos otra cosa en común, estábamos en el fondo cuando ese chico creyó en nosotros.
—Lo más cercano a cuerdo para un Bravo, ¿no? —apunté divertida. Sonrió al escucharme, coincidiendo en ese punto. En realidad, lo haríamos en muchos otros después de la primera conversación. Manuel era quien mejor honor hacía al apellido, tenía muchas cosas que aprender de él.
Maldije en voz alta al escuchar los golpes de la puerta mientras buscaba mi bolsa. A última hora mi cerebro decidió que la ubicación no era importante. Me arrodillé para asomarme debajo de la cama, resoplé al no hallar más que un par de zapatillas que me coloqué junto a otro fastidioso toque. Casi me voy de cara por las prisas, aunque en el descalabro la encontré en el colchón. «Dios mío, no sé dónde tengo la cabeza», me quejé misma corriendo a la salida.
Abrí encontrándome a un encantador Lucas, con una brillante sonrisa que contrastó con mi expresión de desastre. Con su camisa blanca perfectamente planchada y un maletín de cuero colgado de su brazo. Yo atravesé mi cuerpo por la delgada correa de mi bolsa. Las diferencias eran claras.
—Perdón, perdón, siempre se me hace tarde —me disculpé sacando la llave para cerrar tras de mí—. No sé por qué. Te juro que me levanté temprano, a las cinco, pero entre una cosa y otra se escapó el tiempo. Soy un desastre organizándome —revelé aún con la respiración agitada. Lucas rio ante mi interminable parloteo—. Te prometo que mañana seré puntual.
—Tranquila, Isabel —me calmó al verme trotar fuera la posada. No quería que llegara tarde por mi culpa—. Te irás acostumbrando —me animó. «No estoy tan segura», pensé mientras él se despedía de la anciana que atendía el lugar.
—Eso espero —chiflé desatándome el cabello. Ni siquiera tuve tiempo de secarlo, pero no importaba, estaba comenzando a tomar forma al natural.
Era la nueva rutina que había propuesto, la misma que la había incumplido. Lucas pasaría por mí para irnos juntos a trabajar. No utilizaríamos su vehículo porque, según yo, quería disfrutar un momento con él, caminar, hablar sin presiones.
—Esto es nuevo para mí —confesé graciosa viendo al mundo despertar.
Algunos nos miraban curiosos, unos estaban tan concentrados en sus problemas que ni siquiera reparaban en lo que sucedía alrededor. El sol salía de a poco pintando algunas nubes, el cielo despejado de un color claro brindó un espectáculo hermoso. El aire fresco alborotó mi cabello mientras una sonrisa se pintaba en mi rostro. Eso era lo más cercano a mis sueños. Sorprendí a Lucas tomándolo del brazo para pasarlo por mi hombros. Él sonrió antes de darme un beso en el cabello. Era la clase de vida que aspiraba, después de probar el ajetreo de la cima aquella paz y normalidad resultaba irresistible. Sentía que, después de años perdida, al fin había hallado un puerto.
Lucas escuchó mi extensa conversación sobre las audiciones del día anterior. Hizo un montón de preguntas, pero en un momento sus respuestas fueron menos claras. Siempre que le sucedía se debía a que en su cabeza había un tema haciéndole ruido.
—Estás pensativo —mencioné, atrapándole—. Algo te pasa.
—Nada... Debo estar nervioso porque hoy hablaré en público —inventó.
No le creí. Primero porque era un pésimo mentiroso. Segundo, conocía a Lucas muy bien, lo suficiente para saber que un problema le preocupaba. Quise saber de qué se trataba, por dentro la curiosidad me mataba, pero decidí no presionarlo. Esperaba me lo contara cuando se sintiera listo.
—No te preocupes, Lucas. Si lo haces igual que en la entrevista te ascenderán a director —bromeé optimista. Su risa me dio indicio de que estaba más relajado, alejó aquel enredo situándose en la realidad—. ¿Vas a ir a la preparatoria con el profesor Nicolás? —me acordé. Lucas asintió—. Oh no. Por favor, dile que me perdone por todas las veces que falle con tareas o me la pasé hablando en clase.
—Él ya debió perdonarte, Isabel —comentó encontrando divertido mi preocupación. Claro, como él tenía la consciencia limpia podía ir muy campante por la vida. Malo para los que debemos tantas.
—Espero que sí. Podrías comenzar hablándole a sus alumnos sobre que terminarán peor que yo si repiten ese patrón —recomendé—. Repíteles que la escuela es para estudiar, tienen el resto de del día para ser idiotas.
—No sé si vaya a servirles de motivación, pero les pasaré tu recado —mencionó. Pareció recordar algo importante—. Por cierto, también quería contarte que hoy Julián y Jimena llegarán a Tecolutla. Me avisaron apenas ayer.
—¿En serio? —pregunté sorprendida. No lo esperaba, pero me alegró la noticia—. Qué maravilla. Tengo muchas ganas de conocer a Jimena. Es decir, ya lo hago físicamente, la reconocería en la calle si la veo pasando, pero hablo de charlar. Necesito agradecerles por cubrirnos la espalda y guardar silencio sobre lo nuestro cuando estuvimos en la capital. Eso dice mucho de ella.
—Es una gran chica —admitió Lucas. Bueno, viniendo de él eso no era una garantía, pero tenía la misma corazonada—. Creo que se llevarán bien. A Julián ya le conoces.
—Sí. Te conté que me acompañó hasta aquí. Bonito gesto de su parte —reconocí, aunque en su momento tuvimos nuestras diferencias me pareció un buen chico—. ¿Vas a ir a recibirlos? —curioseé. Si la respuesta era sí posiblemente hicieran planes juntos y lo mejor sería regresar sola a la posada.
—Eso son mis planes. ¿Quieres acompañarme?
—¿Lo dices en serio? —pregunté ilusionada. No debí emocionarme por esa tontería, pero eso significaba que estábamos caminando más en nuestra relación. Presentarme con sus conocidos, según mi abuela, era como admitir en voz alta que teníamos planes a futuro—. Claro que sí. Prometo esta vez sí seré puntual —me propuse, determinada a no avergonzarlo, robándome una carcajada.
El camino me pareció un suspiro, casi sentí pena cuando llegamos a mi destino. Había disfrutado mucho de esa mañana a su lado. Tan tranquila y dulce que hasta pensé que ir a trabajar era un gozo y un castigo. No había demasiada gente por la zona, era temprano, pero no me extrañaría que en un par de horas mi cabeza no pudiera ni avanzar.
Saqué las llaves para abrir, necesitaba poner en orden algunas cosas antes de que llegara el resto. Comencé a enumerar mis pendientes. Pude sentir la mirada de Lucas observándome, continúe concentrada hasta que lo atrapé estudiándome con intensidad. Eso bastó. Definitivamente algo le pasaba.
—¿Estás seguro que todo va bien? —dudé extrañada de su actitud. Entendía que ambos teníamos prisa, pero si era algo importante podíamos hablarlo.
—Sí —aceptó con una sonrisa, aunque tuve la impresión que hablaba para sí mismo. Quise insistir, pero él me ganó las palabras—, solo pensaba en que no te cambiaría por nadie en el mundo, Isabel.
Su comentario me tomó por sorpresa. Sonaba a sinceridad pura y no entendía a qué venía esa conclusión.
—Escucha, si piensas que con eso vas a tenerme en la bolsa estás en todo lo cierto —terminé con una risa antes de pararme de puntillas y enredar mi brazo en su cuello para atraerlo a mi boca.
Mi estatura siempre me dio problemas, pero mis ganas superaban cualquier obstáculos. No opuso resistencia, todo lo contrario, pareció deseoso de lo mismo. Los labios de Lucas me regalaron un beso que me hizo sentir la mujer más querida del mundo.
—Ahora ve y ten un gran día, mi Lucas. Estoy segura que todo saldrá muy bien y si algo falla, lo cual es normal, sabes que siempre voy a estar aquí —le recordé con una sonrisa. Respetaba que no quisiera contarme el lío que había en su cabeza, pero quería que supiera contaba conmigo.
—Definitivamente voy a tener un buen día —pronosticó antes de robarme otro beso. Sonreí en sus labios. Era adicta a ese sabor. Tampoco lo cambiaría por nadie, ningún hombre tenía la capacidad de hacerme sentir viva con un simple beso como ese chico lograba. Solté un gritito de sorpresa cuando Lucas sin aviso se apartó y me abrazó con firmeza de la cintura para elevarme un poco del suelo.
—Beneficios de ser pequeña —comenté divertida.
—Beneficios de que te ame como un loco —contraatacó buscando mis labios.
Mis labios se encargaron de rozar sin prisas su boca. Me entregué a ese beso intenso que nos robó el aliento a los dos hasta que Lucas recuperó el norte. Con cuidado me dejó en el piso con una sonrisa que me enamoró. Ese chico tenía la capacidad de hacerme sentir fuego en las venas y un segundo después azúcar en el corazón.
—Será mejor que me vaya o no podré salir de aquí —nos avisó. Asentí con una sonrisa—. Cuídate mucho, Isabel. Sabes que te quiero.
Sonreí por su cariño escuchándolo despedirse y prometiendo pasar por mí más tarde para recibir a sus amigos.
Agité mi mano hasta que se perdió de vista. Suspiré recargándome en las puertas, cuando las emociones me dieron un descanso me pregunté, ¿qué sería lo que traería Lucas en mente? Esperaba que no fuera nada malo, porque a estas alturas del juego ni siquiera era capaz de imaginar una vida lejos de él.
¿Qué será lo que preocupa a Lucas?😱♥️
Adoro leerlos. Les quiero muchísimo ♥️.
Capítulo dedicado a @nthaaly por sus lindos comentarios ♥️.
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