Capítulo 32
NIKOLA'POV
-Su alteza- me llamó un sirviente- Sus amigos se encuentran esperándole en la puerta principal.
Me reajuste la pajarita negra de mi esmoquin para que estuviese justamente en el centro, ni un milímetro de más a la derecha ni a la izquierda. Para muchos hombres ponerse una pajarita resultaba algo imposible, pero para mí era como andar en bicicleta: llevaba toda mi vida haciéndolo.
Un par de golpes sonaron, era una costumbre en mi casa nadie podía entrar sin tocar antes y sin mi permiso.
-Pase- permití.
Mi madre y mi padre entraron. Los reyes de Noruega se encontraban en una pequeña visita en Estados Unidos para ver a su heredero. Mi madre iba como siempre con un precioso vestido azul marino del mismo color que sus ojos y un par de joyas de oro que hacían que su larga melena aún se viesen más rubia de lo normal. Mi padre por su parte iba con un traje azul del mismo color que el vestido de mi madre.
-Padre, Madre- les saludé educadamente.
Mi madre se acercó a mí para darme un cariñoso abrazo mientras que mi padre me dio un apretón firme en el hombro.
-Hoy es mi última batalla- les informé- O consigo que Hellen me perdone y vuelva conmigo o bien la dejo ir.
-Esperó que lo logres- me animó mi madre- Quiero que Hellen sea mi nuera.
Sonreí ante sus palabras, recordé el enfado que tuvo mi madre cuando le conté sobre mi ruptura con Hellen.
***Flasback***
-¿No viene hoy Hellen a cenar?- me preguntó mi madre.
Intenté actuar como si no pasase nada, agarré mi cuchillo de plata y corté la carne. Respiré intentando parecer tranquilo a pesar del hecho en que no podía pensar en cualquier otra cosa que no fuese en la asiática. Esperaba que el dolor se fuese en un par de meses.
-Hellen y yo hemos roto- anuncié a mis padres.
Mi padre se mostró frío, como si respetase lo sucedido mientras que a mi madre parecía que le había dado una horrible noticia.
-¿Por qué?- inquirió indignada dejando los cubiertos sobre el plato.
Mantente sereno Nikola, me repetí mentalmente.
-La he dejado yo- respondí.
-¡¿Qué tú has hecho qué?!- empecé a creer que a mi madre le iba a dar un paro cardiaco.
-No es una buena candidata para ser reina de Noruega- aseguré- Mi país siempre va a ser lo primero para mí.
Mi madre ignoró mi comentario deliberadamente.
-¿Estás enamorado de Hellen?
No respondí al instante. Me gustaba Hellen ella era... Tan atrevida, pasional y alegre, siempre sacándome de mi monótona vida con sus bromas y trastadas. Siempre que podía estaba en casa, bien para traerme la cena por si llevaba mucho rato en mi habitación encerrado trabajando o simplemente para molestarme y distraerme, y por mucho que me gustaba negarlo adoraba que estuviese a mi alrededor con toda esa energía y optimismo arrasador.
Era una racha de aire fresco.
Por no hablar de lo hermosa que era. Con Hellen no tenía que ser todo el tiempo perfecto, le bastaba con que fuese yo mismo. Consideré mentir, pero sabía que mi madre había preguntado sabiendo ya la respuesta.
-Sí- respondí.
-Y simplemente pensaste que por el hecho de que sea disléxica no valga para ser reina- me reprochó mi madre con un tono de voz gélido- Nunca pensé que te había criado con esos valores Nikola.
-¿Qué?
-Supongo que Hellen no te lo había contado- dijo mi padre.
Me sentí como si hubiesen golpeado.
Ahora todo encajaba: como siempre evitaba leer o estudiar o apuntar algo en un papel. Porque siempre me llamaba o me dejaba una nota de voz en vez de un mensaje. Que a veces no quisiese ver películas noruegas que tuviesen subtítulos o que por ejemplo y para mi sorpresa supiese braille.
-¿Por qué no me lo contó?- pregunté aturdido.
-Ya sabes cómo es Hellen, no querrá que te sientas culpable o que la trates de forma más compasiva, como si estuviese rota- me respondió mi madre.
-Nikola- me llamó mi padre- Una verdadera reina no necesita nada porque lo da todo por su pueblo. Si estás enamorado de ella y crees que es la correcta para ti debes luchar por ella.
**Fin del flashback**
Le di un beso en la mejilla a mi madre y me despedí de mi padre.
-Aquí viene el enamorado- gritó Aaron desde un asiento del Jeep amarillo.
Lo ignoré olímpicamente y me senté en un asiento de atrás con cuidado de no arrugar la cola de mi chaqueta. Mi amigo Frederic también estaba sentado detrás, él me lanzó una sonrisa reconfortante, pero así era Frederic: amable, responsable y un buen líder. Recordaba fotos de él de cuando era pequeño mientras jugaba con Aria vestido del Capitán América, era un personaje que él mismo podría ser.
Pasó su brazo derecho por mis hombros y me dio un apretón.
-No te preocupes tío- me dijo sonriente- Seguro que te perdona y vuelves con ella.
Eso esperaba. No sabía que iba a ser de mí si Hellen me daba calabazas. Quité esos pensamientos de mi mente.
A los 20 minutos llegamos a la mansión en la que vivía Hellen y donde había decido celebrar su fiesta de cumpleaños. No me podía creer que Hellen ya tuviese 18 años. Bajé del coche juntos a mis amigos. La fiesta ya había empezado, se escuchaba la música y la gente desde fuera. Entramos y lo primero que hice fue buscar a la cumpleañera. Por el camino nos encontramos a Diala que fue directa a besar a Frederic.
Esperaba ser también el próximo que estuviese así, pero con otra chica.
Avancé entre la gente hasta que la vi. Estaba en la pista de baile improvisada, bailando sensualmente moviendo sus caderas al ritmo de la música. Llevaba puesto un vestido rojo (el color característico de ella) le llegaba hasta por encima de la rodilla y no tenía ni mangas ni cubría su cuello en el que había un hermoso collar de plata. Su melena negra estaba tan lisa como siempre y le cubría hasta mitad de la espalda. Y para terminar unos tacones de aguja de 10 centímetros los cuales no le impedían bailar con soltura.
Bien, pensé, así será más fácil besarla.
Hellen estaba tan hermosa y sexy como siempre. Un sentimiento primitivo que solo se despertaba cuando ella estaba cerca me hacía querer secuestrarla para tenerla solo para mí y que ningún otro gilipollas pudiese mirarla.
Me acerqué a ella con paso decidido y cuando estuve cerca de ella posé mis manos en su cintura pegándola a mi cuerpo. Hellen colocó sus manos por mi cuello.
-¿Dejas qué cualquier persona baile contigo, gatita?- le pregunté al oído.
Vi como sonreía.
-Bailo con quien yo quiero- me respondió, se mordió el labio inferior- Y si crees que no te reconozco estás en lo incorrecto.
Le di la vuelta de forma que nuestros rostros estaban cerca.
-Feliz cumpleaños- la felicité- ¿Algo qué quieras de regalo?
-No sé, ya me han regalado una corona- me respondió y señaló una corona de cumpleaños de juguete en la mesa.
Me reí.
-¿Y si te ofreciese una corona de verdad?- le pregunté- ¿La aceptarías?
-Depende de qué por qué me la regalases- me contestó.
-Sería un regalo probatorio de mi amor por ti- le aseguré.
Me miró fijamente a los ojos.
-Lo haces por pena, te sientes culpable por dejarte sin saber que tenía dislexia ¿verdad? -me acusó con los ojos húmedos.
Dio un paso para marcharse, pero la agarré del brazo.
-Te amo Hellen- le dije- ¿Por qué te cuesta creerme?
-Porque me dejaste Nikola. No te parece sospechoso que me dejes y que después te enteres de que tengo una dislexia muy grave y que de repente me persigas como un perro- me acusó.
-Hellen, no es que te tenga pena es que ahora te entiendo. No quería salir contigo porque sabía que te iba a encerrar en una vida que no ibas a querer. Joder, nunca querías estudiar, ni leer ni ver películas noruegas y pensaba que porque no querías ser reina ni tener que dejar Estados Unidos y siempre querías que te ayudase con el club de teatro dejándome claro que querías ser actriz- le dije indignado.
-¿Cómo pudiste siquiera pensar eso? ¿Cómo no iba a querer una vida contigo? -me preguntó desgarrada.
Me arrodillé ante ella.
-Por favor perdóname Hellen- le supliqué- Te amo y si no quieres una vida como esa rechazaré el trono.
Se arrodilló junto a mí. Me abrazó.
-Te amo, te amo, te amo- me susurró- Te amo principito.
-Te amo gatita.
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