Capítulo 3 + Aviso importante
AVISO IMPORTANTE: La semana pasada actualicé dos capítulos, pero las notificaciones estuvieron fallando un poco así que por favor revisa si leíste los dos anteriores para evitar spoilers. Te lo agradecería mucho. Gracias por leerlos <3. Al final hay otro aviso importante.
Una mañana de fin de mes siempre es más desgastante que los días comunes. Un choque en la rutina, una sacudida perfecta para extrañar la paz de la monotonía. Actualizar el inventario, los listados de información, elaborar reportes, requería tal concentración que apenas daba tiempo para intercambiar comentarios o perder el tiempo en conversaciones triviales.
Tampoco era que fuera un sacrificio mantenerme con la boca cerrada, no era un tipo de pláticas interminables, me era fácil ir al punto, un par de preguntas con respuestas concisas. De hecho, y a pesar de haber mejorado con los años, continuaba siendo, ahora por gusto propio, un hombre introvertido.
Quizás era ahogarme en mi mundo la razón para siempre pasar por alto pequeños detalles. No sabía cuánta vida había perdido en medio de mis sueños. Esa mañana, por ejemplo, creí que la atención que sentía sobre mí eran imaginaciones, una excusa que hubiera bastado, sino fuera porque en un ir y venir atrapé a Graciela mirándome intrigada con sus profundos ojos azules.
Una característica peculiar era la manera en que lograba que le prestaras atención sin pronunciar una sola palabra, como si pudiera llamarte en silencio, una mirada potente que gritaba sin voz, que atraía sin fuerza, envidiaba esa capacidad que me vendría de maravilla.
—¿Sucede algo malo? —le pregunté porque quizás en mi despiste la había ignorado. Ella negó deprisa, nerviosa por verse descubierta. Sonreí por la manera en que meneaba la cabeza de un lado a otro agitando las hebras de su cabello rubio.
—Oh, no, no... En realidad quería decirte algunas cosas, pero creo que estás un poco ocupado... —dedujo, levantándose de su asiento para acercarse hasta mi escritorio.
—Puedo escucharte.
No esperó esa respuesta. Torció la boca en una mueca, acobardándose. Toda esa voluntad se escapó cuando le abrí la puerta. Aguardé en silencio hasta que estuviera lista.
—Es sobre un par de comentarios estúpidos que hice hace unos días.. —comenzó despacio. La miré sin comprender a qué se refería con exactitud, aunque un segundo fue suficiente para identificarlo—. Sobre Isabel Bravo... —Volví mi atención hacia las cifras que perdían sentido, el mundo pareció cambiar de dirección —. ¿Lo recuerdas? He sido una tonta hablando así de ella, siendo tan irrespetuosa. No tenía ningún derecho a dirigirme a su persona, ni a otra, de forma tan despectiva... Solo estaba molesta, cegada por... Boberías, quizás fue una mezcla de envidia y celos. Cuando llegué a casa lo reflexioné y me sentí muy avergonzada por mi comportamiento. No estuvo bien.
—No tienes que justificarte conmigo —comenté fingiendo indiferencia, aunque las palabras salieron más frías de lo que hubiera deseado.
En realidad, nadie tenía motivos para rendirme cuentas sobre lo que salía de su boca, ni siquiera cuando hablaban de Isabel. Nunca les había compartido ningún dato de interés sobre ella, todos ignoraban que el tipo aburrido de contabilidad había logrado liarse con ella en el pasado. Mi silencio nos protegía a ambos. Me ahorraba las preguntas sin sentido de mis compañeros y no dañaba su reputación.
—Lo sé, pero no quiero que pienses que soy una maldita insensible —agregó, avergonzada.
Sonreí al reconocer que sonaba sincera. Daba igual a quién se refiriera, Isabel o cualquier otra persona, dañar con las palabras no era mi método preferido de tortura. Sin embargo, nunca fui un tipo rencoroso. Uno de mis mayores errores siempre fue perdonar a todo aquel que estuviera arrepentido, olvidarlo ante la promesa de cambio. Creía en las segundas oportunidades. No podía vivir de no hacerlo.
—Tranquila, Graciela, no pienso nada malo de ti.
Ella me sonrió en agradecimiento.
—También tengo buenas noticias, me han dado la plaza definitiva —me contó con una enorme sonrisa que delató si felicidad. Esa sí fue una sorpresa—. Eso significa que el empleo está más o menos seguro. Más o menos porque nada es seguro en esta vida —se corrigió nerviosa.
—Me alegro mucho por ti —comenté con total honestidad.
Se había ganado la confianza de Don Eugenio por sus habilidades, nada fácil teniendo en cuenta su disciplina y expectativas. Tenerla de manera definitiva en el departamento facilitaría el trabajo.
—Y... Y... —balbuceó enredándose con su propia lengua. Le sonreí divertido sin entender el camino que tomaría, quizás fue el gesto el que le regaló el valor que faltaba. Tomó una enorme bocanada de aire—: Estaba pensando que para celebrar podríamos salir juntos por ahí, quisiera agradecértelo porque desde que entraste has sido muy dulce conmigo. Quizás pudiéramos ir a bailar una de estas noches y después puedes pasar a cenar a mi departamento.
Entonces entendía a dónde nos dirigíamos sin darnos cuenta.
O quizás lo sabía desde que nos topamos afuera del edificio cuando perdida buscaba el lugar de su entrevista. No sabía si otros lo sentían, pero yo siempre tenía aquella extraña corazonada naciente en el pecho cada que veía a una persona que cambiaría mi vida. O quizás era que pensaba que cualquier persona era capaz de hacerlo. Había aprendido el peligroso camino del destino, enredándose con ingenio llevándote hasta el final más improbable. Todas las piezas esparcidas en el mundo podían ser la definitiva en tu rompecabezas.
—Lo siento, pero yo no bailo —le confesé apenado por rechazar su plan—. Pero podríamos ir a otro sitio —propuse contra su desilusión para no confundirla—, ¿qué te parecería el Callejón González Aparicio? Es un buen lugar, está plagado de cafeterías y bares. Muchos tienen música en vivo.
—Me encantaría conocerlo, Lucas —aceptó con una sonrisa ilusionada.
Una punzada de culpa que ignoré.
Era momento de volver a salir por las noches después de un año recluido en casa. Graciela era una buena chica, ese tipo de personas con las que me era fácil congeniar. Con las que un café siempre se tornaba en una agradable conversación, una tarde en trabajo pasaba a una anécdota divertida o un paseo en automóvil terminaba siempre en una tranquila velada. Era todo lo que otros podían desear. Una muchacha simpática, sencilla, dulce y hermosa. Las características perfectas para una buena relación. El problema para jamás haberme atrevido a dar el primer paso era que carecíamos de aquella chispa que incendiara las dudas, no existía esa química que hiciera inevitable nuestro próximo encuentro.
No sé, quizás exageraba, había llegado el momento de valorar la paz lejos de los arrebatos. Arriesgarme a intentarlo con una mujer que no despertaba en mí ningún no, aunque tampoco hubiera un sí. Las personas tenían flechazos. Yo había tenido varios, esos fugaces romances que son una sonrisa en los labios sin llegar a ser un terremoto en tu corazón. Hay miles de personas en tu vida que no podrán quedarse, que no están ahí para eso, que solo son un agradable recuerdo, un paso más en el interminable camino de la vida. Diferentes a los que exigen un propio capítulo. En mi caso solo un par de mujeres me habían marcado. E irónicamente las dos tenían algo en común: había sido yo el encargado de ponerle el punto final a nuestra historia.
No volvería a fallar.
Una buena actitud que mantuve mientras me arreglaba para pasar por ella a su casa, esa misma que se diluyó al escuchar el portazo que resonó hasta mi habitación. Fruncí las cejas extrañado por el escándalo, hace un buen tiempo que en casa habíamos abandonado los dramas. Al menos eso pensaba, debí suponer que en realidad solo estaban dormidos, hibernando como osos, aguardando el momento perfecto para salir a escena.
Cuando me asomé vi atravesar el pasillo a Susana hecha una furia, como un huracán buscando tierra en el cual descargar la tormenta, resistiéndose al caos, pero incapaz de contenerlo dentro de ella. Me desconcertó, aunque jamás se había caracterizado por ser apacible, rara vez era dominaba por su mal carácter.
—¿Susana, estás bien?
Elevé mi voz para hacerme oír, pero ni siquiera se inmutó por la cuestión, me ignoró como si me tratara de un fantasma para volver a desquitarse con otra inocente puerta. Terminaría destruyendo la casa antes de que acabara de pagarla.
Adelanté que algo malo le sucedía, era la primera vez que dejaba en evidencia su malestar, que le importaba poco alarmar a otros. «¿De qué podría tratarse?», me pregunté mientras me encaminaba a resolver el misterio.
Di un toque a la puerta esperando me permitiera el acceso, en respuesta solo recibí un resoplido frustrado que dejó claro no quería ver a nadie. Una pena porque era justo lo que tendría que hacer.
—¿Qué pasó? —pregunté al abrir. La encontré recostada en su cama con la almohada sobre la cabeza.
Debía ser grave para que ni siquiera se hubiera preocupado por levantar el autógrafo, de un artista que no reconocía, que colgaba en su buró y que ahora reparaba en el suelo. Tal vez se había desprendido por la fuerza al arrojarse al colchón.
—Nada, Lucas. Estoy cansada —respondió fastidiada, aprisionando su cara sobre la tela. No sabía si su voz se ahogaba por el coraje o por la falta del aire.
—Pues tenías bastante fuerza, casi la rompes —dije intentando relajar la tensión. Susana ni siquiera soltó una risa, en realidad permaneció en silencio durante un largo rato. Probablemente imaginó que de no hablar lograría que me marchara, se equivocó—. ¿Puedo ayudarte en algo?
—No —respondió en seco.
—¿Estás segura?
—¡Que no! —repitió sentándose en el colchón y arrojando la almohada a la pared.
Me pareció que estaba viendo a otra persona en el cuerpo de mi hermana. Esa chica alegre que destilaba vida ahora luchaba contra ella, la devoraba entera para adueñarse de su piel. Las risas sonoras, bromas infantiles o sueños fugaces fueron suplantados por la rabia contenida, miedo, el ruido del exterior que no permitía escuchar su propia voz.
También debió darse cuenta porque abrió los ojos alarmada. Le costó identificarse en sus propias acciones. Un momento de silencio que caló en nuestros oídos hasta se levantó de un salto para encaminarse a la salida. Pensé que huiría, que buscaría un escape lejos de mí. Conocía esa sensación desesperada para rodear los problemas, postergarlos hasta que estemos listos para enfrentarlos sin que nunca lleguemos a ese punto. Porque la entendía sabía que debía frenarla. Hay líos que no mejoran con el tiempo. La tristeza no espera paciente, antes de irse a la cama se asegurará de hacerte olvidar tu nombre, de grabarte el suyo.
—Necesito estar sola. Eso te incluye a ti afuera, Lucas —me pidió en un susurro señalándome con la cabeza el pasillo. Necesitaba su espacio, pero fue el dolor de su voz me impidió obedecerla. Fingir que nada pasaba, hacerme el ciego, solo era un engaño que jamás duraba.
—Susana, solo quiero saber que estás bien —añadí con cuidado de no presionarla, pero deseando confiara en mí. Habíamos estado juntos desde siempre, la ayudaría—. Me preocupo por ti, por lo que pueda pasarte. Si tienes un problema, mamá y yo podemos...
—¡Quiero que dejes de meterte en mi vida! —explotó histérica ante mi insistencia. Se llevó ambas manos a la cabeza, presa del pánico—. No tienes autoridad para sacarme la verdad, ni obligación de seguirme los pasos. ¡No eres mi papá, Lucas! Deja de querer ocupar su lugar porque nunca vas a ser como él —me echó en cara sacándolo de su pecho, de ese escondido rincón que resguarda lo que nos destruye o sana.
Bastó un segundo para que se percatara de lo que había pronunciado. Debí tomar el timón de un barco que estaba a punto de estrellarse, pero no tuve el valor de fingir que no me había afectado, cuando era un tema que calaba profundo en mí. Ninguno supo qué decir, porque ambos sabíamos que la verdad es tan dolorosa como necesaria.
Me había esforzado, quizás de manera inconsistente, de llenar el vacío de papá en mi mal intento por sobrevivir a su ausencia, mintiéndome sobre su falta. Aprendí a vivir sin él después de años de intenso dolor, solo intentaba que ella pudiera superarlo sin pagar a cambio un precio tan alto.
—Lucas... Yo... No quise... —intentó disculparse, pero su voz se tropezó en la garganta. Guardó silencio un momento antes de romperse ante mí. Sobrepasada por la amargura de la vida, por ese desconocido sorbo de realidad que desbalanza hasta al más cuerdo.
Fue el primer toque la que la hizo pedazos. Comprendí que la herida debía ser profunda herida porque eran contadas las veces que la había visto derramar una lágrima discreta comparándola con el llanto que se liberada de su cuerpo. Esa noche los sollozos apenas la dejaban respirar. Sus ojos se cerraron poco a poco mientras las lágrimas recorrían deprisa su rostro.
Yo me senté en la cama procesando ese nuevo y desgarrador sonido, el que había intentando evitar a toda costa, por el que hubiera dado todo con tal de mantenerlo apartado de mi vida.
Susana dudó un instante antes de volver a convertirse en aquella niña que necesitaba la consolaran. No le pedí explicaciones, habría tiempo para eso después, abracé su cuerpo que se sacudía por el dolor. El silencio se rompió únicamente por sus sollozos que componían la canción más triste del mundo. Me sentí el ser más miserable del mundo. Su dolor era el recordatorio que no importaba cuanto te esforzaras la pena está incluido en el paquete de cualquier vida.
—¿Quieres contarme qué sucedió? —le pregunté después de un rato cuando solo quedaba a ligera llovizna haciendo eco después de una tempestad.
Susana no contestó. Tampoco insistí, esperaría hasta que estuviera preparada. Había momentos en los me preguntaba cómo había llegado a crecer tanto, en otros tenía la impresión que seguía siendo tan pequeña, que me necesitaba con la misma fuerza que cuando apenas sabía pronunciar su nombre.
Después de un rato mi hermana me fue abandonando poco a poco para mirarme directamente, el pesar bailando en sus pupilas removió un doloroso sentimiento que creía olvidado.
—Lucas... —Mi nombre en su voz quebrándose me hizo un nudo en la garganta.
Bajó la mirada, seguí el curso de sus ojos que permanecieron clavados en la sábana. Sus labios temblaron cuando pasó saliva, dudó en el minuto más largo de la historia, hasta que se atrevió a dar el siguiente paso.
Lo que encontré rompió los cimientos que había intentando mantener en pie por años, esos que eran tan frágiles que con un simple vistazo se vinieron abajo.
Vamos para el capítulo 4 y ya empezaron los problemas ❤.
Lo importante: Debo, y quiero, llegar a un punto específico de la novela que le da un nuevo giro ❤️. Es por eso que mientras se llega ese capítulo publicaré dos capítulos a la semana, no uno. Uno el viernes y el domingo. Así la espera no será tan grande. Ayer iba a empezar, pero se me olvidó que era viernes 😂, así que empecé el sábado. Mañana publicaré el siguiente. Si les gusta no olviden comentar, me haría súper feliz y me motiva mucho ❤️❤️.
No se pierdan el próximo capítulo que estará lleno de sorpresas, estoy muy emocionada, ya quiero vean todo lo que se viene en esta historia. Gracias de corazón a todas las personas que siguen las actualizaciones, votan y comentan, me hacen muy feliz ❤. Los quiero mucho.
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