Capítulo 25
Conté impaciente los minutos para el regreso de Julián, no solía tardar, pero aquella tarde fue su excepción. La noche anterior, al llegar al departamento, Román me llamó para contarme que un conocido en el hospital estaban requiriendo donadores antes de una intervención y quería preguntarme si podía pasar por la mañana. Le prometí que estaría ahí cuando abrieran el banco de sangre. Julián me dio autorización, aunque él no se sumó porque una de sus fobias le daban problemas. Para mí el procedimiento fue sencillo, dejando de lado que para esa hora tenía tanta hambre que era capaz de comerme los documentos que llenaba.
Reí por mi absurda preocupación, mentalizándome para pasar por el banco de regreso porque necesitaba hacer unas transferencias antes del fin de semana. Ahora que pensaba marcharme quería dejar todo lo mejor ordenado posible, así quien me remplazara no tuviera grandes dificultades. Últimamente había mucho trabajo y pocas manos, por desgracia la situación de la hija de Román estaba en un punto decisivo en el que su atención debía estar enfocada en ella. En verdad deseaba mejoraran. Esa misma mañana, cuando me lo topé en el hospital me pidió le comentara a Julián que le diera un poco de tiempo. Lo hice, pareció entenderlo o eso me gustaba creer. Después de todo prometí ayudarle con los clientes, que nunca eran una gran carga, sin descuidar mis otras tareas. Había considerado que el automóvil que rentaban para mi estadía en la capital quedara su cargo, ahora que lo necesitaba.
Continúe pensando en el tema hasta que escuché la puerta abrirse, adelanté que no se trataba de Julián que siempre hacía un escándalo al entrar, mientras yo terminaba unas operaciones para no perder el resultado. «Todo cuadra sin problemas», comprobé optimista. Era una clase de milagros que se agradecían.
—Buenas tardes, ¿en qué puedo..? —La pregunta quedó a medias cuando alcé la mirada y choqué con una imagen difícil de digerir en un primer vistazo. Era una mujer cubierta con una gorra negra y ropa en todo el mismo color. Un análisis rápido bastó para que mi cerebro conectara los datos—. ¿Isabel?
—¡Adivinaste! —celebró sacándose los lentes para dejar a la vista sus bellos ojos oscuros. Sonreí extrañado por su aparición.
—¿Qué haces aquí?
—Te vengo a comprar un chaleco, ¿qué color me recomiendas? —me preguntó con una sonrisa curioseando entre las prendas naranjas. Entrecerré los ojos—. Es broma, en realidad, nos dieron un descanso hace un rato y pensé en venir a visitarte. Sé que es una locura porque Juan me dejó en la esquina, demasiado cerca para los curiosos, pero no resistí las ganas de verte, Lucas —confesó.
Yo también deseaba encontrarnos, hace tres noches que no coincidíamos, desde que empezó a prepararse para una de sus presentaciones.
—¿Cómo van los ensayos?
—Pesados —admitió, cruzando los brazos sobre el mostrador—. Empiezan a las seis de la mañana y terminan pasadas las diez todas las noches. Lucas, tú sabes que puedo ser flexible, pero te juro que después de acabar en el suelo me duele desde el dedo del pie hasta las puntas del cabello —bromeó divertida—. Debo aprenderme la coreografía antes del próximo jueves.
—Lo harás bien—le aseguré confiado—. Estás trabajando duro y eso siempre tiene su recompensa.
—Gracias, Lucas. Muy motivador, eh —dijo con una enorme sonrisa. Abandonó mi área para caminar despacio por los pasillos revisando algunas piezas—. No tenía la menor idea de cómo era el lugar donde trabajabas —confesó alzando la voz—. Al pasar siempre veía el local por fuera, por dentro es mejor —comentó. Sí, también era de la misma idea—. ¿Hacemos una pared de ladrillos o qué, Lucas? —preguntó fingiendo otra voz al probarse un casco.
—Isabel... —pronuncié con una sonrisa.
—Perdón, perdón, perdón —repitió acomodándolo cuidadosa de vuelta—. Sé que no debo jugar con esto. Cuéntame, ¿estás siempre atendiendo? Debe ser toda una experiencia, siempre he creído que los que están en servicio al cliente merecen un altar. Vaya paciencia se cargan.
—No, solo hago guardia ahora que Julián está ausente. En realidad, yo paso todo el día en mi oficina.
—¿Tienes una oficina? —preguntó ilusionada, dedicándome toda su atención—. ¿Puedes mostrármela?
—Sí, pero te advierto que no se parece a las de las películas —comenté. Aprovechando que no había gente le indiqué como pasar del otro lado del mostrador antes de que se intentara brincar por su propia cuenta. Empujé la puerta para dejarla a la vista—. Es...
—Pequeñita, como a ti te gustan —señaló haciendo referencia a su estatura. Giró sobre sus talones estudiando los detalles con atención—. Ya eres ordenado —dijo comparándolo con el viejo escritorio de mi adolescencia.
—Sí, la carrera lo pide —admití. Cambié muchas de mis manías para hacerme el trabajo más sencillo. Contemplé sus manos al tomar la hoja que encabezaba una columna de papeles. Revisó despacio cada palabra antes de girar la cabeza para dedicarme una sonrisa.
—No entiendo nada —reconoció alegre cediéndomelo—. Parece difícil —añadió dándole un vistazo a mi costado—, o soy bastante tonta, o una combinación.
Era de la idea que las personas no eran tontas solo por desconocer información que al inicio todos lo hicimos. Es imposible poseer un total conocimiento, al final cada quien ignoramos datos de cierto tema. Para entenderlo tenía que cursar los años en la universidad y luego el trío de práctica.
—Extraño es la palabra correcta y mi letra no ayuda —opiné de buen humor porque mi caligrafía seguía dándome problemas. Había mejorado un poco, tan poco que nadie lo notaría—. Yo sería la persona idónea para escribir un secreto que literalmente nadie pudiera descifrar.
—¿Qué significa esta palabra? —me interrumpió indicando uno de los conceptos.
Yo ocupé la silla principal y ella la de visitante, intenté explicarle con palabras simples qué englobaban y la razón de registrarlos con precisión. Era consciente que diez minutos eran insuficientes para resumir lo que me costó aprender por semanas o meses, pero me alegró oír a Isabel interesada por entrar en mi mundo.
—No entendí ni la mitad, pero la otra segura me sirve —mencionó contenta.
—No te preocupes, es normal, valoro mucho que te importe —confesé, sonriéndole—. Además, me he ido un poco por las ramas —admití.
—Claro que no. Lo haces bien. Hasta podrías ser maestro, tienes paciencia —dijo. No pude evitar reír porque para ser profesor era necesario tener don de habla, cualidad que carecía, con Isabel era sencillo hablar, pero ante la multitud era un tema distinto—. Practicas conmigo. Te advierto que no entenderé nada, pero míralo como una prueba, seré tu peor alumna, si resiste puedes con todo.
—Lo tomaré en cuenta. Gracias por esto, Isabel.
—Gracias nada, me vas a tener que pagar, eh —se burló con una risa. Isabel dejó su lugar para inclinarse sobre el escritorio para que mis labios pudieran encontrarse con los suyos. Saboreé su boca a la que había extrañado en un beso cálido—. Me gusta hacer buenos negocios con usted.
Sonreímos hasta que escuché la puerta abrirse y reconocí por el sonido que esta vez sí se trataba de mi jefe. Isabel pegó un respingo acomodándose los elementos que cubrían su rostro para asomarse por la entrada. El rostro de Julián fue un poema. Abrió la boca para hablar, mas no supo qué decir. Compartí su expresión.
—Lucas...
—Lamento mucho todas las molestias que le causé —improvisó Isabel dirigiéndose a mí que salí detrás de ella. Alcé una ceja. Luego cambió de objetivo acercándose en un par de zancadas a Julián que por inercia dio un paso atrás—. Gracias, gracias, gracias —repitió sacudiendo su mano con fuerza—. Señor, quería agradecerles porque hace unos días el marido de la vecina de mi tía se salvó por usar uno de sus lentes mientras arreglaba, arreglaba algo... ¿Para qué entrar en detalles? La seguridad es importante. Le gustaron tanto que hasta le llevaré otros —añadió cogiendo unos, dándole la espalda a mi jefe me dedicó una sonrisa traviesa—. Además, sirven para actualizar el guardarropa —bromeó sacando dinero de una pequeña bolsa que colgaba de su cadera—. Por cierto, tiene un gran empleado y una tienda de lo más bonita —opinó dejando el billete sobre el mostrador antes de correr a la puerta—. ¡Siga así!
—¿Quién era esa loca? —preguntó Julián cuando el silencio volvió a reinar, y encontró su voz, todavía asimilándolo. Sonreí porque era divertido verlo un poco confundido.
—Una clienta efusiva —respondí para mí mismo.
—Y bastante guapa, ¿no la viste? —opinó sonriendo, con la mirada perdida por donde se había marchado.
Carraspeé incómodo.
—¿Crees que ya pueda ir a comer? —cambié de punto—. Pensaba pasar por el banco de regreso.
—Preferiría que habláramos de algo importante —comentó volviendo a la realidad. «¿Justo ahora?», me lamenté. Esperaba que no tardara.
Julián me llamó a la oficina principal y me invitó a tomar asiento mientras su cabeza reacomodaba sus ideas. Demoró un rato discutiendo consigo mismo, sin atreverse a hablar. Eso me adelantó que no eran noticias positivas.
—Sucede algo... —comencé despacio esperando eso fuera el banderazo de salida.
—¿Lucas, qué planes tienes para tu futuro? —soltó de golpe, desconcertándome.
—¿Qué?
—Bien, esa no es la manera de empezar esta conversación —se regañó en un murmullo.
—¿Estás intentando regresarme la charla motivacional de hace unos días? —bromeé, esperando que eso sirviera para contarlo.
—Estoy intentando ofrecerte un puesto definitivo en esta ciudad —resolvió directo, sin darle más vueltas.
«Bien, eso no lo esperaba».
—¿Qué? —repetí, mi nuevo lema de vida.
—Escucha, Lucas, estuve pensando en lo que hablamos. Tienes razón, deseo encaminar mi vida a algo que me guste, en lo que creo ser bueno, pero tampoco puedo abandonar el patrimonio de mi padre así como así, de un día a otra, no solo sería una traición, sino una locura —se sinceró. Asentí, también lo consideraba un salto arriesgado—. Retomaré mi pasión por la fotografía a la par que intento mantener este negocio en marcha. Llegó el punto en que debo aceptar que es imposible lograrlo solo. Te pido tu ayuda.
—Julián, soy tan inexperto como tú —le recordé porque de desde esa conversación daba la impresión que creía que éramos amigos. Y no tenía nada en contra, ser amigos era sencillo si lo comparábamos con ayudarlo en su local—. Te recomiendo que busques a un profesional.
—Claro que pienso hacerlo, pero necesito más que experiencia, quiero alguien que me de confianza para que sea mi mano derecha —comentó. Una parte de mí se sentía honrado, la otra sabía que cometía un error. Negué involuntariamente, revelando mi respuesta—. Si te angustia la opinión de papá, no te preocupes, estoy seguro que él buscó este resultado desde el principio —se adelantó—. Y voy a pagarte muy bien, Lucas, mucho más de lo que pueden ofrecerte en cualquier empresa con tu perfil, ganarás como si fuera subgerente.
—Julián, gracias, pero no me interesa el dinero —contesté porque no era un argumento que me tentara, aunque claro que lo tomaría.
—¿Y qué hay de ti como profesional? ¿No buscas destacar? ¿Cuáles son tus ambiciones? No naciste para ser un simple contador —comentó. Su intención no fue ser agresivo, pero no me agradó la manera que desmeritó mi actual posición—. Allá serás un elemento reemplazable como el resto, aquí harás la diferencia, Lucas —insistió ante mi silencio.
Medité la oportunidad. Era cierto que en la sucursal de Veracruz tenía pocas posibilidades de escalar en la pirámides, pues había muchas personas en la lista de espera, pero adoraba aquel estado. En la ciudad no me sentía yo mismo, aunque estaba adaptándome con éxito no podía evitar considerarme como una pieza aparte, sino fuera porque choqué con Isabel ese mes hubiera sido insoportable. Sus maravillas, que estaban en cada esquina, me saturaban. Aceptaba mi culpa.
Sin embargo, también era cierto que necesitaba pensar en el mañana. Con mayores ingresos podría cambiar el estilo de vida de mi familia, el mío, darles lo que siempre quise, aunque no pudiera ver como lo disfrutaban. Era parte de crecer, separarte de las personas que quieres para formar tu propia historia.
Por otro lado, no podía olvidar que un puesto importante también exige sacrificios de igual dimensión. Tal vez yo mismo bloqueaba mis intentos por encariñarme con la capital bajo la excusa que era una página y debía empezar a descubrir su encanto, pensé positivo. Se abrió una puerta para crecer de manera profesional y personal, ¿por qué dudaba de cruzarla?
—¿Qué es lo que te impide decir que sí?
—Mi vida —dudé, porque aceptando tomaría el compromiso como una meta y no habría vuelta atrás—, la vida que hice en Veracruz.
—Empieza una vida aquí. Esto es la capital, la ciudad más importante del país, nada de lo que puedes conseguir allá se compara. Si alguien quiere realmente vivir este es el lugar adecuado, Lucas.
—Tenemos maneras diferentes de pensar —expresé con una sonrisa.
—Espero eso no sea un problema para que analices la oferta.
—No, no lo es... —dije, no tenía que preocuparse—. Julián, soy humano, el dinero y el honor parecen una buena recompensa —admití—, pero le prometí a mi hermana que pasaría una temporada con ella en casa. La única razón por la que llegué hasta aquí fue porque tu padre me daría dos meses de vacaciones —comenté divertido de la ironía de la vida.
—Las vacaciones se cumplen. Un mes, después repartimos el otro a lo largo del año porque tampoco puedes ausentarte tanto en inicio —propuso decidido a que diera mi brazo a torcer. Sonreí—. Toma el fin de semana para pensarlo —optó otra ridícula facilidad que acepté.
Quería estar completamente seguro de mi respuesta. Necesitaba mirar a la ciudad con otros ojos antes de comprometerme con una responsabilidad de ese nivel. Pensar en mi familia, en mí como profesionista, en mis planes con Isabel, en las oportunidades de ser más de lo que era.
Todo decía que sí, no entendía por qué no podía callar esa corazonada en mi interior que gritaba con todas sus fuerzas que aún estaba a tiempo de negarme.
¡Hola a todos! Les pido por favor que si les gustó el capítulo comenten, este capítulo me dio muchos problemas y leer sus palabras siempre es una gran alegría. Mil gracias a todos por leer esta historia, votar y dejar sus bellos comentarios, no saben lo importante que son, me motivan mucho a seguir publicando ❤️🌼. Aprovecho que hoy es el día del donante de sangre, cuando escribí el capítulo no sabía que coincidiría la fecha hasta hace unas horas y me resultó muy lindo, los invito a donar sangre ❤️. No solo tiene beneficios para nosotros mismos, sino también salva vida, puede ayudar hasta a tres personas que necesitan mucho de ella ❤️. Por último, los invito al grupo de Facebook ❤️. Los quiero mucho🌼❤️.
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