Capítulo 32 (Parte 2)
Regarla era mi misión de vida, la realizaba con una maestría admirable. Si estuviera relacionada con alguna profesión mi buró estaría repleta de reconocimientos, por desgracia se trataba de una cualidad inútil. A menos que fuera una comediante nadie apreciaría mis múltiples desastres.
No reaccioné. Me quedé congelada en el interior estudiando mis pocas opciones. Huir no. Salir tampoco. Nada apareció en mi entorpecida mente que se había quedado en el elevador. «Otro nuevo titular a la lista. Al menos debí maquillarme para la fotografía», me lamenté, pero a mi favor traía ropa linda. «Eres una imbécil», acepté derrotada golpeándome contra el volante.
El dueño del automóvil delantero, el causante de todo, salió de su vehículo después unos minutos. Tal vez esperaba yo lo hiciera primero porque no se veía de buen humor. Se acercó hasta donde estaba con actitud de matón, golpeó la puerta para que saliera, pero no lo hice. «Cuernos». Si quería matarme que hiciera su luchita. Aguardé nerviosa en el interior sin saber qué hacer. Si salía estaba muerta, pero sino, por la manera en que jaló la manija supuse no faltaría mucho. El muy tonto se ponía exigente cuando era el responsable de la carambola.
«¿Qué hago?», repetí intentando buscar una solución, no pensaba ponerme valentona con un tipo que de una patada me sacaba del país.
Entonces como si no fuera suficientes desgracias, un automóvil aparcó en el carril del costado. «Lo que me faltaba. Ya mejor que se desplome un avión», pensé al ver como bloquearon mi única salida. Asumí que se trataba de una patrulla de tránsito, no entendí cómo llegaron tan rápido.
Preparé mi epifanía: Isabel Bravo causante de problemas, incapaz de remediarlo... Sin embargo, quedó a medias al reconocer que se trataba de un modelo familiar. Mucho más quien descendió de él. No podía creerlo.
—Déjame hablar con ella —le dijo al tipo pidiéndole un poco de espacio. El otro aceptó de mala gana al percatarse que no estaba de broma. Brandon Faeth no tenía aspecto temerario, ni podía presumir de su musculatura, pero su altura imponía. La mía me mandaría a preescolar. Quité el seguro sin más. Él abrió apenas espacio suficiente para asomar la cabeza—. Ay, Isabel —reclamó. No pude ver la expresión por sus lentes oscuros, adelanté no era agradable. Yo volví la mirada perdida al frente. «Me equivoqué»—. Va a costarte caro que esto no acapare todos los reflectores.
—Dales lo que quieran. El dinero no me importa —admití. A estas alturas si todo pudiera solucionarse con billetes lo haría. Por desgracia, no era tan sencillo. Todo tiene sus espantosas consecuencias. Brandon negó en desacuerdo por mi propuesta—. Ya sé que la corrupción es mala, pero quiero irme ahora —confesé—. ¿Qué? ¿Me viste cara de maestra de cívica y ética?
Vamos, al final los conductores querían plata, yo librarme de ellos. Ganar-ganar.
Él cerró de un portazo al son de un resoplido, reuniéndose con el otro par. Le debía una. Era convincente, lograría echárselos a la bolsa. Conocí a Brandon hace años en una fiesta, antes de enterarme que dormía en el piso superior. La primera vez que nos vimos me dijo que debía aprender a tener a la gente en mi mano sino quería que ellos me tuvieran en la suya. Comes o te devoran. Siempre hay un perdedor, uno lucha por no ser él. Debí seguir su consejo. El problema era que yo siempre creí tener el control, hasta que descubrí ni siquiera poseía la llave.
—¿Puedes llegar hasta el apartamento?
Pegué un salto al escuchar su voz de vuelta. Él chasqueó la lengua antes de repetir la pregunta. Asentí decidida a alejarme de aquel foco de curiosos. No estaba lejos, en unos minutos llegaría. El otro par pareció tener deseos también de desocupar el área antes de que un chismoso avisara a las autoridades y nos pescaran a todos. Mañana llevaría el automóvil al mecánico. Quién diría que tendría tanta suerte, había recibido un par de besos antes de medianoche.
—Solo sígueme de cerca... Pero no tan de cerca —cambió de opinión al recordar el daño en la defensa. Entrecerré los ojos ofendida. «Eso no fue... Toda mi culpa», admití reconsiderando que de estar más atenta quizás pude librarla. No lo sabía.
Aun así no le busqué más peros, hice lo que me ordenó, le seguí a una distancia prudente hasta el edificio. El guardia me dedicó un vistazo fugaz, debió reírse. Le entregué las llaves del vehículo a Brandon bajo la promesa de no volver a conducir en aquel estado. Parecía mi padre, pese a que solo me llevaba un par de años. Ojalá a él le hubiera preocupado igual. Cuando era una adolescente siempre celebré me dieran tanta libertad, tal vez un poco de límites no me hubieran venido mal.
Empujé la puerta de mi solitario apartamento. Pasé mi mirada de punta a punta. Todo igual tal como lo dejé. Vacío, ni una araña para hacerme compañía. Nunca me sentí más a la deriva.
No le ofrecí asiento conociendo lo tomaría de todas formas. Busqué en mi cajón algunas de mis pertenencias, me topé con artículos que ni sabía conservaba dando al fin con la chequera. Anoté una cantidad en una espantosa letra ante de firmarlo para entregárselo. Siempre pagaba mis deudas.
—Gracias por la ayuda, Brandon. No lo olvidaré... Tiene fondos —aseguré. Él rio por la tonta aclaración. Era muchas cosas, pero no una ladrona. Crecí temiendo a la policía. Cuando uno es tan problemático los hombres de azul son tu límite.
—Vas a contarme qué demonios pensabas hacer —cuestionó de buen humor ocupando el sofá. Tomó entre sus manos la copa a medio terminar antes de llevársela a los labios. Bebió un largo trago—. Querías matarte —asumió. Me ofreció al rellenarla, pero negué indispuesta. Odiaba el alcohol. No me hacía olvidar, solo me volvía más estúpida.
—Quería vivir —le corregí. Él alzó su ceja castaña sin comprenderme—. Él se fue... —le conté con voz temblorosa, buscando consuelo. Brandon dio otro sorbo aclarándose la garganta.
—Sé más clara, preciosa.
—Lucas —respondí. Me dolió pronunciar su nombre. «¿Dónde estaría? ¿También pensaría en mí?»
—He quedado en el mismo sitio —admitió divertido. Apreté los labios sin hallarle la gracia. Cansada de las emociones me dejé caer en el sillón. Recargué mi cabeza en el respaldo. Quería dormir, pero al mismo tiempo huía de perder tiempo. Tenía muchas qué hacer, no supe por dónde empezar—. Déjame pensar... Lucas... Lucas... —repitió para sí mismo—. Ya. ¿Es el tipo con el que te vi el otro día? —intenté acertar.
No contesté. Ladeé la cabeza para no darle la cara. Mis ojos dejaron escapar unas lágrimas que recorrieron mi mentón. Ya recordaba porque no me puse rímel.
—Isabel, estás llorando porque tu novio te dejó —se echó a reír con una sonora carcajada. Yo fruncí las cejas. Le dediqué una mirada que gritaba no estaba para sus bromas—. Isabel Bravo al borde del delirio por un hombre. Parece un chiste. Un mal chiste —comentó recobrando la compostura.
—Él es diferente —mencioné dolida.
—Esa es la frase más cliché del mundo. ¿Sabes cuántas veces la he escuchado en mis telenovelas? De ley un centenar.
—Tú no entiendes nada —escupí molesta de que solo se burlara.
—No, no lo hago. Solo sé que el capricho con ese tipo no te va a traer nada bueno. Isabel esto no puede afectarte a ti —mencionó, no sé con qué intención.
—Claro que sí, te daré una buena demostración.
—Tranquila —rio ante mi arrebato levantando las manos declarando la paz. Aquello bastó para saber que era mejor andarse con cuidado con Lucas, dejó los chistes para otra ocasión. Guardó silencio durante un rato en el que me dediqué a recordarlo—. No le llores a un hombre que no se acuerda de ti —dijo en voz baja con deseos de animarme. Eso no ayudó a sentirme mejor. Lucas no podía olvidarse de mí tan rápido—, puedes tener al que quieras solo con pedirlo —susurró juguetón acercándose a mi cuello. Coloqué mis manos en su pecho alejándolo un poco.
—Apesto a vino de quien sabe de qué año —repliqué malhumorada. Necesitaba un poco de espacio. El rio con voz ronca como si hubiera soltado una payasada. Yo torcí la boca. Le sostuve la mirada para que entendiera mi malestar, él se limitó a sonreír. No tenía sentido pelear, menos con él. Después de todo si no fuera por su ayuda seguiría discutiendo con un oficial.
—Estás muy tensa —opinó comprensivo. Debía darle la razón. Cualquier cosa me irritaba—. El trabajo, todos esos estúpidos reporteros haciéndote preguntas estúpidas, el accidente, lo de tu chico... Es caótico, un desastre. Entiendo cómo te sientes —suspiró en voz baja dejando su humor. Fue bueno escuchar que alguien comprendía lo mal que me sentía. Él mejor que nadie sabía lo desgastante que era la carrera. Asentí con un nudo en la garganta.
—No sé qué hacer —le confesé en voz baja limpiándome la cara como si fuera un chiquilla. Agradecería en el alma un buen consejo.
—Lo que necesitas es relajarte —me aconsejó con sabiduría, pensé que me recomendaría dormir o vaciar una taza de té hasta que su mano cálida terminó en mi rodilla. Camino equivocado. Brandon aguardó un segundo, esperando lo motivara—. Conozco una manera infalible de lograrlo —prosiguió. Sabía a lo que se refería. Sus intentos ojos azules me estudiaron a detalle reparando en mis labios—. En la cama se olvidan los problemas —prometió. Con libertad sus dedos se colaron entre mis cabello para atraerme a su boca. Solo debía dejarme llevar, pero ni siquiera logré visualizarme con otro hombre. No podía.
Eché la cabeza a un lado, rechazándolo.
—No puedo —me disculpé avergonzada, levantándome.
—Tu novio te dejó. Ya no tienes compromiso con él —me recordó intentando convencerme. Sus manos me tomaron con cuidado de los hombros, acercándome a su cuerpo. Buscó mi mirada, yo la evadí incómoda por su cercanía. No me enorgullecía mi oscuro pasado, sabía que no podía borrarlo, mas si estaba en mis manos no repetirlo. Ahora ni siquiera me pasaba por la cabeza dormir con alguien que no fuera Lucas, ni siquiera para olvidarlo. Él no se iba con un revolcón, no importaba si era con el galán del momento o el dueño del penthouse.
—Mi corazón lo tiene, lo sigo queriendo. El amor es un compromiso, no solo con él, sino conmigo misma. En verdad, lo siento, pero no podría —insistí para que me soltara. Brandon dudó, pero entendió no estaba puesto a debate por lo sé rindió—. Cuanto te enamores vas a entenderme.
—Si voy a soltar frases como esa no voy a probar de esa basura. Tú eres el ejemplo de lo mal que se acaba —expuso un poco frustrado al arruinarle su noche. Volvió a tomar vino para refrescarse la garganta. No debía sentirme culpable—. Estás perdiendo el toque por un chico al que no le interesas, muñeca —dictó con el ego herido. No estaba acostumbrado a los no.
Negué con una débil sonrisa. No sabía de quién hablaba.
—¿Sabes qué fue lo primero que le propuse a Lucas cuando cruzó la puerta? Una relación sin compromiso —reí de mi propia ignorancia, nostálgica. Nunca aceptaría, lo conocía, pero quise arriesgarme—. Sin promesas, ni limitaciones. Un mundo perfecto donde el amor no tuviera cabida, libre de los problemas que me rodeaban. Un trato que no pusiera resistir porque tenía todas las de ganar. Mendigando un poco de su cariño, creyendo no podía pedirle más. Y él se negó —conté. Brandon no escondió la confusión. Esa noche lloré por horas imaginando no volvería—. Dijo que merecíamos algo más... No lo entendía. Cuando no tienes nada cualquier cosa es suficiente —admití para mí. Guardé silencio—, ahora comprendo a lo que se refería.
—Si tanto te ama, ¿por qué se fue? —me interrogó. Tomé un profundo respiro, odiando esa respuesta.
—Porque dejé los miedos me dominaran, no fui suficientemente valiente para luchar por lo nuestro. No supe ponerle un alto a todos mis temores —confesé pesarosa.
—Tu profesión es una realidad, Isabel. Más allá de lo que desees, no puedes borrarla así como así. Estoy te permite vivir —razonó.
—Vivir, es una palabra extraña —admití, asomándome al ventanal. La vida de la mayoría seguiría a la mañana siguiente que Isabel Bravo desapareciera o no—. Brandon, no espero me entiendas, esto te hace feliz —dije a sabiendas de su pasión por la actuación—, pero a mí no. Está acabando conmigo. Mañana voy a llevar a mi abogado el contrato. Tiene que haber una cláusula que me libere, un punto del que pueda aprovecharme...
—Déjame ver si te entiendo, vas a dejar tu carrera por tu novio. Isabel, escúchate. Por favor, escúchate —me pidió incrédulo. A Brandon la fama lo había cegado, no había nada que pudiera superar estar en la cima—. Te vas a arrepentir toda la vida. Los amores se marchan, lo único que nos queda es lo que construimos nosotros mismos —argumentó con sabiduría. Tenía un buen punto.
—No planeo dejar el oficio, solo mi actual contrato... Y si eso significa que van a destruirme, me cerraran las puertas de los medios, nadie volverá a darme una oportunidad y deba dedicarme a otra cosa, asumiré las consecuencias —declaré. Él negó sin comprender mi arranque de valentía—. ¿Sabes qué pasa, Brandon? El día que muera nada de lo que traigo puesto o compré va a servirme para nada. Se lo adueñará el estado, mi enfermero o cualquiera que aproveche mi demencia. No solo se coleccionan bienes materiales, quiero construir una vida donde sea capaz de sonreír. Y te seré honesta, no importa si Lucas está o no en mi plan. Eso no significa que no quiero que lo esté, daría lo que fuera porque me acompañara, mas esto va más allá de un capricho amoroso. Me está asfixiando mi profesión, no importa cuánta plata me ofrezcan, quiero ser libre.
—Tenemos un concepto diferente de libertad —murmuró. Sonreí sin ocultarlo. A él le agradaba que la prensa le prestara atención, no lo juzgaba, pero tampoco compartía su opinión—. ¿Qué planeas hacer? —preguntó más calmado. Lo pensé, aunque con tantos líos y alcohol supuse no tendría ideas brillantes.
—Lorenzo le gustan los titulares, se obsesionó creyendo que era la única manera en que la gente me tuviera presente. Voy a darle lo que busca, pero esta vez otra clase de noticias. Jugaré su mismo juego con mis reglas, al menos mientras logro librarme de su representación —dicté—. Romperé el cristal de mi jaula —suspiré deseando con todo mi corazón lograrlo—. Aunque sí, debo darle la razón en un punto, a veces es bueno aprovechar el ruido —admití inteligente—. Ahora que está el escándalo en su máxima expresión servirá para arreglar dos asuntos pendientes.
¿Cuáles son esos dos asuntos importantes?
El próximo capítulo volvemos a saber de Lucas ❤. Muchísimas gracias por leerla. Un enorme abrazo.
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