Capítulo 14
La mañana del viernes el clima fue perfecto, varió apenas unos grados de los días anteriores, pero el sol brilló con fuerza llenando cada rincón. Fue como si alguien le hubiera inyectado color durante la noche. Intenté llamar a Manuel, mas pronto entendí la razón para no atender, no volví a insistir recordando que de vacaciones madrugar no era de sus actividades favoritas.
Me despedí de Jimena por la mañana antes de irme a trabajar mientras atendía la recepción. Aprovechando que estaba con tiempo le ayudé a transportar una caja con los productos de limpieza a la bodega mientras ella me reclamaba mostrarme tan feliz en pleno día laboral, contesté la acusación con una sonrisa antes de retomar mis tareas.
Ese mismo gesto de mantuvo en mi rostro durante el camino. Supuse que levantarme unos minutos antes de que la alarma me lo indicara impidió me estresara con el incesable tráfico. Las filas seguía interminables, la gente caminaba desesperada de un lado a otro y ninguna ruta nueva me salvó de las aglomeraciones, pero en medio del caos hasta me permití buscar música en la radio.
—Nunca me dejarás en paz, eh —hablé para mí cuando volví a toparme, mientras curioseaba en las emisoras, con una canción de Agustín Lara. Aprovecharía esa noche para llamar a Susana, como lo había hecho un par de veces a lo largo de la semana, y le pediría de favor de que le dijera a mi tío retirara la maldición que me había enviado—. Tú tampoco...
La voz de Isabel resonó en el interior. Negué derrotado antes mi suerte, antes hubiera escapado, en un intento desesperado por sustituirlo por otro que me hiciera olvidarla. Sin embargo, esta vez no frené la melodía, dejé que me acompañara durante parte del trayecto.
Sonreí al reconocer que detrás de aquella chica polémica que protagonizaba revistas, capaz de robarse más de la mitad de un programa de entretenimiento, estaba la misma que la noche anterior había aguardado a mi lado en silencio. «¿Cómo podía transformarse de un incendio, frente a las cámaras, a ser calma como el agua de un río?» Yo no conocía a la mujer que seducía a través de un cristal, me pregunté si llegaría a conocerla, si lograríamos a entendernos.
Tal vez nunca daríamos ese paso, quizá Isabel no abriría esa puerta. Sin embargo, me había dado acceso a otra entrada, a la de su estado natural, en la que no resultaba inusual verla andar en pijama, tomando un té o haciendo un desastre en la cocina. Ese candado que ningún medio había logrado romper, esa cerradura imposible de forzar.
Podía fiarme de los rumores o atreverme a cruzar las rejas para comprobar si el monstruo era como otros lo pintaban, si era el miedo a lo desconocido el que daba las fatídicas pinceladas que lo condenaban.
Conocer a la perfección la respuesta dibujó una sonrisa en mis lados mientras mis dedos golpeteaba el volante al son de la música. No estudié para ser juez, no empezaría a serlo ahora. Isabel no tenía que rendirme cuentas de su vida, pero sí me daba permiso de entrar a ella, como yo lo había hecho la primera vez, entonces tomaría el riesgo.
Fue una lástima que mi jefe no compartiera mi buen humor, todo lo contrario.
—Hasta que alguien llega —se quejó en voz alta cuando coloqué un pie dentro. Encontré solo a Julián en la recepción, su chamarra y llaves estaban tiradas a su lado por lo que di por hecho estaba aún acomodándose.
Fruncí las cejas extrañado por el reclamo, estaba casi seguro que no me había demorado más de la cuenta, pero saqué mi celular para tener una prueba antes de defenderme.
—Faltan cinco minutos para la hora de entrada —alegué porque no entendía a qué se debía su descontento.
—Román debió llegar hace treinta minutos. Treinta. Tuve que abrir yo el local porque si fuera por él quién sabe a qué horas atenderíamos —parloteó histérico como si tuviéramos una fila interminable de clientes exigiendo atención. Tal vez Televisa lo reclutaría en sus filas de maestros del drama—. Pero ya verá cuando regrese, cree que puede hacer lo que quiera. Eso se acabó.
—Deberías escucharlo primero, podría ser algo importante. Tal vez tuvo una emergencia —opiné considerando que en el tiempo que llevaba laborando con ellos siempre me había parecido un buen empleado, sobre todo obediente a todas su órdenes. Sabía que lo mejor era no meterme, pero eso hice.
—Si fuera importante podría haberme avisado, ¿no? —argumentó fastidiado, con un buen punto. Sus dedos golpetearon el mostrador. Negó agitando algunos mechones claros de su cabeza—. Debió quedarse dormido o estar perdiendo el tiempo en alguna tontería. Quizás piensa que no lo despediría, ya veremos.
—Vas a reprenderlo por tus suposiciones —asumí—. Espera al menos saber qué tanto has acertado antes de tomar una decisión, de otra forma sería una injusticia.
—¿Me estás diciendo que hacer? —preguntó incrédulo, casi ofendido por mi desfachatez. Pude contestarle en el mismo tono, pero alguno de los dos tenía que usar la cabeza.
—Te estoy haciendo una sugerencia.
—¿Esa clase de sugerencias te pidió papá que me hicieras? —me atacó a la defensiva. Tomé un respiro porque era absurda toda esa discusión. La razón por la que siempre estaba en estado de alerta era su temor por decepcionar a su padre, y eran esos miedos los que lo llevaban a cometer actor que tendrían ese resultado.
—Vamos, Julián, no somos niños para pelear. Haz lo que para ti es correcto —mencioné encaminándome a mi oficina para no alterarlo más, ni retar mi paciencia—. Si quieres aplicar un castigo sin saber las razones entonces que nadie te lo impida, ¿quién podría? Sin embargo, pienso que eres profesional y no te dejarás llevar por un momento de debilidad. Tu padre cree que eres más que eso —repetí. Mi fe no le interesaba, la de él sí.
Julián me observó desconfiado ordenar mis pendientes, tuve la impresión que estaba intentando descifrar qué trampa le tendía en mi falso consenso. Después de unos segundos de dudas abrió la boca para hablar, pero su voz fue interrumpida por la puerta al abrirse. Por ella atravesó un apresurado Román que parecía estaba a punto de ponerse a hiperventilar por la carrera.
—Tengo una explicación, señor —se adelantó antes de que Julián protestara. Volví mi vista a mis tareas, su palpable preocupación fue la prueba que mi jefe necesitaba para dejarlo explicarse—. Mi hija se puso mal, pasé la noche en el hospital, usted sabe cómo son esas cosas, no pude salir hasta ahora que mi hermana pudo relevarme. Quería avisarle, pero mi celular no tenía batería. Sé que pude llamarlo desde allá, pero tenía la cabeza en otro lado. Prometo que no volverá a pasar.
En verdad temía perder su empleo. Román no se tomaría la mañana libre solo para molestar, cualquier persona notaría que estaba siendo honesto. Sentí pena por él, incluso cuando jamás habían intercambiado palabras amistosas. Sus motivos eran válidos.
Julián guardó silencio un momento, luego de improvisto giró hacia mi escritorio, regresé mi atención a los papeles para que no notara que esperaba su veredicto. Imaginé que el lío de hace un momento lo llevaría a desquitarse con mi compañero, peor contrario a mis pronósticos, se tragó el coraje, cogió de mala gana sus pertenecías y se limitó a soltar un desganado:
—A trabajar.
Sin palabras estruendosas de por medio, sin banderas blancas de paz, la primera batalla no dictó ningún perdedor. En ese caso, ¿en verdad valía la pena empezar una guerra?
Pensé que aquel pequeño incidente no tendría grandes consecuencias, que se perdería entre el centenar de anécdotas que empezaría a acumular en ese local, pero me equivoqué. El sábado por la mañana Román se asomó por la puerta de mi oficina, pensé que se marcharía apenas recordara mi presencia, así que después de un pequeño vistazo, regresé mi atención a los números.
—¿Dijiste algo? —le pregunté por si no había oído su voz, cuando al volver la vista lo encontré en el mismo sitio.
—No, nada. ¿Lucas Morales, cierto? —interrogó amigable. Asentí en una simple presentación. Era la primera vez que me dirigía la palabras para más allá de indicaciones laborales—. Gracias por lo de ayer, supe que intercediste por mí ante Julián. Me gustaría también tener voz cada que te riñe, pero no le gusta le lleven la contraria y no puedo arriesgarme a perder el trabajo por...
—No te preocupes —frené sus disculpas. Era innecesario justificarse, entendía a la perfección sus razones—. ¿Tu hija está mejor?
—Dentro de lo que cabe —aceptó con una sonrisa triste, recargándose en la pared. Eso no era la respuesta que esperaba. Lo observé mejor, su aspecto delataba su cansancio.
—¿Está muy enferma? —cuestioné ante su visible preocupación. Él negó enseguida con un mejor semblante, un buen intento que no borró el que tenía grabado en sus facciones.
—Tiene leucemia —me explicó despacio, su voz se esforzó por no temblar. Quedé helado al escucharlo. El nombre fue un golpe en seco. Todas las palabras que conocía se borraron de mi cabeza. No encontré alguna oración que sirviera en contra de una verdad de esa magnitud—. Hay días mejores que otros, pero hoy está estable.
—En verdad lo siento mucho. Espero se mejore pronto —solté con torpeza, recuperando el habla, guiándome solo por mis emociones. Él debió notar que mis deseos eran sinceros porque intentó sonreír.
—Sí, por eso tampoco puedo perder el seguro médico.
—No lo harás, no te quedarás sin trabajo —le aseguré para que se estuviera tranquilo.
Ya suficiente angustia tenía en su vida para estar perdiendo los nervios por los arrebatos infantiles de Julián. Conocía que mi voz no tenía valor en ese negocio, pero la de Don Ernesto pesaba más que la del resto. Él nunca lo echaría, y como Julián dijo, él era el del dinero.
—Si puedo hacer algo por ustedes no dudes en decirme —le pedí con honestidad a sabiendas que mi ofrecimiento no lo liberaba de los aprietos.
—Gracias. Lo de ayer fue suficiente. Sé que Julián te detesta porque cree que le pasas un resumen de su comportamiento a su padre —me contó en complicidad, ignorando que él mismo me lo había contado el día anterior,aún así agradecí su buena voluntad. Román sí se sorprendió por mi falta de asombro, por lo que pensando no me interesaba cambió de tema—. Por cierto, hoy te ves mejor que los días anteriores. ¿Tus problemas mejoraron? ¿O estás festejando adelantando que mañana no venimos a trabajar? —me preguntó afable, acomodándose los lentes.
—Un poco de ambas —respondí con una sonrisa tecleando unas cifras en la computadora—. Además, por primera vez tengo planes —le conté con una involuntaria sonrisa viendo el lado positivo. El viernes pasado había llegado a la ciudad sin rumbo fijo, al menos este sábado pintaba mejor, o eso imaginaba.
Estábamos preparándome para marcharme. Le ofrecí a Román llevarlo hasta el hospital para que no gastara en un taxi, además llegaría más rápido a su destino. Sabía que me demoraría un poco más de lo esperado, pero conocía que a Isabel le sería fácil entenderlo. Empujé la puerta dispuesto a olvidarme de esas paredes hasta el lunes cuando Julián alzó la voz para llamar nuestra atención. Me giré para escuchar su mensaje de despedida, conociéndolo no esperaba nada favorable.
—Hombres, se me olvidó avisarles que hoy cerramos una hora después —soltó de pronto detrás del mostrador. Miré a Román que abrió los ojos sorprendido. Ninguno de los dos lo sabía.
—¿Qué? ¿Una hora después? —pregunté incrédulo por si se trataba de una cruel broma.
—Sí, tenemos que recuperar el tiempo muerto. Lamento decirles a último momento, tenía la cabeza en otro lado —se inventó.
—¿Quién vendría comprar cascos un sábado a las nueve de la noche? —lo cuestioné para que entendiera la poca lógica que manifestaban sus ideas.
—No sé, Román va descubrirlo —respondió incrédulo. Mi compañero buscó cómo replicar, él hizo un ademán restándole importancia—. Tenemos un horario, se tiene que cumplir de una u otra manera.
—Es una injusticia —alegué sin poder quedarme callado.
—Hacer cumplir las reglas no es una injusticia. Si no estás de acuerdo, y ya que eres su gran amigo, quédate tú o que se atenga a que le descuenten las horas —lo amenazó. Entendía a qué jugaba. Era una clase de venganza. Volvía a aplicar esa absurda condición que convertía en sus enemigos a cualquiera que no siguiera sus argumentos.
—No creo que...
—No —frené a mi compañero. Sabía que aceptaría para no perder el empleo, estaba en contra de la espada y la pared. Quería hacerlo pagar a él por nuestra enemistad—, yo me quedaré.
Román buscó como replicar, yo quería escuchar lo que deseaba exponer, pero no a Julián que llevaba el timón.
—Déjalo, no le arruines su espíritu de héroe —dijo con una sonrisa cínica. Estaba intentando provocarme, no caería—. Se quiere lucir, bien por él. Aquí están las llaves, Lucas —me las entregó de mala gana. No bajé la cabeza, le sostuve la mirada—. Los quiero temprano a los dos el lunes. Otra cosa, no intentes pasarte de listo porque voy a enterarme si dejas el negocio tirado. Si no te gusta puedes quejarte con papá —me advirtió. Yo conté hasta cien, tal vez mil serían suficientes.
—Gracias por la idea, en un rato quizás. Le enviaré saludos de tu parte. Diré que, literalmente, nunca dejas de pensar en él —mencioné en voz alta solo para evidenciar su pánico. Julián chasqueó la lengua de mal humor por mi atrevimiento antes de salir.
—Lucas, yo... —se acercó Román. Negué para no pensara en la posibilidad de retrasarse. Su familia lo necesitaba.
—No te preocupes. Que se recupere tu hija —le deseé. Él asintió antes de marcharse presuroso.
Pensé en prestarle el automóvil, después de todo ni siquiera era mío, pero cuando se me ocurrió ya estaba completamente solo y demasiado lejos para alcanzarlo.
No me debía nada. El que lo hacía era Julián, pero como estaban las cosas no esperaba la pagara. Revisé el local, no había nada por hacer más que sentarme a esperar que el reloj marcara las diez. «Esta será una larga noche», me dije sacando mi celular, ignorando lo que estaba por venir. Cuánta razón tenía.
¿Qué creen que suceda?
Hola a todos ♥️. Estoy emocionada para el próximo capítulo es uno de mis favoritos de esta historia. El único problema es que es muy largo, más de siete mil palabras, así que para no saturarlos pienso dividirlo en varias partes (aún no sé si en dos o tres porque me falta revisar la edición final). Pero no se preocupen, subiré todas las partes el mismo día para que no tengan que esperar ♥️. Gracias a todos por sus comentarios y votos. Valoro mucho todo su apoyo. Los quiero mucho. No olviden unirse al grupo de Facebook o seguir esta cuenta ♥️.
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