Capítulo 38
-Muchísimas gracias señora King- le agradecí a una mujer que anteriormente se había comportado de una forma muy racista hacia mí y que ni siquiera me había pedido disculpas, pero que había decidido tomar el caso y la denuncia que había presentado mi familia contra la tutora de Habib, la señorita Liera quien había abusado físicamente de mi hermanito pequeño de 7 años.
-Nunca dejaría a un niño atrás, Diala, es por eso por lo que todos los años celebramos esta gala benéfica para recoger fondos para víctimas de abusos sexuales, especialmente menores- me dijo seria.
Con una breve inclinación me marché hacia mis amigas. Todos años los señores King, los padres de Frederic, hacen una gala benéfica para recaudar dinero para víctimas de abusos sexuales, aunque atendían a hombres y a mujeres adultas sobre todo priorizaban a menores y a adolescentes.
Mis amigas estaban todas juntas vestidas de forma muy elegante, sonreí al ver que Florence había ganado un poquito peso, aunque seguía estando en sus huesos, pero algo era algo. Virginia estaba en el centro de todas, llevaba un esmoquin a diferencia del resto de nosotras que llevamos un vestido. Aunque era un evento bastante importante eso no implicaba que su pelo pelirrojo no estuviese recogido en una coleta. Seguramente Jacquline estaría contenta de verla con ropa que no fuera holgada.
-¡HE GANADO!- exclamó mirando su móvil.
Virginia era una apasionada de la escritura. Este año había escrito tres novelas: una novela de terror, una novela de aventura y una erótica. Yo había leído las dos primeras por obvias razones, las demás habían leído todas y todas se habían mostrado de acuerdo en que la última era la mejor.
Así que la había presentado a un concurso, la editorial que promocionaba el concurso daba como premio al ganador la posibilidad de publicar la novela. La verdad es que en mi opinión a pesar de no haber leído la historia ganadora creía que Virginia se había arriesgado al presentar una novela de ese género con su edad. Pero supongo que él que no se arriesga no gana.
Todas la felicitamos efusivamente. Florence se quedó a su lado para comentarles algún que otro retoque al texto, ella siempre había sido muy buena crítica literaria, y aunque a Florence lo que más le gustaba era el romance recordaba perfectamente sus comentarios y críticas de las novelas que teníamos que leer en clase.
William apareció en búsqueda de Elizabeth la cual sonrió feliz al verlo. Aunque iba a romper un bonito momento después de que William abrazase fuertemente y posesivamente a Lizzie los interrumpí.
-Hola William- lo saludé- ¿Sabes dónde está Frederic? Es que no me coge las llamadas.
Él como siempre parecía estar enfadado y no muy por la labor de contestarme, pero Lizzie apoyó sutilmente su mano en el brazo que la rodeaba y William pareció ceder. ¡Alá bendito! No entiendo como Elizabeth lo aguanta, tiene que ser horrible estar con una persona que siempre está de mal humor.
-No lo sé- me contestó.
-A vale- respondí decepcionada.
Elizabeth me lanzó una sonrisa compasiva que se convirtió una sonrisa de felicidad cuando vio a un bebé en un carrito.
-Ohhh- exclamó, tiró del brazo de su novio- Vamos a verlo.
Mientras tanto yo me quedé allí totalmente colgada. ¿Dónde estaba Frederic? Entendía que no se llevaba bien con sus padres, pero yo había venido y además era una gala benéfica para gente que ha sufrido abusos sexuales. Que menos que venir para hacer acto de presencia.
Me acerqué a Grace con la que empecé a hablar cosas sobre el coro.
-¿Ese de ahí es Frederic?- preguntó Grace confundida.
Me giré para ver a dónde señalaba y en efecto allí se encontraba mi novio. Iba despeinado, con la corbata desatada y con la chaqueta mal puesta, además iba dando tumbos de un lado a otro intentando andar con una botella de whisky en la mano.
Me encontraba bastante aturdida al ver a Frederic así, pero en cuanto salí de mi aturdimiento me dirigí hacia él rápidamente.
-¿Frederic?- lo llamé dubitativa.
Sus ojos se abrieron al verme y alzó la botella de alcohol.
-Aquí está mi novia falsa- hipó- Perdón, mi novia que solo me quiere para ser coronada reina de fin de curso y para que le pagué todas las facturas que no se puede permitir. Supongo que es una hipócrita como la mayoría de los presentes.
Sentí como si hubiesen pegado o clavado un puñal en el corazón.
-Frederic- lo volví a llamar sin darme por vencida, necesitaba sacar su maldito borracho trasero de aquí lo más rápido posible.
Todo el mundo empezó a prestar atención al escándalo que estaba montando, especialmente mis amigas.
-¿Qué...?- intentó preguntar Jacqueline más que confundida.
-¿Alguna vez habéis buscado la empresa de diamantes de la cual sus padres son dueños? ¿La habéis visto llevar algún diamante encima? ¿Habéis visto siempre lo apurada que va? ¿Por qué casi le da un infarto cardiaco cuando saca menos de un 100 en un examen? Eso es porque os está mintiendo- dijo Frederic arrastrando las palabras que le salían a trompicones- Está aquí por una beca que le cubre todos los gastos.
Miré a Nikola intentando que viniese a ayudarme para sacarlo de aquí mientras yo intentaba quitarle la botella de whisky de las manos. Este acudió en mi ayuda y lo sacó de la sala.
-Yo...- comencé.
-¿Está diciendo la verdad?- preguntó fría Hellen.
No había vuelta atrás, todo se estaba haciendo a pedazos rápidamente. Intentaba pensar en alguna solución que me sacase de este embrollo, pero era imposible.
-Sí- respondí en un susurro.
-Nos has estado mintiendo todo este tiempo- me acusó Laila indignada.
-Es... es más difícil de lo que parece- empecé.
-Sa- Sabías mi secreto- dijo Hellen aturdida- Confié en ti y no tuviste la cara para decirme la verdad.
-Yo... Lo siento, no quería dañar a nadie- aseguré- Tenía miedo y luego la mentira era tan grande que no podía decir la verdad.
-¿Miedo de qué?- preguntó Elizabeth.
-Yo... Yo había sufrido bullying en mi antiguo colegio, se metían conmigo unas chicas de mi escuela por-porque era pobre y por ser musulmana- empecé a llorar arruinando todo mi precioso maquillaje- Empecé a investigar sobre un instituto que ofrecía una beca única. Podía salir del hoyo en el que vivía.
Las miré a todas entre mis ojos llorosos.
-Lo siento- salí corriendo como una cobarde.
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