Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 41 (Parte 2)

Costa Esmeralda era preciosa. Apenas puse un pie tuve que reconocer no solo su belleza, sino también la paz que transmitía el cielo. Una mezcla de anaranjados y amarillos pintaban el horizonte a lo lejos. Siendo honesto, aquel paisaje donde algunas nubes perdidas traslucían los últimos rayos del sol eran un espectáculo digno de una postal.

Isabel prescindió de los lentes oscuros. No quería seguir escondiéndose, pese a las consecuencias. No era un paso fácil, al correrse el rumor que estaba en Veracruz la gente la reconoció sin problemas. Las miradas la siguieron cuando desde que puso un pie dentro del hotel que daba a la playa, una residencia hogareña que Isabel tenía el objetivo de enseñarme. La quijada de la mujer que atendía se mantuvo abajo cuando Isabel le preguntó si había espacio para reservaciones. No podía culparla, yo también tendría la misma expresión.

—Gracias, que amable —comentó Isabel ajena a la atención. Yo intenté no reírme por su mal intento por recomponerse. Me encargué de llenar el formulario, eso fue la respuesta definitiva de que veníamos juntos lo que incrementó su curiosidad. Nuestra relación pública sí era primicia—. Sí, es mi novio —rompió el silencio juguetona Isabel ante el análisis—. Es guapo, ¿verdad?

La chica se mostró apenada por ser descubierta. Isabel se apoyó en el mostrador para acercarse a ella, susurrándole algo que solo nosotros oiríamos.

—Pero es un secreto, nadie puede saberlo aún. ¿Puedes guardármelo? Por favor —le pidió uniendo sus manos. La chica sonrió entendiendo no estaba molesta—. Haría la promesa del meñique, pero me parece que eso sería un compromiso mayor y no quiero obligarte.

Negué con una sonrisa al recibir la llave. En realidad no pensábamos quedarnos esa noche, al menos yo no. Supongo que ante el pronóstico de lluvia era mejor prevenir.

—Antes venía mucho con mis padres —contó sin necesidad de ir a la habitación, dirigiéndonos directo a la playa—. A mi papá le encantaba este hotel —añadió. Torció sus labios al recordarlo, percibí la melancolía que la invadió al pronunciar su nombre.

—Isabel, ¿no tienes planes de hablar con ellos? —curios. Con la única persona de su familia con la que mantenía una relación era con su abuela.

—Claro que sí. Es lo que deseado desde que llegué—confesó deprisa en voz alta—, cuando reúna el valor de verlos a la cara. Te juro que cada que lo pienso se me baja la presión —me contó. Le creía.

—Es normal. Nunca es fácil enfrentar lo que nos da miedo, pero Isabel, ya has hecho mucho para llegar hasta aquí. Solo faltan los últimos pasos —le animé—. Eres muy valiente, en verdad te admiro —confesé. A mí me hubiera costado mucho hacerle frente a todos esos problemas, a las opiniones del resto, al poder de la gente.

—Cuando veas como mis padres me arrojan de la ventana no dirás lo mismo —murmuró. Sonreí ante su catástrofe.

—Ellos van a estar felices de verte —le aseguré. No me creyó. La entendía, su familia era difícil. Costaría hallar el instante preciso, ponerse de acuerdo—. Cuando decidas que es el momento adecuado sabes que cuentas conmigo —añadí para no presionarla, pero sin permitir lo olvidara. Deseba tuviera presente estaba con ella.

Ella sonrió con dulzura antes de abrazarme. Apoyó su cabeza en mi pecho.

—Lo sé, Lucas —aceptó. Un minuto de silencio antes de alejarse para verme a los ojos—. Puedes poner un trampolín para cuando me lancen —bromeó. Negué porque no podía hablar en serio nunca. Ella aceptó la culpa tomándome la mano para halarme por el sendero que daba a la playa.

Honestamente era un buen sitio. Isabel que conocía el camino me enseñó la piscina, las palapas en las que se organizaban reuniones, el jardín que terminaba en la entrada del océano. Una sonrisa se pintó en mi rostro al volver a estar juntos en el punto de inicio. Esa vez dos bicicletas chocaron por la prisa, esta vez ambos corazones se buscarían intentando burlar al tiempo.

Isabel corrió por la arena, jugueteando, dejando sus huellas. Tenía la capacidad de marcar profundo todo aquello que tocara. Su paso nunca dejaba indiferente, al igual que un huracán, su inesperado impacto te transforma. Y ahí, a unos pasos del mar, la reconocí como nunca. Desprendiéndose de la carga que la sofocó por años. Detrás de todas esas gruesas capas de miedo estaba Isabel. La misma que subía a un escenario en aquella vieja tarima, brillaba en cada fiesta, recorría la playa con una sonrisa que causaba estragos en cualquier corazón.

—Creo que voy a enloquecer —confesó a la par de una risa que escapó del centro de su cuerpo. Su acelerada respiración me dio idea de su emoción contenida—. Ni siquiera recordaba cómo se sentía te latiera tan fuerte el corazón. Te aprieta las costillas, te falta el aire... Todo es tu culpa —mencionó divertida, señalándome.

—¿Mi culpa? Espero que tenga argumentos para un cargo tan grave. No es bueno ir por ahí acusando sin razón —fingí ofenderme. Ella que me conocía bien mordió su labio para no revelar su sonrisa.

—El argumento es que te amo —escupió de golpe.

El viento se llevó su risa, viajó junto a las olas, convirtiéndola en mi sonido favorito. Abrió sus brazos dirigiéndose al mar, quedándose en la orilla, empapando sus pies. No sabía qué planeaba. No intenté descifrarlo. Me gustaba admirarla.

—Gracias por la vez que me llevaste a Bahía Azul —soltó a la marea que escuchaba todo lo que otros quisieran compartir—. No sé qué sería de mi vida de no ser por esa tarde. Dicen que la marea siempre te arrastra a la orilla tras un naufragio. Necesitaba llegar ahí. A tu lado —añadió con una sonrisa.

Esa imagen quedaría grabada en mí. La noche de fondo, enmarcando la existencia de la mujer que más había amado en mi vida, preciosa a la luz de la luna. El cabello revolviéndose, los sueños mezclándose en el agua, sumergiéndose antes de saltar salpicándonos de esperanza.

También agradecía a la vida por todas esos choques, porque incluso sin conocer el final no imaginaba una vida donde Isabel no tomara un papel. Habíamos nacidos para coincidir, antes o después. Uno no puede huir de su destino. El corazón siempre encuentra camino para llegar a casa, es el único que puede avanzar con los ojos cerrados en medio del desastre.

—Estoy perdidamente enamorada de ti —confesó acortando la distancia, sacándome de mis pensamientos—. Te amo con mi corazón, con cada parte de mí. ¡Te amo, te amo, te amo, te amo! —repitió juguetona, abrazándome. Sus ojos negro brillaron en la oscuridad, mi corazón se arrulló con el suyo—. Desde que era una chica que no sabía lo que significaba. No hubo nadie que pudiera opacar tu recuerdo —confesó con su mirada cristalizarse—. Incluso cuando te imaginé con otra vida donde yo no podría formar parte, siempre guardé la esperanza de que si un día nos topáramos a lo lejos.... Sonreirías al acordarte de mí —reveló acunando mi rostro entre sus manos que temblaron por la emoción—. Pero hoy estás aquí.

—No voy a irme —le prometí dejando que mi corazón hablara—. Tú tampoco lo hagas —pedí sin pararme a reflexionar, revelando el deseo oculto y egoísta de mi alma.

Me arrepentí al ser testigo de mi debilidad. Sabía que no estaba bien atarla a un compromiso, pero el amor a veces es irracional. No deseaba se marchara, que la historia volviera a repetirse. La quería en mi vida, ser parte de la suya.

Isabel mantuvo sus ojos negros en los míos, pude notar percibir su meditación, quise retractarme, pero el sonido de sus palabras no me lo permitieron. Colocó su dedo sobre mis labios antes de dibujar una dulce sonrisa.

—No lo haré. Ya no me iré, Lucas.

Quise imaginar una realidad donde no existieran más despedidas para los dos, entregarme al amor que había sobrepasado las barreras del tiempo. La manera en que la amaba era lo más honesto que había sentido por alguien en mi vida. No merecía un final, solo una continuación sin número de páginas.

La lluvia hizo suya la costa. La tormenta siguió nuestro pasos, no tardó en llegar a la zona. Por desgracia, el plan de pasar la noche en la playa se arruinó. Isabel dijo que probablemente mejoraría el clima. No quise decirle que había un alto porcentaje de que no sucediera. Parecía ilusionada con que la lluvia parara, tanto que permaneció recargada en el marco de la puerta abierta, observando al exterior. La nubes poblando el cielo no eran un buen pronóstico.

—Esto está tardando —admitió impaciente. Sonreí sin proponérmelo, no entendía como por momentos llegaba a ser tan tierna—. ¿Qué me ves? —escupió leyéndome la mente.

—Pensaba...

—Aclaraste mis dudas.

—Pensaba en que tienes un imán para la lluvia —completé divertido, meditándolo. Isabel abrió la boca para protestar, pero lo aceptó con un resoplido.Siempre nos acompañaba a todos lados.

Rendida, siendo consciente que tardaría en mejorar la situación, decidió darle un vistazo a la habitación. Reí por todos los gestos que revelaban qué le gustaba, apreciando los detalles. Eso le sirvió un minuto antes de aburrirse. Se dejó caer en el colchón, clavó su mirada negra en la pintura del techo, entrelazando sus manos sobre su pecho.

—Eso me pasa por hacer un itinerario —protestó sin rendirse.

—Isabel, fueron menos de cuarenta minutos para llegar —resumí, riéndome por su queja. Grandes planes no pudieron arruinarse en aquel periodo.

—Tengo una imaginación rápida —se justificó con una sonrisa, encogiéndose de hombros. Sí, eso lo sabía mejor que nadie.

Fue un instante de silencio en lo que solo resonaron las gotas de la lluvia, me gustaba ese sonido, hasta que Isabel agitó su mano pidiéndome le hiciera compañía. Me hizo espacio en la cama para acostarme a su lado.

—Al menos estamos juntos los dos. —Quiso ser optimista. Sí, al final eso era el objetivo.

—En una ciudad extraña, posiblemente en medio de una catástrofe. Cuando mencionaste el fin del mundo no pensé que hablabas literalmente.

—Eres un tonto, Lucas.

Acepté el cumplido con una sonrisa, mis dedos acariciaron su rostro. No podía explicar lo mucho que me gustaba, me parecía la mejor composición que mis ojos habían apreciado.

—Lucas... Lo de hace un rato... —calló dudando—. ¿En verdad te imaginas esto para siempre? —soltó, desconcertándome. Por su expresión indescifrable supuse tampoco ella sabía el peso de aquellas palabras.

—¿Para siempre?

—Hablo de estar juntos —aclaró. Quise contestar, mas ella lo impidió intentando ser más específica—. Todo lo que eso significa. Soportar que nunca me quedo callada, mi egoísmo natural, mis malas decisiones, mi tendencia a meterme en problemas, lo mala que soy para cocinar, mi pasado, mi carrera. Todos esos defectos a largo plazo van a ser una molestia. Yo a veces los detesto, no podría culparte.

Sonreí por su dilema. Una vez mi tía me dijo que quien está con alguien esperando cambie, tal vez debía reconsiderarlo. Reflexioné por un tiempo su consejo hasta que escuchándola hablar con su marido comprendí el significado. Yo amaba a Isabel completa, con todo lo que implicara, al igual que sentía me quería sin importar todos mis errores. Ella fue la primera persona que lo hizo conociendo todo de mí. Me acerqué a ella, cerré los ojos apoyando su frente contra la mía, bebiéndome su lente respiración. Quería grabarme esa noche. Afuera el cielo se estaba cayendo a pedazos, ahí la tranquilidad caló dentro de mi corazón.

—Si la pregunta es si he pensado en la posibilidad de despertar cada mañana a tu lado, escuchar tus charlas que me sacan de la monotonía, tus locuras que convierten mis días en una aventura —enumeré en voz baja, apenas alguna de las muchas cosas que me hacían feliz—, oír tu respiración, sentir tus manos, observar tu rostro... Sí, he considerado convertir esta página en un para siempre —nos confesé—. La vida es buena, Isabel, pero cuando la vivo contigo me sabe mejor.

Isabel sonrió al escucharme. Hablaba con sinceridad, la única manera en que conocía de charlar con ella. Las cadenas pesaban menos a su lado. Estaba convencido que llegaría el día que las romperíamos por completo. Es cierto que el amor no es la medicina de toda enfermedad, pero como ayuda a soportar el dolor. La vida, los problemas, los retos, con una voz que te repita que no estás solo, que te haga sentirlo, es un regalo. Había sido afortunado de recibirlo.

Isabel envolvió sus brazos alrededor de mi cuello atrayéndome. En sus besos dulces encontré la paz. Había algo en ellos que me hacían perder el interés en el resto. Disfruté del conocido sabor de sus labios, de su cálido aliento que evaporaba cualquier duda. Perdí la cuenta de todos los besos que habíamos compartido, pero estaba seguro que no importaba, jamás me cansaría de ellos. El tiempo se detuvo para nosotros. Una nueva tormenta se formó en aquella habitación.

Las olas afuera se mezclaban violentas con la lluvia al igual que nuestra respiración. Sus manos descendieron por mis brazos y las mías recorrieron sin prisa la curvatura de su cintura. No pensé más que en lo feliz que era teniéndola conmigo. Mis dedos desataron los nudos de la tela con la misma habilidad que los sentimientos nos entrelazaron. Siempre fue imposible resistirme a la manera como me miraba, a la pasión que inundaba cada roce. Sus ojos, que parecían dos trozos de carbón ardiendo, encendieron la llama en mi interior. Borré las fronteras, acariciando cada rincón. Reconocí su aroma, la suavidad de su piel. Adoré los suspiros que escapaban de su boca, mi nombre que moría en mis labios, el calor de su cuerpo que me envolvió al fundirnos en uno. Mi corazón celebró cuando volvió a encontrarse con el suyo que lo recibió como a un viajero que después de muchos meses vuelve a su hogar. Sin palabras percibí el amor que escribió nuestra historia. Isabel me amaba, en cada latido estaba la confirmación. Yo le correspondía con la misma intensidad.

Era una noche de lluvia, no de la que destrozaba todo a su paso, sino la que arrastraba la tierra acumulada que entorpecía el camino, dejando al descubierto brotes de esperanza. La que se agradece después de una larga sequía. Un regalo del cielo que te recuerda que existe.

Muchísimas gracias por leerlo ♥️. Con este capítulo inicia la recta final. No, no es el final, pero comienza la última etapa. Quedan pocos capítulos y todos están llenos de sorpresas ♥️. Les quiero mucho.

Capítulo dedicado a @SMALRAZ por todo el amor que le da a este par ♥️.



Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro