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Capítulo 4


La supervisora me gritó por haber llegado 2 minutos tarde. De normal me hubiese impactado muchísimo pero hoy solo podía pensar en lo que había hecho.

¡Alá! ¿Qué pasaría si me rechazaba de nuevo? ¿Iba a siquiera a venir? ¿Contaría al resto nuestra conversación? Además, ¿cuál era siquiera mi plan?, ¿qué viese mi necesidad por tener un expediente perfecto para la universidad, y con el que conseguir una increíble beca con la que estudiar y así poder convertirme en la primera persona en conseguir una carrera universitaria de mi familia y conseguir salir de la pobreza? Hay que añadir que no conozco mucho a Frederic podría revelar mi secreto a todos y todo se iría por la borda.

Estuve todas las horas en las que estuve trabajando pensando en ello. El resultado de esa frustrante reflexión que no me llevaba a ningún lado, el cansancio de las clases, el entrenamiento con las animadoras y todo el rato que llevaba atendiendo a personas en el cajero del supermercado me estaban matando.

Cada minuto que pasaba provocaba que me fuese más difícil ser amable y sonreír a casa nuevo cliente.

El supermercado en el que trabajaba no estaba muy lejos de mi casa y, en consecuencia, la gente que venía era muy pobre. Eso se veía reflejado ya no solo en la vestimenta de los clientes como en las instalaciones del lugar que necesitaba alguna que otra reforma y, si de paso nos ponemos quisquillosos que contratasen a una persona que limpiase el establecimiento. Aunque era muy pequeño era el único que había por la zona así que venía mucha gente.

Miré el reloj de mi muñeca ya solo quedaban 10 minutos para que se acabase mi turno.

Un chico de unos 19-20 años bastante más alto que yo y que olía fuertemente a alcohol dejó una caja de cervezas en la cinta. A pesar de necesitar una ducha urgente, afeitarse e ir a la peluquería no estaba muy segura de si realmente tenía la edad suficiente como para comprar alcohol.

-Su carnet de identidad por favor- le pedí amablemente.

-Tengo más de 21 años- me aseguró.

-Su carnet de identidad por favor- le repetí.

-Oye, no me jodas tía tengo más de 21 putos años, no me molestes más y cóbrame las putas cervezas- me gritó enfadado.

-Disculpé, pero no vendemos alcohol a personas que no nos demuestran que pueden comprar alcohol cumpliendo la ley- le expliqué nerviosa, pero manteniendo mi voz firme.

Dio un golpe con el puño cerrado a la cinta.

-Nunca me había pasado esto, maldita zorra- empezó a despotricar, pero fue cortado por mi supervisora.

-Márchate ahora mismo- le ordenó.

Mi supervisora era una mujer muy alta y corpulenta que intimidaba con facilidad a las personas, no importaba si eran hombres o mujeres nadie osaba llevarle la contraria. Su marido era dueño de un club de boxeo y no cabía duda de que le había enseñado a pelear contra cualquier contrincante de forma que saliese victoriosa.

El borracho me observó a mí y a la supervisora fijamente unos segundos barajando sus oportunidades de éxito. Finalmente, furioso se dio la vuelta y se marchó del supermercado.

-Lo siento- me disculpé por el altercado que había creado.

-Cierra tu caja y márchate ya ha acabado tu turno- me ordenó fríamente.

No lo dudé ni por un segundo y en seguida recogí mi bolsa de deporte y mi mochila y salí del establecimiento, eran las ocho y media y no veía a Frederic por ninguna parte. Decidí esperar diez minutos más en la puerta por si llegaba tarde. Saqué mi móvil para leer los mensajes que habían mandado mis amigas por el grupo.

Hellen había mandado una foto en la cual se veía su cara de rasgos asiáticos fingiendo sufrir junto al guion que tenía que aprenderse en la mano. A mi amiga Hellen le encantaba actuar y además era muy talentosa por naturaleza, sin embargo, odiaba con su alma tener que memorizar las frases, prefería improvisar, cosa que ponía muchas veces muy nervioso al director de la obra.

Esto se debía a que Hellen era disléxica, nunca nos lo había mencionado y no estaba segura si el resto de mis amigas se había dado cuenta, pero yo, me había dado cuenta. Los profesores nunca le mandaban leer en clase, le costaba seguir muchas veces el hilo de la explicación, y muchas veces escribía mal las palabras cuando nos mensajeaba. Además, siempre se le veía muy frustrada y decepcionada en clase, por no hablar de que era la última en entregar los exámenes que solían estar blancos sin ninguna palabra rellenada.

Miré a mi alrededor y al ver que no había nadie volví a meter mi móvil en mi cartera para marcharme. No había dado un paso cuando ...

-¡Tú! - gritó una voz detrás de mí.

Era el chico de antes y lucía mucho más enfadado y borracho que antes, en su mano llevaba una botella de cerveza. Caminé hacia atrás, pero me agarró de las muñecas.

-Maldita zorra por tu culpa no he podido compra más alcohol- me gritó arrastrando las palabras.

Levantó la botella para estrellarla contra mi cabeza.

-¿Qué crees que estás haciendo?- preguntó una voz oscura.

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